Narciso López

Narciso Lopez
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Narciso López era partidario de la anexión de Cuba a Estados Unidos. Encargó el diseño de la Bandera de la Estrella Solitaria y del Escudo Nacional de Cuba.
Escudo de Trinidad
Teniente Gobernador de Trinidad
27 de diciembre de 1841 - 21 de diciembre de 1842
MonarcaIsabel II de España
PredecesorAntonio Buitrago
SucesorPedro de la Peña
Datos Personales
NombreNarciso de la Concepción Lopez Urriola
Nacimiento29 de octubre de 1796
Archipielago cubano
Fallecimiento1 de septiembre de 1851 (54 años)
ciudad de La Habana,
Capitanía General de Cuba,
Reino de España Bandera del Imperio Español
Causa de la muerteEjecutado en el garrote vil
OcupaciónMilitar y político
CónyugeMaria de los Dolores de Frías y Jacob

Narciso López de Urriola. (Caracas, 29 de octubre de 1796 - La Habana, 1 de septiembre de 1851). Militar y político venezolano leal en sus inicios al Imperio Español, con cuyas tropas combatió a los revolucionarios durante la guerra de independencia de Venezuela y tras la victoria de estos fue enviado a La Habana como oficial español. También participó en las denominadas guerras carlistas a favor del monarca Isabel II de España por lo que fue condecorado por el gobierno ibérico.

Narciso López fue uno de las principales figuras de la política anexionista estadounidense hacia Cuba, fue empleado por los Estados Unidos y como consecuencia de ello llevó a cabo varias expediciones a la isla caribeña con esa intención. Encargó el diseño de la Bandera y el Escudo Nacional de Cuba a Miguel Teurbe Tolón (1820-1857). Protagonizó una fracasada invasión, que duró sólo un día, con tropas de voluntarios de varios estados del sureste de los Estados Unidos que dejó en la historia a la ciudad de Cárdenas como Ciudad Bandera, por ser allí donde se izara por primera vez la que luego sería la enseña nacional cubana.

Datos biográficos

Origen

Narciso López nació en el seno de una familia adinerada conformada por el comerciante Pedro Manuel López y Ana Paula de Oriola, ambos de origen vasco.[1] Fue bautizado con el nombre de Joseph Narciso de la Concepción. Cuando contaba apenas catorce años, quedó huérfano porque los españoles mataron a su padre en la toma de la ciudad de Valencia (Venezuela) por las fuerzas del sanguinario militar español José Tomás Boves. Pero los asesinos del padre decidieron apropiarse del niño, que pasó a ser el protegido de Francisco Tomás Morales, mariscal de campo de los Ejércitos Realistas que operaban en Venezuela, y uno de los jefes más sanguinarios que combatían contra los independentistas venezolanos, quien lo hizo contendiente en favor de los ibéricos, ingresando en el Ejército el 15 de junio de 1814.[2]

Otros historiadores venezolanos afirman que a la edad de 12 años, en 1810, cuando se declaró la Independencia de Venezuela, un tío suyo se convirtió en jefe de guerrillas en los llanos de Guárico, proclamando su fidelidad al monarca Fernando VII de España. Narciso López se unió a las huestes de su tío y se convirtió en un hábil jinete y el más diestro de los lanceros del ejército realista.[3]

De una forma o de otra lo que si es cierto es la traición de Narciso López a su patria, convirtiéndose en un traidor a su patria y un soldado al servicio de los opresores de su pueblo.

Guerra de independencia de Venezuela

El 15 de junio de 1814 ingresó en las milicias españolas de la Capitanía General de Venezuela. Según crónica de la época, Narciso López contaba con una fuerza extraordinaria. Solía doblar una moneda entre sus dedos y derribar un toro de un puñetazo. En las oportunidades en que los ejércitos de los patriotas y de los realistas se encontraban frente a frente, los más valientes salían de las filas para invitar a combates personales a sus enemigos. Narciso López participaba con frecuencia en esos lances para poner a prueba su destreza y valor.

