Cueva de Altamira (España)

Cueva de Altamira
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La cueva de Altamira está situada en el municipio de Santillana del Mar, Cantabria (España), muy cerca de la capital municipal. En ella se conserva uno de los ciclos pictóricos más importantes de la Prehistoria. Pertenece a los períodos Magdaleniense y Solutrense, dentro del Paleolítico Superior. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985. Es considerada "la capilla sixtina" del arte rupestre. Es además desde 2007, uno de los 12 Tesoros de España.
UbicaciónBandera de España España
Fecha de descubrimientoEn el año 1868 por un cazador, llamado Modesto Cubillas.

Cueva de Altamira. Situada en las proximidades de Santillana del Mar, Cantabria, España, población que por sí sola es una joya artística. En ella se conserva uno de los ciclos pictóricos más importantes de la Prehistoria. Pertenece a los períodos Magdaleniense y Solutrense, dentro del Paleolítico superior. Su estilo artístico constituye la denominada escuela franco-cantábrica, caracterizada por el realismo de las figuras representadas.

Descubrimiento

Descubierta en el año 1868 por un cazador, llamado Modesto Cubillas. El cual descubrió la entrada a al cueva al intentar liberar a su perro, que estaba atrapado en las grietas de unas rocas por perseguir a una pieza. Aunque la noticia no sorprendió debido a que el lugar es un terreno kárstico, caracterizado por poseer ya miles de grutas, así que una más, no supuso ninguna novedad. En un principio se la llamó la cueva de Juan Montero.

Este hombre era un aparcero y avisó a Marcelino Sainz de Sautuola al que también se debe la introducción del eucalipto en los bosques de Cantabria, para quién trabajaba. No obstante, Marcelino, erudito en paleontología, no la visitó hasta 1875. La recorrió en su totalidad y reconoció algunos signos abstractos como rayas negras repetidas, a las que no dio ninguna importancia, por no considerarlas obra humana. Cuatro años después, en el verano de 1879, teniendo la sensación de que debía de haber algo, volvió Sautuola por segunda vez a Altamira, en esta ocasión, acompañado por su hija María de nueve años. Tenía interés en excavar la entrada de la cueva con el objeto de encontrar algunos restos de huesos y silex.

El descubrimiento lo hizo en realidad la niña. Mientras su padre permanecía en la boca de la gruta, en busca de evidencias arqueológicas, ella se adentró hasta llegar a una sala lateral. Allí vio unas pinturas en el techo, y corrió a decírselo a su padre. Santuela, a la luz de una antorcha, quedó sorprendido al contemplar el grandioso conjunto de pinturas de aquellos extraños animales que cubrían casi la totalidad de la bóveda. Inmediatamente los relaciona con la prehistoria y el hombre del cuaternario.

Al año siguiente, 1880, Sautuola publica una breve nota titulado breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos. En él sostenía el origen prehistórico de las pinturas e incluía una reproducción gráfica. Expuso su tesis al catedrático de geología de la universidad de Madrid, Juan Vilanova, que las acogió como propia. Aunque su verdadera importancia no se reconoció hasta veinte años después de descubiertas y de dar cuenta de ello públicamente en medios internacionales.

Este descubrimiento supuso el primer conjunto pictórico de gran extensión conocido en el momento. Tal descubrimiento determina que el estudio de la cueva y su reconocimiento levante toda una polémica respecto a los planteamientos aceptados en la ciencia prehistórica del momento. El realismo de las escenas provocó, un debate en torno a su autenticidad. Su reconocimiento como una obra artística realizada por hombres del Paleolítico supone un largo proceso en que se van a ir definiendo los estudios sobre la Prehistoria.

Su valor será avalado por los frecuentes hallazgos de otras piezas de arte similares en numerosas cuevas europeas. A finales del siglo XIX, principalmente en Francia, se descubrieron pinturas rupestres innegablemente asociadas a las estatuillas, relieves y huesos grabados aparecidos en niveles arqueológicos paleolíticos, unidos a restos de animales desaparecidos (mamut, reno, bisonte, etc.)

