Batalla de Santa Inés

Batalla de Santa Inés
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Parte de Guerra Federal
Batalla de santa ines.jpg
Retrato que representa de Batalla de Santa Inés
Fecha 1859
Lugar Santa Inés, Barinas, Venezuela
Resumen Batalla militar durante la guerra independentista venezolana.
Beligerantes
Rebeldes federales Gobierno conservador
Comandantes
Ezequiel Zamora Pedro Estanislao Ramos
Fuerzas en combate
3.400 -7.650 hombres 2.300 -7.500 hombres
Bajas
Desconocidas 2.700 muertos, heridos y prisioneros

La Batalla de Santa Inés (1859): Representa un episodio más dentro de los otros acontecimientos importantes del proceso independentista latinoamericano. Ella se da en el marco del desarrollo de la Guerra Federal o Guerra Larga, como suelen llamarle algunos historiadores.

La batalla ocurrida en el pueblo de Santa Inés, en el estado Barinas, estuvo ordenada militarmente por el General Ezequiel Zamora; el plan consistía en atraer al atacante hacia un área suficientemente conocida y estudiada, donde sería destruida la avanzada y con ella causarle el mayor de los desgastes al enemigo. En este ataque las fuerzas opositoras recibirían las descargas del máximo poder de ataque y de combate del ejército federal.

Guerra Federal

La Guerra Federal puede ser considerada como un segundo intento de búsqueda de consolidación de la independencia latinoamericana, debido a que a pesar de haberse concluido con la batalla de Carabobo (1821) y la batalla de Ayacucho (1824), la independencia política del imperio español, todavía, aun así, continuaron latentes y profundas las aspiraciones y derechos de los ciudadanos, por las cuales el pueblo se había peleado en la guerra de independencia. La tan ansiada igualdad de oportunidades y movilidad social afloraron como bandera en el programa de la federación.

Zamora, artífice de la Guerra

Por extrapolación de conceptos de la cadena de hechos militares sucesivos desencadenados violentamente en Santa Inés y culminados en la trágica persecución de Curbatí, se puede colegir que el general Zamora planteó ante su Estado Mayor el esquema general de su idea de maniobra, es decir, un Plan de Campaña estructurado en una serie de operaciones militares relacionadas entre sí, a los fines de alcanzar, dentro de períodos de tiempo y espacio limitados, el objetivo que le bullía en su mente desde hacía algún tiempo: ¡Destruir a las fuerzas oligarcas!, ¡destruir a los causantes “de los males de la Patria”!

Ese hombre, manojo de nervios a quien el bravo pueblo bautizó con el nombre de “Valiente Ciudadano”, estudió muy poco la abstracta teoría de la ciencia militar; por oposición, era más bien un Comandante práctico y dinámico; sus investigaciones militares eran de campo, no bibliográficas. No obstante, tuvo excepcionales dotes de mando y singular imaginación creadora para realizar operaciones tácticas que resultaron victoriosas. De sus fulgurantes campañas militares se deduce que había guardado en su pupila de soldado y grabado en su mente maniobrista muchas clásicas jugadas con que algunos grandes capitanes coronaron sus victorias, esas trampas mortales en que habrían caído los más avisados conductores de tropas de otros tiempos.

Para analizar objetivamente y entender el Plan de Campaña aplicado en Santa Inés -Acción Retardatriz-, es preciso recordar lo siguiente: cuando un Comandante estudia y planifica desarrollar una operación táctica, el aspecto que surge como verdadera creación, síntesis artístico-científica de su trabajo, es el “Concepto de la Operación”, de cuya aplicación depende en sumo grado la victoria o la derrota de la unidad bajo su mando. Al respecto, si examináramos al detalle el desarrollo de la batalla de Santa Inés en las fuentes históricas más serias, tendríamos que reconocer que Zamora debió haber esbozado un extraordinario “Concepto de la Operación” fundamentado, sin duda, en un análisis exhaustivo del poder relativo de combate. Ello se deduce del progreso operacional muy bien coordinado donde combinó sabiamente tanto las tácticas ofensivas como las defensivas y de retardo.