Narciso López figuró en todas las campañas de las guerras bajo las órdenes del general y después mariscal, Francisco Tomás Morales, segundo de Miguel de La Torre cuando este tomó el mando como capitán general del Ejército realista al ausentarse Pablo Morillo. Pasa a combatir a los más famosos jefes de la redención sudamericana, ganando fama de valiente y abnegado. Por sus dotes militares gana más de un combate a favor de los españoles. Durante este tiempo obtuvo los siguientes ascensos:

  • a subteniente el 17 de agosto de 1814;
  • a teniente el 1 de mayo de 1815;
  • a capitán el 16 de marzo de 1818;
  • a teniente coronel el 5 de febrero de 1819 y
  • a coronel el 20 de agosto de 1822.

Durante este tiempo combatió en varias batallas, entre las que se destacan las de Las Queseras del Medio en 1819 y Carabobo en 1821 donde dirigió el Regimiento del General de la Quinta División del ejército del Mariscal Miguel de la Torre, su última actuación en Venezuela, fue en la Batalla naval del Lago de Maracaibo (última batalla de la independencia venezolana), donde fue destrozada la flota española. Al ser derrotadas las fuerzas españolas ostentaba el grado de Coronel y es el encargado de cumplimentar la capitulación de las tropas españolas firmada el 3 de agosto de 1823 en la ciudad de Maracaibo, de ahí embarca para Cuba con un grupo de marinos realistas.

Primeros años en Cuba

Una vez finalizada la guerra de independencia de Venezuela huye a la Capitanía General de Cuba, desembarcando en Santiago de Cuba con el grado de Coronel el 28 de agosto de 1823, tras partir de Maracaibo, el 15 de agosto, junto con mil maracaiberos fieles al Imperio Español.

Ya en la isla y con motivo de llevar unos documentos enviados por Francisco Tomás Morales a Francisco Dionisio Vives, quien para ese momento era el Capitán General de Cuba, López efectuara la primera, de una serie de cabalgatas, que le dieron merecida fama de gran jinete. El 8 de septiembre cabalgó son descanso desde Santiago de Cuba hasta La Habana, en donde permanece por un periodo de dos meses una vez cumplido su encargo.

En La Habana se incorpora a la vida social de la ciudad, en compañía del Teniente Coronel Ramón de las Llamosas, también un militar venezolano y consumado jinete. Ambos fueron presentador por Morales a la familia del hacendado y empresario Don Antonio de Frías, de quien Morales era coterráneo y allí es donde López conoce al gran terrateniente e intelectual cubano Francisco Frías y Jacott, Conde de Pozos Dulces, y a su hermana María de los Dolores de Frías y Jacott, la mujer que posteriormente se convertiría en su esposa.[4]

El 11 de noviembre de 1823, López embarca con destino a España como mensajero del capitán general Vives ante el Gobierno español. El 30 de enero de 1824 llega a Madrid y permanece allí hasta que una Real orden le destina nuevamente a Cuba. Tras una travesía España-Cuba, llega a La Habana el 1 de febrero de 1825 para reincorporarse nuevamente a su regimiento.

El 17 de mayo de 1825 Narciso López contrae matrimonio con María de los Dolores de Frías y Jacott, en la iglesia parroquial de Guadalupe, en La Habana, siendo padrinos de la boda la madre de la contrayente, Bernarda Jacott y el compañero de armas de López, Francisco Tomás Morales. La felicidad del matrimonio de López con María duró poco, pues el amor de López por el juego, la disipación y el bullicio, lo hacían incapaz de ser un buen marido.

A finales de 1826 representa a su suegro ante la Real Audiencia de Puerto Príncipe. El 2 de mayo de 1827 Narciso López se embarca junto con su esposa, en La Habana, desde donde parte a España. López llega al puerto de Cádiz en el que será su segundo y último viaje a la península. Durante su estancia en España nace su único hijo: Narciso López y Frías, futuro Vizconde de Albufera.

Guerras carlistas

En 1833 estalló en España las denominadas guerras carlistas entre el noble Carlos María Isidro y la pretendiente al trono y futura monarca ibérica Isabel II de España. Ante esta situación el Coronel Narciso López viaja a esta tierra y se pone al servicio del gobierno legitimo de Isabel II, haciéndose cargo del mando de un regimiento de la guardia real, con quien combate a los carlistas valientemente. En esta contienda tuvo a sus órdenes como teniente, a José de la Concha, el mismo que, años después y siendo Capitán General de la Isla de Cuba, ordeno su ejecución en garrote vil.

