Vitrola

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VITROLA
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VITROLA

Dispositivivo automático que toca música
Clasificación

Instrumento musical

Las Victrolas.En Cuba, hasta 1959, la victrola formó parte del paisaje. La vitrola, también conocida en su primera acepción como rocola, gramola, sinfonola o tragamonedas es el nombre empleado coloquialmente en Cuba para designar un dispositivo parcialmente automatizado que toca música; habitualmente se trata de una máquina que funciona con monedas y que toca la canción seleccionada por el usuario dentro de la colección disponible dentro del aparato...

Descripción

La vitrola clásica tiene botones con letras y números, que cuando se combinan son empleados para indicar una canción específica de un disco particular. Algunos de estos primitivos aparatos musicales fueron tan bien construidos que han sobrevivido el paso del tiempo hasta nuestros días en manos de los museos o coleccionistas... Y no sólo eso: muchos de ellos siguen aún hoy en día en funcionamiento, especialmente en ambientes retro o zonas en donde las tecnologías actuales todavía no han proliferado…

Por otra parte, en su segunda acepción como sinónimo de tocadiscos, la vitrola es un sistema de reproducción del sonido heredero del fonógrafo, que usa el mismo tipo de tecnología que éste, sustituyendo el cilindro por un disco. Fue inventado en 1925, y este artefacto se convertiría en el sistema reproductor de sonido que se mantendría por más tiempo en la vanguardia de la reproducción musical hasta la fecha.

Historia

Las había en los bares, fondas, cafés, prostíbulos, ¡las bodegas!... Eran, dice el musicólogo Cristóbal Díaz Ayala, "el medio más efectivo para lograr que la música grabada reflejase realmente las preferencias del público que decidía lo que quería oír, y votaba con su dinero por sus preferidos. Bastaba con introducir una moneda en la ranura dispuesta para ese fin y aquella máquina dejaba escuchar la pieza musical que se le había pedido. Eran asimismo, y lo recuerda también Díaz Ayala, el cliente más importante de la industria disquera. Como esa industria ya en esa fecha estaba totalmente en manos cubanas, las victrolas absorbían cada año cerca de tres millones de discos de producción nacional.

Había entonces una música victrolera. Aquella que hablaba de infidelidades, traiciones, amores contrariados o imposibles, desengaños, crímenes pasionales y en la que la mujer, flor de perdición, era siempre impura y aún así se seguía amando. Cantantes hubo en la época que debieron su éxito a la victrola. Orlando Contreras, Ñico Membiela, José Tejedor y Blanca Rosa Gil, por ejemplo, fueron cantantes popularizados por esos aparatos eléctricos. Y otros muchos siguieron siendo intérpretes victroleros aun después de que las victrolas desaparecieran. Había una especie de cadena en la industria musical. El radio detectaba la preferencia del público. Esa preferencia decidía la grabación discográfica. Y la televisión difundía al cantante ya popular para hacerlo más popular aún. En ese ciclo, la victrola desempeñaba un papel nada desdeñable. Ponía en evidencia a los cantantes de mayor pegada. Podían cantar mejor o peor, pero tenían taquilla, y los que controlaban el negocio tomaban en cuenta sus nombres a la hora de decidir las grabaciones.


Año 1910

No fue hasta 1910 y, sobre todo, después del fin de la I Guerra Mundial, cuando la música cubana logra una «difusión intencional y extensiva» gracias a la presencia de las firmas norteamericanas Víctor Talking Machine Co., que desde 1904 se hacía representar por la casa Humara y Lastra, de la calle Muralla, y la Columbia Phonograph Record Co., representada, desde 1908, por los Hermanos Giralt.

Año 1958

Dice Maritza Díaz Alonso en su libro El ámbito musical habanero de los 50, que las primeras noticias sobre la práctica de grabaciones en Cuba se remontan a 1893, con la existencia de la Casa de Fonogramas Edison. En 1897 esa empresa realizó un fonograma con la cantante cubana Chalía Díaz Herrera, quien al año siguiente grabó la habanera Tú, de Eduardo Sánchez de Fuentes.

