Antillas Mayores

Antillas Mayores
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Población 37 862 400 hab.
Gentilicio Antillanos
Países Bandera de Jamaica Jamaica
Bandera de Trinidad y Tobago Trinidad y Tobago
Bandera de Cuba Cuba
Bandera de Haití Haití
Bandera de Bahamas Bahamas
Bandera de Puerto Rico Puerto Rico
Bandera de la República Dominicana República Dominicana
Dependencias Bandera de Puerto Rico Puerto Rico
Idiomas regionales
Español, inglés, lenguas criollas, francés y criollo haitiano


Las Antillas Mayores son el grupo de islas de mayor tamaño en el extremo Nordoccidental del arco de pequeñas islas que conforman el Caribe insular. Son cuatro islas y cinco países, separadas del resto del Caribe por su historia, idiomas, cultura e incluso gobiernos.

Las Antillas mayores incluyen las Islas de Cuba, Puerto Rico, Caimán, Bahamas, Jamaica, Haití y la República Dominicana. Las primeras personas que vivieron en las Grandes Antillas fueron un grupo indígena, Los taínos. Los taínos fueron parientes de los Arahuacos fueron de partes de América del Sur. Ellos vivieron en las islas de las Antillas mayores hasta la llegada de Cristóbal Colón en 1492.

Estas hermosas islas son tan encantadoras como únicas y especiales, tanto por su belleza natural como por su gente y necesidad de desarrollo humano. Desde la terrible dictadura en Cuba hasta la falta de autonomía en Puerto Rico, acompañadas de las estables democracias Jamaiquinas y Dominicanas y la devastadora inestabilidad y carencia de institucionalidad en Haití.

La geografia

Las Antillas Mayores descansan sobre un macizo submarino común y están atravesadas por una cadena abrupta y elevada de montañas, cuyos picos más altos oscilan entre dos y tres mil metros. Esas montañas están compuestas de Piedra caliza, con afloramiento de otras rocas, todas ellas mucho más antiguas que las de las Antillas Menores y sin huellas de actividad volcánica reciente.

En el subsuelo predominantemente calizo de estos territorios que tienen una compleja y no bien descifrada historia geológica, se abren extraordinarias y majestuosas cavidades de diferentes orígenes, dimensiones y faunas.

Cuando en la segunda mitad del siglo pasado el geógrafo español Don Miguel Rodríguez Ferrar exploraba la isla de Cuba, expresó lleno de entusiasta asombro: "Toda ella parece ser por debajo un laberinto de cuevas". No sin fundamento, otro geógrafo, Antonio Núñez Jiménez, al referirse a estas hermosas tierras las bautizó como ‘El paraíso de los espeleólogos’.

Adentrarse en una gruta caribeña constituye un magnífico ejercicio, tanto físico como espiritual, en el cual lo sorprendente y lo que fascina se unen de tal forma que logran provocar una sensación de exaltación.

Si bien desde muy temprano el hombre sintió atracción por el misterio que parece rodear a las cavidades, tardó muchos siglos en comenzar a estudiar seriamente las diversas formas de vida que las pueblan de manera temporal o permanente.

Fauna acuática

Al sumergirse en las frescas y nítidas aguas de una gruta antillana, usted se convertirá en espectador de un sorprendente universo de formas vivientes poco comunes; la mayor parte de ellas, de cuerpo despigmentado y cristalino. Entre esa legión de seres que aparecen y desaparecen con la misma facilidad ante el haz de luz de las linternas, se cuentan muchos Crustáceos, pequeños, así como también camarones y peces ciegos.

A diferencia de la fauna terrestre, que contiene pocas especies estrictamente cavernícolas, en las aguas subterráneas han evolucionado muchas formas cuya vida está restringida a estas condiciones ecológicas.

Son precisamente los crustáceos, un grupo que apenas está representado por algunas cochinillas de la humedad, los organismos predominantes y más diversificados en el medio acuático, además de os conocidos camarones que están representados por numerosas especies.