Los servicios que Narciso López prestó entonces a los seguidores de Isabel II fueron recompensados con varios títulos militares y algunas cruces de mérito y diversas condecoraciones. Recibió los ascensos a General de Brigada el 7 de junio de 1834, y a Mariscal de Campo el 10 de julio de 1838. Entre otras condecoraciones se le otorgaron la Cruz de Primera y Segunda Clase de la Orden de San Fernando y de la Orden de San Hermenegildo.[4]

Su vida militar en España destruyó lo poco que quedaba de su matrimonio. A finales de 1836, al regresar de una de sus acciones en las guerras carlistas, encuentra su hogar deshecho

(...) el mismo del que apenas el se había preocupado en los últimos tiempos. Su hijo, niño de cortos y años y futuro vizconde de Albufera, quedó a cargo de su cuñada, doña Ana de Frías, casado con el coronel venezolano don Ramón de las Llamosas y residente por entonces en España. Años más tarde, don Francisco de Frías, conde de Pozos Dulces, dirigió la educación de su sobrino, mientras este se encontraba en Ginebra haciendo estudios de música y canto.

Poco antes de su regreso a Cuba, a finales de 1840, López volvió a reunirse con su esposa buscando una reconciliación. Fue la última vez que estuvieron juntos.

Durante su estancia en España como político y militar fue gobernador de Cuencas. En 1836 le hicieron brigadier, y en 1839, mayor general y gobernador designado de Valencia (España).[4] También ocupó el cargo de gobernador militar de Madrid y representante en las Cortes por Sevilla. Tomó parte en la revolución española de 1840 que puso fin a la regencia de María Cristina de Borbón, madre de la futura reina Isabel II, que entonces contaba con nueve años de edad, asumió la regencia en su lugar el general Baldomero Espartero.

Regreso a Cuba

Casa donde vivió Narciso López en Trinidad. Foto de 1930.

En 1841, el general Jerónimo Valdés fue designado gobernador de Cuba y tomó con él a López tras 14 años de ausencia en tierras cubanas. López fue entrenado en varios puestos importantes, entre ellos el de teniente gobernador de Trinidad (1841-1843)[6] Durante su estancia en la sureña villa se gana el afecto y la simpatía de los pobladores gracias a su carácter franco y a las obras de bien público que impulsó. Bajo su gobierno se coloca la primera piedra de la Ermita de la Santa Cruz de la Piedad (11 de abril de 1842)[7] y se coloca una cruz de mármol junto con las barandas y escaleras de hierro de los púlpitos, donadas por Monserrate de Lara, a la Iglesia Mayor Santísima Trinidad. López fue también presidente de la Comisión Militar Ejecutiva y Permanente, desde la cual se hizo notorio por la severidad de las sentencias que imponía a los opositores al régimen español.

Esta simpatía del pueblo trinitario hacia el General López es mal vista por el gobierno nacional y es relevado de su cargo en 1843, cuando el general Leopoldo O'Donnell asumió el mando. López decide entonces retirarse a la vida civil y conspirar contra las fuerzas ibéricas que gobernaban la Isla de Cuba.[8] Para llevar a cabo sus propósitos se hizo acompañar por cubanos ilustres que también deseaban la independencia de Cuba aunque fuese para anexarla a los territorios de Estados Unidos, como deseaba el venezolano López.

En 1845 pasó a la condición de cuartel (excedente) y emprendió negocios particulares con la ayuda financiera de su cuñado, Francisco de Frías, Conde de Pozos Dulces, entre ellos, el de la minería en la región de San Fernando de Camarones (Palmira), una de cuyas minas se llamaba de La Rosa Cubana, nombre que más tarde se adjudicó a la conspiración iniciada por el general venezolano. Por ese tiempo radicaba López, junto a su madre Ana y su sobrina Rosa Salicrup, en las proximidades de Cienfuegos.