El proceso dinámico de esas maniobras federales dejaron claramente configurada para la historia la idea del caudillo: una singular Operación Retardatriz magistralmente planificada, excelentemente organizada y agresivamente ejecutada.

Dispositivo de los Federales

La geografía nos presenta a Santa Inés como una pequeña aldea a dos jornadas de Barinas, a la margen derecha del río Santo Domingo. Zamora tenía en su mente todo el esquema de esa área de operaciones.

Primeras órdenes

Las primeras ódenes fueron:

Emitir una especie de guía de planeamiento y asignar sectores de responsabilidad a los comandantes subordinados a fin de que interpretaran y desarrollaran su idea de maniobra. Luego designó a un liberal muy enérgico e inteligente -José Ignacio Chaquert- para que al mando de varios pelotones construyera a derecha e izquierda del camino, desde la salida de la aldea y en dirección hacia Las Palmas, un sistema de atrincheramientos que permitiera aprovechar juiciosamente los bosques, pantanos y alturas del área de operaciones. Con ello obtendría buena observación, cobertura y abrigo, buenos campos de tiro y vías de repliegue cubiertas entre las posiciones retardatrices donde pensaba destruir al enemigo. Se concluyeron once trincheras; una de ellas a la entrada del pueblo y las demás, en forma de trapecio, fueron construidas de trecho en trecho, aprovechando las zonas pantanosas y los bosques del área.

Dispositivo General del Ejército Federal

a) Escalón de Seguridad

El Comando federal organizó en profundidad las trincheras de su escalón de seguridad a cuyos comandantes asignó las misiones siguientes:

  1. Empeñar al enemigo a larga distancia (a partir de Las Palmas), para hostigarle y causarle el mayor número de bajas.
  2. Obligarlo a realizar reconocimientos del terreno, a maniobrar y desplegarse antes de tiempo y a lanzar ataques al vacío sobre la fuerza retardatriz, que a toda costa debería evitar ser enganchada.
  3. Engañarlo en lo que respecta a la orientación y ubicación del área defensiva.
  4. Llevarlo y colocarlo en una posición desfavorable delante de la primera línea de defensa (el célebre trapiche).

b) Escalón de Defensa Avanzada

Detrás del escalón de seguridad se organizaron cuatro poderosas líneas defensivas. Las tres primeras tenían un dispositivo y constitución tales que permitían cumplir con las siguientes misiones:

  1. Adoptar una agresiva acción ofensiva con todas las fuerzas disponibles o parte de ellas y aplicarlas en cualquier punto débil del enemigo (Principio de la Masa). Para ello se usaría, entre posición y posición, una muy bien organizada red de caminos construidos al efecto.
  2. Llevar al enemigo de posición en posición hasta las denominadas “áreas de matanza”, donde sería paulatina y sucesivamente destruido.

c) Escalón de Reserva

La cuarta y última línea defensiva conformaba virtualmente la reserva de Zamora. Con ella -reforzada poderosamente con las unidades replegadas- recobraría Zamora toda su libertad de acción. Desde allí planificaba lanzar una potente contraofensiva, sin duda, impresionante.

Concepto de la operación

Esquema de maniobra

En ese orden de ideas el Comandante Zamora planificaría desarrollar su operación en las dos fases siguientes:

  1. Realizar un movimiento retrógrado -similar al que la disciplina militar moderna ha denominado Acción Retardatriz (retardo en posiciones sucesivas y en posiciones alternas)- desde Las Palmas hasta la cuarta línea defensiva.
  2. Pasar a la contraofensiva desde esta posición, donde se habrían replegado las unidades que estaban en las tres líneas defensivas de adelante. Para cumplir con ese propósito dividiría el Ejército en dos alas a fin de envolver al enemigo, cortarle la retirada y destruirlo.

