Abraham Pérez Miró


Abraham Pérez Miró
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Destacado médico cubano
Nacimiento1857
Marianao, La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento1930
La Habana

Abraham Pérez Miró. Destacado médico cubano, considerado como uno de los precursores de la traumatología en Cuba.

Síntesis biográfica

El doctor Pérez Miró, nació en Marianao en 1857, desde niño vivió en España y en el Instituto de Segunda Enseñanza de Valladolid, se graduó de bachiller en artes. En ese centro de estudios fue compañero del más tarde inmortal crítico de las letras de habla hispana don Marcelino Menéndez y Pelayo a quien derrotó en reñida oposición al premio ordinario de Literatura.

Inicios de su carrera

En la Universidad de Valladolid se graduó de licenciado en medicina y cirugía el 27 de junio de 1877, el Ministerio de Fomento le expidió el título el 16 de marzo de 1878 y el 8 de julio de ese año realizó el ejercicio de grado de Doctor en Medicina en la Universidad Central de Madrid. Su pobreza era tal en esa época que el mismo contó al doctor Oscar Jaime Elias que "iba tan mal vestido que llamaba la atención". Sin pagar los derechos por este último título regresó a Cuba donde incorporó el de Licenciado en Medicina y Cirugía en la Universidad de La Habana el 18 de enero de 1879 y no fue hasta el 9 de octubre de 1899 que el alto centro de estudios habanero le expidió su título de Doctor en Medicina.

Labor desempeñada

Fue médico forense por oposición en Marianao, médico de visitas del Hospital "San Felipe y Santiago", de la Sociedad Francesa de Beneficencia, del Hospital "Número Uno" de La Habana, de la Quinta de Salud de Dependientes del Comercio de La Habana, de la Quinta de Salud "Nuestra Señora de la Covadonga", vocal de la Junta de Beneficencia de La Habana y de la Junta de Sanidad de Marianao y miembro fundador de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana. Hombre de vasto saber, su cultura abarcaba no solo las ciencias médicas, sino también diversos campos de las letras y las artes y podía leer con soltura en varios idiomas, entre ellos el latín.

La Secretaría de Instrucción Pública, nombró interinamente el 2 de noviembre de 1900 al doctor Abraham Pérez Miró catedrático auxiliar Jefe del Laboratorio y del Museo de la Escuela de Medicina. Sacada la plaza a ejercicios de concurso-oposición la obtuvo el propio doctor Pérez Miró, quien fue nombrado en propiedad por Orden Militar No. 68 de 9 de marzo de 1901 y tomó posesión el 11 de marzo siguiente.

Como docente

Por acuerdo de la Facultad de Medicina y Farmacia de 18 de diciembre de 1908, el doctor Pérez Miró, además de sus 2 asignaturas, explicó la de Terapéutica y Materia Médica en la Escuela de Cirugía Dental hasta que el doctor Ismael I. Clark Mascaró obtuvo por oposición la cátedra, ya con el nombre de Terapéutica aplicada a la Estomatología e Higiene, en 1920. Por su mucha carga docente, el doctor Pérez Miró encargó la enseñanza de la asignatura de Farmacología en la Escuela de Medicina, al doctor Antonio M. Valdés-Dapena Victorio a partir del curso 1916-1917.

Muerte

Se ausenta con frecuencia los últimos años a su trabajo por enfermedad, hasta que ocurre su fallecimiento en el año 1930.

Obras destacadas

El doctor Abraham Pérez Miró no publicó obra de texto alguna a pesar de sus cualidades de escritor puestas de relieve en ensayos como "Elogio póstumo del Dr. Federico Hortsmann", La Habana, 1902 y "Elogio del Dr. Rafael A. Cowley" (1910), aparecidos en la Revista Médica Cubana; en sus artículos dados a conocer en 1918 bajo el título general de "Mis Díaz Médicos" y en su "Discurso de despedida de los alumnos de terapéutica" (1911), publicado en la Revista de Medicina y Cirugía de La Habana.

Su obra científica no es muy numerosa, pero en ella se exponen aportes de gran originalidad e importancia, como en sus estudios "Las vacunas bacterianas administradas por la vía gástrica" (1911), que vio la luz en la Revista de Medicina y Cirugía de La Habana y en la Crónica Médico Quirúrgica de La Habana y "Vacunas bacterianas por vía gástrica, rectal y en uso local" (1925) aparecido en Revista de Medicina y Cirugía de La Habana y en Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en los que prueba que desde 1901 venía empleando con éxito las vacunas antitifoidea y anticolibacilar por vía gástrica en el tratamiento de estos estados morbosos, así como también del empleo en las infecciones microbianas localizadas en la piel y en las mucosas accesibles, de vacunas mezcladas a glicerina neutra al 1 por 10, aplicadas localmente, investigaciones que lo sitúan entre los precursores de dichos estudios en todo el mundo.

