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(Movimientos reformistas y anexionistas)
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== Antecedentes ==
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== Inicia la Guerra  ==
  
=== Movimientos antiesclavistas ===
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El movimiento estalló el 10 de octubre de 1868<ref>Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: ''Historia de Cuba Quinto Grado''. Segunda Edición, [[2011]], p. 90. [[La Habana]]: [[Editorial Pueblo y Educación]]. ISBN:978-959-13-0343-1</ref>, al levantarse en armas el abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes, uno de los principales conspiradores, quien en su ingenio [[La Demajagua]] proclamó la independencia y dio la libertad a sus esclavos a través de un manifiesto histórico, en el cual quedaron reflejadas la decisión, firmeza e ideas del ala más radical de los orientales, que optaron por el único camino posible para lograr sus aspiraciones, derrotar la metrópoli mediante la lucha armada. Ese día se pronunció el grito de ¡Viva Cuba Libre!, se enarboló la bandera y se juró fidelidad a la misma.
  
[[Archivo:Jose Antonio Aponte.jpg|miniatura|derecha|300px|[[José Antonio Aponte]] dirigió la primera conspiración de carácter nacional que registra la historia de Cuba]]
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[[Archivo:Adolfo Castro.jpg|250px|miniaturadeimagen|derecha|Sr. D. [[Adolfo Castro]], Comandante del [[Batallón de Voluntarios de Puerto Príncipe]] en la [[Guerra de los Diez Años]].]]
  
Con una población que en [[1841]] superaba ya el millón y medio de habitantes, la Isla de Cuba albergaba una sociedad sumamente polarizada; entre una oligarquía de terratenientes criollos y grandes comerciantes españoles y la gran masa esclava, subsistían las disímiles capas medias, integradas por negros y mulatos libres y los blancos humildes del campo y las ciudades, estos últimos cada vez más remisos a realizar trabajos manuales considerados vejaminosos y propios de esclavos. La esclavitud constituyó una importante fuente de inestabilidad social, no sólo por las frecuentes manifestaciones de rebeldía de los esclavos ―tanto individuales como en grupos― sino porque el repudio a dicha institución dio lugar a conspiraciones de propósitos abolicionistas.
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Esta acción contó con la participación de 36 patriotas, entre los que figuraron [[Manuel Calvar]], [[Bartolomé Masó]], [[Ángel Maestre]], [[Juan Fernández Ruz]], [[Emiliano García Pavón]], [[Miguel García Pavón]], [[Juan Hall]], [[Luis Marcano]], [[Manuel Codina]], [[Jaime Santiesteban]], [[Francisco Marcano]], [[Félix Marcano]], [[Agustín Valerino]], [[José Pérez]], [[Rafael Caymari]], [[Francisco Javier de Céspedes]], [[Enrique Céspedes]] y otros.  
  
Entre estas se encuentran la encabezada por el negro libre [[José Antonio Aponte]], abortada en La Habana en [[1812]], y la conocida [[Conspiración de la Escalera]] ([[1844]]), que originó una cruenta represión. En esta última perdieron la vida numerosos esclavos, negros y mulatos libres, entre quienes figuraba el poeta [[Gabriel de la Concepción Valdés]] (Plácido). El desarrollo de la colonia acentuó las diferencias de intereses con la metrópoli.
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Esta insurrección fue el motor impulsor que transmitió la suficiente energía a los posteriores levantamientos de [[Oriente (Provincia)|Oriente]], [[Camagüey]] y [[Las Villas]], que trataron de dar carácter nacional a la lucha armada. El alzamiento de la Demajagua posibilitó, por primera vez, que blancos y negros compartieran ideales y sacrificios, que cientos y miles de esclavos fueran liberados por sus propios amos o por los patriotas insurrectos, que gente de pueblo compartiera honores y responsabilidades en un plano de igualdad con los hombres de la clase rica.  
  
=== Movimientos reformistas y anexionistas ===
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El movimiento se conoce como [[Grito de Yara]], debido a que así fue dado a conocer por las autoridades españolas, después de que el 11 de octubre lograron dispersar las bisoñas tropas insurrectas, que habían atacado el pequeño poblado de Yara.
  
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Mientras los españoles de las ciudades, agrupados en los cuerpos de voluntarios, sembraban el terror entre las familias cubanas convirtiéndose en un influyente factor de las decisiones políticas, el ejército colonial avanzaba sobre [[Bayamo]] -la capital insurrecta-, que los cubanos tendrían que abandonar, no sin antes reducirla a cenizas como expresión de su inclaudicable voluntad revolucionaria. En tan difíciles condiciones, el movimiento independentista logró unificarse, aprobando en [[Guáimaro]] la constitución que daba lugar a la [[República de Cuba en Armas]].
  
