Jorge Arche Silva

Plantilla:Personaje artístico

Jorge Arche Silva. Pintor cubano, especialista del retrato, nace en Santo Domingo, provincia Villa Clara.

Biografía

Infancia y juventud

Nace en Santo Domingo, provincia de Villa Clara, el 6 de abril de 1905, hijo del copropietario de un pequeño central azucarero. A los dos años enferma de poliomelitis y siempre habrá que apoyarse en muletas.

En 1918 radica en La Habana. Estudia pintura en la Fundación Villate y de manera inestable en San Alejandro, donde se graduaría en 1921.

Su formación es básicamente autodidacta, al aprender de forma directa con plásticos como Víctor Manuel, Arístides Fernández y frecuentar las tertulias a las que acudían Ponce, Portocarrero, Mariano. No expondrá hasta los 32 años, pero se da a conocer bien con el envío de La carta a la Primavera Exposición Nacional de Pintura y Escultura, en 1935, donde obtiene uno de los premios.

Ese año había dado a conocer la importante obra de su amigo Arístides Fernández, prematuramente muerto.
Destaca su amistad con intelectuales de izquierda como Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, Marcelo Pogolotti. Renuncia a la ayuda económica del padre al casarse con la sobrina de Arístides Fernández. Encuentra un modesto empleo como perito en falsificaciones de billetes de Lotería.

Otras etapas de su vida

Fue profesor del Estudio Libre de Pintura y Escultura dirigido por Eduardo Abela; acude al llamado de Ravenet , en 1936, a fin de poblar de frescos la Escuela Normal de Santa Clara; marcha a México, en 1937 para estudiar el arte muralista y regresa con una sólida información al respecto que le facilita dar nuevos rumbos a su obra.

Organiza junto a otros graduados de San Alejandro, la Escuela de Artes Plásticas de Camaguey.
La década del 40 se caracteriza por la mayor libertad temática y de composición del asunto, amén de un decidido gusto por los colores brillantes. A fines de 1945 viaja a México con una representación diplomática. Por primera vez dispone de automóvil propio y recorre todo el país azteca pintando paisajes que serán saludados con entusiasmo por la crítica mexicana.

En 1949 expone en Lyceum de La Habana 20 obras realizadas en México. Al regresar a Cuba, en 1952, logra según algunos de sus estudiosos “su pictórica homogeneidad”. (Retrato de Magaly, Dos niñas, Luis Peña …).

Muerte

Le sorprende la muerte cuando solo contaba 51 años de edad, en Cádiz, España, 1956, en plena capacidad creadora.

Logros, aportes y reconocimientos

El número de obras que registran los catálogos de las exposiciones personales y colectivas asciende a 120; de ellas el Museo Nacional de Bellas Artes posee 24, el resto pertenece a colecciones privadas e instituciones. Mucho de lo realizado en México es prácticamente desconocido.

Destacó en el retrato, el más difícil y conservador de los géneros en momentos en que estos perdían jerarquía social después del realismo de fines del XIX y de los nuevos realismos de la década del 30-40 del XX, sobre todo en Europa.

En los retratos Arche emprende una representación de la figura fuertemente caracterizadora, sin ilusiones ni frases. Acentúa rasgos esenciales y eleva a las personas al plano de lo típico. Las vigorosas manos, en primer plano, del joven Lezama insinúan, contrastan y adelantan la poderosa fuerza intelectual que detentará el poeta. En temas de crítica social (Trabajadores, 1936), llega a una descripción objetiva, desafiante y cruda de la realidad.

Considerado como un clásico de la pintura, el más íntegramente de la vanguardia que el Salón de Arte nuevo (1927) revelara, es moderno en su novedad metafórica y simbólica en su tonalidad limpia y desembarazada en la astucia del hacer, declarada en la serenidad, orden de sus obras. Todo está, en realidad, en las formas. Y el talento del retratista se ve multiplicado más que por la técnica y el conocimiento artesanal, por el aprehendimiento del alma del ser, en representaciones de excepción.

