Hoplita

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Tirteo describe así el combate de una formación cerrada de hoplitas: {{cita|Los que se atreven en fila cerrada a luchar cuerpo a cuerpo y a avanzar en vanguardia, en menor número mueren y salvan a quienes les siguen. Los que tiemblan se quedan sin nada de honra.

Evolución del armamento

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La coraza modelada de bronce se sustituye por una casaca de lino o cuero reforzada con piezas metálicas. El conjunto seguía requiriendo una inversión importante, de al menos 100 dracmas áticas, lo que representaba aproximadamente el salario trimestral de un obrero medianamente cualificado. En la Atenas del siglo V a. C., un esfuerzo económico así solo podía exigirse a los ciudadanos que pertenecieran a una de las tres primeras clases censitarias, entre las cuales, la segunda, la de los zeugitas, constituía el grueso de los efectivos.

La batalla

Una vez que se había convenido con el enemigo un punto de encuentro, muy igualado, como por ejemplo una llanura labrantía, se formaba la falange con varias filas (ocho por regla general) para poder ejercer una presión colectiva y asegurar que se cubrían automáticamente los vacíos. Los intervalos entre los combatientes eran menores de un metro, de manera que un ejército de dimensiones medianas, por ejemplo 10.000 hombres, se extendía unos 2,5Plantilla:Esdkm.

En las alas tomaban posición algunos contingentes de tropas ligeras y de caballería que se encargaban de oponerse a cualquier intento de desbordamiento y de contribuir, al principio y al final de la batalla, a crear confusión en las líneas enemigas. Después de asegurarse con un último sacrificio el favor divino, se iniciaba, en dirección al enemigo, distante unos centenares de metros, una marcha ordenada que solía terminar a paso ligero: los espartanos la realizaban en medio de un silencio impresionante, solo al son de la flauta, mientras que otros la acompañaban con fanfarrias a base de trompetas, gritos y peanes de ataque en honor de Ares Enialio.

El choque se producía frontalmente y solo daba lugar a unas pocas maniobras laterales, además de que la falange tenía una tendencia natural a avanzar oblicuamente hacia la derecha, por la sencilla razón de que cada uno de sus componentes tendía a desviarse imperceptiblemente por el lado opuesto al escudo en la dirección de su compañero de fila.

Salvo por rotura accidental del frente, era en las alas donde se decidía el resultado de la batalla: la primera ala derecha que conseguía mantenerse provocaba poco a poco la dislocación de la falange contraria. Los jefes no podían modificar realmente el curso de los acontecimientos, por falta sobre todo de tropas de reserva, con lo que seguían el pánico, el desconcierto y una breve caza de los fugitivos.

La batalla concluía por parte del vencedor, con un peán de victoria en honor de Dioniso y Apolo, con la erección de un trofeo en el campo de batalla (un simple armazón de madera decorado con armas arrebatadas al enemigo), con el permiso para retirar a sus muertos y, de regreso a casa, con las preces acompañadas de sacrificios y banquetes.

Las campañas

La batalla de hoplitas se resolvía a menudo en una mañana y solo mantenía momentáneamente a los ciudadanos alejados de sus ocupaciones cotidianas, dado que sobrevenía al término de una breve campaña, de unos días, como mucho, de unas semanas. Las hostilidades solían ser en una temporada en que estuvieran garantizadas las cosechas y se pudiera apropiarse de las del enemigo, así la intendencia se reducía al mínimo. Bastaba con que los movilizados se presentaran con algunas provisiones para el camino, y contar con el producto del pillaje o con la presencia de comerciantes.

Tampoco se requería mucha preocupación por la impedimenta, ya que cada uno se presentaba con sus armas, trajes de campaña —que ni siquiera tenían el aspecto de uniformes, salvo las túnicas escarlatas de los espartanos— y efectos personales cargados en una mula o llevados por un esclavo. La ruptura con la vida civil era mínima.

La atmósfera que reinaba en el ejército tampoco distaba mucho de la vida habitual. El arte de la persuasión se ejercía como en la asamblea, en forma de exhortaciones muy claras dirigidas frente de las tropas inmediatamente antes del ataque.

El valor

El valor de los hoplitas no era así fruto de una disciplina militar y, mucho menos, de una pasión guerrera que no deja sitio para el miedo (como lo prueba la prontitud en admitir la derrota). Con vistas sobre todo a garantizar la cohesión de la falange, el valor se basaba en una solidaridad bien entendida; consistía en no abandonar a los compañeros de combate y, por tanto, en permanecer firmes en su puesto. Este sentimiento se inculcaba permanentemente a los homoioi espartanos a través de toda la organización comunitaria de su vida cotidiana. En Atenas se reforzaba igualmente mediante el reagrupamiento de los combatientes en tribus, es decir, en tritías (la tercera parte de una tribu). Podían así actuar en el seno de la falange relaciones de ayuda fundadas en el parentesco, la amistad y la vecindad.

El choque

La violencia de los choques individuales daba lugar a pérdidas relativamente importantes, estimadas en un 14% por parte de los vencidos y en un 5% por parte de los vencedores. Para contener o repeler a la fila del adversario, los hoplitas tenían que luchar cuerpo a cuerpo con su enemigo inmediato con la lanza y luego con la espada. En el momento más agudo de la batalla, el choque colectivo se descomponía en una serie de combates singulares.

Agrupaciones espartanas

Las unidades variaron a lo largo del tiempo, pero un sistema representativo era el espartano. La agrupación básica era la enomotia formada por 34 hombres divididos en dos grupos de 17 soldados cada uno, con su respectivo jefe o enomotarca.

Dos enomotias constituían un pentekostys, integrado por 72 hombres mandado por un pentekonter elegido entre los enomotarcas, teniendo como auxiliar al restante.

Dos pentekostys formaban un lochos, unidad fundamental en el sistema hoplítico integrado por 144 hombres bajo la dirección de un lochagos.

Por último cuatro lochos formaban una mora dirigida por un polemarca, constituyendo la reunión de seis moras el ejército del estado espartano puesto bajo el mando de los dos reyes de Esparta.

Véase también

Notas