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(Los aires contaminados de la Independencia)
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==Los aires contaminados de la Independencia==
 
==Los aires contaminados de la Independencia==
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Carolina Vásquez Araya*
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Las celebraciones de septiembre omiten el verdadero concepto de Independencia.
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En varios países de nuestra América resuenan, durante septiembre, las proclamas, los
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homenajes y las fiestas de celebración de los más de doscientos años de una
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declaración de independencia que cada día muestra con mayor nitidez sus agujeros. A
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pesar de los años transcurridos, ha quedado patente la fragilidad de nuestras estructuras
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sociales, en donde se ha conservado casi intacto un sistema colonial de poder basado
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en pueblos privados de educación, élites poseedoras de los mecanismos legales y
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jurídicos indispensables para garantizar su hegemonía y, como colofón, en ideologías
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que lo justifican.
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Nos han repetido hasta el cansancio que la pobreza es cosa del destino; que más
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importante que rebelarse contra ella, es llevarla con dignidad. Inculcaron en el imaginario
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colectivo -a fuerza de sermones de púlpito- la idea de la resignación ante los designios
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divinos, como si la miseria y la explotación fueran pruebas anticipadas para merecer el
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paraíso. Nos dieron una versión edulcorada de la Historia de nuestros países en la cual
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dominaron las nuevas aristocracias criollas que, unidas en consenso, crearon a su
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medida las normas que regirían a partir de entonces y, de común acuerdo, se repartieron
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todos los privilegios.
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El colonialismo de entonces se fue sofisticando a lo largo de los años y su enorme
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poder, desde el dominio de la economía hasta la injerencia en las decisiones y la
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conformación de los poderes de los nuevos Estados, ha logrado mantener no solo la
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estructura social sino también una actitud de aceptación de este sistema depredador,
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alejado del propósito de construir auténticas naciones independientes y soberanas. Sin
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embargo, en este escenario solemos pasar por alto a otros protagonistas de nuestra
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historia: las organizaciones criminales.
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Premunidas de un poder difícil de medir, las organizaciones dedicadas al narcotráfico, a
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la trata de personas, al secuestro, al contrabando de los tesoros nacionales, al lavado de
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activos y a la manipulación de las leyes se han infiltrado con pasmosa habilidad en casi
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todas las instituciones de nuestros Estados -con especial énfasis en los partidos
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políticos- manteniendo así su capacidad de maniobra y la impunidad sobre sus
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operaciones. Esta es una realidad ante la cual los estamentos encargados de resguardar
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la paz social y la independencia de los poderes, son impotentes o han sido ya
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dominados y vencidos.
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El crimen organizado se ha infiltrado profundamente en nuestros Estados.
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La independencia, sin perjuicio de lo que significa la inmensa presión de potencias
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extranjeras sobre nuestros gobernantes, es un mito cada vez más débil. Las
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celebraciones, tan esperadas por nuestros pueblos, llevan en sí el sello del silencio ante
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los abusos de las castas privilegiadas y sus instrumentos de represión. El concepto
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mismo de independencia -el cual se acepta como una realidad, sin la menor resistencia-
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requiere de una revisión profunda; y, como resultado, de un ejercicio colectivo de
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reflexión sobre los conceptos e ideas, inculcados desde la niñez, sobre los cuales se
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apoya este viejo mito.
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La verdadera independencia descansa sobre un sistema auténticamente democrático,
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justo e igualitario. En tanto existan pueblos explotados, grupos sociales discriminados y
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criminales al mando, las celebraciones de independencia constituyen una enorme
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mentira y una cara distracción que pone en suspenso, por unos días, esa importante
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tarea pendiente.
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*Periodista, editora y columnista chilena que reside en Guatemala.
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Tomado de: EL QUINTO PATIO/18 de septiembre de 2022
  
 
== Ultraderechas y neonazismo: mucho más que “discursos==
 
== Ultraderechas y neonazismo: mucho más que “discursos==

Revisión del 07:30 25 sep 2022

LA REVISTA DEL LUNES

No.125 /La Habana, lunes 26 de septiembre del 2022 / Año 64 de la Revolución / / RNPS 2442

