Realengo 18 (El Salvador)

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Realengo 18
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Acta de la reunión efectuada el día 3 de agosto de 1958 por la Delegación Campesina "José Martí" del Realengo 18.
Fecha:5 de agosto de 1796-1 de enero de 1959
Lugar:municipio El Salvador,
provincia de Guantánamo,
República de Cuba Bandera de Cuba
Descripción:
El realengo 18 constituye, sin lugar a duda, el más alto exponente de las luchas campesinas en Cuba hasta la victoria revolucionaria.
Resultado:
Firma del Acta de La Lima
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba
Líderes:
Lino de las Mercedes Álvarez
Ejecutores o responsables del hecho:
Campesinos asentados en aquellas tierras del municipio El Salvador


Realengo 18 es una localidad ubicada al noroeste del municipio El Salvador, en la provincia Guantánamo (Cuba).

La zona, sufrió el asedio de los latifundistas y del aparato gubernamental a su servicio. Fue escenario de prolongadas y organizadas luchas agrarias.

Los campesinos (algunos son descendientes de mambises), se asentaron en aquellas tierras por el derecho consuetudinario que heredaron de sus padres y abuelos. Lino de las Mercedes Álvarez fue líder del movimiento campesino de la zona. Se enfrentó a los abusos de la Guardia Rural y jamás se dejó sobornar.

Los realengos

Cuando los españoles colonizaron Cuba, repartieron las tierras en grandes haciendas circulares. En el sitio donde coincidían los linderos de tres grandes fincas, quedaba siempre un espacio libre, semejante a un triángulo. Esos espacios libres devienen, con el tiempo, tierras no repartidas, en teoría, propiedad de la corona española. A ellas se les llamó "realengos" y desde la colonia, se autorizó a blancos pobres, negros y mulatos libres, a establecer en ellos sus sitios de labor. El 5 de agosto de 1796 el rey de España, Carlos IV, dictó una real cédula que autorizó a Don Joaquín Nicolás Beltrán, Conde de Jaruco y de Mampox, a descubrir y mesurar a favor de Su Majestad las tierras realengas situadas en un radio de diez leguas hacia el noroeste, tomando como punto de partida el entonces caserío de Guantánamo, asentado a la entrada de la bahía de igual nombre. EI 23 de noviembre del propio año, se notificó la existencia de El Realengo 18, aunque el resultado del deslinde se dio a conocer el 12 de agosto de 1864. Había 478 caballerías y 27.854 varas cuadradas, 159 caballerías del tercio se otorgaron al Conde y 318 fueron declaradas realengas. En las tierras realengas, se establecieron familias que durante siglos vivieron en esos terrenos. Pero, entrado el siglo XX, y durante la República Neocolonial, las compañías latifundistas, fundamentalmente norteamericanas, comenzaron a codiciarlos por la fertilidad de sus suelos, útil para la siembra de caña y la existencia de abundantes árboles maderables. Los latifundistas y compañías extranjeras intentaron arrebatar las tierras a los campesinos, a través de la compra e intimidación, a pesar de que algunos habían legalizado sus tenencias e incluso aparecían sus títulos de propiedad en los juzgados.

Ubicación geográfica

Colinda por el Norte con la Sierra de Tiguabos, por el Sur con Arroyo Piedra, por el Este con la hacienda de Marcos Sánchez y por el Oeste con Belona, cuyas tierras fueron segregadas a favor del demandante.

Montañas del Realengo 18

Población

Si bien la población de El Realengo 18 registró su mayor auge en las primeras décadas del siglo XX, es obvio que desde la culminación de la gesta de 1868, en virtud del Pacto del Zanjón numerosas familias campesinas, en su mayoría mambisas, comenzaron a asentarse en sus tierras.

El inicio de la era republicana y el reconocimiento oficial de la existencia de El Realengo, lejos de representar para sus moradores la garantía del tranquilo disfrute de las tierras ocupadas, marcaron una larga y angustiosa etapa de desalojos, atropellos y desmanes.