Analizando las evoluciones tácticas practicadas por las fuerzas contendientes podemos deducir las ideas fundamentales del esquema de maniobra de Zamora:

  1. Retardar desde Las Palmas -posición ultra avanzada del escalón de seguridad- hasta una primera posición retardatriz situada a ambos lados del camino real de Santa Inés. Allí se construyó el precitado sistema de trincheras, que debía ser defendido por regular número de fuerzas incluyendo las replegadas de Las Palmas. Estas fuerzas apoyarían su flanco derecho en el río Santo Domingo, mientras que su flanco izquierdo, identificable por un caney y una casa de trapiche, se afincaría en un bosque infranqueable.
  2. Continuar la acción retardatriz desde la posición anterior hasta una segunda línea defensiva, haciendo uso máximo del terreno, especialmente obstáculos naturales, cubiertas, abrigos y campos de tiro, a fin de agotar y someter al máximo castigo al enemigo y causarle fuertes pérdidas.
  3. Después de cumplida esa misión, las unidades se replegarían a través de pasos construidos al efecto dentro del bosque, hacia una tercera posición muy bien atrincherada y seleccionada a tal distancia de Santa Inés, que facilitaba buena observación y adecuados campos de tiro, especialmente sobre la encrucijada de caminos que conducen a la entrada de esa aldea. Además, debido a que esta línea defensiva podía ser envuelta por el flanco derecho por cruce de la quebrada El Palito, se protegería con una unidad móvil que además de actuar sobre la penetración prevista, pudiese, en caso de envolvimiento, repeler el ataque y retardar hacia la última posición. Esta se montaría sobre el poblado de Santa Inés, desde donde pensaba Zamora realizar una acción ofensiva, bien planificada y violentamente ejecutada.

El desarrollo de las operaciones

En torno al progreso de las operaciones militares iniciadas en Santa Inés y prolongadas a través de otros cinco combates sucesivos, creemos conveniente que sea el lector quien analice directamente algunos extractos objetivos de la fuente histórica más adecuada a nuestro trabajo. Sólo así podrá inferir sus propias conclusiones y darse cuenta de la extraordinaria imaginación creadora del Comandante Zamora.

La Batalla de Santa Inés

El ejército oligarca había pernoctado el día 8 en el pueblo de San Lorenzo, a las orillas del río Santo Domingo por su ribera izquierda; en la mañana del 9 realizó un cruce improvisado del dicho río, aunque con algunas dificultades, marchando a vanguardia la primera división mandada por el coronel Jelambi, y comenzaron a llegar a La Palma las tropas de aquel ejército: aquí estaba una gran avanzada, ó sea la vanguardia de los federales, a las órdenes de los coroneles León Colina y Jesús M. Hernández. Se rompieron los fuegos y se trabó un combate parcial que no habría de tener significación, porque los federales debían retirarse, después de una pequeña resistencia.

En el ataque y defensa que constituyera el combate de Santa Inés, se realizó cuanto había previsto el General Zamora. El ejército enemigo pernoctó el 9 en La Palma y al siguiente día, al aclarar, se puso en marcha, avanzando sobre aquel poblado, por lo cual se tropezó inmediatamente con las primeras fuerzas federales en sus respectivas trincheras, y comenzó el combate. Las guerrillas federales resisten poco y repliegan combatiendo en orden y conduciendo al trapiche al enemigo que ya había perdido algunos hombres y seguía perdiendo más: llegan las fuerzas del gobierno al trapiche y sus inmediaciones y allí se traba un combate esforzado por ambas partes, comprometiendo en él los oligarcas toda la primera división y parte de la segunda; al fin la posición cede y es ocupada por los que la atacan creyendo éstos haber obtenido un triunfo.

Una vez tomado el trapiche, el ejército del gobierno continúa avanzando, más de seguida vuelve a encontrarse con las trincheras federales y con un terreno fangoso é intransitable, y el combate crece y se hace reñido, recibiendo las fuerzas de dicho ejército fuegos de frente y por los flancos que le matan y hieren muchos hombres cuando los federales no sufren sino insignificantes pérdidas; y combatiendo así y avanzando, llegan aquellas fuerzas a la segunda línea fuerte de los federales: la primera había sido el trapiche, defendida por el General Ortiz y por los Coroneles Mora y Franco.

