Pauls Bowles

Pauls Bowles
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NombrePauls Browles
Nacimiento30 de diciembre de 1910
Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
Fallecimiento18 de noviembre de 1999
Bandera de Marruecos Marruecos
NacionalidadAmericano
CiudadaníaAmericano
CónyugeJane Auer

Pauls Bowles. Escritor y compositor estadounidense. Sus abuelos eran alemanes por parte paterna, Bowles vivió un violento conflicto generacional con su padre, un odontólogo y músico frustrado, de quien era hijo único.

Biografía

A Browles le gustó su etapa de niño porque era libre, salía, veía el sol, las flores, y podía respirar plenamente, tenía la impresión de que el mundo era maravilloso, no tenía miedo, era un inocente. Pero tampoco su vida de niño era un paraíso, porque sufría mucho, a veces más que los adultos. Sentía todo mucho más y gozaba más. Pero cuando era un viejo salía a la calle y lo atacan los dolores, no era interesante así la vida para él.

Antes de terminar el bachillerato publicó dos poemas surrealistas en Transition, una revista literaria internacional. Tras un viaje a París regresó a Nueva York para estudiar con el compositor Aaron Copland durante los años treinta. En el curso de los veinte años siguientes Bowles escribió partituras para numerosos ballet y compuso la música de muchas películas y obras de teatro.

En 1938 se casó con Jane Auer, autora de teatro y novelista. Jane le animó para que volviera a escribir y Bowles produjo diversos relatos y escribió crítica musical para diversas publicaciones. En 1947 la pareja viajó a Marruecos y se estableció en Tánger.

Paul fue su marido y amigo. Su relación fue ciertamente muy especial y poco frecuente: ambos tenían presente a la persona más allá de sus circunstancias, convenciones sociales o vida sexual. Una conexión profunda y real poco frecuente en las historias amorosas. De alma a alma. Quizás por ello ambos eran bisexuales y su mutua lealtad estaba más allá de cualquier situación, o episodio sexual de su pareja y se separaron en 1973, cuando ella murió destrozada por la tristeza y la locura en un hospital de Málaga. El amor es siempre doloroso, el amor es una guerra. Es algo muy peligroso que no merece la pena intentar. Tal vez uno no quiera estar solo en el mundo, pero eso de que para no estar solo hay que amar a alguien, eso es una solemne mentira. Lo mejor es quedarse en el plano de la amistad y de vez en cuando, si se quiere, hacer unos ejercicios de gimnasia sexual juntos, pero sin mezclarle a eso amores o cosas parecidas.

Fue un viajero de vocación, tanto en sus viajes propiamente dichos como en su manera de enfocar los temas y tramas de sus relatos. No sólo porque en ellos abundan los personajes que viajan por lugares ajenos, sino por su manera testimonial y constatadora de contemplar sin juzgar, de bucear bajo las apariencias para tratar de descubrir la esencia de las diferentes culturas y de lo que sucede en una historia.

Llegó por primera vez a Tánger a los 21 años, donde acabaría instalándose definitivamente en 1947. Bowles siempre estaba sonriendo y diciendo breves cosas amables; en realidad, así era este escéptico que vivió en el Tánger de la luz y luego en el Tánger de las sombras. En los últimos años a Bowles le había vuelto la pasión por la música, y su asistente, que fue también su gran amigo, lo recuerda en todo momento tarareando y acompañándose con los dedos, que hacía sonar como en sueños, y en esos instantes, entre la lucidez y la duermevela, también daba la impresión de hacer sonar con los dedos alguna melodía melancólica.

Era un hombre elegante; y esa necesidad de la pulcritud que exhibía, le gustaba escribir todos los días y cuando no lo decía a voces, lo escribía, para saber que estaba algo a lo que había hecho y cuando estaba ya harto de escribir se ponía a componer música, pero hacer música le cansa mucho. La mitología de la ciudad acaba con la muerte de Bowles, y si uno percibe el ambiente es claro que este personaje cierra una etapa de la ciudad africana más literaria.