Disputas por el reparto

Entre los pretendientes de la rica región sobresalieron la Compañía Azucarera Oriental Cubana La Esperanza, la Maisí S.A y la Corralillo S.A.

Frente a los reiterados abusos de la Guardia Rural para garantizar la explotación de la riqueza maderera de El Realengo, se distinguió la actitud enérgica y viril del Consejo de Veteranos de Guantánamo, presidido por el teniente José García López, que se solidarizó con los realenguistas y denunció los sistemáticos atropellos y compleja situación que atravesaban.

Después de un tortuoso y prolongado proceso se dispuso la cancelación de la inscripción de El Realengo como tierra del Estado. Esta resolución, se dictó en julio de 1905, causó efecto el 1 de diciembre del propio año.

Procesos judiciales

Durante toda la década de 1920, el gobierno no hizo otra cosa que “investigar” si el Realengo era propiedad del Estado o no, a pesar de los documentos probatorios de sus derechos.

A esta situación, se unió la lucha contra los intereses representados por The Royal Bank of Canadá, que se había apoderado de las propiedades de los hacendados cubanos arruinados, y continuaba con sus aspiraciones de extender sus propiedades a través de préstamos hipócritas.

El banco cometió arbitrariedades y atropellos, envió a sus empleados a instar a los campesinos a suscribir contratos de arrendamientos. Ante sus negativas, utilizó el sistema de acusarlos por desmontes y otros motivos, valiéndose de la complicidad de las parejas de la Guardia Rural y el apoyo de las autoridades.

Los realenguistas no contaron con una organización que los representara y aglutinara para enfrentar las embestidas de la geofagia. No obstante, se opusieron a quienes pretendían desalojarlos y a la tala indiscriminada de los bosques.

De tal magnitud fueron sus denuncias y resistencia que no sólo volvieron a contar con el apoyo del Consejo de Veteranos de esa ciudad y de los sectores más progresistas de Guantánamo, sino que lograron que el 9 de diciembre de 1920 El Realengo fuera nuevamente registrado como tierra del Estado.

Sin embargo, el 25 de mayo de 1932, se ordenó nuevamente la cancelación del Realengo 18, que cumplió el registro de la propiedad el 19 de julio de 1934. Así quedaron borrados por segunda vez los derechos del Realengo, por disposición del Tribunal Supremo.

Si la actuación del Ministerio Fiscal era reprochable, no menos lo era la sentencia del Tribunal Supremo, que favorecía los intereses del latifundismo en perjuicio de los del Estado, y probó el carácter clasista de los tribunales de la época al servicio de los latifundistas nativos y las compañías norteamericanas.

Con el fallo del Tribunal Supremo, terminó el período legalista que se caracterizó por la resistencia de los campesinos a los intereses de los latifundistas de desalojarlos de sus tierras a través de gestiones judiciales y se originó una situación revolucionaria.

Desalojos

En el transcurso de la década de 1920 tuvieron lugar numerosos desalojos en aquella zona oriental. Por ejemplo:

  • En 1927, la San Benito Company desalojó a ocho campesinos en el cuartón Limonar y arrancó con bueyes sus bohíos. La apelación ante los tribunales de justicia solo sirvió para que los reclamantes fueran condenados a treinta y un días de cárcel por usurpación de terrenos, quedando sus familiares a la intemperie y en el más absoluto desamparo.
  • En 1927 la compañía presentó demanda de desalojo contra 27 vecinos del cuartón de José Grande. El Juzgado de Instrucción la declaró sin lugar, las tierras eran del Estado. Los campesinos, pidieron al gobierno que practicara el deslinde y sacara a subasta su arrendamiento, luego comprendieron que esta sería adjudicada a la Compañía. (1)
  • En 1928, Federico Almeida intentó desalojar a varios campesinos, entre ellos a Francisco Charón. La resistencia del recio campesino, apoyado por numerosos vecinos, hizo que el alguacil del juzgado se hiciera acompañar por ocho parejas de la Guardia Rural para poder practicar el desalojo. Tras la retirada del alguacil y los soldados, Charón se instaló de nuevo en su vivienda y allí continuó defendiendo su derecho a vivir en ella.