Desde finales del [[siglo XVIII]], por primera vez en Cuba, un grupo de hombres nacidos en tierra cubana se preocuparon por el desarrollo económico del país. Unos consideraron que para lograrlo era necesario hacer una serie de reformas en la política que seguía España en la colonia, por lo que se les conoce como reformistas. El primero que logró que se concedieran estas reformas fue el rico terrateniente habanero [[Francisco de Arango y Parreño]]<ref>Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: ''Los que deseaban ver a Cuba independiente'', artículo publicado en el libro de texto escolar ''Historia de Cuba Quinto Grado''. Segunda Edición, [[2011]], p. 77. [[La Habana]]: [[Editorial Pueblo y Educación]]. ISBN:978-959-13-0343-1</ref>. Arango convenció al rey y a sus consejeros de que con el aumento de las riquezas de la colonia también crecerían los beneficios de España y logró que estos concedieran a Cuba las siguientes reformas:
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El ejército libertador cubano, tras meses de duro aprendizaje militar, alcanzó una capacidad ofensiva que se pondría de manifiesto en la invasión de la rica región de [[Guantánamo]] por el general [[Máximo Gómez]] y las brillantes acciones libradas en las sabanas camagüeyanas por la caballería al mando de [[Ignacio Agramonte]]. Pero este avance militar se vio lastrado por las diferencias políticas en el campo revolucionario, las cuales condujeron a la deposición de Céspedes de su cargo de Presidente de la República ([[1873]]) e impidieron el tan necesario apoyo en armas y medios de los patriotas emigrados.  
* Permitir la libre entrada de negros esclavos a Cuba durante dos años.
 
* Autorizar el libre comercio con algunos países.
 
* Autorizar el desestanco del tabaco.
 
  
Estas reformas beneficiaban considerablemente a los ricos terratenientes criollos, pues podrían producir grandes cantidades de azúcar al contar con suficiente mano de obra esclava para sus ingenios y podrían vender este producto a otros países. El desestanco del tabaco beneficiaba, además, a los productores pequeños. El cauto reformismo promovido por Arango y los criollos acaudalados encontró continuidad en un liberalismo de corte igualmente reformista encarnado por [[José Antonio Saco]], [[José de la Luz y Caballero]] y otros prestigiosos intelectuales vinculados al sector cubano de los grandes hacendados.
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Una influencia igualmente negativa ejerció la política de hostilidad hacia los revolucionarios cubanos adoptada por el gobierno de [[Estados Unidos]] que, frente a la gesta independentista, prefirió atenerse a su vieja política confiado en que el destino de Cuba gravitaría indefectiblemente hacia el dominio norteamericano.  
  
La rapaz y discriminatoria política colonial de España en Cuba tras la pérdida de sus posesiones en el Continente, habría de frustrar en reiteradas ocasiones las expectativas reformistas. Esto favoreció el desarrollo de otra corriente política que cifraba sus esperanzas de solución de los problemas cubanos en la anexión a [[Estados Unidos]]. En esta actitud convergía tanto un sector de los hacendados esclavistas que veía en la incorporación de Cuba a Estados Unidos una garantía para la supervivencia de la esclavitud ―dado el apoyo que encontrarían en los estados sureños―, como individuos animados por las posibilidades que ofrecía la democracia estadounidense en comparación con el despotismo hispano. Los primeros, agrupados en el «Club de La Habana» favorecieron las gestiones de compra de la Isla por parte del Gobierno de [[Washington]], así como las posibilidades de una invasión «liberadora» encabezada por algún general estadounidense.
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El empuje militar cubano alcanzó su cenit entre [[1874]] y [[1875]], primero con la campaña de Máximo Gómez en [[Camagüey]], jalonada por los victoriosos combates de [[La Sacra]] y [[Palo_Seco_(Jobabo)|Palo Seco]] y la [[Batalla de Las Guásimas]] -donde el ejército cubano derrotó una fuerza española de más de 4 000 hombres- y la posterior [[Invasión a Las Villas]] por las tropas mambisas al mando del genial general dominicano. Pero el trascendental avance estratégico resultó desvirtuado nuevamente por las disensiones intestinas que, al entorpecer la llegada de vitales refuerzos, posibilitaron que la invasión se empantanase sin conseguir su objetivo de llevar la guerra al rico territorio occidental de la Isla.  
  
