Carolina Rodríguez

Carolina Rodríguez Suárez
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Colaboradora de las guerras de independencia de Cuba
NombreCarolina Rodríguez Suárez
Nacimiento25 de noviembre de 1826
Santa Clara, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento2 de junio de 1899
Santa Clara, Bandera de Cuba Cuba
NacionalidadCubana
CiudadaníaCubana

Carolina Rodríguez Suárez. Destacada luchadora por la independencia de Cuba, a la que José Martí calificara como El alma de Cuba.

Datos biográficos

Nació en Santa Clara el 25 de noviembre de 1826, y se incorporó a la lucha revolucionaria casi desde sus comienzos, apoyando a la misma en todo lo que pudo. Carolina no aceptó la paz del Zanjón, por el contrario, redobló sus esfuerzos revolucionarios, enviando constantes mensajes al general Carlos Roloff informándole todos los detalles de lo que acontecía en Cuba, y en Santa Clara particularmente.

Durante la Guerra de los Diez Años se destacó por su apoyo a las tropas del mayor general Carlos Roloff y por una cobarde delación fue deportada a Isla de Pinos; al terminar su tiempo en ese territorio, tuvo que irse al exilio, donde trabajó como despalilladora en la zona de Tampa y Cayo Hueso, al Sur de Estados Unidos.

Al inicio de la Guerra Chiquita ella guardaba los fusiles de un grupo de patriotas que se estaban preparando para la lucha y su casa fue centro activo de conspiradores.

Fue por esa época, cuando conoció a José Martí, que estaba entregado a la importante tarea de crear el Partido Revolucionario Cubano, pero a pesar de los daños y sufrimientos por los que la destacada patriota había atravesado, su situación personal no le impidió seguir adelante en su labor por la libertad de Cuba y colaborar con Martí.

Poco después, Carolina Rodríguez respondió al llamado de Martí y creó el Club Patriótico Díaz Marcano, en el que realizó una meritoria labor hasta que terminó la guerra y por su destacada labor en pro de la libertad, los emigrados la llamaban "La Patriota". Todos la respetaban, a pesar de su ancianidad.

Cartas de Martí

Una joya de la literatura hispanoamericana es el Epistolario Martiano, cuajado de cartas hermosas de índole diversa, que van desde las encendidas de amor hasta las serenas y conmovedoras dedicadas a la Patria y a su adorada Cuba.

Dentro de este vasto epistolario se encuentra la correspondencia que estableciera el apóstol con una ilustre villaclareña: Carolina Rodríguez Suárez, “la Patriota”.

Varias fueron las cartas de Martí a cubana tan abnegada. Entre todas las misivas, una sobresale para los villaclareños por su valor patrimonial. Se trata de una carta original, de puño y letra de Martí, que el Héroe Nacional le dirigiera a la patriota santaclareña y que se conserva en el Museo Provincial de Villa Clara. Epístola breve y poco conocida, que refleja el inmenso amor que sentía el atribulado José Martí por la venerable anciana de Santa Clara.

Sin fecha de redacción presumiblemente, por los asuntos que trata, de finales de 1891 cuando el Apóstol anduvo por Tampa y Cayo Hueso en funciones de fundar el Partido Revolucionario Cubano aparece la respuesta a una carta que Carolina Rodríguez le había enviado, en la que se interesaba por su entonces delicado estado de salud:

Carolina querida:
Ese es saludo, el de sus letras. He venido hablando de Ud, y le traigo esta carta, y con ella muchos cariños y entusiasmos de veras de Tampa. Los reacios van hoy a la cabeza. De mí no se ocupe; yo vivo hasta que haya dejado la carga en Cuba. Ni tema: vivo del aire, y de la bondad del pueblo cubano, y de que tenga almas como las de Ud. Y estoy en casa muy amiga, aunque al pie de las visitas útiles, y de mi enfermedad, que no se remediará hasta que la salude, que será en cuanto salga. La abraza, y á toda esa casa noble en que vive, su José Martí.

No era ni la primera ni la última carta que Martí le escribiera a la venerable patriota, y constan que fueron varias las misivas dirigidas a ella. Del gran caudal de afecto que hubo entre Martí y Carolina a una de ellas corresponde el siguiente fragmento:

¿Quién sabe cuál es el alma cubana? Hay allá en un rincón de la Florida (...) una anciana de buena casa, y de lo más puro de Las Villas que perdió en la guerra su gente y su hogar (...) Por la mañanita fría, con los primeros artesanos sale a las calles, arrebujada en su mantón, la anciana Carolina, camino de su taller, y sube la escalinata de la entrada, y se sienta, hasta que oscurece, a la mesa de trabajo.
Y cuando cobra la semana infeliz, porque poca labor pueden ya hacer manos de setenta años, pone en un sobre unos pesos, para un cubano que está enfermo en Ceuta, y otros en otro sobre, para el cubano a quien tienen en la cárcel de Cuba sin razón, y en el sobre que le queda, dos pesos más, y se los manda al Club Cubanacán, porque le parece cubano muy bueno el presidente de ese club, y porque ése, Cubanacán, es el nombre que llevó ella cuando la guerra. Con ojos de centinela y entrañas de madre vigila la cubana de setenta años por la libertad, adivina a sus enemigos, sabe donde están todos los cubanos que sufren, sale a trabajar para ellos en la mañanita fría, arrebujada en su mantón de lana. ¡Esa es el alma de Cuba!

Regreso y muerte

Ya desaparecido el dominio colonial español en 1899, regresa a su ciudad natal enferma y además, en la miseria más absoluta. Olvidada por todos, había perdido su casa y todos sus medios de vida. Pudo encontrar una pequeña habitación en la calle que hoy lleva su nombre y era ayudada sólo por algunos vecinos que se compadecieron de su estado. Falleció el 2 de junio de 1899.

Fuentes