Sor Juana Inés de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz
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Retrato de Juana Inés de la Cruz
NombreDe Asbaje y Ramírez de Santillana, Juana Inés
Nacimiento12 de noviembre de 1648 o 1651
villa de San Miguel Nepantla,
Intendencia de México,
Virreinato de la Nueva España (1535-1821),
Reino de España Bandera del Imperio Español
Fallecimiento17 de abril de 1695
(43 o 46 años)
Ciudad de México,
Intendencia de México,
Virreinato de la Nueva España,
Reino de España Bandera del Imperio Español
Ocupaciónpoetisa, dramaturga, monja
Obras destacadasAmor es más laberinto,
Los empeños de una casa

Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1648 - Ciudad de México, 17 de abril de 1695) fue una religiosa y poetisa novohispana (‘mexicana’), exponente del Siglo de Oro de la literatura en español. Fue la principal figura de las letras en Hispanoamérica durante ese siglo. Su obra, que va de lo religioso a lo profano, ha sido reeditada en numerosas ocasiones a pesar de la polémica que provocó en vida de la autora y posteriormente.

Síntesis biográfica

Según el primer biógrafo de Sor Juana, ella nació el 12 de noviembre de 1651, en una alquería llamada de San Miguel Nepantla, cerca del pueblo de Amecameca, a unos 85 km al sureste de la ciudad de México. En 1952 se encontró un acta de bautismo que supuestamente perteneció a ella que retrasa su fecha de nacimiento a 1648, opinión aceptada por varios importantes críticos, aunque otros estudiosos no consideran el documento como una prueba valida.

La niña fue bautizada como Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana y fue la menor de tres hermanas fruto de una unión informal. Su madre, Isabel Ramírez de Santillana, mexicana de ascendencia andaluza, se separó al poco tiempo del nacimiento de la niña de su padre, el vasco Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, y tuvo otros tres hijos. Los primeros años de su infancia y adolescencia transcurrieron en un ambiente campesino apartado y tranquilo, en Nepantla y en otra hacienda de la región, Panoayan, propiedad de su abuelo materno, Pedro Ramírez, acomodado labrador y dueño de libros. Se dice que aprendió a leer y escribir a los tres años junto a su hermana mayor y a escondidas de su madre. Rápidamente se aficionó a la lectura y leyó los clásicos griegos y romanos y la teología de aquellos años. A los ocho años, entre 1657 y 1659, ganó un libro por una loa compuesta en honor al Santísimo Sacramento.

Entre 1664 y 1665, ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera. La virreina, Leonor de Carreto, se convirtió en una de sus más importantes mecenas. Durante ese período la niña desarrolló su intelecto entre eruditos de la corte. El 14 de agosto de 1667, a propuesta del padre Núñez de Miranda, confesor de los virreyes, ingresó en el convento de Monjas Carmelitas Descalzas de San José y permanece en él durante cuatro meses, para abandonarlo por problemas de salud.

Vida religiosa

Posteriormente la joven ingresó en la Orden de San Jerónimo, en donde profesó el 24 de febrero de 1668 con el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz. Aquí la disciplina era algo más relajada que en la orden anterior, y tenía una celda de dos pisos y sirvientas. Permanecería allí por el resto de su vida. Según parece que sor Juana Inés de la Cruz prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales y escribió en Respuesta a sor Filotea de la Cruz:

Porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formales) muchas repugnantes a mi genio, con todo, con la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en material de la seguridad que deseaba mi salvación; a cuyo primer respeto (con el fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencias de mi genio, que era querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros.
Sor Juana Inés de la Cruz

Creación artística

Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés Luis de Góngora (1521-1627), cuya obra introdujo en el virreinato, y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad.

En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, en los que se aprecia la influencia de Luis de Góngora y de Calderón de la Barca (1600-1681), hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.

Entre 1671 y 1672 enfermó gravemente de tifus, lo que casi le cuesta la vida. En 1674 sufre otro golpe: el virrey de Mancera y su esposa son relevados de su cargo y en Tepeaca, durante el trayecto a Veracruz, fallece Leonor de Carreto. A ella dedicó Sor Juana varias elegías, entre las que destaca De la beldad de Laura enamorados, seudónimo de la virreina.

Su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda, le reprochaba que se ocupara tanto de temas mundanos, lo que junto con el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual, desencadenó las iras de éste. Bajo la protección de la marquesa de la Laguna, decidió rechazarlo como confesor.

Entre 1690 y 1691 se vio involucrada en una disputa teológica a raíz de una crítica privada que realizó sobre un sermón del muy conocido predicador jesuita Antonio Vieira, que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz bajo el título de Carta atenagórica y la prologó con el seudónimo de Sor Filotea, recomendándole que dejara de dedicarse a las humanas letras y se dedicase en cambio a las divinas, de las cuales, según el obispo de Puebla, sacaría mayor provecho. Esto provocó la reacción de la poetisa a través del escrito Respuesta a Sor Filotea, donde hace una encendida defensa de su labor intelectual y en la que reclamaba los derechos de la mujer a la educación.

