El pequeño Nicolás
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El pequeño Nicolás La vida en el cole es una etapa importante y muy accidentada para todos nosotros ¿verdad? Y Nicolás, claro, no es una excepción. Allí, conocerá a nuevos compañeros con los que se lo pasará bomba. Pero van a surgir algunos problemas con las notas. Un clásico de la literatura infantil con textos de René Goscinny y dibujos de Sempé. A través de las aventuras de Nicolás y sus compañeros de colegio, Goscinny nos ofrece su visión, siempre irónica, de la vida, la familia, la escuela y la sociedad en general. Los dibujos de Sempé ilustran con maestría y efectividad la ironía y la sátira del texto.
Sinopsis
UUnn rreeccuueerrddoo qquuee nnooss gguussttaarráá
Esta mañana llegamos todos a la escuela muy contentos, porque van a sacar una foto de la
clase, que será para nosotros un recuerdo que nos gustará toda la vida, como ha dicho la
maestra. También nos dijo que viniéramos muy limpios y bien peinados.
Cuando yo entré en el patio del recreo llevaba la cabeza bien llena de brillantina. Todos los
compañeros estaban ya allí y la maestra riñéndole a Godofredo, que había venido vestido
de marciano. Godofredo tiene un papá muy rico que le compra todos los juguetes qu e se le
antojan. Godofredo le decía a la maestra que quería fotografiarse de marciano, y que si no se
iría.
El fotógrafo también estaba allí, con su máquina, y la maestra le dijo que había que
acabar pronto, porque si no nos perdíamos la clase de aritmétic a. Agnan, que es el primero de
la clase y el ojito derecho de la maestra, dijo que sería una lástima no tener aritmética, porque a él
le gustaba mucho y había hecho bien todos sus problemas. Eudes, un chaval que es muy fuerte,
quería darle un puñetazo en la nariz a Agnan, pero Agnan tiene gafas y no se le puede pegar
tan a menudo como uno quisiera. La maestra se ha puesto a gritar que éramos insoportables y
que si continuábamos así no habría foto e iríamos a clase. El fotógrafo, entonces, dijo:
—Vamos, vamos, un poco de calma... Sé perfectamente cómo hay que hablar a los niños.
Todo saldrá bien.
El fotógrafo decidió que debíamos ponernos en tres filas: la primera fila sentada en el suelo; la
segunda, de pie, alrededor de la maestra, que se sentaría en una silla, y la tercera, encima de unas
cajas. Realmente el fotógrafo tiene ideas estupendas.
Las cajas hubo que buscarlas en el sótano de la escuela. Lo pasamos en grande, porque no hay mucha luz en el sótano y Rufo se había puesto un saco viejo en la cabeza y gritaba: «¡Hu, hu! Soy el fantasma.» Después vimos que llegaba la maestra. No tenía pinta de estar muy contenta, de modo que nos marchamos en seguida con las cajas. El único que se quedó fue Rufo. Con su saco, no veía lo que pasaba y continuó gritando: « ¡Hu, hu! Soy el fantasma», hasta que la maestra se quitó el saco. Rufo se quedó muy extrañado, mucho.
De vuelta al patio, la maestra soltó la oreja de Rufo y se llevó las manos a la cabeza. «¡ Pero si estáis completamente negros!», dijo. Era cierto, mientras hacíamos el payaso en el sótano nos habíamos manchado un poco. La maestra no estaba contenta, pero el fotógrafo le dijo que la cosa no era grave, teníamos tiempo de lavarnos mientras él disponía las cajas y la silla para la foto. Aparte Agnan, el único que tenía la cara limpia era Godofredo, porque llevaba la cabeza dentro de su casco de marciano, que parece una pecera.
—Ya lo está viendo —dijo Godofredo a la maestra—, si hubieran venido todos vestidos como yo, no habría tanto lio.
Yo vi que la maestra se moría de ganas de tirarle de las orejas a Godofredo, pero no había agujeros en su pecera. ¡Es una solución formidable la del traje de marciano!
Volvimos después de lavarnos y peinarnos.
Aún estábamos un poco mojados, pero el fotógrafo dijo que no importaba, que en la foto no se vería.
—Bueno —nos dijo el fotógrafo— , ¿queréis darle gusto a vuestra maestra?
Contestamos que sí, porque queremos a la maestra; es terriblemente amable cuando no la hacemos enfadar.
—Entonces —dijo el fotógrafo— vais a ocupar, como buenos chicos, vuestros puestos para la foto. Los mayores, en las cajas, los medianos, de pie, y los pequeños, sentados. Fuimos a hacer lo que nos decía y el fotógrafo ya le estaba explicando a la maestra que con paciencia se conseguía cualquier cosa de los niños, pero la maestra no pudo escucharle hasta el final. Tuvo que venir a separarnos, porque todos queríamos ponernos en las cajas.
—¡Aquí no hay más que uno alto, y soy yo! — gritaba Eudes, y empujaba a los que querían subir a las cajas.
Como Godofr edo insistía, Eudes le dio un puñetazo en la pecera y se hizo mucho daño. Tuvieron que juntarse varios para sacar la pecera de Godofredo, que se había atascado. La maestra ha dicho que era la última advertencia, que después iríamos a aritmética; entonces nos dijimos que había que estarse quietos y comenzamos a instalarnos. Godofredo se acercó al fotógrafo.
—¿Cómo es su aparato? —preguntó.
El fotógrafo sonrió y le dijo:
—Es una caja de la que saldrá un pajarito, guapo.
—Es muy vieja su máquina —dijo Godofredo—, mi papá me regaló una máquina con parasol, visor óptico directo, teleobjetivo y, por supuesto, filtros...