[[Archivo:Narciso_lopez.JPG|miniatura|derecha|300px|[[Narciso López]] era partidario de la anexión de Cuba a EE.UU. Encargó el diseño de la [[Bandera de la Estrella Solitaria|Bandera]] y el [[Escudo Nacional de Cuba]].]]
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El debilitamiento del esfuerzo independentista coincidió con la recuperación de la capacidad político-militar española, cuando la restauración monárquica de [[1876]] puso fin a las violentas conmociones que habían caracterizado la vida de la península tras la "revolución gloriosa" (1868) y con la posterior proclamación de la república.  
  
En esta última dirección encaminó sus esfuerzos [[Narciso López]], general de origen venezolano que, tras haber servido largos años en el ejército español, se involucró en los trajines conspirativos anexionistas. López condujo a Cuba dos fracasadas expediciones, y en la última fue capturado y ejecutado por las autoridades coloniales en [[1851]].
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Como resultado de los sucesivos desastres, el [[8 de febrero]] de 1878 los organismos constitucionales del Gobierno de Cuba fueron disueltos y las negociaciones para la paz fueron comenzadas en Zanjón, [[Puerto Príncipe]]. El [[10 de febrero]] de 1878, los términos de paz fueron aceptados por los gobiernos de Cuba y España y la [[Guerra de los Diez Años]] llegó a su fin. Pero un grupo de decididos patriotas, encabezados por [[Antonio Maceo]], no aceptó tan oneroso pacto, y el aguerrido Lugarteniente General protagonizó entonces la famosa [[Protesta de Baraguá]], una de las más gloriosas páginas de la historia de Cuba. Terminó diez años más tarde con la Paz de Zanjón o [[Pacto del Zanjón]]. Este acuerdo no garantizaba ninguno de los dos objetivos fundamentales de dicha guerra: la independencia de Cuba, y la abolición de la esclavitud.  
  
=== Movimientos independentistas ===
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Después de esta fallida pero muy importante guerra, hubo otros conflictos menores como la llamada [[Guerra Chiquita]], que tampoco tuvieron éxito. Finalmente, el [[24 de febrero]] del [[1895]], con el [[Grito de Baire]], comenzó la [[Guerra del 95]], que concluyó con la entrada de los Estados Unidos de [[América]] en la guerra en [[1898]]. A esta última parte de la guerra se le conoce como la [[Guerra Hispano - Cubano - Norteamericana]].
  
Otra corriente separatista más radical aspiraba a conquistar la independencia de Cuba. De temprana aparición ―en 1810 se descubre la primera conspiración independentista lidereada por [[Román de la Luz]]―, este separatismo alcanza un momento de auge en los primeros años de la década de [[1820]]. Bajo el influjo coincidente de la gesta emancipadora en el continente y el trienio constitucional en España, proliferaron en la Isla logias masónicas y sociedades secretas. Dos importantes conspiraciones fueron abortadas en esta etapa, la de los [[Soles y Rayos de Bolívar]] ([[1823]]), en la que participaba el poeta [[José María Heredia]] ―cumbre del romanticismo literario cubano― y más adelante la de la [[Gran Legión del Aguila Negra]] alentada desde [[México]]<ref>Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: ''Los que deseaban ver a Cuba independiente'', artículo publicado en el libro de texto escolar ''Historia de Cuba Quinto Grado''. Segunda Edición, [[2011]], pp. 80-82. [[La Habana]]: [[Editorial Pueblo y Educación]]. ISBN:978-959-13-0343-1</ref>.
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Durante el curso de la Guerra de los Diez Años muchas atrocidades fueron cometidas por el gobierno español y por los simpatizadores de España. Entre los incidentes repugnantes perpetrados durante la contienda figuran:  
  
También por estos años, el independentismo encontraba su plena fundamentación ideológica en la obra del presbítero [[Félix Varela]]<ref>Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: ''Los que deseaban ver a Cuba independiente'', artículo publicado en el libro de texto escolar ''Historia de Cuba Quinto Grado''. Segunda Edición, [[2011]], pp. 78-80. [[La Habana]]: [[Editorial Pueblo y Educación]]. ISBN:978-959-13-0343-1</ref>. Profesor de filosofía en el [[Seminario San Carlos]] en La Habana, Varela fue electo diputado a Cortes en [[1821]] y tuvo que huir de España cuando la invasión de los «cien mil hijos de San Luis» restauró el absolutismo. Radicado en Estados Unidos, comenzó a publicar allí el periódico ''El&nbsp;Habanero'', dedicado a la divulgación del ideario independentista. Su esfuerzo, sin embargo, tardaría largos años en fructificar pues las circunstancias, tanto internas como externas, no resultaban favorables al independentismo cubano.
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El fusilamiento el [[27 de noviembre]] de [[1871]] de ocho estudiantes de Medicina por supuestamente haber rayado la tumba de un periodista español.  
  
