Arturo Jauretche

Arturo Jauretche
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NombreArturo Martín Jauretche
Nacimiento13 de noviembre de 1901
pueblo de Lincoln,
provincia de Buenos Aires,
República Argentina Bandera de Argentina
Fallecimiento25 de mayo de 1974 (72 años)
ciudad de Buenos Aires,
República Argentina Bandera de Argentina
Nacionalidadargentina
Ocupaciónpolítico, ensayista y polemista

Arturo Martín Jauretche (Lincoln, 13 de noviembre de 1901 - Buenos Aires, 25 de mayo de 1974) fue un político, ensayista y polemista argentino. Militante radical en su juventud, fue uno de los fundadores del movimiento Forja.

Arturo Jauretche fue uno de los más importantes representantes del pensamiento nacional y ejerció un papel fundamental en la caracterización real de las estructuras socioeconómicas y culturales de Argentina.

Síntesis biográfica

Nacido en Lincoln (provincia de Buenos Aires) ―340 km al oeste de la ciudad de Buenos Aires― en 1901. Arturo tuvo nueve hermanos varones y una hermana mujer.[1]

Según Jauretche, su aldea se llamaba Lincól, que era el nombre de un cacique de la etnia pampa, y se ubicaba en el «paraje del Chañar». El 19 de julio de 1865, el gobernador Dardo Rocha creó el pueblo de Lincoln, al que le agregó una "n" al final del nombre para que los escolares de la zona evocaran al presidente estadounidense Abraham Lincoln (1809-1865), que había sido asesinado unos meses antes, el 15 de abril de 1865.[2]

Su padre fue conservador y Arturo de pequeño adhirió a esas ideas políticas, aún cuando la mayoría de sus compañeros de escuela eran radicales por lo que muchas veces lo hacían objeto de sus bromas y burlas.[3]

Nació en el seno de una familia de clase media. Su padre, Pedro Jauretche, era funcionario municipal y militante del Partido Conservador. Su madre, Angélica Vidaguren, era maestra.[4]

Del partido conservador al yrigoyenismo

Al terminar la escuela secundaria se radicó en el pueblo de Chivilcoy ―180 km al oeste de la ciudad de Buenos Aires― y participó en las luchas estudiantiles por la Reforma Universitaria de 1918.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) como joven estudiante conservador, fue contrario a la neutralidad que defendía el gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen (1852-1933). Eran pocos los que defendían la neutralidad. Aquellos que proponían el ingreso de la Argentina a la guerra no se preocupaban por las vidas de los compatriotas que pudieran morir en el conflicto, su mayor atención estaba centrada en que luego de la guerra las potencias occidentales no iban a estar dispuestas a comprar los productos argentinos, que eran en su totalidad de origen agrícola-ganaderos, y estaban en poder de la oligarquía.[3] Los sectores del privilegio que estaban concentrados en la Sociedad Rural, los grandes diarios de la oligarquía ―"La Nación" y "La Prensa"―, el Jockey Club, y sus socios: los radicales antipersonalistas, el partido conservador, y los socialistas como Alfredo Palacios y los estudiantes: todo ese conglomerado fomentaba el ingreso en la guerra. Del otro lado se ubicaban los nacionalistas populistas Manuel Ugarte, Del Valle Iberlucea, Manuel Gálvez, Belisario Roldán y unos pocos más.[3]

Jauretche nunca dejó de reconocer sus errores de juventud, fue así como confesó avergonzado haber sido uno de los jóvenes que intentó incendiar el Club Alemán y el diario La Unión que dirigía quien luego fuera su compañero en FORJA, Amable Gutiérrez Díez.[3]

Los radicales llegaron a gobernar Lincoln en 1918, según Jauretche los radicales predominaban en aquellos pueblos donde la agricultura era la principal actividad, en tanto que los conservadores tenían preponderancia en donde lo era la ganadería.[3]

