Willi Herold

Willi Herold
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Cabo
NombreWilli Herold
Años de servicio1943-1945
LealtadBandera de Alemania Nazi
Participó enSegunda Guerra Mundial

Nacimiento11 de septiembre de 1925
Lunzenau, Bandera de la República de Weimar
Fallecimiento14 de noviembre de 1946
Wolfenbüttel, Bandera de Alemania

Willi Herold. Más conocido como «El verdugo de Emsland», fue un soldado y criminal de guerra alemán que fingió ser un capitán de la Luftwaffe.

Síntesis biográfica

Nació el 11 de septiembre de 1925 en Lunzenau, cerca de Chemnitz. Se conoce poco de su infancia y adolescencia, solo que había sido expulsado de las Juventudes Hitlerianas. Empezó a trabajar como aprendiz de deshollinador hasta que, en 1943, al cumplir los dieciocho años, fue reclutado y enviado a la batalla de Montecassino.

Carrera militar

Tras la retirada alemana de Italia, se le destinó a detener el avance de los aliados en el noroeste de Alemania, en Gronau, Baja Sajonia, cerca de la frontera con Holanda. Allí, en el combate, perdió a los compañeros de su unidad. Solo, caminó en dirección a Bentheim. Por el camino se encontró un vehículo militar abandonado en una cuneta. Dentro había un uniforme prácticamente nuevo de la Luftwaffe cargado de condecoraciones. Se vistió con él y siguió su camino. A los dos kilómetros se le acercó un soldado que había perdido su unidad y se puso a sus órdenes. Pronto, sigue el semanario alemán, fueron recogiendo a más. Cuando iban por la localidad de Meppen ya eran treinta. En las inmediaciones del campo de prisioneros de Aschendorfermoor se encontraron con la policía militar. Herold se negó a identificarse, se inventó que tenía una misión encomendada directamente por Hitler; la trola sale de su boca en el mejor momento posible para él. En el campo había habido fugas, se habían producido robos a los vecinos y los representantes del partido en la zona estaban enfadados porque querían actuar contra los prisioneros con la máxima dureza. Sin embargo, no trataban con untermensch. Eran soldados de la Wehrmacht detenidos por indisciplina o deserción. No podían ejecutarlos alegremente. La llegada de ese misterioso capitán era como un milagro para las fuerzas vivas de la zona. El partido y el Volkstum, la milicia popular, se pusieron de su lado y lograron así sacar adelante sus planes: exterminar a los detenidos.

Según la información del Memorial de Esterwegen, en los campos de Emsland la mayoría de los prisioneros estaban internados por cuestiones penales, aunque también había presos por «razones políticas, raciales, sociales o religiosas». Sin embargo, a desde abril del 45 la mitad ya eran soldados condenados por los tribunales de la Wehrmacht. Con los avances británicos, entre dos mil quinientos y tres mil prisioneros fueron trasladados de los campos de Emsland a Aschendorfermoor para transportarlos lejos del frente. Por su extrema debilidad, no pudieron hacer la marcha y tuvieron que volver al campo. En ese momento, entre las nieblas, varios aprovecharon para escapar. Según un reportaje en el diario Taz en 2005, el 60 aniversario de la masacre, Richard Thiel, delegado del Ministerio de Justicia del Reich para los campos de prisioneros de Emsland, decidió tomar medidas severas cuando se enteró de las fugas. Como explicó después:

«En mi opinión, dadas las circunstancias, el frente estaba a solo unos kilómetros de distancia, la población civil tenía que estar absolutamente protegida y su moral debía mantenerse, lo que solo podía lograrse mediante un castigo estricto y justo».

El problema es que para llevar a cabo los castigos necesitaba que estuviese delante un juez y un fiscal, lo que en esos días de caos era imposible. En ese momento ocurrió la casualidad inverosímil, apareció un chaval de diecinueve años vestido de capitán y dijo que de eso nada, que sí se podía. En el documental El capitán de Muffrika, de 1996, el cineasta Paul Meyer revisó todos los informes de la investigación del caso y se sorprendió de que Herold no hiciera sospechar a nadie cuando se presentaba como capitán con órdenes de Hitler. Todos lo vieron normal y las órdenes que decía tener eran bastante coherentes dadas las circunstancias.