La originalidad de los trabajos del doctor Pérez Miró rebasa sin embargo, los límites de la terapéutica, así en su artículo "Aparatos especiales para fracturas de las extremidades" (1890) se nos muestra como uno de los precursores de la traumatología en Cuba al idear y fabricar estos aparatos de yeso y cuero; en "Un signo de tiflitis estercoral" (1902), explica este signo que comprueba hundiendo el dedo en el ciego, relleno de excremento y en "Lengua Grippal" (1909) describe 5 diferentes tipos de lengua en esta enfermedad y el artículo mereció ser reproducido en la obra "Infecciones gripales" del notable clínico español doctor Antonio Piga.

Otros trabajos del doctor Pérez Miró sobre terapéutica lo son: "Breve noticia acerca del tratamiento de los pólipos del meato urinario en la mujer por la pasta de Viena" (1886); "Histero-epilepsia. Amaurosis. Afonía y disfonía tratados con éxito por la sugestión en la vigilia e hipnótica" (1888); "Sueroterapia en la fiebre amarilla" (1899); "Terapéutica práctica. El ácido bórico" (1902); "Tratamiento de la tuberculosis por el amoníaco" (1907); "Seis casos tratados por el suero antigonocóccico de Parke Davis" (1908); "Medicamentos antiparasitarios" (1909); "Incompatibilidad del peróxido de hidrógeno con el yoduro de potasio y el yodoformo" (1909); "Conferencia sobre los zoicídas" (1909); "Un tratamiento antiséptico biológico de la piorrea alveolar" (1913) e "Intolerancia por medicamentos, por alimentos y por olores" (1924).

Opinión de su discípulo predilecto

El doctor Oscar Jaime Elías, dejaría escrito un valioso y emotivo recuerdo de su profesor:

"El doctor Abraham Pérez Miró, mi mejor maestro, y uno de los mas amados de mis amigos, en cuyas enseñanzas y consejos se formó la base de mi cultura médica […] no fue solo un gran médico, sino que poseía una cultura general muy vasta. Cultivó las letras y fue un enamorado de las bellas artes; era interesante verlo traducir el latín como si leyera en su propio idioma y manejar su extensa bibliografía, lo mismo en cuestiones de medicina como en asuntos literarios. Todos los conocimientos le interesaban, y hacía bueno aquel aforismo del gran médico español Letamendi, que dice: `Aquel que solo sabe Medicina, apenas si sabe Medicina'. […] Clasificando, diríamos, al hombre de ciencias, yo veo a Pérez Miró como un farmacólogo: trataba de penetrar y arrancarle al medicamento, todo lo más que los elementos a su alcance en su época, le permitían investigar; y como un cuidadoso y responsable de sus conocimientos y de su gran honestidad científica, no se le escapaba nada que pudiera ser útil en la aplicación de aquel al enfermo, practicando el criterio suyo que tanto me repetía: `debemos siempre tratar de curar, aunque no lo logremos en muchas ocasiones'. […] De su vida pudiéramos afirmar que fue ejemplar. Siempre sencillo y grande al mismo tiempo, pues poseía el alma pura de un niño y la mente bien nutrida del sabio en quien la curiosidad científica encontró siempre un modesto trabajador. Esta era una pasión de su alma, meditar, estudiar, observar, hasta el día en que las fuerzas de aquella recia armadura humana comenzaron a disminuir y se iba rindiendo al mal que había de terminar con su existencia. […] Ya enfermo, yo lo visitaba con frecuencia y siempre le encontraba sentado al lado de su lecho, tan pulcro como lo fuera en su época de actividades, a tal grado que no aparentaba, ni su mal tan grave, ni su fin tan cercano. Allí, al alcance de su mano tenía siempre libros y revistas de Medicina que hasta sus últimos momentos le sirvieron de magnifico bálsamo, y hasta de placer en la lenta agonía que soportaba, sin dejar traslucir el menor gesto de contrariedad, ni de amargura., ni por sus sufrimientos físicos, ni por la proximidad de su fin. […]Dos días antes de su muerte estuve a verle, lo encontré como siempre, leyendo y estrechándome la mano me dijo: `Cuanto hay que aprender, Jaime; permítame leerle esto que tiene un gran interés'. Aquella fue mi última visita: cuarenta y ocho horas después la vida se desprendía de él repentinamente en un estertor final. Murió como había vivido, como un justo."

Fuentes

  • Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Adm. 79 (Dr. Abraham Pérez Miró).
  • Universidad de La Habana. Archivo Histórico. Exped. Est. Ant. 10285 (Dr. Abraham Pérez Miró).
  • Jaime Elías O. Memoria del profesor Abraham Pérez Miró. Cuad. Hist. Sal. Pub. No. 63. La Habana, 1981: 126, 127, 130, 137 y 138.