Lenguas amerindias

Lenguas Amerindias
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El conjunto de las lenguas amerindias es una controvertida propuesta de familia de lenguas, más exactamente una macrofamilia, propuesta por el lingüista Joseph Greenberg en 1986 para la clasificación de las lenguas indígenas de América, obtenido por medio de su método de comparación léxica masiva (las otras dos familias son las más aceptadas lenguas na-dené y las lenguas esquimo-aleutianas). Estas tres agrupaciones representarían tres olas migratorias distintas de acuerdo con la propuesta de Greenberg, la primera de las cuales correspondería al pueblo amerindio, también llamado paleoamericano o paleoindio por los estudiosos de la América precolombina. Todas las lenguas excluidas de las familias Na-Dené y esquimo-aleutiana forman parte de la macrofamilia amerindia. Esta propuesta fue publicada en el libro The Settlement of the Americas (1986).

Las lenguas amerindias se hablaban en toda América, desde Canadá hasta el extremo meridional de Sudamérica, hasta la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, que impusieron las lenguas indoeuropeas, dominando hoy el inglés, el español y el portugués.

Hablantes

En los últimos 500 años se ha producido una desaparición de dichas lenguas, estimándose que, de las miles que existieron, hoy en día se reducen a unas 600 lenguas habladas por 28 millones de personas. Hoy en día el quechua es la lengua amerindia más hablada, con 8 millones de hablantes en Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia. El guaraní es el segundo más hablado con casi la misma cifra en Paraguay, Brasil y Argentina. Otras lenguas importantes son el aimara, el náhuatl o azteca y el maya quiché.

Críticas contra la hipótesis amerindia

La propuesta de Greenberg es generalmente descartada por histórico-lingüistas por dos razones:

  • El método de la comparación léxica masiva es célebre porque no permite distinguir las similitudes originadas por una relación histórica entre determinados idiomas y porque no ofrece medios de distinción entre similitudes por contacto histórico y por común descendencia.
  • Los datos con los cuales se realizó el estudio incluyen un gran número de errores. Los expertos que han revisado los fallos relativos a las lenguas en las cuales son expertos estiman por lo común que cerca de la mitad del mismo conjunto es incorrecto. En algunos casos, el conjunto de datos completo es erróneo.

Existe un problema aún mayor. El autor utilizó fuentes oscuras o muy antiguas, sin adecuarse a los estándares académicos. Por ejemplo, no ofreció citas de los datos empleados por lo que resulta casi imposible verificarlos. Frecuentemente para cada familia, Greenberg y Ruhlen escogen una lengua concreta donde ven mayor parecido léxico, en lugar de reconstruir adecuadamente la protolengua de la familia en cuestión que sería un procedimiento más seguro, para las grandes familias dado el elevado número de lenguas resulta fácil encontrar una palabra que muestre por azar mayor parecido, por esa razón la comparación léxica practicada por estos autores ha sido muy criticada.

Campbell (1979, 1997) critica que se escoja arbitrariamente entre las lenguas de una familia, porque dado el elevado número de lenguas en una familia, siempre resulta más fácil encontrar parecidos al azar de una muestra grande que si se restringe rigurosamente la elección a las formas reconstruidas para la protolengua mediante el método comparativo. Además Greenberg y Ruhlen no siempre escogen las mismas formas del pronombre si no que en ocasiones consideran las formas libres, en ocasiones los posesivos y en ocasiones las marcas de persona en el verbo; eso aumenta todavía más la libertad de elección y las posibilidades de cometer un error de tipo II.

La hipótesis amerindia no ha recibido, como se ha mencionado anteriormente, aceptación general por parte de los lingüistas que trabajan en lingüística histórica. El rechazo es particularmente notorio entre los especialistas en lenguas autóctonas americanas. Esta técnica generalmente se considera inapropiada porque es incapaz de distinguir las semejanzas debidas al azar de las semejanzas debidas a un parentesco histórico genuino, y por tanto los resultados basados en ella se consideran inconcluyentes.