Movimiento anexionista

El historiador Herminio Portel Vilá afirma que ya para el año 1846, López estaba involucrado en la acción conspirativa:

Con el pretexto de adquirir materiales de trabajo, de vender el mineral obtenido y de contratar nuevos empleados, viajaba López por toda la isla sin inspirar sospechas y hasta con la absoluta confianza del gobierno, cuya suspicacia adormecía con el envío de muestras de piritas y de carbonas y otros alardes bien estudiados que demostraba lo muy posesionado que estaba en su papel de minero y disipaban hasta la mas remota idea que de pudiera esta organizando un movimiento revolucionario. [...]
pues fue en ese año [1846] cuando hizo regresar a Venezuela a su madre, la que hizo el viaje con su nieto, Pedro Manuel López, después compañero de su tío en la expedición del Pampero, y que José Quintín Susarte, compañero de travesía del sobrino de López, y gran amigo suyo, sabía por este que el retorno de doña Ana Paula de Uriola había sino determinado por la revolución del caudillo, de acometer su empresa revolucionaria y sustraer a la anciana señora a los azares de la lucha.
Herminio Portell Vilá[9]
Conspiración de la Mina de la Rosa Cubana
Versión de la estrella de ocho puntas mencionada por Francisco Marín Villafuerte en su libro Historia de Trinidad (1945) que fue utilizado por el movimiento insurgente denominado Conspiración de la Mina de la Rosa Cubana de 1848.

En 1847 organizó la conspiración conocida como la Mina de la Rosa Cubana, de carácter anexionista, la cual quedó fundada en Manicaragua, Las Villas. López había fijado como fecha del inicio del movimiento armado el 24 de junio de 1848[10], pero después de entrar en contacto con el Club de La Habana, mediante el novelista revolucionario Cirilo Villaverde, López acepto diferir el alzamiento y coordinar sus planes con este Club. Ante las negociaciones de compra de Cuba por parte de Estados Unidos los revolucionarios decidieron enviar a Rafael de Castro y Ambrosio José González a Jalapa, México, para iniciar conversaciones con el general William Jenkins Worth, con intensiones de comandar una expedición de 5000 hombres con el propósito de invadir la isla de Cuba. Worth aceptó la propuesta, una vez que renunciara a su cargo en el ejército de los Estados Unidos y recibiese $3.000.000 ofrecidos por el Club para tal efecto. Ante tal situación prosiguió sus planes y se reunió en La Habana con Villaverde, quien a su vez lo llevó al palacio de Aldama, donde se acordaron las bases del arreglo, incluyendo las demora en la fecha de alzamiento. Esa demora resultó muy perjudicial a los planes de López, pues a mediados de julio, James Buchanan (Secretario de Estado de Estados Unidos), le comunicó los planes conspirativos a Calderón de La Barca, ministro español en Washington, y a través de Campbell, cónsul estadounidense en La Habana, a Federico Roncali Ceruti, Capitán General de Cuba.

Para organizar este conspiración se dedicó durante un tiempo a celebrar reuniones, instruir a sus subalternos y preparar la operación militar. El movimiento debía estallar simultáneamente en Trinidad, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Villa Clara y Matanzas. El insurreccionar plan fue descubierto tras un aviso que llegó a manos españolas, pero tuvo suerte Narciso al recibir el mensaje su amigo el Capitán General Roncali, quien le comunico de la orden de arresto en su contra y le pidió que abandonase suelo cubano pues de ser capturado sería ejecutado por las fuerzas españolas.

Logró evadir las detenciones y escapar hacia Nueva York el 7 de julio de 1848, de donde se trasladaría más tarde a la ciudad de Nueva Orleans. Mientras esto ocurría en el norte, en el territorio cubano un tribunal español lo juzgaba de rebelde y lo condenó a muerte. Su estancia en Estados Unidos fue aprovechada por los cubanos que deseaban una Cuba independiente de España y anexada a los Estados Unidos para proponerle que fuese el jefe militar de un futura invasión libertadora a suelo cubano, lo cual aceptó. En el propio 1848 establece su residencia en el estado de Misisipi bajo la protección de su gobernador.

Primera invasión a Cuba

Una vez establecido en los Estados Unidos, el incansable López prosiguió sus planes conspirativos y se dedicó a planificar una gran invasión para liberar a la isla de Cuba del asfixiante control español. Estas actividades suscitaron considerable apoyo, particularmente entre los exiliados cubano residentes en Nueva York. Todo marchaba bien hasta que en las elecciones de 1848 fue elegido como Presidente de los Estados Unidos el General Zachary Taylor (1849-1850), quien se oponía a la idea de aumentar los estados esclavistas en la Unión y a la anexión de Cuba. Esto significo un revés para la causa anexionista, a pesar de ello los planes no se detuvieron.

