Ciudades de refugio

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Ciudades de refugio. Las Ciudades de refugio o ciudades de asilo, eran localidades que, según la antigua ley judía, brindaban el derecho de asilo a cualquier homicida que hubiera matado "involuntariamente" a otra persona.

El culpable podía huir hacia esos lugares previamente designados y ser protegido del “vengador de la sangre”, una costumbre arcaica que permitía la venganza contra cualquiera que hubiere derramado sangre humana, en otras palabras, era una estatuto que autorizaba a los familiares de alguien que hubieran matado a matar al asesino de su pariente.

Esta costumbre aún hoy en día existe entre las tribus árabes. En virtud de ella, los parientes de cualquier ejecutado consideran un deber vengarlo matando al asesino, ya sea si éste actuó intencional o involuntariamente.

Historia

Las ciudades de refugio formaban parte de la distribución de la Tierra Prometida entre las doce tribus de Israel. Solamente a una tribu, la de los levitas, no se le dio tierra para desarrollarse. En cambio, debían ser los sacerdotes de Dios y los supervisores del tabernáculo y de todos sus ritos y utensilios.

Sólo los levitas podían llevar y armar el tabernáculo[1]. Ya que los levitas no iban a tener un territorio asignado como las otras tribus en la conquista de Canaán, tenían que ser distribuidos por toda la tierra en ciertas ciudades asignadas para su uso. Parte de su herencia incluía cuarenta y ocho ciudades repartidas por toda la tierra[2]. De estas cuarenta y ocho ciudades, se designaron seis como ciudades de refugio.

Las seis ciudades de refugio

Estas son las seis ciudades que fueron las escogidas para que sirvieran como asilo a los homicidas involuntarios, allí los mismos se podían establecer hasta que su caso fuera investigado y aclarado; tres se encontraban a un lado del río Jordán y las otras tres al otro lado:

  • Cedes
  • Siquem
  • Hebrón
  • Beser
  • Ramot
  • Golán[3]

El vengador de la sangre

La Ley Mosaica tenía establecido que cualquiera que cometiera un asesinato debía ser condenado a muerte[4]. Pero en el caso de los asesinatos involuntarios, Dios reservó estas ciudades donde el homicida podía refugiarse [5]).

Allí estaría protegido del vengador, el miembro de la familia encargado de vengar la muerte de la víctima[6], hasta que el caso pudiera ir a juicio. La congregación juzgaría para determinar si el agresor actuó sin intención. Si lo hizo, regresaría a la ciudad de refugio y se quedaría a vivir allí de forma segura hasta la muerte del Sumo sacerdote que estuviese en el cargo en el momento del juicio, momento en que podría volver a su propiedad.

Sin embargo, si el agresor abandonaba la ciudad de refugio antes de la muerte del sumo sacerdote, el vengador tendría el derecho de matarlo[7].

Los jueces levitas

Probablemente el establecimiento de esos privilegiados santuarios en las ciudades de los levitas se deba a la idea de que éstos serían los jueces más adecuados e imparciales, que su presencia y sus consejos podrían calmar o detener las pasiones violentas del vengador de la sangre.

Al estar consagrados como sacerdotes, los levitas eran los mediadores entre los israelitas y Dios. Así, estaban dotados para interceder con tranquilidad entre el agresor y la familia de la víctima, para evitar que se derramara más sangre.

Entendiendo el mensaje de las ciudades de refugio

Independientemente de la función real y objetiva de estas ciudades en el momento en que fueron creadas, la comunidad cristiana interpreta que hay una enseñanza más profunda en estos hechos históricos de la antigua nación de Israel y afirman que Las ciudades de refugio son un tipo de Cristo, en el que los pecadores encuentran un refugio contra el destructor de las almas.

De la misma manera que una persona podía buscar refugio en las ciudades creadas para ese propósito, los seres humanos pueden correr a Cristo para hallar refugio[8]. Se acude pues a Cristo para escapar del peligro de la maldición y la condenación de la ley, de la ira de Dios y de una eternidad en el infierno.

Los cristianos entienden que solamente Cristo da refugio contra estas cosas, y que debe correr solamente hacia Él, quién es el camino, la verdad y la vida, el único que puede conectar a la humanidad nuevamente con Dios el Padre.[9] Así como las ciudades estaban a disposición de todos los que escapaban a ellas en busca de seguridad, Cristo ofrece seguridad a todos los que se acercan a Él en busca de refugio del pecado y su castigo.

Véase también

Bibliografía

  • La Santa Biblia, versión Reina-Valera 1995—Edición de Estudio (Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
  • La Biblia de Referencia Thompson, Versión Reina-Valera 1960, Referencia Temática # 4211
  • Biblia de Estudio de la Vida Plena, Versión Reina-Valera 1960, Editorial Vida, 1993.
  • Carson, D.A.; France, R.T.; Motyer, J.A.; Wenham, G.J., Nuevo Comentario Biblico: Siglo Veintiuno, (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones) 2000, c1999.
  • Douglas, J. D., Nuevo Diccionario Biblico Certeza, (Barcelona, Buenos Aires, La Paz, Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.
  • GIGOT, Outlines of Jewish History (New York, 1903), 143.
  • Driscoll, James F. "Cities of Refuge." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911.

Fuentes

Referencias

  1. Números 2:5-13
  2. Números 35:6-7
  3. Josué 20:7-8
  4. Éxodo 21:14
  5. Éxodo 21:13
  6. Números 35:19
  7. Números 35:24-28
  8. Hebreos 6:18
  9. Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. ( Juan 14:6)