En esa segunda línea, de la cual era jefe el General Rafael Petit, el ataque y la defensa son formidables, y hacen uso de su artillería los defensores del gobierno; se combate en este punto una hora, flanqueando por la derecha la brigada Caracas que junto con las demás fuerzas del ejército oligarca, comprometidas allí, combaten duramente; logran hacer replegar las emboscadas federales y toman posesión de dicha línea, que se les abandona. En este reñido y sangriento combate pierde el ejército del gobierno, entre muertos y heridos de tropa, unos ciento cincuenta hombres, y veinticinco jefes y oficiales heridos, de éstos el Coronel Jelambi, cuando los federales no perdieron sino poquísimos hombres, resguardados como estaban por sus trincheras. El trapiche y el caney, quedaron convertidos en hospital de sangre y se llenaron.

Seguidamente al combate que hemos referido se efectuó otro ataque a la derecha del camino, contra una trinchera que podría decirse hacía parte de la segunda línea, la cual se consideraba muy fuerte: la ataca el comandante Pérez Arroyo con la columna Carabobo de su división, y la toma.

Faltaba a los oligarcas atacar y tomar lo más difícil: la tercera línea de los federales, cuya base y punto más fuerte era la trinchera de la encrucijada, muy bien apoyada por sus flancos: y tomada esta línea irían a caer de seguida sobre la última, casi inexpugnable, en el propio poblado.

El ejército del gobierno, aunque un tanto desalentado ya a causa de las pérdidas sufridas y de combates tan continuados en los cuales no obtenía otra ventaja que la de ir avanzando para perderse, siguió adelante, yendo a vanguardia la segunda división y una brigada de la tercera; -la primera estaba destrozada- y estas fuerzas se encontraron con la gran trinchera de la encrucijada y con sus puntos de apoyo. Allí se libra un combate terrible: los fuegos federales, de frente y por los flancos, derriban unos tras otros a muchísimos de las fuerzas del gobierno, de las que, compañías casi enteras, perecían haciendo esfuerzos inauditos.

Y como en el ataque a la trinchera de la encrucijada, infantes y artilleros cayesen heridos ó muertos por los fuegos federales, una de sus piezas de artillería quedó sola, abandonada, en el camino real: sus defensores habían tenido que plegar un poco para guarecerse de los mortíferos fuegos de sus contrarios, más, al plegar, lo hicieron quedando en capacidad de defender, aunque a distancia, la pieza abandonada.

En esa situación, comenzaron a trabarse sangrientos combates parciales, porque los federales trataban de apoderarse de dicha pieza y sus contrarios se esforzaban para no perderla.

Combatiendo de la manera más esforzada sobre la gran trinchera, fuerzas del gobierno hicieron un movimiento por su flanco izquierdo en terreno cenagoso, movimiento éste previsto por el General Zamora, quien había situado por esa parte en el bosque, algunas fuerzas con los Generales Trías y Aranguren: aquellas atacaron a éstas rudamente, pero sin éxito, y también tuvieron que replegar habiendo sufrido grandes pérdidas. A la media noche, el Comandante Rubín, que peleaba a vanguardia desde la tarde, recibió orden del Coronel Casas para que hiciesen esfuerzos y se apoderara del cañón, porque estando resuelta la retirada, que comenzaría a hacerse de seguida, sería una vergüenza dejárselo al enemigo.

