Pedro Nava

Pedro Nava
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Nombre completoPedro da Silva Nava
Nacimiento5 de junio de 1903
Juiz de Fora, Minas Gerais Bandera de Brasil Brasil
Defunción13 de mayo de 1984
Río de Janeiro, Bandera de Brasil Brasil
OcupaciónEscritor, poeta, memorialista y médico.
CónyugeAntonieta Penido.

Pedro Nava. Médico, escritor, poeta y memorialista brasileño. Su obra autobiográfica captura el espíritu de su tiempo y traza un panel de la cultura brasileña del siglo XX.


Síntesis biográfica

Pedro da Silva Nava nació en Juiz de Fora, Minas Gerais, el 5 de junio de 1903. Hijo del médico cearense José Pedro da Silva Nava y de la minera Diva Mariana Jaguaribe Nava, estudió en el Colegio Andrés, en Juiz de Fora. En 1911, se mudó con su familia a Río de Janeiro. El 30 de julio, queda huérfano de padre. Ese mismo año, regresó con su madre y hermanos a Juiz de Fora. En 1913 se trasladó a Belo Horizonte, donde ingresó al Gimnasio Anglo-Brasileño. En 1916, Pedro se fue a vivir a Río de Janeiro, en la casa de sus tíos Antonio y Alice Sales. Se matriculó en el curso de Humanidades en la Escuela Pedro II, donde se graduó en 1920. En 1921, regresó a Belo Horizonte, donde ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Minas Gerais. Desde muy joven, Pedro Nava demostró su talento literario y artístico como diseñador. Sus primeros poemas aparecieron en la década de 1920, cuando formó parte del «Grupo do Estrela», formado por jóvenes que estudiaron en Belo Horizonte, como Carlos Drummond, Milton Campos, Cyro dos Anjos, entre otros, que introdujeron el Modernismo en Minas Gerais. La prima de Rachel de Queiroz, durante la agitación modernista en Minas Gerais, conoció a Oswald de Andrade, Mario de Andrade y Tarsila do Amaral. Pedro Nava trabajó en la Secretaría de Salud y Asistencia del Estado de Minas Gerais. Colaboró con «A Revista», una publicación del grupo modernista de Minas Gerais. En 1928 ilustró la obra Macunaíma de Mário de Andrade. En 1928, después de graduarse, comenzó a dedicarse casi exclusivamente a su profesión. En 1933 se trasladó a Río de Janeiro. Fue miembro de la Sociedad de Medicina y Cirugía de Río de Janeiro, profesor libre de la Universidad de Brasil, director del Hospital Carlos Chagas, miembro del Consejo Editorial de la Revista Médica Municipal, miembro del Instituto Brasileño de Historia de la Medicina. En 1943 se casó con Antonieta Penido. En 1946, Manuel Bandeira recopiló algunos poemas y los publicó en la Antología de los poetas bisexuales brasileños. Pero sólo con la tardía publicación de «Baú de Ossos» 1972 Pedro Nava se unió a los demás escritores. Este sería el primero de los siete libros que conformarían su obra y recrearían el género literario de la memoria en Brasil. En «Baú de Ossos», cuando tenía casi 70 años, con un toque de poesía, gracia e ironía, Nava cuenta la trayectoria de su numerosa familia desde al menos la llegada al país de un pionero procedente de Italia, y habla extensamente de sus ramas mineras y del noreste. Sus siete volúmenes son sobre todo una vasta maraña de casi un siglo de rica vida nacional. Cada volumen posterior contribuyó a proyectarlo aún más como un memorialista importante. En «Balão Captivo» 1973, que tiene lugar en su mayor parte en la entonces capital, Río de Janeiro, el escritor trata sobre la infancia y la vida escolar. También escribió: «Chão de Ferro»1976, «Beira Mar» 1978, «Galo-das-Trevas» 1981, «O Círio Perfeito» 1983 y «Cera das Almas», que dejó inconclusa cuando se disparó en la cabeza tras recibir una misteriosa llamada telefónica. El trabajo fue publicado a título póstumo en 2006.