Entre las aguas cálidas y azules del Mar Caribe emergen miles de islas e islotes tropicales, dispuestos en un arco cuya porción septentrional constituye el archipiélago de las Antillas. En el subsuelo predominantemente calizo de estos territorios insulares que cuentan con una compleja y todavía no bien descifrada historia geológica, se abren extraordinarias y majestuosas cavidades de disímiles orígenes, dimensiones y faunas.

Para quienes amamos el mundo siempre maravilloso que se mueve y prolifera bajo el ignoto subsuelo, adentrarse en una gruta caribeña constituye un magnífico ejercicio, tanto físico como espiritual, en el cual lo sorprendente y lo que fascina se hilvanan de tal forma que logran provocar una sensación de exaltación, sin perder por ello su capacidad de catarsis. Si bien desde muy temprano el hombre sintió atracción por el misterioso hálito que parece rodear a las cavidades hipogeas -de lo cual dejó clara constancia en innumerables grutas donde todavía se contemplan las huellas de su vinculación, muchas veces ritual, a tales accidentes paisajísticos, tardó muchos siglos en comenzar a estudiar seriamente las diversas formas de vida que las pueblan de manera temporal o permanente.

Fue en Europa, a mediados del Siglo XIX, que la Bioespeleología -rama de la ciencia que se ocupa del estudio de la vida subterránea- comenzó a tomar cuerpo como disciplina independiente. Sin embargo, en esa fecha ya hacía casi dos décadas que Tranquilino Sandalio de Noda, en Cuba, había descubierto los peces ciegos que, pocos años después, el sabio naturalista Don Felipe Poey y Aloy nombraría Lucifuga subterraneus y Lucifuga dentatus. Aunque no puede afirmarse que en todas las islas del archipiélago antillano los estudios bioespeleológicos hayan alcanzado un nivel de desarrollo parejo, durante esta centuria su espeleofauna ha atraído la atención de afamados naturalistas y prestigiosas instituciones de diversas nacionalidades y latitudes.

Un factor subjetivo que inobjetablemente ha contribuido de manera sustancial al progreso de la bioespeleología antillana, lo constituye el acceso relativamente fácil a estos biotopos. Aunque en la región se localizan algunos de los sistemas subterráneos de mayor desarrollo del mundo (varios de ellos con más de 20 km de galerías cartografiadas), así como profundas simas de dificilísimo acceso, la inmensa mayoría de las grutas antillanas pueden ser exploradas con sólo una linterna y un casco protector en la cabeza. Para mayor fortuna, la fauna de las Antillas Mayores carece de fieras dañinas y de serpientes venenosas que obliguen a tomar precauciones extremas al explorar sus selvas y grutas.

Para los biólogos y aficionados que gustan de la contemplación de las diversas formas de la vida troglodita, el racimo de islas que conforman este archipiélago se muestra como un verdadero paraíso tropical.

Turismo

Las islas de las Antillas mayores atraen a turistas que son de todas partes del mundo. Las islas tienen playas muy hermosas con arena blanca y hoteles lujosos al lado de las costas. El mar del Caribe tiene agua cristalina, olas suaves y muchos peces tropicales. El clima es usualmente cálido y a veces más húmedo. Las islas son utilizadas también como un puerto para viajeros transatlánticos. Un crucero de placer realiza una parada por un día o dos para reabastecerse de suministros. Esto es también una oportunidad para los pasajeros ir de compras en los mercados de la isla.

Las cuevas del calor

Conocidas en Cuba como ‘cuevas de calor’ o ‘cuevas calientes’, estas características grutas constituyen uno de los fenómenos bioespeleológicos más interesantes del trópico americano. Aunque se conoce que existen en otras islas antillanas, como Jamaica, Santo Domingo y Puerto Rico, así como en el continente vecino (Venezuela, Panamá, El Salvador, México) (Cruz, 1992), es precisamente en Cuba donde se encuentra el mayor número de ellas: alrededor de medio centenar conocido, aunque es lógico suponer que entre las intrincadas y exuberantes selvas del país se escondan otras aún inexploradas.