Sabía Rubín que combatiendo a guerra galana no recuperaría aquella pieza sino a costa de muchas vidas, ocurrió a un expediente que le dio el resultado a que aspiraba, sin perder más hombres: de sus tropas escogió dos ó tres soldados de los más negros, los hizo desnudar, y en momentos en que se habían interrumpido los fuegos los mandó a que amarrasen el cañón con unas largas sogas para después tirar de lejos y sacar la pieza rodada por el camino, sin peligros. A favor de la oscuridad aquellos negros desnudos no debían ser vistos ni aún sospechados a causa de sombra alguna; pudieron por consiguiente, cumplir su cometido, y de este modo lograron los defensores del gobierno recuperar, poco después de media noche, aquel cañón que tanta sangre había costado.

El General Zamora, se preparaba para entregarle a los enemigos, en la mañana siguiente, aquella tercera línea en la que tanto se había combatido quedando destrozadas las tropas del gobierno; pero como lo hemos dicho, Zamora se proponía no sólo vencer al ejército enemigo, sino también coger prisioneros los restos que de él quedasen después de tanto combatir, y para ello necesitaba llevarlo al propio poblado de Santa Inés donde debería librarse el último combate.

El plan de Zamora quedó frustrado en su última parte, a causa de haber ordenado la retirada los jefes enemigos, retirada que determinaron, por una parte las grandes pérdidas sufridas, y por otra el hecho de no tener ya con qué alimentarse, porque los ganados que llevó a Santa Inés el ejército del gobierno se perdieron durante el combate.

En la madrugada del 11, el General Zamora no sabía que el enemigo se había retirado; fue poco antes de aclarar que lo supo, y como él mismo saliese fuera de trincheras para persuadirse de la verdad, al convencerse de que la retirada era un hecho, se dispuso para la persecución, comenzando por decirle a uno de sus ayudantes:

Díganle a Juan (se refería al General Falcón) que persiga volando y sin descanso a los godos con toda la infantería, que les pique la retaguardia y los cargue, que yo me voy con la caballería a salirles delante y que por allá nos reuniremos.

Combate de «El Bostero»

Una parte de las infanterías federales, a las órdenes de los Generales Aranguren y Calderón, alcanzó las fuerzas contrarias a la entrada de un monte en el punto llamado El Bostero; antes les había alcanzado Zamora con sus jinetes y las entretenía cargándolas a veces, mientras llegaban sus infanterías; al llegar éstas toma dicho general algunos de los soldados de vanguardia, los monta a la grupa de sus jinetes y se avanza a situarlos en El Bostero, protegidos por el monte; seguidamente se comienza allí un combate entre la retaguardia del ejército del gobierno y la vanguardia de los federales el cual se hace muy reñido, pues de un lado estaban Aranguren, Calderón y otros valientes federales, y por el otro se encontraban el General Ramos, Casas, Rubín y Meneses. Federales y godos tienen pérdidas considerables, particularmente los últimos, quienes rechazados pliegan al fin y continúan su retirada dejando en el campo sus heridos y algunos prisioneros, entre éstos el Comandante O. Meneses, y perdiendo banderas y cargas. Allí fue herido, aunque levemente, el General Ramos, quien siguió con sus tropas a Barinas.

Combate de «El Maporal»

Continuando la retirada, continúa también la persecución, y otra vez la retaguardia del ejército del gobierno es alcanzada, a las cinco de la tarde; allí se traba un nuevo combate en el que se encuentra el General Falcón, y se pelea duramente por espacio de una hora, no habiendo salido peor librados los defensores del gobierno porque ocupaban en un monte espeso ventajosa posición; de ahí que las pérdidas fueron casi iguales de ambas partes. Se continúa la retirada y los restos de aquel ejército perseguido pasan por Toruno al obscurecer y siguen a Barinas, a donde entraron a las siete de la mañana del 12 de diciembre.

El sitio de Barinas

El mismo día 12, formando todo el ejército federal en La Sabana, a la vista de Barinas, apoyado su flanco derecho en el río Santo Domingo y cubierto el izquierdo por las caballerías, ofreció combate, pero no fue ni debió ser aceptado, por lo cual Zamora acampó sus tropas, casi en el mismo punto, pero entre el monte de las orillas del río.