A pesar de estas dificultades el Club de La Habana comisionó a Ambrosio J. González para que se entrevistara nuevamente en la ciudad porteña de Nueva Orleans con el general Worth y retomara la oferta de los $3.000.000 pesos para una invasión, Worth aceptó comandar una fuerza de 5.000 hombres como respaldo a un contingente que, al mando de López, debía desembarcar antes en Cuba. Inmediatamente Narciso López, Ambrosio González y Garpas Betancourt Cisneros, se reunieron con el general Worth en la ciudad de Nuevas York para planificar los detalles de la futura invasión, pero en medio de los preparativos los superiores militares de Worth, ante presiones del Gobierno estadounidense, le ordenaron que regresase abruptamente a Texas, con el cual el general estadounidense quedó fuera de la invasión, falleciendo el 7 de mayo de 1849 cuando desempeñaba su nuevo cargo.

Entre julio y agosto de de 1849 López organizó una invasión a Cuba, la cual salió de Round Island, Nueva Orleans. En ella participaban algunos veteranos estadounidenses de la guerra contra México. Otros iban por la oferta de 1.000 dólares y 64 hectáreas de Cuba que se les habría hecho efectivas en caso de tener éxito. Se recaudaron además $80.000 pesos entre emigrantes cubanos y aliados para la compra de los buques Fanny y Sea Gull que transportarían la tripulación. En un principio el Club de La Habana no quiso apoyar la invasión por lo que Narciso López fundo la Junta Cubana para sus planes anexionistas. Posteriormente el Club rectifico y ofreció $60.000 pesos para aumentar a 1.500 los expedicionarios. López aceptó las condiciones y en comunicación al poeta Miguel Teurbe Tolón, quien trabajaba en La Verdad, expreso su alegría por este apoyo indicando además que todo apuntaba al:

(...) triunfo de la causa común y la adicción de la Estrella de Cuba a las que ya brillaban en la gloriosa bandera de la Unión Americana.
Narciso López[11]

López ofreció el mando al político sudista Jefferson Davis, quien recomendó al coronel Robert E. Lee por 200.000 dólares. Lee rehusó ante la oposición del gobierno de Washington de romper el Tratado de Neutralidad con España de 1818 y consecuentemente, López decidió asumir personalmente la jefatura de la expedición.

Invasión a Matanzas
Toma de Matanzas por las fuerzas de Narciso López en 1850.

Pero los planes conspirativos no se detuvieron y entre el 15 y el 16 de mayo de 1850, a bordo del Creole, emprende, al frente de más de seiscientos hombres, el camino de Cuba, y en la madrugada del 19 de mayo efectúa el desembarco en la ciudad de Cárdenas (provincia de Matanzas), la cual es tomada por los expedicionarios por cuarenta y ocho horas, tiempo en que se izó por vez primera la Bandera de la Estrella Solitaria (actual bandera de Cuba). Transcurrido ese tiempo reembarca a sus hombres y regresa a Cayo Hueso, llevando consigo la decepción de solo haber sumado a dos hombres de Matanzas a sus fuerzas, las cuales estaban compuestas por voluntarios de varios estados del sureste de los Estados Unidos y el general Ambrosio José González como segundo al mando. Durante la travesía de regreso a aguas estadounidenses estuvo perseguido muy de cerca por un barco de guerra español.

Invasión a Pinar del Río
Mapa del desembarco de las fuerzas revolucionarias al mando de Narciso López por Pinar del Río.

Después del fracaso regresa a Nueva Orleans para preparar una nueva expedición. También vivió un tiempo en Pau-Christian, lugar donde se empieza a gestar el movimiento libertario. López, más activo que nunca, logro reclutar cerca de mil hombres para invadir la isla de Cuba. A la hora de la partida, en Nueva Orleans, sólo seiscientos hombres lo acompañan, y más tarde, debido a que el barco expedicionario necesitaba aligerarse de peso, deja en el puerto de Belice ciento cincuenta más. Así, al frente de cuatrocientos ochenta, número de soldados que contaba el ejército invasor al llegar a aguas cubanas, llega en breves días (12 de agosto de 1851) a Playitas, lugar perteneciente a la tenencia de Bahía Honda, en Pinar del Río, en la costa norteña de Cuba, al oeste de La Habana.

