Melchor Rafael de Macanaz
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Melchor Rafael de Macanaz. Nacido en Hellín (Albacete), fue un jurisconsulto y un polígrafo, un diplomático y un político, cuya capacidad ya resaltó durante el reinado de Carlos II. Sin embargo, fue con Felipe V cuando expresó su sabiduría política y su prolífica pluma puesta al servicio de un regalismo radical. Esta postura le mereció en 1714 la persecución de la Inquisición, que finalmente logró expulsarle a Francia. Tras su regreso a España fue primero encarcelado por Fernando VI y luego indultado por Carlos III. Entre sus obras cabe destacar el Pedimento fiscal, donde escribe un incipiente programa de reformas para el conjunto de la Monarquía que después fue seguido y completado por los más conspicuos reformistas del siglo.
Figura política que ocupa un puesto de honor en la historia nacional es otro hellinero, Melchor Rafael de Macanaz (1670 1760), escritor fecundo e incansable, que intentó durante toda su vida la regeneración política, económica y espiritual de España. Calificado como "Padre de la Ilustración Española", su pensamiento político giró en torno a la teoría regalista y se ha dicho que "sus escritos representan, con los de Feijoo, el programa revisionista característico del siglo XVIII. Su obra reformadora se sintetiza en la reforma radical de la Administración del Estado, con la unidad administrativa y territorial de todo el conjunto nacional. La reforma de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, robusteciendo la figura del rey en materias políticas y económicas; y reforma de la Inquisición.
Carrera política
Comenzó su carrera política al optar por el bando borbónico en la Guerra de Sucesión (1701-14). Durante dicho conflicto fue secretario del virrey de Aragón, acompañó a Felipe V en la campaña de Cataluña, se encargó de la reforma del Reino de Valencia, fue intendente de Aragón y colaboró con Orry en la reforma de los Consejos. Su fidelidad al bando vencedor se vio recompensada con el importante cargo de fiscal general del Consejo de Castilla (1713). Desde allí se distinguió como un político regalista, partidario de una mayor intervención de la Corona en la Iglesia, así como de reducir las competencias de la Inquisición. Estas posiciones le enfrentaron con el primer ministro Alberoni y el inquisidor general Giúdice, hasta que en 1715 perdió el favor real. Exiliado en Francia, permaneció al servicio de la Monarquía cumpliendo diversas misiones diplomáticas, que continuaron en tiempos de Fernando VI. No obstante, en 1748 se le ordenó regresar a España y fue encarcelado en el castillo de San Antón de La Coruña. El castigo no le fue levantado hasta 1760, cuando ya viajaba hacia España un nuevo rey, Carlos III.