El fotógrafo pareció sorprendido, dejó de sonreír y le dijo a Godofredo que volviera a su sitio.
—¿No tiene usted, al menos, célula
fotoeléctrica? —preguntó Godofredo.
—¡Por última vez! ¡Vuelve a tu sitio! —gritó el fotógrafo, que de repente tenía una pinta muy nerviosa.
Nos instalamos. Yo estaba sentado en el suelo, al lado de Alcestes. Alcestes es un compañero mío que es muy gordo y come sin parar. Estaba mordiendo una rebanada de pan con mermelada y el fotógrafo le dijo que dejara de comer, pero Alcestes contestó que había que alimentarse.
—¡Suelta esa rebanada! — gritó la maestra, que estaba sentada justamente detrás de Alcestes.
El chillido le sorprendió tanto, que Alcestes se dejó caer la rebanada en la camisa.
—¡Atiza! ¡Me la he ganado! — dijo Alcestes, tratando de raspar la mermelada con el pan. La maestra dijo que lo único que se podía hacer era poner a Alcestes en la última fila, para que no s e viera la mancha de su camisa.
—Eudes —dijo la maestra—, deje su sitio a su compañero, —No es mi compañero — dijo Eudes —; no le dejaré mi sitio, y lo que puede hacer es ponerse de espaldas a la foto; así no se verá la mancha ni su gorda cara.
La maestra se enfadó y le puso a Eudes en castigo la conjugación del verbo: «Yo no debo negarme a ceder mi sitio a un compañero que se ha tirado en la camisa una tostada de mermelada.» Eudes no dijo nada, bajó de su caja y vino a primera fila, mientras Alcestes iba a la última fila. Se armó algo de desorden, sobre todo cuando Eudes se cruzó con Alcestes y le dio un puñetazo en la nariz. Alcestes quiso darle una patada a Eudes, pero Eudes la esquivó (es muy ágil), y quien recibió la patada fue Agnan, felizmente en un sitio donde no lleva gafas. Eso no le impidió echarse a llorar y a chillar que no veía nada, que nadie lo quería y que le gustaría morirse. La maestra lo consoló, lo sonó, lo repeinó y castigó a Alcestes, que debe escribir cien veces: «Yo no debo pegar a un camarada que no busca camorra y que lleva gafas.
—¡Muy bien hecho! —dijo Agnan.
Entonces la maestra le dio a él unas líneas para escribir. Agnan se quedó tan asombrado que ni siquiera lloró. La maestra empezó a distribuir castigos a diestro y siniestro; todos teníamos montones de líneas para hacer y, por último, la maestra nos dijo:
—Y ahora vais a decidiros a estaros quietos.
Si sois buenos, levantaré todos los castigos.
¡Vamos, poneos bien, una bonita sonrisa y el señor nos sacará una hermosa fotografía!
Como no queríamos apenar a la maestra, obedecimos. Todos sonreímos y nos colocamos bien.
Pero falló el recuerdo que nos gustaría toda nuestra vida, porque nos dimos cuenta de que el fotógrafo ya no estaba allí. Se había marchado sin decir nada.
Datos del autor
René Goscinny-Sempé. Nació el 14 de agosto de 1926 en París (Francia), hijo de padre polaco y madre ucraniana. Cuando solamente tenía dos años de edad su familia dejó la capital francesa para trasladarse a vivir a Argentina. En Buenos Aires su padre impartió clases de matemáticas en una escuela francesa a la que acudía a estudiar su hijo. En las publicaciones escolares Goscinny publicó sus primeras creaciones. En 1942 su padre murió y René, que había estudiado arte, se ocupó durante un tiempo como contable. En 1945 Goscinny y su madre aceptaron la oferta de su tío materno para trasladarse a la ciudad de Nueva York. En los Estados Unidos fue requerido para acudir al ejército. Alegando su nacionalidad gala se le envió a Francia. Fallece en París el 5 de noviembre de 1977 cuando tenía 57 años de edad.
Albert Uderzo (1927-2020) nació en Fismes (Marne, Francia). Dibujó Asterix desde su creación en 1959. Tras el fallecimiento de René Goscinny en 1977, Albert Uderzo continuó solo las aventuras de Asterix y creó las Editions Albert René para publicar nuevos álbumes. En 1980 se publicó La gran zanja, el álbum número 25 de Asterix, el primero escrito y dibujado completamente por Albert Uderzo, quien continuó haciéndolo hasta 2009.
Otros libros del autor
- El aniversario de Astérix y Obélix , 2009
- Ojo con el pequeño Nicolás, 2006
- El chiste, 2004
- La vuelta al cole, 2004
- ¡Diga!, 2004
- Astérix y lo nunca visto, 2003
- Los problemas del pequeño Nicolás, 2002
- Joaquín tiene problemas, 2000
- Astérix gladiador, 1999
- Cómo Obélix cayó a la marmita, 1980
- Obélix y Compañía, 1976
- El regalo del César, 1974
- Astérix en Córcega, 1973
- Los laureles del César, 1972
- La residencia de los dioses, 1971
- Astérix en Helvecia, 1970
- La cizaña, 1970
- Astérix en Hispania, 1969
- Astérix y el caldero, 1969
- Astérix y los Juegos Olímpicos, 1968
- Astérix legionario, 1967
- Astérix y los normandos, 1967
- Astérix en Bretaña, 1966
- El combate de los jefes, 1966
- Astérix y Cleopatra, 1965
- La vuelta a la Galia, 1965
- Astérix y los godos, 1963
- Los amiguetes del pequeño Nicolás, 1963
- La hoz de oro, 1962
- Las vacaciones del pequeño Nicolás, 1962
- Astérix el galo, 1961
- Los recreos del pequeño Nicolás, 1961
- El pequeño Nicolás, 1960