El plan inicial era desembarcar en la parte central de Cuba, donde existían seguidores de Narciso López esperando su llegada para comenzar la lucha insurreccional. Pero noticias llegadas a sus oídos sobre la existencia de sublevados en el territorio de Pinar del Río hicieron que el contingente revolucionario se dirigiese hacia esa zona. Los que una vez llegados a tierra sostienen un intercambio de disparos con algunos vecinos del Morrillo. Desde donde emprenden la marcha hacia las Pozas, siendo el contingente insurrecto de unos trescientos sesenta hombres, dejando el resto de la fuerza custodiando parte del armamento y provisiones de guerra y víveres.

Mientras esto ocurría en suelo pinareño, a la comandancia del Gobierno español ubicada en La Habana llegaban noticias que por las costas occidentales de la isla se había visto un vapor sospechoso, por lo que se ordena la salida del buque de guerra Pizarro, llevando una fuerte columna de cazadores, al mando del Comandante General del Apostadero de Marina, Manuel de Enna. Desembarcando en Bahía Honda el mismo día que las fuerzas revolucionarias llegan a Playitas, desde donde se dirigieron a las Pozas como hicieron los insurrectos pero aprovechando el camino las fuerzas hispanas llegan primero y se atrincheran en el poblado, desde donde le ordenan a un capitán, con su compañía, salir a efectuar un recorrido. Apenas sale el capitán a cumplir lo ordenado comienza un nutrido fuego entre la gente de López y la del referido capitán. En este primer encuentro las tropas insurrectas fueron las vencedoras.

También los expedicionarios que habían quedado cerca de Playitas tuvieron un enfrentamiento con el enemigo, saliendo victoriosos del mismo. Pero la conducta del coronel George Bibb Crittenden, segundo de López, provoca el desorden en las filas rebeldes. Durante la noche del día 13, este coronel, temeroso, se reembarca con cincuenta expedicionarios más, los que, capturados por los vapores Cárdenas y Habanero, fueron conducidos a la capital cubana y fusilados ―todos en un solo día― a la falda del Castillo de Atarés.

Tras acabar con las fuerzas insurrectas ubicadas en Playitas las autoridades españolas comenzaron una persecución contra las de Narciso López, siendo empleadas todas las fuerzas necesarias para dar captura el revolucionario venezolano y su gente. España llegó a mantener persiguiendo al caudillo unos seis mil hombres divididos en numerosas columnas de cazadores. Este hecho hace que Narciso López abandone las Pozas y se interne en el monte.

Durante la huida son capturados cinco soldados insurgentes y fusilados allí mismo. Luego se produce un enfrentamiento en el asiento del Cuzco. A continuación los revolucionarios acampa en Peñablanca, y más tarde en el cafetal de Arrastri, situado a tres leguas de Candelaria, donde se produce un fiero ataque. Del cafetal de Arrastri pasan al cafetal de Frías. Aquí sostienen un fuerte combate los fuerzas revolucionarias y las ibéricas al mando del general Enna y el brigadier Rosales. Hostigado por la superioridad de los contrarios, López abandona el campo, y con él a sus muertos y heridos. Los españoles, por su parte, tuvieron, entre otras bajas, la del general Enna, quien herido mortalmente en el vientre, murió a los pocos días.

Después de esconderse por un tiempo corto, evitando los cercos enemigos y las patrullas enviadas en su búsqueda, acampa López con la poca gente que le queda en un lugar llamado Martitorena o Candelaria, donde es atacado de improviso, bajo un temporal de agua y viento, por el coronel Ángel Elizalde al frente de nutrida columna compuesta de todas las armas. Ante esta situación Narciso López abandona sus posiciones después de dar un breve intercambio de disparos donde caen la mayoría de sus compañeros de lucha. En Bahía Honda, en San Cristóbal, en mitad del campo, fusilan los españoles a los expedicionarios prisioneros. Vuelve López a ser batido en el demolido ingenio del Aguacate y en la Sierra de Arroyo Grande.