¿En qué consiste, pues, su peculiaridad? Desde el punto de vista climático, estas notables cuevas se caracterizan por presentar uno o varios salones en los cuales predominan las altas temperaturas (por lo general entre 28 y 40º C) y una elevada humedad relativa del aire, muchas veces próxima al punto de saturación.

En los salones y galerías con estas características habita una densa población de Murciélagos, que constituye la principal fuente generadora de Energía. En el caso particular de Cuba, el murciélago predominante, cuyas poblaciones pueden sobrepasar los cien mil individuos, es Phyllonycteris pony, un polinívoro-frugívoro de los Phyllostomatidae.

Lo primero que percibimos, cuando nos aproximamos a un salón de calor, es un ligero incremento de la temperatura y una extraordinaria abundancia de Artrópodos, principalmente Escarabajos, Cochinillas de la humedad, Ácaros, Arañas, Cucarachas y Polillas, aunque la composición de esta peculiar biota varía entre una localidad y otra. Esta zona ambiental, que en algunas grutas se distingue con mayor facilidad, ha sido bautizada con los nombres de ‘trampa térmica’, y ‘zona de intercambio’, y puede estar condicionada, desde el punto de vista espeleológico, por un abrupto estrechamiento de la galería o salón, o por un cambio de dirección o de nivel de éstos. En un sentido propiamente ecológico, constituye una zona donde ciertas especies hallan las condiciones óptimas para su desarrollo.

La permanencia humana en tales recintos ha de ser breve, pues el agotamiento físico se hace sentir con cada minuto que transcurre inmerso en ese microclima. Ya de regreso, el aire tibio de los alrededores de la trampa térmica parecerá fresco y agradable como la brisa de un pinar.

Un elemento faunístico que a veces invade estos biotopos y que constituye una seria amenaza para los mismos, es la cucaracha doméstica, Periplaneta americana. Estos indeseables insectos han irrumpido en algunas grutas de calor de manera avasalladora, desplazando de sus nichos ecológicos a numerosas especies autóctonas. La causa principal de tales explosiones demográficas ha sido la fuerte alteración del entorno cavernario, motivado principalmente por la extracción del guano de murciélago.

La imaginación popular ha bautizado a algunos de estos singulares recintos como ‘salones del infierno’, lo cual habla muy explícitamente de sus cualidades. Ahora bien, ¿cuáles son los factores biológicos que dan origen a este fenómeno espeleológico sui generis?

La energía calórica que se desprende de los cuerpos de decenas de miles de murciélagos, por lo general hacinados en un reducido espacio cavernario cuyo aire apenas se renueva, sumada a la pérdida de agua por transpiración y micción de los propios quirópteros y al calor generado por la fermentación del guano, determinan que en tales recintos se establezca un microambiente muy estable donde la temperatura tenderá a ser la de los murciélagos en reposo y la humedad se aproximará al punto de saturación. Tales condiciones espeleoclimáticas constituyen un requisito indispensable para el óptimo funcionamiento fisiológico de las especies de murciélagos que habitan tales biotopos cavernarios. Sin la presencia de dichas especies no existirían las cuevas de calor

De modo general, se pueden distinguir dos tipos de cuevas calientes: ‘de salón cerrado’ y ‘de salón abierto’. Ambos se diferencian entre sí desde el punto de vista espeleoclimático, espeleomorfológico y faunístico.

En las cuevas del primer tipo, la temperatura varía entre 32 y 40º C y la humedad relativa del aire, por lo general, permanece entre 95 y 100%; el intercambio energético con los salones adyacentes o con el exterior es mínimo, debido a la alta eficiencia de la trampa térmica (con mucha frecuencia, el acceso a estas cámaras es a través de un pasadizo situado a nivel del piso); por último, la fauna del suelo se caracteriza por el abrumador predominio de los ácaros, en particular las garrapatas blandas Argasidae (antrícolas) y por la baja diversidad de especies, que raras veces es superior a cinco o seis.