[[Archivo:Felix_Valera_Morales.jpg|miniatura|derecha|300px|[[Félix Varela]], quien nos enseñó primero en pensar, uno de los primeros ideólogos del independentismo cubano.]]
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La captura en aguas internacionales el [[31 de octubre]] de [[1873]] y la ejecución en serie, empezando el [[4 de noviembre]], de 53 personas, incluyendo el capitán, la mayor parte de la tripulación y casi todos los insurgentes cubanos, a bordo del [[Vapor Virginius]].
  
En los años posteriores, la situación económica cubana experimentó cambios significativos. La producción cafetalera se derrumbó abatida por la torpe política arancelaria española, la competencia del grano brasileño y la superior rentabilidad de la caña.
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La Guerra de los Diez Años no tuvo un final feliz, influyó en ello un incontrolable caudillismo y regionalismo desatado entre los cubanos que hicieron fracasar la unidad y por ende, la independencia.
 
 
La propia producción azucarera se vio impelida a la modernización de sus manufacturas ante el empuje mercantil del azúcar de remolacha europeo. Cada vez más dependiente de un solo producto ―el azúcar― y del mercado estadounidense, Cuba estaba urgida de profundas transformaciones socioeconómicas a las cuales la esclavitud y la expoliación colonial española interponían grandes obstáculos.
 
 
 
El fracaso de la [[Junta de Información]] convocada en [[1867]] por el Gobierno metropolitano para revisar su política colonial en Cuba, supuso un golpe demoledor para las esperanzas reformistas frustradas en reiteradas ocasiones. Tales circunstancias favorecieron el independentismo latente entre los sectores más avanzados de la sociedad cubana, propiciando la articulación de un vasto movimiento conspirativo en las regiones centro orientales del país.
 
 
 
=== Cuba en 1868 ===
 
 
 
Hacia [[1868]] la agudización de las contradicciones existentes en el país hace que el sector más revolucionario de los terratenientes cubanos se plantee la búsqueda de una salida por la vía independentista.
 
 
 
El país se encontraba ante una posible crisis sin solución bajo la dominación española. Por un lado, la existencia de la esclavitud en la industria azucarera se había convertido en un freno; además, la crisis económica mundial de [[1857]] y posteriormente la de [[1866]], habían dejado de sentir con fuerza sus efectos en la economía del país al provocar la caída de los precios del azúcar. También afectó a la economía la supresión casi total de los créditos, en momentos en que se exigía un intenso proceso inversionista para modernizar técnicamente la producción azucarera. Sin embargo, [[España]] no hacía caso de estas necesidades económicas de la Isla. Sacudida también por los efectos de la crisis económica, trató de resolver sus dificultades a costa de sus colonias.
 
 
 
En aquella época, el gobierno español se encontraba enfrascado en algunas aventuras bélicas con el objetivo de reconquistar territorios latinoamericanos y el costo de ellas recaía, en gran medida, sobre [[Cuba]]. La utilización del presupuesto cubano en asuntos de interés para la corona española, pero completamente ajenos a las necesidades de los criollos, era otro de los males emanados de la dominación española. Las circunstancias de explotación económica en que [[España]] mantenía sumida a la Isla evidencian un agravamiento superior al habitual, que se hacía particularmente crítico en la zona oriental y central del país.
 
 
 
Las diferencias entre la situación económica de las regiones de Cuba desempeñaron un papel determinante en la lucha independentista. Las zonas Oriental y del Centro, con menos ingenios y un reducido número de esclavos, atravesaban por una situación crítica de endeudamiento y ruina de la mayoría de sus terratenientes, que se convirtieron rápidamente en partidarios decididos de lucha contra España; no obstante, esta no era una situación uniforme para todo el territorio, en regiones como [[Guantánamo]] con gran concentración de ingenios y esclavos, del mismo modo que los ricos terratenientes occidentales asumieron una postura reaccionaria por temor a que la guerra les hiciera perder sus riquezas.
 