Muerte

El 28 de agosto de 1851, cuando se encontraba en los Pinos del Rangel[12] acompañado por siete de sus compañeros, fue traicionado por su compañero de lucha José Antonio Castañeda, quien lo capturó y lo entregó a las fuerzas españolas.[13] Desde este punto, López fue remitido a La Habana. Llegó a las ocho de la noche del día siguiente (29 de agosto) a la Explanada de La Punta.

La orden de su ejecución fue emitida por el entonces capitán general de Cuba, José Gutiérrez de la Concha, quien había combatido bajo el mando de Narciso López durante el estallido de las guerras carlistas. A las once de la noche entra en la capilla para confesarse y a las cuatro de la madrugada hacía sus disposiciones testamentarias.

Sobre las siete de la mañana ya del día 1 de septiembre de 1851, aun sin salir el sol, subía las gradas del patíbulo y ponía el cuello en el garrote vil (un método de ahorcamiento).

Antes de morir sus palabras fueron:

Mi muerte no cambiará los destinos de Cuba.

Legado

Actual Bandera de Cuba que sirve como símbolo patrio y fue ideada por Narciso López.
Diseño del escudo cubano ideado por Narciso López para su gobierno provisional en la futura República de Cuba.

El gran legado del revolucionario venezolano Narciso López para el pueblo de Cuba fueron los símbolos que creó para el movimiento insurreccional de carácter independentista que organizó para liberar a la Isla del modelo colonial español que imperaba en ella. Estos símbolos fueron confeccionados por el también independentista y poeta cubano Miguel Teurbe Tolón, pasando a la historia como la Bandera de la Estrella Solitaria y el Escudo de la Palma Real y que hoy constituyen la bandera y el escudo oficial de la República de Cuba.

La Bandera de la Estrella Solitaria fue ideada en por el General Narciso López en junio de 1849, cuando vivía en la calle Howard No. 39, cerca de Broadway, en Nueva York, Estados Unidos, como la bandera que identificaría a sus movimiento separatista-anexionista y serviría como pabellón nacional una vez establecida la República de Cuba como él deseaba. Con estos fines le dictó a su colega Miguel Teurbe Tolón, emigrado como él, el diseño del pabellón que presidiría su invasión militar a la Isla. Teurbe-Tolón se pone a trabajar en la idea dada por López dándole animación y colorido en el papel hasta tener el proyecto final que recibió la aprobación de López y otros separatistas cubanos, entre los que se encontraban Manuel Márquez Sterling, José Aniceto Iznaga Borrell, su sobrino José María Sánchez Iznaga, Cirilo Villaverde y Juan Manuel Macías.

El otro símbolo patrio que le legó Narciso López a la actual República de Cuba fue su escudo nacional. Este símbolo, conocido como Escudo de la Palma Real, también fue diseñado por el poeta Miguel Teurbe Tolón, inspirándose en el diseño de la bandera para, que sirviese como sello oficial de los despachos y bonos que, como jefe del gobierno provisional de Cuba, Narciso López emitió entre 1850 y 1851.[14] Además sirvió de viñeta al periódico La Verdad, que dirigió Teurbe-Tolón en Nueva York como vocero del movimiento insurrecional.

El escudo, originalmente concebido, tenía una franca y abierta connotación anexionista donde muchos de sus elementos constitutivos estaban impregnados de estas ideas:

  • Los reflejos del sol dando luz a la llave eran trece, como trece eran las colonias liberadas del yugo del Imperio británico.
  • El gorro frigio, en vez de una, tenía trece estrellas representando igual significado.
  • La palma real, árbol nacional de Cuba, aparecía enmarcado en su penacho por una orla, compuesta también de trece estrellas.

Su forma vigente fue adoptada en la Asamblea de Guáimaro (1869) al crearse la República de Cuba en Armas. El 21 de abril de 1906 don Tomás Estrada Palma, primer presidente de Cuba, firmo un decreto determinando cómo sería el segundo de los símbolos nacionales.

Fuente

  • «Narciso López», artículo publicado en el sitio web Símbolos de la Nación Cubana (La Habana). Consultado el 20 de enero de 2013.
  • Carbonell, Néstor (1919): «Narciso López», artículo publicado en el libro Próceres. Ensayos biográficos. La Habana, calle Teniente Rey 27: Imprenta El Siglo XX, 1919.