Sus amigos

Cada amigo tenía su sitio en la vida de Bowles; al final de su vida estuvo con él, Rodrigo Rey Rosa, escritor guatemalteco y uno de los grandes divulgadores de la obra de Bowles, al morir este dijo "Se me ha muerto un amigo irreemplazable".

Tuvo buenos amigos, Tenesse Williams fue uno de ellos, le hizo la música para varias de sus obras, trabajó junto con Visconti y viajaron mucho. Tennesse era muy divertido, tenía miedo a morir, siempre tenía mucho miedo. Otros que quiso mucho fue a Capote y Gore Vidal, que gustaba mucho de molestar a la gente. Orson Welles fue también su amigo, hizo tres obras con él, lo admiró mucho a pesar de su egoísmo extremo. A John Huston lo quiso mucho. Alvarado fue a verlo en sus últimos momentos al igual que Sartre, Jean Genet, Ian Fleming, Los Beatles, Allen Ginsberg.

Estaba también Claude Thomas, su traductora al francés, y estaba por llegar en los días que estuvo hospitalizado una gran amiga austriaca, que era la que proveía a Paul de las chucherías que siempre tenía a mano: unas chocolatinas rellenas de licor. Boulaich siente que esa pérdida tiene contornos humanos más perdurables aún que la mitología literaria. "Cuando cerraron la casa y se fue sintió en su alma que no podía reprimir el llanto". Porqué aprendió de Bowles, a perdonar, a pensar que nadie es mejor que otro, a que no puedes mentir: hay que decir sólo lo que has visto, no puedes decir nada que tú mismo no hayas comprobado, sobre todo si hablas de otras personas. Era un hombre que jamás ordenaba nada: decía, quizá podríamos hacer esto..., y te dejaba a ti tomar la decisión".

Otros de sus amigos fueron: Beat (William Burroughs, Kerouac, Ginsberg), que le visitaron en Tánger igual que Djuna Barnes, Tennessee Williams, Truman Capote, Gore Vida.

Cuentan que un día fue a verle una joven, que le besó en las mejillas, y él le devolvió el beso. Ella dijo: "Los mejores besos los da Paul". Y Bowles, tímido siempre, lejano y silencioso, se puso rojo como un adolescente.

Carrera Literaria

Escapó a Europa muy joven después de diversas disputas familiares, estableciéndose en Francia, en donde entabló amistad con diversos literatos e intelectuales. Publicó algunos poemas, pero decidió dedicarse a la música, regresando a Nueva York para tomar clases de composición. Fue autor de partituras para ballet, cine y teatro al tiempo que recorría diversos países como Marruecos, [México]] (en donde vivió durante casi un lustro), Colombia, Guatemala y Costa Rica junto con la conocida dramaturga y novelista bisexual Jane Auer, con la que se casó (adoptando el nombre de Jane Bowles). Fue ella precisamente la que le animó a retomar la escritura. En 1947 el matrimonió se instaló en Tánger, en aquellos momentos bajo la protección de España, convirtiéndose esta ciudad magrebí en el escenario de gran parte de las novelas y relatos de Bowles. La obra de Bowles se revalorizó en la década de los ochenta, traduciéndose y publicándose en todo el mundo y en numerosos idiomas.