 
 
Otros sectores sociales como los profesionales, pequeños propietarios y trabajadores libres: artesanos y campesinos, eran más afectados por las condiciones de explotación colonial y discriminados por ser pobres, criollos y además, por el color de su piel.
 
 
 
La masa esclava, que hacia 1868 constituía la tercera parte de la población, soportaba el mayor rigor y carecía de todos los derechos.
 
 
 
La colonia era mantenida como una mera fuente de de ingresos fiscales y los cubanos estaban desprovistos de todo tipo de derechos políticos. La contradicción entre la colonia y la metrópoli se hacía cada vez más aguda, colocándose en un primer plano. El sistema colonial español se había convertido en una insalvable traba para el desenvolvimiento de Cuba, haciendo imposible que los cubanos vieran otra salida a los problemas de la colonia que no fuera la lucha abierta por la independencia.
 
 
 
El Manifiesto proclamado por [[Carlos Manuel de Céspedes]] el [[10 de octubre]] de 1868, permitió comprobar cómo los cubanos de esa época valoraban la situación y porqué se lanzaron a la lucha.
 
 
 
{{Sistema:Cita|Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio (...).}}
 
 
 
Céspedes y los hombres que lo secundaron declararon su inquebrantable decisión de transformar la situación existente a través de las armas, como única vía de alcanzar las libertades económicas, políticas y sociales a que tenían derecho como pueblo que comenzaba a forjarse como nación. La grave situación que vivía Cuba, condujo a la decisión de luchar contra la dominación española, y ambos factores anunciaron el surgimiento de una situación revolucionaria.
 
 
 
El sector más radical y revolucionario de los terratenientes cubanos había comprendido que para luchar exitosamente contra España por la independencia de Cuba debía antes darle la libertad a los esclavos y estaba dispuesto a hacerlo. Al estallar la guerra arrastró tras si a campesinos, artesanos y esclavos, y despertó el patriotismo fervoroso de estudiantes, profesionales e intelectuales y del pueblo cubano en general, cuyo sentimiento nacional se hizo realidad concreta e irreversible en el propio fragor de la lucha contra el dominio de España.
 

Revisión del 12:53 21 dic 2018

Inicia la Guerra

El movimiento estalló el 10 de octubre de 1868[1], al levantarse en armas el abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes, uno de los principales conspiradores, quien en su ingenio La Demajagua proclamó la independencia y dio la libertad a sus esclavos a través de un manifiesto histórico, en el cual quedaron reflejadas la decisión, firmeza e ideas del ala más radical de los orientales, que optaron por el único camino posible para lograr sus aspiraciones, derrotar la metrópoli mediante la lucha armada. Ese día se pronunció el grito de ¡Viva Cuba Libre!, se enarboló la bandera y se juró fidelidad a la misma.

Esta acción contó con la participación de 36 patriotas, entre los que figuraron Manuel Calvar, Bartolomé Masó, Ángel Maestre, Juan Fernández Ruz, Emiliano García Pavón, Miguel García Pavón, Juan Hall, Luis Marcano, Manuel Codina, Jaime Santiesteban, Francisco Marcano, Félix Marcano, Agustín Valerino, José Pérez, Rafael Caymari, Francisco Javier de Céspedes, Enrique Céspedes y otros.

Esta insurrección fue el motor impulsor que transmitió la suficiente energía a los posteriores levantamientos de Oriente, Camagüey y Las Villas, que trataron de dar carácter nacional a la lucha armada. El alzamiento de la Demajagua posibilitó, por primera vez, que blancos y negros compartieran ideales y sacrificios, que cientos y miles de esclavos fueran liberados por sus propios amos o por los patriotas insurrectos, que gente de pueblo compartiera honores y responsabilidades en un plano de igualdad con los hombres de la clase rica.

El movimiento se conoce como Grito de Yara, debido a que así fue dado a conocer por las autoridades españolas, después de que el 11 de octubre lograron dispersar las bisoñas tropas insurrectas, que habían atacado el pequeño poblado de Yara.

Mientras los españoles de las ciudades, agrupados en los cuerpos de voluntarios, sembraban el terror entre las familias cubanas convirtiéndose en un influyente factor de las decisiones políticas, el ejército colonial avanzaba sobre Bayamo -la capital insurrecta-, que los cubanos tendrían que abandonar, no sin antes reducirla a cenizas como expresión de su inclaudicable voluntad revolucionaria. En tan difíciles condiciones, el movimiento independentista logró unificarse, aprobando en Guáimaro la constitución que daba lugar a la República de Cuba en Armas.