Las lecciones de historia del Dr. Pedro Nava

Memorialista aborda los avatares de la formación de los médicos en Brasil. En el marco de las conmemoraciones del centenario del nacimiento del médico y memorialista Pedro Nava (1903-1984), una buena nueva: la reedición de Território de Epidauro, agotado desde hacía ya mucho tiempo. Publicado en 1947, circuló entre los médicos y entre un público restringido. Pese a que esos ensayos abordan temas relativos a la historia de la medicina brasileña, no podemos leer este libro hoy en día sin compararlo con sus Memórias (1972-1983). Al delinear los orígenes de nuestra medicina, con su prosa envolvente, Nava procura comprender cuáles son las vicisitudes de la formación de los médicos en el país y el comportamiento peculiar de los enfermos. Para evaluar la eficacia de una medicina, enseña, deben conocerse las creencias de la población a la cual ésta se dirige. Ambas son, por tanto, manifestaciones de la misma cultura, y, de este modo, mantienen entre sí nexos, aun cuando en principio parezcan incongruentes. Si la medicina empezó a imponerse entre nosotros como “actividad científica” a partir del siglo XIX, bajo el influjo de Francia, no significa que no haya existido antes. Al contrario, hubo varias artes de cura, y el crédito de tal florecimiento sería, de acuerdo con Nava, de los colonizadores que trajeron de Portugal los saberes dichos populares y eruditos. La cuestión radica en que durante mucho tiempo las dos instancias compartieron los mismos secretos y formulaciones. Era una medicina preocupada en curar los males físicos, pero encarándolos como obra de la ira divina o de la astucia demoníaca. Por tanto, junto a las recetas útiles, probadas y aprobadas, se encuentran prescripciones dictadas por la superstición y por concepciones sobrenaturales de las enfermedades. De allí los diversos rituales de purificación asociados a la ingestión del medicamento, algunos revestidos incluso con “aureola de sacrificio”, como la 24ª receta del manuscrito del final del siglo XVIII y comienzos del XIX del portugués que vivió en Paracatú y de quien Nava nos muestra la transcripción al final del ejemplar. Creencias entrañadas en nosotros como consecuencia de la escasez crónica de médicos académicos, la gran extensión territorial, la dificultad para importar medicamentos y el largo viaje que los inutilizaba, abriendo así el terreno para la penetración de una medicina “fabulosa, irreal y absurda”. En contrapartida, en el siglo XIX la medicina moderna fue introducida en el país siguiendo los moldes de la escuela médica francesa, con la enseñanza sistemática de la fisiología, la patología y la clínica general. Enseñanza basada en un “espíritu de escuela” que, entretanto, la medicina contemporánea ha perdido en nombre de la especialización. Si el médico no debe olvidar que la medicina es oriunda de la experiencia “de aquellos primeros que se convirtieron en médicos a través del razonamiento: “ya vi alguna afección igual que fue curada con tal remedio”, no tiene sentido, según Nava, adoptar el análisis del “detalle organicista y local” en detrimento de una “concepción del organismo como un conjunto funcional sinérgico y global”. La especialización es fructífera únicamente cuando concentra una base teórica por medio del aprendizaje constante e integral, en un conjunto de áreas afines, teniendo en la mira siempre al individuo como un todo. Observaciones pertinentes aún hoy en día, cuando los avances de la información genética y digital tienden a desembocar en la obsolescencia del cuerpo humano. ¿Qué desean los enfermos cuando consultan a un médico? De acuerdo con Nava: atención, bienestar, confianza y, evidentemente, la cura para sus males. No son, por lo tanto, muy diferentes que aquellos griegos antiguos que se dirigían a Epidauro, buscando la intercesión de Esculapio. Território de Epidauro tiene mucho que enseñarles a los médicos, pero también a los historiadores y a todos aquéllos que se dedican a los estudios literarios, por su dimensión humana en ésta, nuestra época, plagada de tragedias.


Fuentes