Este General se proponía desprender, como lo hizo, fuerzas considerables de su ejército para que fueran a ocupar las vías que de Barinas conducen a Guanare y a Barinitas, a fin de contener el enemigo si intentaba marcharse por una de dichas vías.

Los sitiados -porque así quedaron los restos del ejército del gobierno- salían a las orillas del río a buscar algunos recursos y hojas para alimentar sus bestias que morían de hambre. Y como también se les quitara en ocasiones el agua por la parte alta de la ciudad, allí también se combatía, y comenzaron aquellos restos a sufrir grandes privaciones y necesidades.

El General Zamora pretendía obligarlos a salir de la ciudad, seguro como estaba de exterminarlos en la persecución; pero los defensores del gobierno hacían grandes esfuerzos para sostenerse y salvarse.

Para el día 19 ya se habían agotado los recursos que existían en Barinas. En los días 21 y 22 se declaró una fiebre perniciosa entre las tropas del gobierno, y naturalmente se alarmaron sus jefes; de ahí que el General Ramos reuniese una junta de los principales del Ejército y que en ella se resolviese abandonar la ciudad y retirarse por la vía de Pedraza a Mérida, única que estaba libre: debía efectuarse la retirada en la noche del 24, con el mayor sigilo.

El General Zamora tendría frente a Barinas como novecientos infantes y cerca de trescientos jinetes; levantó el campamento, formó las fuerzas y entre las tres y cuatro de la madrugada se puso en marcha con ellas y entró en la ciudad poco después de las cuatro. El enemigo llevaba dos horas de ventaja, pero no sabía Zamora la dirección que aquél había tomado, por lo cual hizo un pequeño alto, fuera de la ciudad. Al fin, antes de aclarar, se encontró Zamora con ciertos efectos de soldados y algunos rastros.

Combate de «El Corozo»

Antes de las nueve de la mañana, las caballerías federales habían alcanzado la retaguardia enemiga, como a tres leguas de Barinas; y a poco comenzaron a llegar las infanterías; naturalmente se rompieron los fuegos, comenzándose el combate llamado de “El Corozo”, entre fuerzas casi iguales en número.

Combatiendo personalmente el General Falcón, primero en un flanco y luego en el centro, a la cabeza de algunas fuerzas, a éstas se les agotaron las municiones.

Los rechazos sufridos por las infanterías federales, se debieron no tanto al empuje de sus contrarios cuanto a la falta absoluta de municiones; y de tal modo fue así, que grandes columnas enteras, como las tropas de Aranguren y de Calderón, estaban dos horas y media después de comenzado el combate, formadas en batalla, sin un cartucho, a cierta distancia, porque habían agotado sus municiones combatiendo.

Rechazados los federales en todos los puntos, durante aquel combate, porque se les agotara el pertrecho, lo que no sabían sus contrarios, atribuyéndolo al empuje de sus tropas, a aquellos no les quedó más esperanza de salvación que la llegada inmediata de las fuerzas federales que el General Zamora había situado días antes en los caminos de Barinas a Guanare y a Barinitas, a las cuales desde aquella ciudad les había mandado órdenes para que marchando rápidamente, se le incorporasen. En tal expectativa se le ocurrió al General Zamora prender las sabanas de El Corozo sembradas de paja alta y seca, para interponer así una columna de fuego y humo entre sus tropas impotentes por falta de municiones, y las fuerzas enemigas. Los centralistas no pudieron seguir atacando y menos perseguir a los federales a causa de aquel gran fuego que así devoraba los pajales como los muertos y a algunos heridos.

Cuando llegaron a El Corozo los refuerzos, el General Zamora comenzó de nuevo a perseguir al enemigo con su sorprendente actividad. A las cinco de la tarde ya las caballerías federales habían alcanzado la retaguardia enemiga, hostigándola hasta las seis, que pasó el río Paguey, en donde el Coronel Casas, a pesar de una herida que recibió en El Corozo, se había situado con una fuerza para proteger la llegada y el paso de sus compañeros que habían quedado atrás.

