Isidoro Armenteros

Personaje histórico

 

Isidoro de Armenteros Muñoz

 Cubano de alma grande y animosa; caballero intachable del decoro y la dignidad de su pueblo, nació el 4 de abril de 1808, en la señorial cuidad de Trinidad, Las Villas.

Antecedente Familiar

Fueron sus padres los trinitarios de Armenteros y Guzmán y doña Joaquina Jacoba Muñoz y Tellería, personas de holgada posición económica y origen distinguido, quienes dotaron a su hijo de ejemplar educación, imprimiendo en su carácter los rasgos distintivos del honor y el deber.

Su Juventud

Desde muy joven simpatizó con la causa de la independencia de Cuba, cuando el Gral. Narciso López emprendió su heroica y generosa obra redentora en 1850, halló en él uno de sus más entusiastas y valiosos colaboradores.

Participación en la causa revolucionaria y muerte

En la famosa conspiración de la Mina de la Rosa Cubana, organizada por aquel, su nombre figuró en lugar prominente, siendo encarcelado en esta ocasión, aunque se hallaba ausente de la cuidad, por considerársele comprometido en este movimiento. Después de estos acontecimientos realizo un viaje a La Habana, donde se puso en contacto con el jefe del grupo revolucionario de la capital, el notable abogado Anacleto Bermúdez, y tuvo oportunidad de conocer al gran patriota camagüeyano Serapio Recio. Presidente de la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, acordando con estos el plan para un levantamiento armado en distintos lugares de la Isla, fijándose la fecha entre las dos festividades religiosas de San Juan y San Pedro, con el propósito de no llamar la atención del Gobierno, ya que en estos días afluía a la cuidad una inmensa cantidad de personas con motivo de la celebración de estos festivales. El plan tenía por finalidad prender al gobernador y a los oficiales de la guarnición, en casa del comandante de infantería del regimiento de Tarragona, donde debían reunirse estos con motivo de celebrar aquel, su cumpleaños. Más sin que haya podido averiguarse la razón, alguien dio la voz de alarma entre los comprometidos que a caballo patrullaban las calles en espera de la hora indicada para la acción, los que se retiraron rápidamente temerosos de las consecuencias que podrían resultarle de su actitud, lo que llevó al fracaso el plan concebido. Parece ser que algunos de los jefes comprometidos en el movimiento, pusilánimes o acobardados ante el alcance de su acción, echaron a volar entre los conjurados la especie de que todo había sido descubierto Enterado Armenteros de lo que sucedía, se echó al calle; pero ya era demasiado tarde: los comprometidos habían abandonado la población. Ante esta situación, temiendo ser descubierto, seguido de un grupo de amigos entre los que se hallaban Fernando Hernández Echarri, Rafael de Arci y otros, se lanzó al monte animado del propósito de coadyuvar a la obra redentora de López y Agüero reuniendo a su alrededor unos sesenta y nueve hombres en los márgenes del río Ay, el 24 de julio de 1851. Después de un ligero encuentro con las fuerzas españolas, la tropa de guerreros improvisados se internó en las montañas, acogiéndose poco más tarde, viendo fracasado el movimiento, al bando de indulto dictado por el gobierno. Armenteros, habiendo quedado solo en lugares desconocidos y sin orientación, el 1 de agosto de 1851, se presentó al teniente de regimiento de Tarragona, José María Espinosa, siendo conducido a Trinidad donde fue sometido a juicio por la Comisión Militar Ejecutora y Permanente Después de 8 días de deliberaciones, el Tribunal Militar dictó el veredicto de muerte para el culpable, y seis días después del suplicio de Agüero en Camagüey, el 18 de agosto de 1851, fue llevado al campo conocido por el nombre de Mano del Negro, donde cayó fusilado por la espalda. A su lado en idéntica forma cayeron los colaboradores y grandes patriotas, el poeta Fernando Hernández Echarri y Rafael de Arcí mayoral del ingenio Palmarito. Así pagó aquel cubano bueno y heroico su amor entrañable por la redención de su tierra; pero aunque su forma física, perecedera haya ido a perderse en el gran laboratorio de la naturaleza, su gesto glorioso, su ideal de decoro, de libertad, perdurará en el corazón de su pueblo, mientras haya un solo cubano que sepa sentir y comprender la obra regeneradora del sacrificio y el patriotismo.

Fuente

Libro Precursores y fundadores, Autor: Benigno Vázquez Rodríguez Prólogo: Dr. Néstor Carbonell, Retratos: Prof. Augusto G. Menocal. Editorial Lex, La Habana, 1958.