Descripción de la cueva

Relativamente pequeña, solo tiene 270 metros de longitud y de trazado irregular. Presenta una estructura sencilla formada por una galería con escasas ramificaciones. Se definen tres zonas:

  • La primera está formada por un vestíbulo amplio, iluminado por la luz natural y fue el lugar preferentemente habitado por generaciones desde comienzos del Paleolítico superior y su galería.
  • La segunda es la gran sala de pinturas policromas, a tan solo 30 metros de la entrada, apodada “Capilla Sixtina del Arte Cuaternario”.
  • La tercera,en ella existen otras salas y corredores en los que también hay manifestaciones artísticas de menor trascendencia.

Se ha estudiado atentamente para descubrir su significado, su técnica, etc. Su bóveda o sala de las pinturas sigue manteniendo los 18 metros de largo por los 9 de ancho, pero su altura originaria (entre 190 y 110 cm.) se ha aumentado al rebajarse el suelo para facilitar la cómoda contemplación de las pinturas.

El animal más representado es el bisonte. Hay 16 ejemplares de diversos tamaños, posturas y técnicas pictóricas. Se observan junto a caballos, ciervos y signos tectiformes. Aparte de los bisontes merecen destacarse dos jabalíes, una gran cierva de 2,12 metros de longitud, varias manos y ocho antropomorfos grabados. Los colores más usados fueron el negro, el rojo, el amarillo, el pardo y algún tono violáceo.

Los grabados antropomorfos, podrían ser trampas, laberintos o alusiones sexuales a la fertilidad y fecundidad. Los útiles de piedra, hueso o asta encontrados en el vestíbulo, que fue utilizado como lugar de habitación proceden sobre todo de las capas correspondientes al solutrense superior y al magdaleniense inferior.

Algunos de estos animales fueron ya extinguidos en Europa pues eran propios del clima frío. En Altamira concretamente, los bisontes son los animales mas representados y aparecen de pie, mugiendo, echado, con la cabeza vuelta. Etc. Casi todos están concentrados en el espectacular techo de 18x9 metros. El artista los pinta muy realistas, con muchos detalles (hocico, ojos, cuernos, pelaje, sexo, pezuñas, rabo, etc.) los conoce muy bien en su anatomía y comportamiento ya que los caza para comérselos. En un alarde de perfeccionismo, el pintor aprovecha los salientes naturales de la roca para pintar encima los bisontes y obtener un realismo absoluto con la sensación de relieve que se produce.

El bisonte encogido es una de las pinturas más expresivas y admiradas de todo el conjunto. Está pintado sobre un abultamiento de la bóveda. El artista ha sabido encajar la figura del bisonte, encogiéndolo, plegando sus patas y forzando la posición de la cabeza hacia abajo. Todo ello destaca el espíritu de observación naturalista de su realizador y la enorme capacidad expresiva de la composición.

La gran cierva, la mayor de todas las figuras representadas. Manifiesta una perfección técnica magistral. La estilización de las extremidades, la firmeza del trazo grabado y el modelado cromático le dotan de un gran realismo. No obstante, acusa en su factura algo pesada, una cierta deformación. Seguramente originada por el cercano punto de vista del autor. Debajo del cuello de la cierva aparece un pequeño bisonte en trazo negro.

El caballo ocre, situado en uno de los extremos de la bóveda, fue interpretado por Breuil como una de las figuras más antiguas del techo. Este tipo de pony debió de ser frecuente en la cornisa cantábrica; pues también está representado en una cueva descubierta en 1968 en Ribadesella y muy posiblemente sea de la misma tipología que el representado en la cueva de los Casares en la provincia de Guadalajara.

Patrimonio de la Humanidad

Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985. Es considerada "la capilla sixtina" del arte rupestre. Es además desde 2007, uno de los 12 Tesoros de España.

Véase también

Véase también

Fuentes

  • «Cueva de Altamira», artículo publicado en el sitio oficial de la UNESCO.
  • Balanzá, M.; y otros (1992): Ibérica. Reino de España: Editorial Vicens-Vives, 1992.
  • Madariaga de la Campa, Benito (2000): Sanz de Sautuola y el descubrimiento de Altamira. Santander (Reino de España): Fundación Marcelino Botín, 2000.
  • Sánchez Pérez, Rafael (2010): Apuntes biograficos sobre Miguel Rodríguez Ferrer. Sevilla (Reino de España): Padilla Libros, 2010.