Luis Victoriano Betancourt

Plantilla:Personaje histórico

Luis Victoriano Betancourt. Abogado, poeta, periodista y escritor, representó a occidente en la Cámara de Representantes de la República en Armas y su presencia estuvo vinculada a más de un hecho polémico de la Guerra de los 10 Años.

Nacimiento

Nació el 23 de marzo de 1843 en La Habana.

Infancia y Juventud

Radicado en Matanzas desde muy niño, hijo del escritor costumbrista José Victoriano Betancourt. Estudió en el colegio La Empresa de los hermanos Guiteras.

Licenciado en Derecho Civil y Canónico en la Universidad de la Habana (1866), había regresado a la capital en 1860 y desde 1863 comenzó a colaborar en publicaciones periódicas.

Logros

Perteneció a la redacción de El Siglo (1863), fundó el periódico satírico El Rigoletto (1865). En la manigua colaboró con El Cubano Libre, La Estrella Solitaria y Boletín de la Revolución.

Después de la Paz del Zanjón escribió en varias revistas y periódicos, entre ellos El Siglo, El Occidente, La Aurora, El Triunfo, El País y La Discusión.

Se incorporó a la Revolución del 68 junto con un numeroso grupo de jóvenes que integraron la expedición de la goleta Galvanic conducida por Manuel de Quesada. A principios de 1869 ocupó la presidencia de la Corte Marcial de Camagüey con Rafael Morales de secretario y Ramón Pérez Trujillo de vocal.

En julio de ese año ingresó en la Cámara y el 18 de agosto junto con otros diputados occidentales ratificó el texto de la Constitución de Guáimaro. Después de terminar la guerra ejerció como abogado, profesor y periodista.

Muerte

Falleció el 8 de junio de 1885 en La Habana.

Versos a su madre

El poeta le escribi� esta vez, en su destierro de New York.

A MI MADRE

Dos veces la mano fr�a

del Norte mi frente hel�;

desde que la madre m�a

con amorosa alegr�a

por vez �ltima me habl�.


Dos veces la Primavera

el prado visti� de flores,

desde que por vez primera

mi navecilla ligera

dejaba atr�s mis amores.


Y era un d�a solitario

y lluvioso, y triste, y serio,

como un canto funerario,

en que el cielo era un sudario

y la tierra un cementerio.


Y al ver de Cuba la herida,

me ech� en brazos de la suerte

junto a la patria afligida,

y dije adi�s a la vida

y fui buscando la muerte.


Mi perdido barquichuelo

a impulsos del aquil�n

en horas de cruel desvelo

luchaba entre mar y cielo

sin br�jula y sin tim�n.


Y en tanto tambi�n bramaba

una lucha en mi interior:

de mi madre me acordaba,

y mi pobre pecho estaba

entre el deber y el amor.


Me acordaba de mi hermosa,

de sus cantos juveniles,

de su mirada amorosa,

de aquellos labios de rosa,

y de aquellos veinte abriles.


Y me acordaba de aquella

frente pura de mi padre

donde el mal no dej� huella

y de la mirada bella,

pur�sima de mi madre.


Y era tan grande el tormento

de tanto recuerdo santo,

que en aquel mismo momento

no s� c�mo el sentimiento

no me hizo romper en llanto...


Pero despu�s brisa suave

volvi� la tormenta a ser,

volvi� a su rumbo la nave,

y volvi� en la lucha grave

a dominar el deber.


Y apareci� un nuevo d�a,

y a su lumbre matinal

Cuba hermosa aparec�a,

como una flor que dorm�a

sobre un lago de cristal.


Y en fin, la anhelante quilla

con bandera desplegada,

bes� la cubana orilla

donde el tirano se humilla,

al fulgor de nuestra espada.


Y jur� sobre la estrella

del cubano pabell�n,

borrar la espa�ola huella

y dar por mi patria bella

mi sangre y mi coraz�n.


De entonces ni la sincera

pasi�n del perdido hogar,

ni mi madre que me espera

acaso la triste muera,

muera de tanto llorar!:


Nada, nada podr� hacer

mi patrio amor extinguir:

�porque me manda el deber

o libre volverte a ver,

o libre en Cuba morir!

Fuente

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