Líder

Cuando Federico Almeida quiso utilizar como instrumento a uno de sus empleados, el carretero y Quimbuelero Lino de las Mercedes Álvarez, sin proponérselo, dotó al movimiento de los realenguistas del dirigente y conductor que necesitaban.

¿Quién era este hombre, de piel oscura y estatura pequeña que había tenido el coraje de decir al mensajero enviado por el poderoso magnate: “Dígale, usted a Don Federico que yo vine aquí a arrear quimbuelos y no a desalojar a nadie”?, y desde entonces unió su suerte a la de quienes luchaban por el derecho a cultivar la tierra.

Bajo su guía podían emprender batallas de mayor envergadura. Las incipientes y aisladas asociaciones campesinas, se extendieron a todos los cuartones de El Realengo. Su existencia y consolidación hizo posible la vertebración del movimiento de resistencia a una escala superior y surgió la Asociación de Productores Agrícolas de El Realengo 18.

Medidas adoptadas

La primera y más importante medida adoptada por los campesinos, bajo la dirección de Lino, fue fortalecer su organización. La delegación de vecinos se transformó en Asociación de Productores Agrícolas de El Realengo y sus Colindancias.

Así los realenguistas 18 mancomunaban su lucha con los vecinos de las zonas aledañas, en su mayoría precaristas también amenazados del desalojo. Se procedió a fortalecer la organización en los diferentes cuartones y se amplió, con la representación de estos, la junta directiva, a partir de entonces “Estado Mayor”. En cada cuartón se creó un destacamento formado por cincuenta o sesenta hombres que mantenían guardia permanente y estaban listos para trasladarse de inmediato donde su presencia fuera necesaria.

Enfrentamientos

consigna: “Tierra o Sangre” (1934).

El 3 de agosto de 1934 ocurrió el primer enfrentamiento. Ese día el ingeniero Félix Barreras, acompañado por un grupo de peones agrícolas, pretendió comenzar un deslinde en Charco de los Palos, pero fue detenido por uno de los destacamentos campesinos.

Los realenguistas cursaron telegramas a las autoridades denunciando el hecho y expresándoles su decisión de impedir el deslinde. Una manifestación de cuatrocientos jinetes avanzó en protesta hacia la ciudad de Guantánamo, donde no se les permitió la entrada. No obstante, lograron que una representación fuera recibida por las autoridades municipales.

El 20 de octubre, el ingeniero González, contratado por una de las compañías, acompañado por el cabo Danger y varios soldados, intentó iniciar el deslinde en el cuartón El Saíto. Nuevamente fueron detenidos por un contingente de realenguistas. Lo numeroso del grupo y la firmeza de su determinación, hizo que el militar solicitara refuerzos al escuadrón de Guantánamo. Al llegar estos decidió continuar la trocha; pero el contingente campesino también se había incrementado.

Muy pronto circuló por todo el país la noticia de la situación creada en El Realengo. La propia prensa burguesa, encabezada por el Diario de la Marina, aunque tergiversando los acontecimientos, no tuvo otra alternativa que reflejar en sus páginas lo que allí sucedía, exhortando al gobierno y, de forma especial, al ejército a “imponer el orden” y acabar con la “anarquía” entronizada por los realenguistas.

Cuando el coronel Fulgencio Batista, entonces jefe del ejército y “hombre fuerte” del país en virtud del cuartelazo del 4 de septiembre de 1933, proclamó, colérico, que en El Realengo “habría deslinde o habría sangre”, los realenguistas respondieron con su histórica la consigna de “Tierra o Sangre”, patentizando así su decisión de defender a toda costa la tierra en la que obtenían el sustento familiar.

Enfrentamiento donde surge la consigna: Tierra o Sangre.

Alrededor de El Realengo comenzó a tenderse un cerco militar. Centenares de soldados, en zafarrancho de combate, se apostaron en los más estratégicos lugares de acceso a las tierras en litigio. Todo auguraba una ofensiva militar en gran escala.