Combate de Curbatí

Aquellos restos del ejército del gobierno anduvieron casi toda la noche del 24 y llegaron a Curbatí; no habían acabado de pasar el río de este lugar cuando les rompieron los fuegos los federales, que otra vez les habían dado alcance.

Desde Curbatí en adelante fue cuando los restos del ejército del gobierno comenzaron a perder más hombres por dispersión, los que en su mayor parte iban cayendo prisioneros. De Curbatí continuó la retirada y siguió la persecución siempre activísima y dirigida en persona por el General Zamora.

Hasta un poco más allá de Curbatí hubo alguna disciplina, subordinación y orden en la retirada, pero de allí en adelante ya el pánico se había apoderado de aquellos destrozados restos, y cada cual hacía lo que quería. El 26 de diciembre fue el último encuentro de los federales con un grupo de sus contrarios, pero no hubo sino tiros sueltos y aprehensión de dispersos, entre éstos algunos jefes y muchos oficiales, en su mayor parte personas notables de Caracas, de Carabobo y Coro. Cesó la persecución, como a cuatro o cinco leguas de Curbatí, en plena montaña, en la vía tan difícil y escabrosa que por los Apartaderos conduce a Mucuchíes y a Mérida.

Los federales, y a su frente Zamora, el héroe de aquellas brillantísimas jornadas que causaron asombro, realizadas en diez y seis días, volvieron a Barinas cubiertos de gloria. El Ejército vencido había perdido en los distintos combates entre muertos, heridos, prisioneros y dispersos, dos mil quinientos hombres; y perdió también su artillería, bestias, cargas, equipajes, archivo, instrumentos, banderas, botiquines y más de dos mil fusiles. Apenas si llegaron a la ciudad de Mérida, del ejército que fue a Santa Inés, poco más de cuatrocientas personas, jefes, oficiales y tropa, de las cuales había algunos heridos”.

Al ejército del gobierno le faltó general, jefes principales, y por consiguiente habilidad y previsión, en cambio les sobró valor; más esta gran dote, sin las otras, no puede producir sino derramamiento de sangre y el sacrificio de la causa que se defiende.

Análisis de la batalla

Pocos documentos permiten conocer lo que sobrevino en Santa Inés en base a los planes emitidos por Zamora; no existen “partes” de batalla. Los testimonios existentes son exclusivamente narrativos, escritos a posteriori, evidentemente afectados por juicios de valor, con escasa explicación disciplinada.

Cotejando e interpretando los precipitados documentos al calor del momento psicológico de entonces hemos obtenido las siguientes conclusiones:

  • El Comandante Zamora planificó y ejecutó la acción retardatriz de Santa Inés en forma magistral: la ubicación, distribución y coordinación que hizo de todas y cada una de las posiciones de retardo, le permitieron burlar al enemigo y enardecerlo para después infligirle el máximo castigo.
  • El Comandante Zamora estudió militarmente el terreno donde pensaba ejecutar su plan de operaciones; inferimos que tomó su decisión luego de repasar mentalmente todas las áreas posibles y de efectuar reconocimientos exhaustivos en muchas de ellas. A la postre se quedaría con la mejor.

Las fuentes históricas coinciden en que explotó al máximo los obstáculos naturales del terreno tales como bosques, áreas pantanosas y quebradas y, donde no existían aquellos, ordenó construir trincheras que en conjunto le permitieron estructurar un laberinto inexpugnable únicamente descifrable por él y sus Comandantes subordinados.

Es muy probable, según análisis de resultados parciales de la operación, que Zamora hubiese planificado incluso hasta el tiempo que el enemigo debía ser detenido delante de cada una de las trincheras que estructuró como posiciones retardatrices. En lo que se refiere a la organización de su unidad para el combate, el Comandante Zamora se ciñó -seguramente por paralelismo cultural que evidencia su imaginación creadora- a ciertas reglas que conocemos hoy como postulados de la disciplina militar.

Fuentes