Al sentido agudo de su época, se une la evolución estética en que vive y también el momento de aceleración histórica. Ante sus retratos surgen asociaciones fulgurantes, torsiones barrocas (Lezama, Martí). El continuo discursivo de esta galería apunta a fronteras culturales, históricas, físicas. Predomina la poesía lo lírico en sus cuadros: Arche pinta con autoridad y soberanía y toda la vanguardia de su tiempo le reconoce como un maestro.
Se ha repetido mucho que esta pintura de cámara ejercida por Arche, fuerza específica de expresión única, se debía a su discapacidad- era poliomielítico- que no le permitía abordar otro tipo de manifestación plástica. Sin embargo, es bueno recordar su participación en los primeros murales al fresco realizados en Cuba, junto a Ravenet, en Santa Clara, y su intensa labor en el paisajismo mexicano, a finales de la década del 40.
Como paisajista - y todos sus retratos atesoran paisajes – convierte en dinámica explosión de luz, brillantes, pulidos colores. Y si riqueza y verdad es el efecto que producen sus retratados , pese a la gran economía de medios utilizados, el sutil y maravilloso refinamiento de sus paisajes logra el acierto total del conjunto de su obra, patrimonio nacional, en esa simplicidad aparente que proporciona goce indiscutible a la mirada del observador, mirada que va a deleitarse con los juegos infinitos del valor y gradaciones del color (Primavera) en dosificación de tonos con que atrapa el secreto del ser y el estar, que la radiante impresión de sus telas emana, en fenómeno altamente significativo.
¿Cuáles son, pues, las interpretaciones posibles de la obra de Jorge Arche? Lo esencial está en ese conocimiento detallado y profundo de la persona revelada en el retrato y su escenario. En la asombrosa y natural humanidad con tanta frescura allí asomada, donde rostros de tranquila, altanera serenidad, donde el flujo y reflujo de la época expone a la mirada pública, a la curiosidad y la esperanza. Cuadros como trasposiciones poéticas, recuerdos renovados de las raíces de la nación. La fijeza de estas identidades permanece sumida en un misterioso impulso de raigal tradición, envueltas en visionaria lucidez, seres aún concebibles y objeto de atención ajena en verídico universo hábilmente delineado- y pintado- que conforman un solo retrato colectivo de la intelectualidad de la época.
Tan minuciosa factura pudiera engendrar aburrimiento, estas obras no están exentas de cierto manierismo, pero no es menos cierto que captan con una sinceridad sin par todos los impulsos y esperanzas de su generación.

Detalles de la obra El Martí con guayabera

Óleo sobre madera: esencialidad y osadía técnica en el tratamiento de la figura del Apóstol.
Uno de los más conocidos y emblemáticos retratos de Arche, esta obra data de 1943, ha sido bien estudiada y mejor analizada por críticos y especialistas. A la delicadeza toda que emana de esta pintura, el Martí de “con los pobres de la tierra…”; el de “con todos y para el bien de todos! Basta señalar que lo interesante es cómo el pintor sublima con ironía los cromos religiosos al uso (El Sagrado Corazón de Jesús) en ese llevar la mano al pecho, donde la figura del Apóstol se proyecta seminal. Modelado por esa multitud de encuentros que presupone la utilización de esta técnica, es admirable la concreción y alcance en lo imaginario del pueblo.

Exposiciones personales

  • En 1937 presenta su exposición personal "Exposición óleos Jorge Arche" en el Lyceum de La Habana.
  • En 1976 "Jorge Arche 1905- 1956" Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.

Exposiciones colectivas

  • En 1932 participa en la presentación colectiva "Exposición Única de Pintores y Escultores Cubanos" Lyceum, La Habana.
  • En 1995 se presentó su trabajo en la muestra "El Tema Histórico en la Pintura Cubana" Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, CUBA.

Premios

  • En el año 1945 obtuvo la Medalla de Oro del XXVII Salón de Bellas Artes, Círculo de Bellas Artes, La Habana, CUBA.

Fuente

www.cenit.cult.cu