Entre septiembre y octubre varios representantes del gobierno entraron a El Realengo para convencer a Lino Álvarez de que depusiera su actitud, entre ellos el alcalde de Guantánamo, Felipe Jay "pipo", y el gobernador de Oriente, Gonzalo Pérez André, el comandante auditor del ejército, Nilo Picazo, y el entonces secretario de justicia, Raúl de Cárdenas, ninguno de los cuales era portador de soluciones concretas.

Solidaridad con los realenguistas

Del mismo modo en que el Ejército presionó y las altas autoridades del país amenazaban con la adopción de drásticas medidas, comenzó a desarrollarse en toda la isla un fuerte movimiento de solidaridad con los campesinos.

El Primer Partido Comunista de Cuba, como destacamento de vanguardia de la clase obrera, comprendió la importancia histórica de la lucha de los campesinos y decidió, en consecuencia, ofrecerle su apoyo, y envió varios activistas, dirigentes obreros, juveniles y del propio Partido, entre ellos Ramón Nicolau González, Alfredo Martínez Calderín, Lelis Nordet y Arturo Villarreal.

Estos militantes comunistas hicieron contacto con Lino Álvarez y le ofrecieron su ayuda y experiencia con vistas a fortalecer el movimiento campesino, organizar la resistencia armada y divulgar la razón de su lucha, para lo cual editarían boletines y manifiestos.

Unido a esto se gestó en todo el país un poderoso movimiento de apoyo. La solidaridad con los realenguistas alcanzó verdadera connotación nacional. En numerosos centrales azucareros de la región oriental se decretaron paros obreros y se hizo inminente el estallido de una huelga general si El Realengo era invadido por el Ejército.

El apoyo del Partido Comunista y del Movimiento Obrero no sólo se concretó a la denuncia y a la movilización popular, sino que alcanzó connotación superior con el envío de armas a los realenguistas para su defensa.

Mediante una colecta popular realizada en centros obreros de San Antonio de los Baños, Regla, Guanabacoa y otros municipios habaneros, fueron adquiridos y enviados a El Realengo cincuenta fusiles Springfield, igual cantidad de revólveres y pistolas, y un fusil antiaéreo, los que rotulados en inglés y facturados como piezas de repuesto para maquinarias, lograron burlar la vigilancia de las fuerzas represivas.

El Ejército recibió nuevos refuerzos y una avioneta sobrevolaba los campamentos de los realenguistas, Sin embargo, pronto fue del conocimiento de las autoridades la presencia de las armas en El Realengo, y se vieron obligados a meditar, porque ya no se trataba de campesinos mal armados.

Esto, unido a la convulsa situación política imperante en el país, que amenazaba con desembocar en una huelga general, obligó a Batista y a sus colaboradores a parlamentar con los campesinos.

Cuando ya el enfrentamiento parecía un hecho se presentó en el campamento rebelde el gobernador Pérez André con un ultimátum donde se daba a los campesinos veinticuatro horas de plazo para deponer las armas. Vencido este, el Ejército atacaría.

Lino Álvarez, rodeado de centenares de campesinos, rechazó de forma enérgica el amenazante documento y expresó al gobernador que únicamente llegaría a un acuerdo cuando el gobierno procediera a retirar sus fuerzas, se paralizaran los deslindes y se les ofreciera garantía de la permanencia en la tierra. Al día siguiente el comandante Picazo solicitó entrevistarse con Lino, quien reiteró al emisario los planteamientos formulados al gobernador.

Acta de La Lima

Después de una larga discusión, el comandante Picazo, en nombre del gobierno, aceptó firmar el Acta de La Lima (localidad ubicada 39 km al noroeste de la ciudad de Guantánamo), donde quedaron plasmadas las condiciones exigidas por los campesinos, resumidas en los siguientes aspectos:

  • Retirada del Ejército de toda la periferia de El Realengo.
  • Los campesinos mantendrían las armas y el ejército no entraría en aquel territorio, salvo la pareja de ronda, y siempre con pleno conocimiento del comité.
  • Prórroga por dos años de todo tipo de litigio sobre El Realengo.
  • Aumento del precio del café de cuatro a ocho pesos el quintal.
  • Anulación en los juzgados y en los cuerpos represivos, de los procesos de detención contra todos los dirigentes de El Realengo.

