Diferencia entre revisiones de «Buen Pastor»

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Revisión del 12:39 4 nov 2015

Buen Pastor
Información sobre la plantilla
El buen pastor.jpg
Datos Generales
Autor(es):Murillo
Año:1660
País:España
Datos de la Pintura o dibujo
Estilo pictórico:Barroco español
Técnica:lienzo
Localización:Galería en Sevilla

El buen pastor. Bartolomé Esteban Murillo. 1660. Óleo sobre lienzo. 123 x 101,7 cm. Museo Nacional del Prado. Procedencia: Colección Real (adquirido por el cardenal Gaspar de Molina y Oviedo, Sevilla; adquirido por Isabel de Farnesio, Madrid, 1744; colección Isabel Farnesio, Palacio de la Granja de San Ildefonso, Segovia, 1746, nº 831; La Granja, sala de la princesa, 1766, nº 831; Palacio de Aranjuez, Madrid, pieza de dormir los Reyes, 1794, nº 831).

Descripción

No hay sandalia capaz de calzar un pie de niño salido del pincel de Murillo. Cabe que no quepa sandalia en los pies descalzos de los niños pordioseros, no porque el pie no se acople a la horma sino porque no hay con qué construir una horma a la medida de la necesidad. Pero sí es sorprendente esos pincelados pies de los niños de Murillo, pies para asentarse en terreno duro, pies para sortear cantos en los caminos, pies pastoriles para manejarse entre ramaje reseco o entre zarzales, cuando los corderillos se enzarzan sin lograr desprender las espinas de la lana.

Siempre Murillo concede a los pies de los muchachos una luminosidad especial, como si intentara convencernos de que es ahí donde descansa la fuerza y la fortaleza. Estos pies del buen pastor que nos ilumina el pincel de Murillo no aparentan cansados. Más todavía, nada aparenta con cansancio en esta estampa. Se trata de un momento de reposo del pastor con su corderillo, del pastorcillo con un cordero que parece de la misma edad, y que muy posiblemente se despistó de la manada y se enredó en alguna enramada. Hasta él llegó el buen pastor con su cayado para apartar el obstáculo y conseguir la libertad del corderillo. Que es para lo que está el buen pastor, no el rabadán: para conducir a las abejas a su aprisco, para que el rebaño no se desperdigue, para que el camino no se convierta en laberinto. Está a salvo el corderillo y el buen pastor infantil descansa junto a él sabiendo que ambos han de emprender camino, quizá eligiendo atajo, para congregarse cuanto antes con la manada.

Esta del buen pastor es una estampa más que elegíaca, alegórica. No hay mejor pastor que un pastor a esa edad, que utiliza el pastoreo casi como un entretenimiento. Pero es de notar la alegoría en el contexto situacional: tras los protagonistas se perfilan unas ruinas, las de algo que, por su arquitectura, fue pomposo, exuberante, decisivo; algo que pareciera construido para perdurar; un palacio ducal, un palacio episcopal, un teatro, una catedral renacentista, algo que costó levantar para que perdurara y ya se ve ahí, derrumbado, sin poder sortear el templo.

Estamos ante una ficción teológica infantil de Murillo, una creencia acorde con aquella época pastoril, una metáfora de cómo ya de niño, Jesús se prepara para proteger a su rebaño. La delicadeza del pincel en esta escena es idéntica al colorido de otras escenas infantiles de Murillo, pero aquí el rostro de Jesús luce más decisivo, más contundente, más con autoridad. Ya no se trata de un niño menesteroso sino de un muchacho que sabe proteger a quien lo necesita.

Fuentes