Además de estas críticas generales, varios autores han señalado un gran número de errores particulares a la hora de citar los datos: formas erróneas, glosas equivocadas, segmentación morfológica injustificada, equivocación de los nombres de las lenguas y mención de formas completamente espurias.

Otro problema mayor aún es que contrariamente a la práctica usual de los especialistas, no se dan citas o referencias para los datos, que en la mayoría de los casos provienen de lenguas para las que no existe una fuente estándar o reconocida. Además, Greenberg no estandariza la transcripción fonológica de los datos, con lo cual es imposible saber -a menos que se conozca la fuente original- qué valor fonológico dar a cada signo.

Evidencia en favor de la hipótesis amerindia

La hipótesis amerindia, consistente en la afirmación de que las lenguas indígenas americanas, excepto las eskimo-aleutianas y las na-dené, constituyen una unidad filogenética bien definida ha encontrado apoyo sobre todo entre los discípulos de Greenberg. Merritt Ruhlen, por ejemplo, ha intentado proporcionar más evidencias en favor de esta controvertida hipótesis.

La hipótesis lingüística de Greenberg desarrollada mediante la comparación léxica masiva se sustenta en otra hipótesis: la del origen común de los amerindios, demostrado en los estudios genéticos y las comparaciones dentales, que expuso con Christy Turner y Stephen Zegura. Ruhlen se muestra escéptico ante la idea de que las lenguas americanas se dividan en nada menos que unas 200 familias entre las que no pueda probarse ninguna afinidad.

Para sugerir los posibles cognados, Greenberg y Ruhlen analizan unas 910 formas etimológicas, varias de las cuales se remotarían al proto-amerindio. La evidencia arqueológica indicaría que la colonización de América, la cual parte de Alaska y llega hasta el extremo sur del continente, habría tomado solo unos mil años. Así pues, formas importantes del proto-amerindio como *t’ina, *t’ana y *t’una, que corresponderían a 'hijo', 'niño'(a) e 'hija' respectivamente; constituirían un respaldo lingüístico para esta rápida expansión, tal como se muestra en la tabla siguiente:

Subgrupos amerindios según Greenberg y Ruhlen

La clasificación interna de un grupo de lenguas es un asunto generalmente más complicado que establecer la relación genética de un grupo de lenguas. Las clasificaciones más conservadores identifican más de 100 familias de lenguas amerindias y un buen número de lenguas no clasificadas en ninguno de los anteriores grupos. Las relaciones de largo alcance entre todas estas familias siguen siendo conflictivas. Greenberg (1987) y Ruhlen proponen una clasificación interna de las lenguas indígenas de América, que resulta tan controvertida como la propuesta de que todas esas lenguas constituyen una familia lingüística convencional.

Genética de poblaciones e hipótesis amerindia

Desde finales del siglo XX, ha existido un interés en comparar la clasificación lingüística y la clasificación genética de las lenguas humanas, ya que todo indica que en muchas regiones existe un alto grado de correspondencia entre ambas clasificaciones. En esa línea Greenberg (1987) ha sugerido que los tres grupos lingüísticos que él identifica en América (amerindio, na-dené y eskimo-aleutiano) representan tres migraciones diferentes a América y argumentado que existe evidencia antropométrica y genética que apoya el origen genético diverso de estos tres grupos. Si bien muchos estudios genéticos de las poblaciones americanas han usado la clasificación de Greenberg como hipótesis base.

Sin embargo los estudios genéticos más profundos y actualizados, tanto a nivel autosómico (genoma), mitocondrial y del cromosoma Y, apoyan la teoría de los tres procesos migratorios que poblaron América, (ver historia genética de los amerindios) en donde el conjunto más importante de poblaciones indígenas tienen un origen común a pesar de la diversidad lingüísitica y la separación geográfica.

Genética autosómica y proteica

Diversos estudios genéticos diferencian a los indígenas americanos en los 3 grandes grupos aunque no uniformemente enunciados. Un estudio de 14 locus genéticos encontró que poblaciones atabascanas (na-dené) están más cercanos a esquimales y chukchis que a los pueblos algonquinos (Szathmary 1981 y 1985).

Fuente

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