Miguel de Carrión

Miguel de Carrión
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Médico, pedagogo, periodista y narrador cubano
NombreMiguel Antonio de Carrión de Cárdenas
Nacimiento9 de abril de 1875
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento30 de julio de 1929
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
NacionalidadCubana
EducaciónUniversitario
TítuloMédico
Obras destacadasEl Milagro, Las Honradas y Las Impuras

Miguel Antonio de Carrión de Cárdenas. Graduado en Medicina, desempeñó además una encomiable labor en el campo del periodismo, ya que colaboró activamente con diversas publicaciones. También sobresalió en la literatura, sobre todo por su novela Las Impuras. Como médico publicó el libro Los cálculos renales y su diagnóstico.

Síntesis biográfica

Nació en La Habana el 9 de abril de 1875.

Realizó los primeros estudios en su ciudad natal y se graduó de Bachiller en 1890. Ingresó en la Escuela de Derecho en la Universidad de La Habana, pero debido a sus actividades revolucionarias tuvo que abandonarla al estallar la guerra de independencia en 1895. Tenía ideas independentistas y por sus actividades revolucionarias emigró a los Estados Unidos, donde más tarde montó un negocio de billar y escribió sus narraciones.

Regresó a Cuba en 1903.

Servicios que prestó

Dos años después formó parte de la Asociación de Biología y en 1908 se graduó de médico sin abandonar la docencia e ingresó en la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana. La Junta Rectoral de la Universidad de La Habana le adjudicó la Ayudantía Facultativa del Departamento de Rayos X, adscrita a la Escuela de Medicina.

A partir de 1913 prestó servicios en la Asociación Cubana de Beneficencia, hasta que en 1917 ganó por oposición las cátedras de Educación Física, Juegos y Deportes, y de Anatomía, Fisiología e Higiene en la recién creada Escuela Normal de La Habana.

Fue conferencista de Instrucción Moral y Cívica en las Escuelas de Verano, a las que asistían los maestros.

Fundación y colaboración

En 1903 fundó la revista especializada Cuba Pedagógica, en la que permaneció hasta abril de 1905. Creó, junto con Félix Callejas, la revista para niños La Edad de Oro 1904, de título homónimo al de la revista de José Martí y dedicada a promover el pensamiento martiano.

Su interés por las actividades periodísticas, en las cuales ya había incursionado desde 1899, lo llevaron a colaborar en las publicaciones Azul y Rojo, de la que fue director en 1904, El Fígaro, Cuba Contemporánea, Letras, Archivos de la Policlínica, Revista de Medicina y Cirugía, El Comercio, La Discusión, La Noche, La Lucha, de la que fue nombrado subdirector en 1919, y Heraldo de Cuba.

En colaboración con Alfredo Miguel Aguayo Sánchez publicó en 1906 la obra de texto escolar Estudios de la naturaleza. Dentro del campo de su profesión médica, publicó Los cálculos renales y su diagnóstico 1912.

Entre 1921 y 1922 trabajó directamente con el secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. Como miembro del Partido Popular Cubano, fue candidato a representante por la provincia de Oriente en 1922. En 1923 fue reintegrado a su cátedra y nombrado secretario de la escuela, donde formó parte de una comisión para el estudio de las reformas del Reglamento General de Instrucción Primaria.

En 1926 trabajó en la Comisión que estudiaba las reformas al Reglamento General de Instrucción Pública y se le nombró director de la Escuela Normal. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Artes y Letras.

Su vocación de pedagogo lo llevó a publicar varios artículos y ensayos en la revista Cuba Pedagógica para intentar definir el carácter del cubano y contribuir con ello a la toma de conciencia de sus defectos y vicios.

Ideales educativos

En ese sentido, Miguel de Carrión llamó la atención sobre todo hacia los vicios de la educación generadores de características del cubano como la intermitencia de sus acciones, la falta de perseverancia, la poca concentración y la falta de discernimiento, concisión y originalidad: "la rutina arraiga tan poderosamente en nuestro espíritu, que en lo moral, lo político y lo económico la inercia es la ley esencial de nuestra vida y todo cambio de postura social determina un doloroso desperazamiento de los músculos estremecidos".

Relacionado con estas ideas, también entendía Miguel de Carrión que era difícil producir una obra literaria valiosa por su carácter reflexivo. Por eso explicó en una carta fechada en 1903:

"Para hacer una novela, requiérese una atención casi continua de varios meses y una labor casi incompatible con otro género de trabajo. De aquí se infiere que no es la novela sino el novelista el que no puede vivir en este ambiente. Además, el medio social resulta pobre; la vida pasional es poco complicada y de las impresiones recibidas, aquellas que la imaginación del autor puede reflejar al exterior son tan escasas y tan débiles que apenas bastan a satisfacer la necesidad de un cerebro de medianos alientos."

En 1914 nació su única hija, María Antonia.

Vocación pedagógica y sociológica

Por otra parte, la vocación pedagógica y sociológica de Miguel de Carrión se volcó sobre todo hacia la condición social de las mujeres. En ese sentido, también en la revista Cuba Pedagógica publicó textos encaminados a llamar la atención sobre costumbres retrógradas que mantenían a las mujeres como seres dependientes e ignorantes. Esta será, durante toda su obra narrativa, una de sus preocupaciones más frecuentes.

Tanto en sus cuentos como en sus novelas, Carrión se caracterizó por un raigal anticlericalismo, una preocupación por los conflictos psicológicos y por el mundo íntimo de la mujer, así como por la reflexión en torno a la sexualidad y a su repercusión en la conducta de los hombres.