Fue presidente de la juventud conservadora de Lincoln en los años 1917 y 1918, luego de concurrir tres años en la Escuela Normal en su ciudad, el cuarto año lo cursó en Chivilcoy, a esta ciudad llegaron los ecos de la Reforma Universitaria en 1919 que se había iniciado el año anterior en Córdoba, pero en Chivilcoy los alumnos secundarios se solidarizaron con los profesores cesanteados.[3]

El presidente Yrigoyen decidió intervenir en el conflicto por lo que el 12 de septiembre de 1919 recibió a una delegación de estudiantes liderados por Joaquín V. González ―que era el presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA)― y a varios representantes de Chivilcoy; entre ellos concurrió Jauretche. En esa reunión uno de los estudiantes elogió a Estados Unidos sindicándolo como ejemplo de democracia, a lo que el presidente respondió: «Sí, ¡democracia para ellos, pero democracia rapaz que avanza sobre América Latina!».[3]

De la reunión no surgieron acuerdos, los estudiantes se retiraron sin comprender la posición del presidente, Jauretche, que luego terminó admirando a don Hipólito Yrigoyen dirá muchos años después:[3]

A ese viejo magnánimo lo pintaron tirano ¡y la tilinguería estudiantil se atrevía a enfrentarlo en su propio despacho! Me consta porque fui uno de esos en 1919. Todavía hoy ―cuando ya no tengo casi colores― ese recuerdo me ruboriza.
Arturo Jauretche[3]

Luego del largo conflicto en el Colegio Nacional de Chivilcoy, Jauretche comenzó a sospechar que los alumnos estaban siendo manipulados por los profesores conservadores ―que finalmente eran los intereses de la oligarquía―; él por su parte fue expulsado del colegio.[3]

En ese momento tal vez haya comenzado su tránsito hacia una posición nacional:[3]

Ahí empecé a desconfiar. "La Nación" y "La Prensa" dedicaron primera página, entera, a una huelga del colegio de Chivilcoy porque habían sido echados los profesores conservadores. Ahí empecé a darme cuenta cómo se maneja el periodismo. Porque un asunto que era para dos columnas, en página cuatro o cinco, lo ponían en primera página, dándole enorme resonancia al asunto. Y nosotros nos creíamos que éramos muy importantes y que el país giraba en torno de la huelga que habíamos hecho contra Yrigoyen… Y vinimos a Buenos Aires con otros dirigentes reformistas, a hablar con don Hipólito y de eso salió una versión bastante deformada para dejarlo en ridículo a Yrigoyen, que se publicó en el diario La Nación.
Arturo Jauretche[3]

En 1920 su familia deja Lincoln y se muda a General Pintos, en tanto que Arturo se instala en Buenos Aires, ese traslado es la consecuencia de su expulsión del Colegio Nacional y de las necesidades económicas que atravesaba su familia.[3] En Buenos Aires continuó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, y conseguir el título de abogado. En 1922 descubrió el nuevo modelo de integración social promovido por la Unión Cívica Radical ―que hasta 1930 fue un partido de izquierdas, y después derivó hasta convertirse en un partido de derechas, hasta la actualidad― y se incorporó al sector del presidente Hipólito Yrigoyen, los llamados «radicales personalistas».[4]

Jauretche comenzó a sentir una gran atracción por la Revolución mexicana, que estaban desarrollando los campesinos:[3]

Lo que me despertó fue la Revolución mejicana, los Zapata, los Obregón, los Pancho Villa. Desde entonces, renegué de la concepción liberal que tiende a presentarnos como un país de segunda y a nuestro pueblo, como un pueblo inferior.
Arturo Jauretche[3]

Entre 1923 y 1926 Jauretche comenzó un período de reflexión que lo fue acercando paulatinamente al yrigoyenismo.[3]