Resultados

Campesinos Realengo 18.

El Partido creó sus primeras células en San Fernando, Baltasar, Saltadero, Limonar, El Saíto y posteriormente La Ayúa, donde obtuvieron la militancia comunista varios dirigentes campesinos. El movimiento juvenil adquirió importancia en la zona; la Liga Juvenil Comunista se afianzó con los hijos de los campesinos. Militantes del partido y de la liga juvenil sirvieron de maestros.

En 1937 fue creada la Hermandad de Jóvenes Cubanos dirigida por el Partido, tuvo su asiento en el club Ignacio Agramante en el cuartón de La Ayúa, sustituía a la Liga entregándose a intensas actividades culturales y recreativas con un conjunto teatral. La organización juvenil extendió filiales a José Grande, Aserradero, Baltasar y otros lugares.

Después de 1946 la situación de los campesinos y el Partido empeoró debido a la política demagógica y anticomunista de los gobiernos. El Partido Socialista Popular trazó como línea la lucha por la unidad de las masas campesinas, manteniendo los principios de 1934, contra la siembra de caña en el Realengo que los convertiría en colonos dependientes de la Compañía, la compra de tierra y al pago de rentas y defendía la reforma agraria radical que pusiera la tierra gratuitamente en sus manos.

Nueva organización campesina

En los finales de la década del 40, un grupo de destacados luchadores, encabezados por Vicente Fernández, Pedro Despaigne, Gil Hierrezuelo y Miguelito Betancourt, entre otros, se dieron a la tarea de organizar la Sociedad José Martí, oficializada en el registro de Asociaciones del Gobierno Provincial de Santiago de Cuba, en julio de 1953.

El Festival Pro-Reforma Agraria realizado en 1956 y las combativas movilizaciones de centenares de campesinos, incluidas numerosas mujeres, efectuadas en el transcurso de 1957 para impedir la siembra de caña que pretendían realizar los latifundistas como maniobra para ocupar tierras realengas, ilustran cómo la Sociedad José Martí, vinculando de forma audaz la lucha por la permanencia en la tierra con actividades culturales y recreativas, pudo mantener en alto la bandera de los realenguistas durante la tiranía batistiana.

El desarrollo del proceso insurreccional y, en particular, la apertura del Segundo Frente Oriental Frank País”, marcó para los realenguistas el principio del fin de los desalojos y atropellos, vejámenes y agonías, que a lo largo de más de 50 años de seudorrepública hubo de soportar.

Su intuición de hombres curtidos en la lucha les hizo comprender que el nuevo ejército libertador encarnaba sus más legítimas aspiraciones y fueron ellos, sus mujeres e hijos, activos colaboradores de los combatientes revolucionarios.

Las armas que en 1934 habían servido para defender una precaria permanencia en la tierra, fueron de nuevo empuñadas, esta vez para conquistar, junto a la ansiada meta, la más alta aspiración: la definitiva soberanía de la patria.

La historia al libro y luego al cine

Realengo 18 fue el nombre escogido para una película cubana del director cinematográfico cubano Oscar Torres y Eduardo Manet, filme de ficción producido en 1961 basado en la obra homónima del escritor cubano Pablo de la Torriente Brau, que relata la lucha campesina en ese lugar.

Referencias (1) Pablo de la Torriente Brau. Realengo 18. Editorial Gente Nueva. La Habana, 1976, p. 10

Fuentes

  • de la Torriente Brau, Pablo. Realengo 18. Editorial Gente Nueva. La Habana, 1976.
  • Pichardo, Hortensia. Documentos para la Historia de Cuba, t. IV, Primera parte, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1980
  • Martínez Vignón, Claudina Esther y José Ángel Almenares Díaz. El Realengo 18, expresión de la alianza obrero campesina, 2001, (en soporte digital)
  • Colección de libros, Segundo Frente Oriental "Frank País García", libro Buró Agrario.
  • Centro Provincial de Patrimonio Cultural en Guantánamo.
  • Cuba en Noticias (Historia).