El tiempo que compartimos

El problema de la vigencia del pensar martiano es el de su necesidad en nuestro tiempo en nuestra América, y desde ella. Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América Desde Alto Boquete, Panamá “Piénseme siempre: cuando lo encienda la fantasía o lo arrebate la indignación. Piense en lo que yo en cada caso le diría si estuviese a su lado”. José Martí, 1895.[1] El problema de la vigencia de Martí como un elemento activo en el desarrollo de esa vasta familia de pueblos que llamamos nuestra América tiene una extraordinaria importancia en nuestro tiempo. Atender a ese problema pasa por encarar tres riesgos mayores en la lectura contemporánea de la obra de Martí. Uno es el del anacronismo, que nos lleve a asumir como si fueran contemporáneos pensamientos y situaciones correspondientes al último cuarto del siglo XIX; otro, el de la fragmentación, que nos mueva a recordar frases aisladas de su obra, al calor del atractivo estético y moral de su palabra escrita, y el tercero está en olvidar que lo sentimos como un contemporáneo porque se forjó por entero como un hombre de su tiempo, como intentamos nosotros serlo del nuestro, que tomó forma con él. Esto último es menos difícil que lo que podría parecer. En efecto, con Martí no compartimos una mera suma de años, sino la larga duración que va del ascenso a la bancarrota del imperialismo como fuerza organizadora del moderno sistema mundial. De aquí que nos resulte contemporáneo tanto en el sentido de la era que compartimos –él, en sus orígenes; nosotros, en su crisis contemporánea-, como en el de la aspiración de trascender esta era para abrir paso a otra de mejoramiento humano, sustentado en la utilidad de la virtud, y en el trabajo con la naturaleza y no contra ella. Visto así, el problema de la vigencia del pensar martiano es el de su necesidad en nuestro tiempo en nuestra América, y desde ella. Para abordar ese problema, puede ser útil recordar los debates que se dieron en torno al legado de Marx a comienzos del siglo XX, cuando la socialdemocracia europea iniciaba la tarea de convertirse en el ala izquierda de la democracia liberal de su tiempo y su región. Parte de aquella tarea incluía dar por agotada la dimensión transformadora del pensar marxista, para aceptar con regocijo la colaboración con los estados noratlánticos en los que el imperialismo naciente alentaba ya el tránsito hacia la Gran Guerra de 1914-1945. Ante aquella situación, Rosa Luxemburgo planteó en 1903 que el legado de Marx iba más allá de lo “directamente esencial para la realización práctica de la lucha de clases”, y que, en ese sentido, era falso afirmar que “Marx ya no satisface nuestras necesidades” sino que, por el contrario, “nuestras necesidades todavía no se adecúan a la utilización de las ideas de Marx.”[2] Veinte años después, ya en pleno auge del fascismo en la Europa liberal, Antonio Gramsci abordaría el problema de la vigencia de la obra de Marx y Engels desde una perspectiva a un tiempo afín y más compleja: la del cambio cultural inherente a toda transición civilizatoria verdadera. Al respecto, decía que la utilidad de aquel legado se expresaba ante todo en el concepto de que el marxismo “se basta a sí mismo, contiene en sí todos los elementos fundamentales, no solo para construir una concepción total del mundo, una filosofía total, sino para vivificar una organización práctica total de la sociedad, o sea para convertirse en una civilización integral, total.”[3] Desde allí, y tras señalar que una teoría era revolucionaria “en cuanto es precisamente elemento de separación completa en dos campos, en cuanto que es vértice inaccesible para los adversarios”, Gramsci destacaba que el del legado de Marx presuponía todo el pasado cultural precedente –“el Renacimiento y la Reforma, la filosofía alemana y la Revolución francesa, el calvinismo y la economía clásica inglesa, el liberalismo laico y el historicismo que se encuentra en la base de toda la concepción moderna de la vida”. Con ello, decía, ese legado coronaba “todo este movimiento de reforma intelectual y moral, cuya dialéctica es el contraste entre cultura popular y alta cultura”, de la cual resultaba “una filosofía que es también política y una política que es también filosofía”, a partir de lo cual, al ingresar en la lucha por la hegemonía, cabía desarrollar una ciencia de la política.[4] En este sentido, una visión del mundo -y la ética acorde a su estructura–, en tanto filosofía de una época, no podían ser reducidos a ningún “sistema individual y de tendencia”, pues “ella es el conjunto de todas las filosofías individuales y de tendencia, más las opiniones científicas, más la religión, más el sentido común”. En este plano, por el contrario, la actividad crítica venía a ser “la única posible”, especialmente “en el sentido de plantear y resolver críticamente los problemas que se presentan como expresión del desarrollo histórico.”.[5] En esa perspectiva, toda discusión sobre la vigencia del pensar martiano – cuya plena madurez ya es evidente a fines de la década de 1880-, no puede ser reducida a la mera expresión de una circunstancia inédita en que confluían la historia de Cuba y de la América española en la vorágine de la transición del sistema mundial a una nueva etapa en su desarrollo. Por el contrario, esa vigencia se fundamenta en el hecho de que el pensar martiano expresa críticamente un proceso de formación y transformaciones que no se limita al liberalismo de su tiempo -cuya vertiente democrática constituye una de sus raíces-, sino que lo trasciende al referirlo a circunstancias y objetivos de un tipo enteramente nuevo, cuyo desarrollo aún está en curso. La plena madurez de ese pensar se expresa, en lo que hace a su entorno mayor, en la publicación del ensayo Nuestra América –que es como el acta de nacimiento de nuestra contemporaneidad– en Nueva York y en México en enero de 1891. Y, en cuanto al papel de Cuba en la transformación de ese entorno, se hace evidente en su texto “El alma de la revolución y el deber de Cuba en América”, dedicado al tercer año de actividad del Partido Revolucionario Cubano. Es allí, en efecto, donde expresa de manera admirable la trascendencia de la visión del mundo que le permitía afirmar que era “un mundo lo que estamos equilibrando” y no solamente “dos islas las que vamos a libertar.” Y cierra la idea con un corte moral y político irreversible: “¡Cuán pequeño todo, cuán pequeños los comadrazgos de aldea, y los alfilerazos de la vanidad femenil, y la nula intriga de acusar de demagogia, y de lisonja a la muchedumbre, esta obra de previsión continental, ante la verdadera grandeza de asegurar, con la dicha de los hombres laboriosos en la independencia de su pueblo, la amistad entre las secciones adversas de un continente, y evitar, con la vida libre de las Antillas prósperas, el conflicto innecesario entre un pueblo tiranizador de América y el mundo coaligado contra su ambición!” [6] Ese llamado a transformar el mundo, además, culmina con una advertencia que no puede tener vigencia mayor en nuestro tiempo: “Un error en Cuba, es un er ror en América, es un error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos.” Así las cosas, gana un renovado valor, en su carta última a Manuel Mercado, el párrafo en que le dice que, si bien entiende “que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella,” comprende también que “en cuanto a formas, caben muchas ideas, las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen”, para agregar enseguida “Me conoce. En mí sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento ni me agriaría mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.” [7] Y la carta, abierta más que inconclusa, se cierra de manera afectiva con una frase cargada de futuros: “Hay afectos de tan delicada honestidad...”. Como el que nos une a él en la culminación del tiempo que compartimos, podemos agregar nosotros.