En el Partido Radical

En Buenos Aires se instaló en una pensión cercana al Congreso; llegó con pocos recursos por lo que se hizo habitual que se atrasara en el pago de la pensión. Su primer trabajo fue como cuidador nocturno de una estación de ómnibus de Constitución, ahí pudo dedicar su tiempo a la lectura, con libros que retiraba de la Biblioteca Municipal. Dormía por las mañanas y por las tardes paraba en un café donde comenzó a hacer amigos con los que discutía sobre la situación política nacional e internacional. Cuando no pudo pagar más la pensión se mudó a la casa de un amigo de la familia, Víctor Madiedo.[3]

El 21 de marzo de 1925 se constituyó la Unión Latinoamericana liderada por José Ingenieros, y donde se nuclearon jóvenes que simpatizaban con la Revolución mexicana; Jauretche tuvo un acercamiento a esta agrupación.[3]

Vinculado hasta la adolescencia al Partido Conservador, entre 1925 y 1926 ingresó al radicalismo, centrando su militancia en la Facultad de Derecho donde había ingresado unos años antes, allí conoce a algunos de los que serían sus compañeros de luchas por décadas. Pero también se interesa por la política en los barrios, en los comité escucha hablar con devoción de don Hipólito, esa admiración también la comenzó a sentir intensamente el mismo Jauretche.[3]

Por el año 1927 ya dedica gran parte de su tiempo a la militancia, en tanto consigue un trabajo en el Hipódromo de San Martín y se traslada a una modesta pensión del barrio de Monserrat.[3]

Víctor Madiedo que era dueño de un bar ubicado en Corrientes y Billinghurst lo lleva durante un tiempo a trabajar a ese establecimiento pero la experiencia no dura mucho tiempo, luego consiguió un lugar en la Barraca Furman ubicada en las cercanías del Riachuelo como ayudante del clasificador de lana.[3] Por esos años, Jauretche sufrió un problema de salud contrae una enfermedad que le afecta el tendón de Aquiles, problema que lo lleva a decir: «Sin un mango y encima rengo».[3]

El hijo de Víctor Madiedo, Luis, en cuya casa Jauretche vivió un tiempo cuando no podía pagar una pensión lo definió así:

Tuve y tengo un afecto increíble por Arturo. Pocas veces he tratado a un hombre tan bueno. Envuelta en esa caparazón de fiereza., que le era imprescindible para la lucha en que se había comprometido, estaba su profunda bondad. Pocas veces he visto un hombre tan íntegro y tan bueno.
Luis Madiedo[3]

Fue encarcelado tras el golpe de Estado que depuso al presidente popular Hipólito Irigoyen y nuevamente en 1933, tras el levantamiento en la ciudad de Paso de los Libres (provincia de Corrientes) contra la dictadura de Agustín P. Justo. De este acontecimiento surgirá su primer obra, El paso de los libres (1933), poema donde se narra la fracasada experiencia revolucionaria.[5]

Jauretche se desempeñó como funcionario durante el segundo mandato de Yrigoyen, desde 1928 hasta 1930, cuando se produjo el primer golpe de estado de la Historia argentina, encabezado por el militar José Félix Uriburu, que dio lugar a la llamada Década Infame. A partir de ese momento protagonizó la lucha callejera, combatiendo a mano armada junto a los insurrectos contra la dictadura, y desarrollando una intensa actividad política.[4]

En 1933 tomó parte en el alzamiento de los coroneles Roberto Bosch y Gregorio Pomar en la provincia de Corrientes. La asonada fue vencida y Jauretche fue encarcelado. En la cárcel escribió su primer libro: El paso de los libres, cuya edición será prologada por el escritor Jorge Luis Borges, quien calificó al poema como «merecedor de la amistad de las guitarras y los hombres».[4]

Integró posteriormente el Movimiento de Continuidad Jurídica y en 1934, en un contexto de creciente extranjerización del gobierno nacional, lanzó, junto a otras figuras, el Manifiesto de los Radicales Fuertes, en oposición a la oligarquía y a los sectores alvearistas. En este período, fundó junto a otros intelectuales y activistas la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) que creó agrupaciones universitarias en La Plata, Buenos Aires, Mendoza y Tucumán (Organización Universitaria Forjista) y en Córdoba (Unión Federalista Revolucionaria Argentina), llegando en 1939 a conducir la Federación Universitaria Argentina (FUA).[5]