En el caso de los ‘salones abiertos’, la temperatura casi nunca rebasa los 32º C, en tanto que la humedad relativa del aire varía entre 60% y 90% (pocas veces alcanza valores superiores). La interrelación climática con las áreas adyacentes es mucho mayor, debido a la amplia comunicación física entre ellas. Por otra parte, la fauna es más diversa, aunque resalta la ausencia o pobreza extrema de las poblaciones de Antrícolas.

Espeleofauna terrestre

Al contemplar en las primeras horas de la noche, contra el cielo que aún refleja los últimos instantes del ocaso, el vuelo de las miríadas de murciélagos que, en sortilegios de piruetas abandonan las grutas y se esparcen en todas direcciones en busca de alimento, rara vez nos detenemos a pensar que son estas criaturas el principal eslabón en la compleja cadena de la vida cavernícola en diferentes latitudes del mundo, pero muy especialmente en los trópicos. En las grutas antillanas, de forma similar a como ocurre en casi todas las zonas tórridas, la fauna está indisolublemente vinculada a los quirópteros y a las enormes acumulaciones que forman sus deposiciones. Se ha dicho muchas veces, y es cierto, que la fauna asociada a estos depósitos (Guanobios y Guanófilos), no es propiamente cavernícola, pues su existencia depende más bien del guano que de la gruta en sí.

Pero la importancia ecológica del guano no está dada únicamente por su función trófica, sino por su propia heterogeneidad, la cual depende de los hábitos alimentarios y de la conducta de la especie de murciélago en cuestión.

Por otra parte, el guano de los murciélagos insectívoros, como Tadarida brasiliensis, Mormoops blainvillei y Pteronotus quadridents, se distingue por su bajo contenido hídrico y aspecto polvoriento, lo cual permite el establecimiento de densas comunidades de Coleóptera tenebriónidos, polillas de las Teneidae, ácaros, falsos escorpiones y cucarachas, entre otros.

Conclusiones

La insularidad constituye un importante factor en la evolución de las Biotas asociadas a tales condiciones de aislamiento geográfico (y muchas veces ecológico), a la vez que conlleva una gran fragilidad de los sistemas involucrados. Las islas antillanas no están ajenas al continuo y, en ocasiones, acelerado desarrollo socio-económico que experimentan ciertas áreas, el cual no siempre toma en consideración los valores de la biodiversidad.

La espeleofauna antillana, insular por excelencia, tiene que lamentar la desaparición de algunas de sus Biocenosis, sometidas al poder de los explosivos (fundamentalmente en áreas de Yacimientos mineros) o de los Insecticidas, entre otras causas.

Conocemos algo la riqueza de especies de estos interesantes hábitats, pero ignoramos mucho sobre la historia evolutiva de su Biota, su Ecología y comportamiento. Para los amantes del incitante mundo subterráneo, las cálidas islas antillanas constituyen uno de los más formidables laboratorios biológicos y una perenne invitación al asombro.

Referencias

  • Brignolli, P. M 1973. Il popolamento di ragni nelle grotte tropicali (Araneae). Int. J. Speol., 5: 325-336.
  • Cruz, J. de la. 1992. Bioecología de las grutas de calor. Mundos Subterráneos, 3: 7-22.
  • Peck, S. B. 1974. The invertebrate fauna of tropical American caves, Part II: Puerto Rico, an ecological and zoogeographic analysis. Biotrópica, 6: 14-31.
  • Peck, S. B.1993. A synopsis of the Invertebrate cave fauna of Jamaica. NSS Bull., 54: 37-60.
  • Ribera Almerje, C. 1980. Contribución al conocimiento de los araneidos cavernícolas de la Penísula Ibérica. Resumen de Tesis Doctoral, Universidad de Barcelona, 45 pp.
  • Rowland, J. M. y J. R. Reddell.1977. A review of the cavernicole Schizomida (Arachnida) of Mexico, Guatemala, and Belize. Assoc. Mexican Cave Studies Bull., 6: 79-102.
  • Silva Toboada, G. 1988. Sinopsis de la espeleofauna cubana. Editorial Cientifico-Técnica, La Habana. 144 pp.

Fuentes