Diferencia entre revisiones de «Jibacoa (Santa Cruz del Norte)»

(Página creada con ''''El Poblado de Jibacoa''' <div align="justify">El poblado de San Lorenzo de Jibacoa del Norte fu…')
(Etiqueta: nuestro-nuestra)
 
(Sin diferencias)

Revisión del 18:20 27 sep 2010

El Poblado de Jibacoa

El poblado de San Lorenzo de Jibacoa del Norte fue fundado por Don Gonzalo de Herrera y Berrio, marqués de Villalta, en 1756, mucho antes de que uno de sus descendientes, Don Jerónimo Espinosa de Contreras, solicitara y obtuviera un título condal sobre esas tierras.
Durante los primeros años el desarrollo fue muy lento, y en 1827 era un pueblecito pintoresco rodeado de palmares y sitios de labor, con terreno algo quebrado, pero fértil, y clima muy sano. Ya San Lorenzo de Jibacoa era cabeza de partido y contaba con 65 casas, incluyendo la que servía de iglesia. Entre las edificaciones se contaban además botica, herrería, zapatería, carpintería, dos tabaquerías, dos panaderías y cinco tiendas mixtas.
Claro, todas estas edificaciones eran humildes bohíos con techumbre de guano y paredes de yagua. La misma iglesia no pasaba de ser una ermita de un solo cuerpo de forma rectangular, construida con los mismos materiales.
Ya para 1846, avanzó un poco el desarrollo del pueblo, que poseía cinco casas de mampostería y tejas, 64 de embarrado, 15 de tablas y una buena iglesia construida sólidamente, también de mampostería y tejas. Las casas estaban distribuidas irregularmente en tres calles de norte a sur y cuatro de este a oeste, y el número de comercios había aumentado, con dos nuevas tabaquerías, una tercera panadería y siete tiendas mixtas en vez de cinco.
En el año 1862, San Lorenzo de Jibacoa mostraba un crecimiento notable, con un total de 318 viviendas, entre ellas cuatro de dos plantas, y 108 de un solo piso construidas de mampostería. El pueblo estaba unido a La Habana por un tosco camino vecinal, que podía considerarse un simple sendero. Los productos de la zona eran transportados a través del río Jibacoa hasta el embarcadero de Rotiné, o a los almacenes del caserío situado en la margen derecha del río Santa Cruz, que iba adquiriendo en esa época una importancia cada vez mayor.
En la década de 1850 se crea en el poblado una capitanía pedánea, que existió hasta la caída del régimen colonial español. En una de las viviendas de la calle Real se inauguró la primera escuela gratuita que se llamó Colegio San Jacinto, aunque eran muy pocos los alumnos. En 1862 solo contaba con 12 estudiantes, por supuesto, de acuerdo a la discriminación existente, todos eran blancos y varones.
La comunidad de San Lorenzo de Jibacoa se abastecía con agua del río, o de algunos pozos artesianos construidos en el perímetro urbano. No se contó con alumbrado hasta bien entrado el siglo veinte. Las casas se iluminaban con velas, lámparas de mecha, y un poco después, de carburo.
La antigua via Habana Matanzas atravesaba al pueblo por el centro, aunque esta no era más que un sendero natural, desgastado por el paso de los viandantes, con algunos puentes rústicos sobre las corrientes fluviales. A finales del siglo 19 fue que Jibacoa tuvo por primera vez tres de sus calles principales revestidas con cocó, esa tierra blanquecina que aún emplean los albañiles para las obras de mampostería y suelos de hormigón.
.
Así fue el desarrollo del poblado de Jibacoa durante su primer siglo de vida.

El Mango, esa sabrosa fruta que con la combinación perfecta de sabor y aroma nos agrada tanto, no es oriunda de Cuba, sino de las regiones tropìcales de la India y el Sudeste asiático.
La primera mata de mango fue sembrada por doña Micaela de Jústiz y Zayas, Condesa de Jibacoa, cosechándose sus primeros frutos por primera vez en nuestro país hace doscientos veinticinco años.
En la época en que se introdujo el mango en Cuba, las personas acaudaladas, ya fueran comerciantes o hacendados, luchaban por adquirir un título de nobleza, vinculando sus propiedades al mismo. Para obtener un título nobiliario era necesario mover relaciones e influencias, además de invertir fuertes sumas de dinero tanto en contribuciones a la corona como en gestiones y trámites para adquirirlo. El afán de ser conde, duque, o marqués obedecía a una mezcla de vanidad e interés económico, ya que, además de elevar la categoría social de quien lo poseía, representaba indiscutibles ventajas financieras.
Don Jerónimo Espinosa de Contreras, propietario de la mayor parte de las tierras de la zona de Jibacoa, no era ajeno al interés de poseer un título nobiliario, y en efecto, durante mucho tiempo gestionó convertir sus propiedades en un condado, cosa que logró el 21 de septiembre de mil setecientos sesenta y cuatro por resolución especial de la corona española.
En otras ocasiones podremos hablar acerca de los Condes de Jibacoa, que ostentaron esta condición durante varias generaciones, pero hoy, lo que nos interesa es resaltar que la esposa del segundo Conde de Jibacoa, Doña Micaela de Jústiz y Zayas fue la persona que tuvo la feliz idea de sembrar, en sus propiedades en la capital del país, cerca de la iglesia de La Salud, la primera mata de mango en Cuba, cuyos frutos fueron cosechados por primera vez en el año 1782.
En realidad, desconocemos por qué, con tanta tierra disponible en el condado de Jibacoa, se le ocurrió sembrar el mango en la pequeña área de un patio o jardín. Quizás porque prefería permanecer la mayor parte del tiempo en la capital y quería tener bien cerca de su mesa los apetitosos frutos.
De todas formas, fue una idea afortunada, porque, debido a las características tropicales de nuestro clima, el mango llegó a Cuba para quedarse, y sin proponérselo, Doña Micaela pasó a la Historia como una persona que, por lo menos, en cuanto a frutas, tenía muy buen gusto.

Fuentes:


Historiador Municipal