En 1935, ya muerto Yrigoyen y ante la evidencia de que el radicalismo comenzaba a perder su fuerza para cambiar el destino del país, Jauretche participó de la formación de FORJA (Fuerza Orientación Radical de la Joven Argentina). Esta agrupación (que contaba también con la participación del poeta Homero Manzi, Luis Dellepiane y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros) más que una fuerza política fue una corriente de pensamiento que postuló la necesidad de restituir «lo nacional» como centro de análisis, a la vez que lo identificaba con los intereses populares. FORJA se disolvió diez años después, en 1945, con la llegada del peronismo, ya que consideró que sus propios objetivos (la creación de una política nacional y de recuperación de la soberanía contra el capitalismo extranjero) se habían cumplido en las doctrinas de Juan Domingo Perón.[4]

En el peronismo

En 1941 llegó el coronel Juan Domingo Perón (46) a la Argentina (había estado en Italia entre 1938 y 1941, donde había leído cientos de artículos de Jauretche en los Cuadernos de FORJA. Cuando Perón fue nombrado secretario de Trabajo de la dictadura de Edelmiro Farrell, en noviembre de 1942, comenzó a convocar casi diariamente a Jauretche para dialogar sobre política y nacionalismo.

En 1945 Jauretche se adhirió al peronismo. Un año después fue nombrado presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Su gestión se caracterizó por el apoyo a las pequeñas empresas nacionales.


Perón no quería que hubiera capitanes ni tenientes ni sargentos ni nada. Me lo dijo a mí en 1945: «Estaremos la tropa y yo, y la tropa y yo nos encontraremos en cada vuelta de la jornada». Yo le dije: «Vea, no se olvide de que en 1918, Yrigoyen se quedó solo de golpe y lo salvaron los remeros, los cuadros partidarios. Usted necesita esos cuadros. Piénselo». No me hizo caso. [...] Lo alerté a Perón del mal que le causarían los obsecuentes, así como lo contraproducente que resultaba una propaganda machacona y personalista. Le dije: «Cuando todo suena a Perón, es que suena Perón». El General se dio vuelta y con tono preocupado le comentó a Apold [su secretario de Prensa]: «Vea, ¿aquí me dice Jauretche que me están ahogando en baba?». Apold hizo un comentario superficial pero suficiente para disuadirlo del peligro y todo siguió igual.
Arturo Jauretche[6]

Jauretche renunció en 1950 por entender que el nuevo equipo económico de Perón no garantizaba el cumplimiento de las banderas históricas del movimiento peronista.

Me pasé los siguientes cinco años jugando al ajedrez porque no quería hablar de los errores de Perón. Porque sabía que era Perón o la oligarquía. A Perón no lo derrocaron por sus errores sino por sus aciertos. Utilizaron sus numerosos errores como excusa para derrocarlo, para reinstalar el coloniaje.
Arturo Jauretche[1]

Jauretche recién volvería a la función pública en 1973 (cuando regresó Perón tras 18 años de exilio, desde 1955) cuando durante el breve gobierno del peronista Héctor Cámpora, Jauretche ocupó la presidencia del directorio de EUDEBA (la Editorial de la Universidad de Buenos Aires).[4]