Asesinatos en masa

En total, Herold ejecutó a ciento setenta y dos hombres. Ordenó dispararles inicialmente con un arma antiaérea que, al estar mal situada, funcionó mal y les destrozó las piernas. Mientras agonizaban e imploraban clemencia, dio orden de ametrallarles y, finalmente, echar granadas al hoyo que los propios malheridos habían cavado antes. En grupos de varias decenas, cavando una zanja cada uno, fue exterminando a todos. Fueron unos días, solo interrumpidos cuando los aliados se presentaron en las inmediaciones del campo. Sin embargo, ellos también acaban con la vida de más prisioneros. En un bombardeo aliado con bombas incendiarias murieron abrasados veintitrés. En su huida con sus hombres, Herold asesinó a un granjero, de nombre Spark de Aschendof, que había colgado una bandera blanca en su casa y, en la localidad de Leer, ejecutó a cinco supuestos espías holandeses. En realidad venían de Groningen, a escasos cincuenta kilómetros en línea recta, ya liberada por el avance aliado, y pretendían rescatar a los trabajadores forzosos holandeses. El frente seguía avanzando, al final más rápido que él, y cuando se encontraba en Aurich le alcanzaron las líneas alemanas.

Descubrimiento

La policía militar alemana le interrogó por orden del comandante Otto Hübner y descubrió su burda mentira el 28 de abril. Lo arrestaron, pero dos días después se suicidó Hitler en Berlín. Inmediatamente, Herold, aunque ha confesado su suplantación de identidad, es puesto en libertad para tomar parte en la Operación Hombre Lobo por orden del SS Untersturmführer Urbanek, impresionado por su confesión. En la película de Schwenkte, cuando en el juicio se dice «este hombre es un buen hombre. Es el tipo de persona que necesitamos en estos tiempos», es una transcripción literal de las actas del proceso, conservadas en el archivo de Bundenberg. Era la fabulación que él se había inventado llevada a la realidad. Otra coincidencia más. El comandante Heinz Wichmann sí que recibió la orden de «eliminar a todos los traidores y derrotistas». Masacres que ya había estado llevando a cabo en el Báltico, aunque ahora era estaba destinado en el norte de Alemania, en Schleswig-Holstein. El plan era simple: toda persona que no esté luchando hasta la muerte debe morir. Parece que no tenía sentido, pero no era una estrategia sin fundamento. Empujaban a sus compatriotas a acciones suicidas, pero la intención con esto de los gerifaltes nazis que quedaban era infundir miedo en los aliados por las consecuencias que podría tener una guerra de guerrillas. Estaban negociando, a su manera, la rendición. Herold, esta vez, pasó de masacres.

Detención

En cuanto pudo también escapó y logró huir hasta las líneas británicas en Wilhelmshaven. Podría haber pasado desapercibido, como alguno de sus compinches que hasta hoy no ha sido encontrado, pero fue arrestado el 23 de mayo de 1945 por robar una barra de pan. Los británicos descubrieron así su verdadera identidad y se le pudo juzgar por crímenes de guerra. El 1 de febrero de 1946, las autoridades aliadas se lo llevaron a la exhumación de los prisioneros ejecutados en Aschendorfermoor. Los británicos les hicieron cavar a los nazis acusados de los crímenes y a él mismo, fueron ellos los que tuvieron que descubrir las fosas.

Muerte

Declarado culpable, el 14 de noviembre de 1946 fue ejecutado en Wolfenbüttel. Su abogado defensor dijo que nunca podría haber llevado a cabo sus crímenes sin los funcionarios públicos. A sus órdenes se pusieron militares, policías, guardias, funcionarios.

Fuentes