Sus relatos giran en torno a la hondura misteriosa de lo existente y las reacciones de la gente ante ello. Cómo lo viven. De ahí que recorran sus historias el miedo, la incomunicación, el desdoblamiento, los sueños (inducidos, sufridos, gozados, o dormidos), la desadaptación, la “extranjería”, la posesión, el tormento, la crueldad, lo desconocido, el deseo, la lucidez, lo lúdico, el destino. Delicada oración (1950), El tiempo de la amistad (1967) y Relatos completos de Paul Bowles (1979). En 1949 publicó su primera novela: “El cielo protector”, publicada en la editorial Alfaguara. Fue llevada al cine por Bertolucci a finales de los 80 y protagonizada por John Malkovich y Debra Winger. No es una película redonda pero sí que logró trasladar a la pantalla la potencia fascinadora de algunas de sus imágenes. Sólo por eso merece la pena verla. Por cierto hay un pequeño cameo del propio Bowles, que sale unos segundos como cliente de un café de Tánger. Esta adaptación le sirvió monetariamente en una de sus muchas épocas de penuria, y para ser reconocido en su propio país, Estados Unidos.

Viajó por México y vivió allí algunos años. Aprendió español entre otros idiomas. También por Asia donde llegó a comprarse una casa en Ceilán.

Es muy significativa la abundancia de referencias en sus títulos a la naturaleza, en su más amplio sentido (mundo, tierra, cielo, manos, cabezas…) En último término ese es el tema omnipresente: el misterio que subyace en la existencia, presente de manera especialmente directa en las manifestaciones de la naturaleza. En las obras, Bowles, gusta de instalar en la extraña cultura musulmana a europeos o norteamericanos que terminan inmersos en auténticas crisis de identidad al encontrarse descontextualizados y alienados por una nube de drogas, alcohol y ambigüedad emotiva, y en el paisaje del desierto, donde lo único que existe es el arriba y el abajo. Se representa así la disolución de la identidad en el mundo moderno.

El Diario de Tánger 1987-1989 ofrece una crónica de su vida en Marruecos. Fruto de sus viajes por África es el libro de notas de viajes titulado Cabezas verdes, manos azules (1963). Bowles ha publicado también varios volúmenes de relatos, entre los que destacan Delicada presa (1950), El tiempo de la amistad (1967) y Relatos completos de Paul Bowles (1979, cuenta en su diario también que compró un pasaje de barco y acabó en París, donde conoció a la Generación Perdida, en especial Ezra Pound y Djuna Barnes. Como cuenta en su libro autobiográfico Memorias de un nómada (1972), publicó en París dos poemas surrealistas en Transition, una revista literaria internacional, que llamaron la atención de Gertrude Stein; ésta, sin embargo, desanimó su vocación de escritor y el joven bohemio se dedicó a la música.

El último adiós a Paul Bowles

No tuvo al final de su vida demasiados problemas graves de salud, así que su ingreso en el hospital, por una afección de orina, parecía tener el carácter de una rutina, que luego se fue complicando. Dispuesto al regreso a su casa, quiso que el hijo de Abdelouahid, que era barbero, acudiera a afeitarle todos los días; y así, afeitado y brillante, falleció.

Quienes estaban al borde de su cama, cuando estaba a punto de expirar en Tánger, fueron dos asistentes suyos, Suhad, que cuidaba de la casa, y el citado Abdelouahid, que desde hace 30 años cuidaba de él. Bowles tuvo momentos de lucidez alternados con largos instantes de sueño, y en uno de sus momentos de brillantez mental y emocional agarró con sus manos a cada uno de sus asistentes, a los que dijo sonriendo: "Ustedes son los verdaderos amigos de la familia”.

Los restos del novelista fueron trasladados a Nueva York, donde reposaran junto a sus padres, murió un mes antes de cumplir los 89 años, en Tánger, su cuerpo se incineró en Nueva York. Paul Bowles le habia dicho hacia unos días, a su gran amigo Abdelouahid Boulaich, que trabajó con él durante treinta años: "Si me muero, que me entierren en el cementerio de los animales". El cementerio de los animales está, en Tánger, cerca del cementerio español; era un lugar al que iba casi cada tarde, paseando, el viejo Bowles.

Hace años explicó en Madrid: "Quiero que me quemen; quedarse en la tierra desata una estupidez sentimentaloide. Cuando uno no está, desaparece, y las cenizas son mejor que el cuerpo".


Fuentes