Desde el día siguiente del 16 de septiembre de 1955, tras el golpe militar proestadounidense que derrocó a Perón (fogoneado por la oligarquía y la Iglesia argentina), Jauretche tuvo una intensa participación en la resistencia peronista, con la intención de que la derrota política de las masas no se convirtiera en una derrota ideológica. Ya no se trataba del orador de barricada: a partir de ahora, Jauretche sería un modelo de intelectual argentino, ajeno por completo a los modelos habituales. En sus libros sus compatriotas encontrarían las claves de la dependencia y el coloniaje.[2] En esta etapa aparecieron sus libros, como expresión más acabada de un pensamiento que se había perfilado en los años treinta, en artículos aparecidos en múltiples revistas y periódicos.[5] Aquí nace el Jauretche escritor y polemista que publica una docena de libros donde aquellas ideas de los años treinta se asientan y constituyen una visión preclara de la realidad argentina. Funda el periódico El Líder y el semanario El 45, donde critica el régimen de facto y es perseguido y obligado a exiliarse en Montevideo (Uruguay).[4] En la actualidad, los medios de difusión de la oligarquía afirman que tuvo que exiliarse durante el gobierno de Perón.

En 1955, desde la clandestinidad y mientras preparaba los originales de un periódico de combate, El 45, Jauretche respondió al Plan Prebisch desde su libro Retorno al coloniaje, con el que desarmó el andamiaje de argumentos del especialista de la CEPAL (de la ONU), llamado por el gobierno de la revolución de septiembre para que restableciera los lazos del coloniaje económico quebrado por el gobierno popular.[2]

Dos años después publicó Los profetas del odio, y a través de los ejemplos de ciertos intelectuales, en especial Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada, fustigó a la intelligentzia nativa.[2]

En el exilio se mantuvo crítico con la sociedad argentina, proponiendo la integración de los intereses de la burguesía y el proletariado para el desarrollo de una economía sólida. Esta posición le granjeó enemistades por parte de los liberales y de la dirigencia justicialista.[4]

En 1961, a pesar de no contar con el apoyo político de Perón (cuyo candidato era el exconservador Damonte Taborda) se postula al cargo de senador nacional pero no logra acceder a la banca.[4]

Vivía en un departamento de calle Esmeralda y Córdoba, con su esposa Clara Iturraspe. No tenían hijos pero sí amigos con los que jugaba al ajedrez y discutía en el bar Castelar; entre ellos, el marxista Jorge Abelardo Ramos.[7]

Jauretche saluda el regreso del general Perón en 1972 porque entiende que debía cerrarse el ciclo histórico que se había interrumpido en 1955. Una nueva etapa se abre en la historia del país y Jauretche necesita reubicarse ante esa nueva realidad, tarea nada fácil. A su regreso, Perón y su entorno no lo tienen en cuenta y tampoco lo anima el giro a la derecha del viejo líder. Por otro lado, le entusiasma el aporte juvenil a la renovación del peronismo, pero la idea de un «socialismo nacional» sostenida por estos sectores era difícil de conjugar con su defensa de un «capitalismo nacional». A esto se suma, su descontento por el camino que los sectores juveniles del peronismo comenzaban a transitar.[4]

En 1973, durante el gobierno de Héctor Cámpora, fue nombrado director de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires) y posteriormente, vocal del Fondo Nacional de las Artes.[5]

En los últimos tiempos más de una vez se le preguntó si nunca había anhelado un cargo público de primera línea:

Es lógico que no se me haya llamado porque la revolución devora a sus padres, no a sus hijos, porque los padres, por revolucionarios que sean, están conformados por un mundo de hábitos, gustos, ideas, de todo lo cual no es posible desprenderse como de un traje.
Arturo Jauretche[2]

En 1974, realiza sus últimas conferencias en la Universidad del Sur donde trata de dar cuenta de esta nueva realidad nacional. Arturo Jauretche fallece de un paro cardíaco en el Día de la Patria, el 25 de mayo de 1974, a los 72 años, en su departamento de calle Esmeralda y Córdoba.[4] Lo enterraron en el Cementerio de la Recoleta.[7]

Día del Pensamiento Nacional (2003)