  • Doctor en estudios Latinoamericanos de la facultad de filosofía de Universidad Nacional

Autónoma de México. Fue miembro fundador de la sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental e investigador asociado de la fundación Antonio Núñez Giménez de la naturaleza y el hombre de la Habana [1] Carta a Enrique Loynaz del Castillo. Montecristi, Abril de 1895. XX, 481. [2] Rosa Luxemburgo, 1903: “Estancamiento y progreso del marxismo” https://www.marxistsfr.org/espanol/luxem/03Estancamientoyprogresodelmarxismo_0.pdf [3] Gramsci, Antonio, 1999: “Apuntes de filosofía. Materialismo e idealismo”. Cuadernos de la Cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci. Ediciones ERA, México, II, 147 - 148. [4] Gramsci, Antonio: Introducción a la filosofía de la praxis. Selección y traducción de J . Solé Tura. Nueva Colección Ibérica. Ed. Península, Barcelona. 1967: 48. Al respecto, también, Gramsci, Antonio, 1999: IV, 11/Apuntes para una introducción y una iniciación en el estudio de la filosofía y de la historia de la cultura/ 1932-33, p. 337 - 338. [5] Gramsci, Antonio, 1999: “Cuestiones de nomenclatura y de contenido”, en “Observaciones y notas críticas sobre un intento de “Ensayo popular de sociología”. Cuadernos de la Cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci. Ediciones ERA, México. IV,