El ejército libertador cubano, tras meses de duro aprendizaje militar, alcanzó una capacidad ofensiva que se pondría de manifiesto en la invasión de la rica región de Guantánamo por el general Máximo Gómez y las brillantes acciones libradas en las sabanas camagüeyanas por la caballería al mando de Ignacio Agramonte. Pero este avance militar se vio lastrado por las diferencias políticas en el campo revolucionario, las cuales condujeron a la deposición de Céspedes de su cargo de Presidente de la República (1873) e impidieron el tan necesario apoyo en armas y medios de los patriotas emigrados.

Una influencia igualmente negativa ejerció la política de hostilidad hacia los revolucionarios cubanos adoptada por el gobierno de Estados Unidos que, frente a la gesta independentista, prefirió atenerse a su vieja política confiado en que el destino de Cuba gravitaría indefectiblemente hacia el dominio norteamericano.

El empuje militar cubano alcanzó su cenit entre 1874 y 1875, primero con la campaña de Máximo Gómez en Camagüey, jalonada por los victoriosos combates de La Sacra y Palo Seco y la Batalla de Las Guásimas -donde el ejército cubano derrotó una fuerza española de más de 4 000 hombres- y la posterior Invasión a Las Villas por las tropas mambisas al mando del genial general dominicano. Pero el trascendental avance estratégico resultó desvirtuado nuevamente por las disensiones intestinas que, al entorpecer la llegada de vitales refuerzos, posibilitaron que la invasión se empantanase sin conseguir su objetivo de llevar la guerra al rico territorio occidental de la Isla.

El debilitamiento del esfuerzo independentista coincidió con la recuperación de la capacidad político-militar española, cuando la restauración monárquica de 1876 puso fin a las violentas conmociones que habían caracterizado la vida de la península tras la "revolución gloriosa" (1868) y con la posterior proclamación de la república.

Como resultado de los sucesivos desastres, el 8 de febrero de 1878 los organismos constitucionales del Gobierno de Cuba fueron disueltos y las negociaciones para la paz fueron comenzadas en Zanjón, Puerto Príncipe. El 10 de febrero de 1878, los términos de paz fueron aceptados por los gobiernos de Cuba y España y la Guerra de los Diez Años llegó a su fin. Pero un grupo de decididos patriotas, encabezados por Antonio Maceo, no aceptó tan oneroso pacto, y el aguerrido Lugarteniente General protagonizó entonces la famosa Protesta de Baraguá, una de las más gloriosas páginas de la historia de Cuba. Terminó diez años más tarde con la Paz de Zanjón o Pacto del Zanjón. Este acuerdo no garantizaba ninguno de los dos objetivos fundamentales de dicha guerra: la independencia de Cuba, y la abolición de la esclavitud.

Después de esta fallida pero muy importante guerra, hubo otros conflictos menores como la llamada Guerra Chiquita, que tampoco tuvieron éxito. Finalmente, el 24 de febrero del 1895, con el Grito de Baire, comenzó la Guerra del 95, que concluyó con la entrada de los Estados Unidos de América en la guerra en 1898. A esta última parte de la guerra se le conoce como la Guerra Hispano - Cubano - Norteamericana.

Durante el curso de la Guerra de los Diez Años muchas atrocidades fueron cometidas por el gobierno español y por los simpatizadores de España. Entre los incidentes repugnantes perpetrados durante la contienda figuran:

El fusilamiento el 27 de noviembre de 1871 de ocho estudiantes de Medicina por supuestamente haber rayado la tumba de un periodista español.

La captura en aguas internacionales el 31 de octubre de 1873 y la ejecución en serie, empezando el 4 de noviembre, de 53 personas, incluyendo el capitán, la mayor parte de la tripulación y casi todos los insurgentes cubanos, a bordo del Vapor Virginius.

La Guerra de los Diez Años no tuvo un final feliz, influyó en ello un incontrolable caudillismo y regionalismo desatado entre los cubanos que hicieron fracasar la unidad y por ende, la independencia.

  1. Lic. Regla Ma. Albelo Ginnart, Lic. Marta Ma. Valdés López, Prof. Gisela Gallo González, Mirta Molina Martínez: Historia de Cuba Quinto Grado. Segunda Edición, 2011, p. 90. La Habana: Editorial Pueblo y Educación. ISBN:978-959-13-0343-1