Papel de la vitrola en la comunidad

Es la Víctor la que introduce y populariza sus Victor’s Talking Machines. Es decir, las victrolas, voz que no recoge el Pequeño Larousse, y que el breve diccionario de la lengua española, del Instituto de Literatura y Lingüística, incluye como sinónimo de vitrola, máquina que reproduce automáticamente el sonido grabado en discos cuando se le inserta una moneda. Pronto se extendió el invento por los establecimientos comerciales y ya en la década de los años 40, y tal vez desde finales de la precedente, desempeñó un importante papel en la difusión y comercialización de la música popular. Prodigaba, a toda hora, la guaracha de moda o el bolero más quejumbroso. Ya en 1954 había unas 10 000 victrolas en la Isla, y en 1959 el doble de esa cifra, aunque sus operadores tenían declaradas solo 8 000 a fin de burlar los derechos de autores e intérpretes.

Símbolo de la cultura popular

Sin entrar en consideraciones de orden estético sobre la calidad del producto comercial ofrecido, lo cierto es que la victrola constituyó un símbolo de cultura popular y una de sus más significativas vías de expresión. Para tener una idea de su relevancia, baste con decir que dichos artefactos obraron como decisivos voceros de la música popular, manifestación que posee un peso gigantesco dentro del espectro cultural cubano», afirma la musicóloga colombiana Adriana Orejuela en su libro El son no se fue de Cuba, fruto de la pasmosa investigación acometida por la autora, que me permito recomendar al lector. Durante un tiempo los cantantes cubanos, fichados por los representantes de casas disqueras norteamericanas, debieron ir a grabar a Nueva York o New Jersey, hasta que la Víctor empezó a enviar equipos de grabadores dos veces al año. Esa casa disquera, sin embargo, pierde su hegemonía alrededor de 1950, cuando firmas cubanas empezaron a hacerle una competencia de peso. Ya en 1944 había surgido el sello cubano Panart, que diez años después producía medio millón de discos anuales y exportaba el 20 por ciento de estos. En 1952 se funda el sello Puchito, y a partir del año siguiente la casa disquera Montilla Internacional logra un amplio catálogo de zarzuelas cubanas. Surgen también los sellos Gema, de los hermanos Álvarez Guedes, y Rosell Récord, de Rosendo Rosell, y, entre otros más, Discuba, Kubaney, Velvet y Maipe. En esa fecha (1959) acumulan éxitos imágenes (Frank Domínguez), En la imaginación y Deja que siga solo (Marta Valdés), y Son cosas que pasan (Ela O’Farrill). Adolfo Guzmán estrena Libre de pecado. Vicentico Valdés da a conocer Los aretes de la luna. Y Benny Moré mantiene su cetro con Amor fugaz. Se lanzan al ruedo artistas que logran una popularidad arrolladora en corto tiempo. Tales son los casos de Blanca Rosa Gil (La Muñequita que Canta, como fue conocida), que se atrevió a alternar en el Ali Bar con pesos pesados como Benny Moré, René Cabell y Fernando Álvarez, y salió airosa. Lo mismo ocurrió con Membiela, prácticamente desconocido, pese a sus años en la música, y que se convirtió en un suceso victrolero sin precedentes. Todos se hicieron popularísimo gracias a la victrola.

Alegría de la calle

Se pregunta Adriana Orejuela en su libro aludido: ¿Qué condiciones debía poseer un número o artista para convertirse en victrolero? ¿Qué tipo de resortes movían al público a pagar una y otra vez para escuchar determinada pieza en la victrola? ¿Por qué motivos algunos cantantes de probado talento no conmovían a los habituales de las victrolas como lo hacían otros de menos cualidades? Precisa la Orejuela más adelante: La calificación de victrolero era aplicada por los dueños de sellos a los intérpretes que vendían grandes sumas de discos sin importar el género. Un cantante podía ser victrolero siempre y cuando lograra rendir altos dividendos.


Fuente

[Vitrola]