Elogios del FMI a la Argentina

Julio C. Gambina* Hace una semana los elogios de la titular del FMI fueron para el Ministro de Economía Sergio Massa, claro, con la confirmación argentina del cumplimiento de los acuerdos suscriptos con el FMI. El turno de los elogios de Kristalina Georgieva llegó ahora para Alberto Fernández, de visita en EEUU para participar de la Asamblea de la ONU. La felicitación es por el “acuerdo entre los técnicos del FMI y el gobierno argentino” anunciado en la fecha en el sitio oficial del Fondo. Se trata de un acuerdo respecto de la segunda revisión de las cuentas macroeconómicas, las auditorías trimestrales a que se somete el gobierno argentino por el acuerdo de marzo pasado. Argentina cumple con el ajuste. Ese acuerdo es el resultado de la segunda auditoría trimestral, y claro, aún resta la aprobación por el Directorio del FMI, lo que ocurriría el próximo 7 de octubre. Aún r estan 8 auditorías trimestrales, lo que augura un largo periodo de ajuste a los compromisos derivados de una deuda odiosa e impagable, que hipoteca por décadas al país. Mientras tanto apruebe el Directorio del fondo, el país deberá cancelar el vencimiento de estos días con el FMI, para lo cual se dispusieron varias medidas para colectar divisas y acrecentar las reservas internacionales, las que venían en baja ante las corridas cambiarias. Es el caso del “dólar soja”, diversas restricciones a la disposición de moneda extranjera para importaciones de insumos productivos, y otros mecanismos para obstaculizar las negociaciones con divisas. La información del BCRA indica que en las dos últimas semanas las reservas internacionales crecieron en unos 1.300 millones de dólares, todo para cancelar al FMI, y que este libere esos mismos recursos para sostener una deuda comprometida hasta el 2034. Esos elogios se materializan en un proyecto de “Presupuesto 2023” de ajuste, pero que se acompaña con una “política económica” que ofrece negocios a inversores transnacionales para profundizar el modelo productivo y de desarrollo de dependencia y extranjerización de la economía local. Remitimos al agro-negocio de exportación, no solo del complejo sojero; a la minería, a los hidrocarburos y especialmente a la novedad demandada de litio. EEUU y el poder global Quién manda en el FMI es el gobierno de EEUU, en su calidad de socio hegemónico, único con capacidad de veto en el organismo. En ese marco no sorprenden los elogios hacia los gobernantes del país, ya que no solo se cubren en sus acreencias, cuantiosas, por cierto, sino que aseguran un rumbo de política económica de la Argentina en sintonía con las necesidades del capital concentrado y las premisas de política exterior del imperialismo estadounidense. Ocurre en un momento en donde está amenazada la omnipotencia de EEUU, por lo que desde Washington se agilizan acuerdos con gobiernos que en la región recogen consenso crítico a las políticas liberalizadoras, casos de los cambios de gobierno recientes en Perú, Chile o Colombia, las previsibles mutaciones en Brasil y especialmente la revuelta popular de Haití. Desde EEUU necesitan adecuar su política exterior en la región para asegurar lo que consideran su patio trasero. Si no logran consenso electoral con gobiernos afines, buscan condicionar aquellos que remiten a consensos críticos al orden liberalizador. No es solo una cuestión política o diplomática, sino y sobre todo de intereses materiales, de asegurar la provisión de materias primas y bienes comunes para la lógica de explotación y saqueo en tiempo de tendencias decrecientes de las tasas de ganancia y de productividad, base material del deterioro relativo de la hegemonía estadounidense en el capitalismo mundial. El capitalismo está en crisis, lo que se visibiliza en las tendencias a la desaceleración económica, con baja producción y por ende una enorme disputa por el excedente económico mundial, lo que eleva los precios, especialmente de alimentos y energía. Remitimos a la inflación como fenómeno global. Es un fenómeno que agrega especificidades nacionales, caso de la Argentina, con una tasa de inflación en torno a los tres dígitos. Allí deben buscarse los puntos para pensar la encrucijada local en contra del ajuste y la profundización de la regresiva reestructuración económica y social con antecedentes desde 1975, muy especialmente en los 90 del siglo pasado y durante la gestión Macri entre 2015 y 2019. Por un lado, es una lucha por la independencia del poder mundial, de las transnacionales y especialmente de EEUU; pero también en contra de la disputa del poder concentrado local por la apropiación del excedente, el plusvalor socialmente generado. Se trata de una lucha a dos puntas, contra el poder local y su entramado con el global; proceso necesario para encarar una dinámica con eje en un plan productivo orientado a satisfacer las necesidades sociales, antes que la actual subordinada a la demanda de ganancias y acumulación del poder, de acá y de allá. Es claro que se trata de una decisión política a resolver desde el movimiento popular, gestando un nuevo ciclo de construcción de identidad por la liberación y la independencia del poder global.

  • Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor titular de Economía Política, Universidad

Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, IEF-CTA. Tomado de: BLOG DEL AUTOR/19 de septiembre de 2022

Los aires contaminados de la Independencia

Carolina Vásquez Araya* Las celebraciones de septiembre omiten el verdadero concepto de Independencia. En varios países de nuestra América resuenan, durante septiembre, las proclamas, los homenajes y las fiestas de celebración de los más de doscientos años de una declaración de independencia que cada día muestra con mayor nitidez sus agujeros. A pesar de los años transcurridos, ha quedado patente la fragilidad de nuestras estructuras sociales, en donde se ha conservado casi intacto un sistema colonial de poder basado en pueblos privados de educación, élites poseedoras de los mecanismos legales y jurídicos indispensables para garantizar su hegemonía y, como colofón, en ideologías que lo justifican. Nos han repetido hasta el cansancio que la pobreza es cosa del destino; que más importante que rebelarse contra ella, es llevarla con dignidad. Inculcaron en el imaginario colectivo -a fuerza de sermones de púlpito- la idea de la resignación ante los designios divinos, como si la miseria y la explotación fueran pruebas anticipadas para merecer el paraíso. Nos dieron una versión edulcorada de la Historia de nuestros países en la cual dominaron las nuevas aristocracias criollas que, unidas en consenso, crearon a su medida las normas que regirían a partir de entonces y, de común acuerdo, se repartieron todos los privilegios. El colonialismo de entonces se fue sofisticando a lo largo de los años y su enorme poder, desde el dominio de la economía hasta la injerencia en las decisiones y la conformación de los poderes de los nuevos Estados, ha logrado mantener no solo la estructura social sino también una actitud de aceptación de este sistema depredador, alejado del propósito de construir auténticas naciones independientes y soberanas. Sin embargo, en este escenario solemos pasar por alto a otros protagonistas de nuestra historia: las organizaciones criminales. Premunidas de un poder difícil de medir, las organizaciones dedicadas al narcotráfico, a la trata de personas, al secuestro, al contrabando de los tesoros nacionales, al lavado de activos y a la manipulación de las leyes se han infiltrado con pasmosa habilidad en casi todas las instituciones de nuestros Estados -con especial énfasis en los partidos políticos- manteniendo así su capacidad de maniobra y la impunidad sobre sus operaciones. Esta es una realidad ante la cual los estamentos encargados de resguardar la paz social y la independencia de los poderes, son impotentes o han sido ya dominados y vencidos. El crimen organizado se ha infiltrado profundamente en nuestros Estados. La independencia, sin perjuicio de lo que significa la inmensa presión de potencias extranjeras sobre nuestros gobernantes, es un mito cada vez más débil. Las celebraciones, tan esperadas por nuestros pueblos, llevan en sí el sello del silencio ante los abusos de las castas privilegiadas y sus instrumentos de represión. El concepto mismo de independencia -el cual se acepta como una realidad, sin la menor resistencia- requiere de una revisión profunda; y, como resultado, de un ejercicio colectivo de reflexión sobre los conceptos e ideas, inculcados desde la niñez, sobre los cuales se apoya este viejo mito. La verdadera independencia descansa sobre un sistema auténticamente democrático, justo e igualitario. En tanto existan pueblos explotados, grupos sociales discriminados y criminales al mando, las celebraciones de independencia constituyen una enorme mentira y una cara distracción que pone en suspenso, por unos días, esa importante tarea pendiente.

  • Periodista, editora y columnista chilena que reside en Guatemala.

Tomado de: EL QUINTO PATIO/18 de septiembre de 2022

Ultraderechas y neonazismo: mucho más que “discursos

El “semifascismo” en Estados Unidos

Estanflación en Occidente y disputa por las materias primas en un mundo en guerra

Rusia ya ganó la segunda Guerra Fría

Ucrania: Testaferro de Washington