Últimos años

El la última etapa de su vida, Sor Juana vio como se había quedado sin amigos y protectores, muertos todos. Hacia 1693 dejó de escribir para dedicarse más a las labores religiosas y en 1694 renueva sus votos. Al parecer la Carta atenagórica había hecho mella en su espíritu, y una de sus frases más celebres ha sido «yo, la peor del mundo», que dejó estampada en el libro del convento.

Murió el 17 de abril de 1695 mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que asoló México en ese año. Tenía 43 o 46 años.

Fue enterrada en el coro bajo de la iglesia de San Jerónimo, aunque durante mucho tiempo se desconoció el paradero de su tumba. En 1978, durante unas excavaciones rutinarias en el centro de la Ciudad de México, se hallaron sus supuestos restos, a los se dio gran publicidad. Se realizaron varios eventos en torno al descubrimiento, aunque nunca pudo corroborarse su autenticidad. Actualmente se encuentran en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Su obra

Aunque su obra parece inscribirse dentro del culteranismo de inspiración gongorina y del conceptismo, tendencias características del barroco, el ingenio y originalidad de Sor Juana Inés de la Cruz la han colocado por encima de cualquier escuela o corriente particular. Ya desde la infancia demostró gran sensibilidad artística y una infatigable sed de conocimientos que, con el tiempo, la llevaron a emprender una aventura intelectual y artística a través de disciplinas tales como la teología, la filosofía, la astronomía, la pintura, las humanidades y, por supuesto, la literatura, que la convertirían en una de las personalidades más complejas y singulares de las letras hispanoamericanas.

En la poesía de sor Juana hay numerosas y elocuentes composiciones profanas (redondillas, endechas, liras y sonetos), entre las que destacan las de tema amoroso, como los sonetos que comienzan con «Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba...» y «Detente, sombra de mi bien esquivo».También abunda en ella la temática mística, en la que una fervorosa espiritualidad se combina con la hondura de su pensamiento, tal como sucede en el caso de A la asunción, delicada pieza lírica en honor a la Virgen María.

Mención aparte merece Primero sueño, poema de casi mil versos escritos a la manera gongorina en el que sor Juana describe, de forma simbólica, el impulso del conocimiento humano que rebasa las barreras físicas y temporales para convertirse en un ejercicio de puro y libre goce intelectual. El trabajo poético de la monja se completa con varios hermosos villancicos que en su época gozaron de mucha popularidad.

En el terreno de la dramaturgia escribió dieciocho loas, dos sainetes (la comedia de capa y espada Los empeños de una casa y el juguete mitológico-galanteAmor es más laberinto), un sarao o fin de fiesta, así como tres autos sacramentales: El divino Narciso, San Hermenigildo y El cetro de San José. Aunque la influencia de Calderón resulta evidente en muchos de estos trabajos, la claridad y belleza del desarrollo posee un acento muy personal.

La prosa de la autora es menos abundante, pero de pareja brillantez. Esta parte de su obra se encuentra formada por textos devotos como la célebre Carta athenagórica (1690), y sobre todo por la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), escrita para contestar a la exhortación que le hiciera firmando con ese seudónimo el obispo de Puebla para que frenara su desarrollo intelectual. Esta última constituye una fuente de primera mano que permite conocer no sólo detalles interesantes sobre su vida, sino que también revela aspectos de su perfil psicológico. En ese texto hay mucha información relacionada con su capacidad intelectual y con lo que el filósofo Ramón Xirau llamó su «excepcionalísima apetencia de saber», aspecto que la llevó a interesarse también por la ciencia, como lo prueba el hecho de que en su celda, junto con sus libros e instrumentos musicales, había también mapas y aparatos científicos.

Su obra volvió a tomar vida en el siglo XX y a partir del trabajo extraordinario del sacerdote mexicano Alfonso Méndez Plancarte (1909-1955) ―quien en 1951 inició la publicación de sus Obras completas― se incrementó el interés en sus trabajos.

Fuentes

  • Alatorre, Antonio (2007): Sor Juana a través de los siglos. México: El Colegio de México, 2007.
  • Lazo, Raimundo: «Sor Juana Inés de la Cruz», en su Historia de la literatura hispanoamericana (tomo I, págs. 214-238).
  • «Sor Juana Inés de la Cruz», artículo publicado en el sitio web Biografías y Vidas.
  • «Sor Juana Inés de la Cruz», artículo publicado en el sitio web de la Biblioteca Virtual Miguel Cervantes (Madrid).