Se destacó por su labor como docente, médico, literato, científico y publicista. Fue defensor de lo cubano, de la formación de valores humanos y de la igualdad de la mujer.

Muerte

Falleció en La Habana el 30 de julio de 1929, a causa de una enfermedad pulmonar.

Obra narrativa

Sobre su obra narrativa, se ha debatido mucho en cuanto a las posibilidades expresivas que hubiera tenido si en lugar de entusiasmarse con la narrativa naturalista europea, hubiera elegido como compañías literarias a los narradores más atormentados de su tiempo, como Kafka, o a los más modernos en el trabajo con el lenguaje, como Hemingway. Sin embargo, no debe desestimarse que Carrión fue un hombre de transición entre el siglo anterior y los albores del siglo XX, por lo cual su producción, enmarcada dentro de los intereses de la primera generación republicana, hubo de liberarse primero de los rezagos románticos o modernistas que todavía persistían en la narrativa cubana de principios de siglo XX.

Desde su primer volumen de cuentos, titulado La última voluntad (1903), Miguel de Carrión comenzó a concebir al género con características muy diferentes a la novela. Esto será importante en un narrador de tránsito como él, puesto que la narrativa, y fundamentalmente el cuento, fue un género de desarrollo tardío en la literatura cubana. Alma de bronce, cuento que se considera una de sus obras más significativas. La trama narra las vivencias de una infeliz mujer. Sin embargo, será con sus novelas que Carrión alcanzaría un mayor éxito de público, llegaría a sus mejores resultados narrativos para convertirse en uno de los representantes más importantes de la novelística naturalista cubana de principios del siglo XX.

Sus novelas El Milagro, Las Impuras y Las Honradas se consideran la mejor muestra del realismo cubano.

En El Milagro (1913), donde todavía se perciben algunos elementos de la narrativa romántica decimonónica, explora la pasión sexual que experimenta hacia su prima un joven que aspira a una carrera eclesiástica. Carrión acomete una crítica a la religión como instancia entorpecedora de la realización humana, así como a la moral como motivo de angustia e infelicidad para los hombres. A pesar de su intenso tono lírico, esta obra de Carrión fue valorada por Jesús Castellanos como una novela científica por la acuciosidad con que explora las motivaciones humanas más recónditas; asimismo Juan José Remos y Rubio la valoró como novela ecléctica, donde se defiende que el corazón humano no es ni epicúreo ni cristiano, sino sencillamente humano.

Estas mismas preocupaciones y características aparecerían luego en una de sus novelas más connotadas, Las Honradas (1917), la cual fue reeditada tan solo dos años después de su publicación primera y luego nuevamente en 1920, a pesar de que algunos críticos recomendaron que se prohibiera su lectura a las mujeres. En esta segunda novela Carrión ahonda específicamente en la psicología femenina a partir de varios personajes de caracteres fuertes y defiende la tesis de que a la felicidad no se llega a través del pecado, sino mediante el conocimiento de la naturaleza humana, del sexo, del amor y de la autenticidad de los sentimientos. De esta forma, tanto El Milagro como Las Honradas serán novelas deudoras de la narrativa naturalista europea de Emile Zola y de Vicente Blasco Ibáñez.

Con Las Impuras, de 1919, vuelve sobre el tema de la pureza femenina y de los confusos límites de la ética y la moralidad, pero esta vez desde una perspectiva más tradicional. Pensadas como continuación una de la otra, Las Honradas y Las Impuras comparten algunos personajes y espacios, aunque la primera se desarrolla durante los primeros años de la República y la segunda más adelante, durante la Danza de los Millones una época de bonanza económica provocada por los altos precios del azúcar a raíz de la Primera Guerra Mundial. Por otra parte, si la primera estaba protagonizada por ambientes y personajes de la clase media, en la segunda la atención se centrará en los bajos fondos de la sociedad, es decir, en el mundo de vicio y en los barrios más marginados.

En 1924 publicó el relato corto "Nochebuena".

La última obra narrativa de Carrión, La Esfinge, apareció entre sus papeles inéditos y fue publicada póstumamente en 1961. Aunque se trata de una obra que repite intereses del autor, llama la atención que, en este caso, la historia es menos transgresora que sus primeras novelas, y mucho más pesimista en cuanto a las posibilidades de emancipación de la mujer. Amada Jacob es el nombre de la protagonista de esta novela, dando continuidad a una tendencia general de la obra de Carrión en cuanto a escoger nombres propios simbólicos para sus personajes –Victoria se llama, por ejemplo, la protagonista de Las Honradas, puesto que sólo a través de la infidelidad llega a ser verdaderamente feliz y Teresa se llama la protagonista de Las Impuras, en evidente relación con la vida sacrificada de la santa. Amada, que como muchas de las mujeres de Carrión no ama a su esposo, vive encerrada en un caserón del Cerro –una zona residencial característica de las familias coloniales que republicanas, y símbolo de la decadencia frente a la modernidad de El Vedado y se debate entre serle fiel a su matrimonio o acceder a una relación ilícita. Cuando se decide por lo segundo, su proyecto fracasa porque ha sido contagiada con una epidemia que asola la ciudad. Amada no pudo consumar la infidelidad ni llegar a ser feliz, como sí lo hizo la protagonista de Las Honradas y su destino es mucho más cercano al fracaso final de la protagonista de Las Impuras. Por eso la crítica ha advertido un "viraje violento" en la novelística de Carrión, una vez que sus primeras obras eran mucho más liberales y luego se hacen más provincianas y conservadoras.

Miguel de Carrión también dejó inconclusa, en los folletines de la revista Azul y Rojo, su novela El principio de autoridad.

Bibliografía activa

Fuente