El 29 de diciembre de 2003 ―en el marco de la Década Ganada (los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, entre 2003 y 2015)― el Congreso de la Nación mediante la ley 25.844 instituyó al 13 de noviembre como «Día del Pensamiento Nacionalista», en homenaje al día del natalicio de Jauretche en 1901.[2] En sus fundamentos destacó que «...en nombre de todos aquellos que encienden diariamente el debate sobre los grandes temas nacionales, es que presentamos este Proyecto de Ley, para que junto a la memoria de don Arturo Jauretche, se fortalezca y crezca la intelectualidad nacional».[4]

El diario oligarca La Nación publicó una serie de artículos en contra de ese homenaje: «¿Por qué se homenajea a Jauretche: un hombre que no escribió una novela, que no era poeta, ¿por qué Día del Pensamiento Argentino? Jauretche no era un artista». La polémica surge debido a que la palabra nacional tiene varias acepciones: la ley se refiere al Día del Pensamiento Nacionalista (no extranjerizante).[1]

La Universidad Nacional Arturo Jauretche ―gratuita para todos los estudiantes de Argentina y de todos los países latinoamericanos― fue fundada por ley n.º 26.576 el 29 de diciembre de 2009, e inaugurada el 17 de noviembre de 2010 por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Según el propio sitio web de esa universidad, su nombre es expresión de la vigencia del ideario del nacionalismo popular universitario que promueve la consecución de la soberanía cultural y tecnológica, base de la independencia económica y de la industrialización del país para el bienestar social de nuestro pueblo.[5]

Su sobrino, Ernesto Jauretche (escritor, periodista, historiador y exmontonero), dice: «[Jauretche] Vive en su refutación de las tesis sarmientinas sobre civilización y barbarie, que llevaron a autodenigrarnos».[7]

Obras

  • 1934: El paso de los libres. Edición prologada por Jorge Luis Borges. Una segunda edición en 1960 llevará el prólogo de Jorge Abelardo Ramos.
  • 1956: El plan Prebisch: retorno al coloniaje. Critica el informe que Raúl Prebisch había escrito a pedido del régimen de Pedro Eugenio Aramburu. Comienza la persecución política y el exilio en Montevideo.[4]
  • 1957: Los profetas del odio y la yapa (publicado en el exilio en Montevideo). Analiza las relaciones de clase en Argentina a partir del ascenso del peronismo (1945).[4]
  • 1958: Ejército y política. La patria grande y la patria chica
  • 1959: Política nacional y revisionismo histórico. Elabora su propia posición en el seno de una corriente revisionista. Reivindica la figura de Juan Manuel de Rosas a la que considera «síntesis posible» de la situación de la época.[4]
  • 1960: Prosa de hacha y tiza
  • 1962: FORJA y la Década Infame
  • 1964: Filo, contrafilo y punta
  • 1966: El medio pelo en la sociedad argentina. Brinda una visión sociológica del país, acuñando la expresión «medio pelo» como categoría donde convergen clase media y alta.[4]
  • 1968: Manual de zonceras argentinas. Presente una suerte de semiología cultural donde la historia, la sociología y la política se interconectan mostrando sus vínculos interactivos.[4]
  • 1969: Mano a mano entre nosotros
  • 1972: De memoria: pantalones cortos. Era el primer tomo de una trilogía (De memoria) que debía rescatar los recuerdos de su vida y las enseñanzas políticas y nacionales que esta la fue dejando. Este primer tomo, que reúne sus recuerdos de infancia en Lincoln, provincia de Buenos Aires, fue el único que publicó. La muerte le impidió publicar sus continuaciones.[4]
  • 1977: Política y economía (edición póstuma) 
  • 2002: Escritos inéditos (edición póstuma).

Características de su persona

Jauretche se vestía con una tendencia criolla, siempre con una corbatita de cinta, un blando sombrero fungi gris, sobre el hombro portaba un poncho de gaucho. Era amigo del escritor peronista Raúl Scalabrini Ortiz.

Uno de sus últimos cargos fueron en Eudeba y en el Fondo Nacional de las Artes. En una ocasión realizó un duelo a muerte con el general fascista Larcher. En un programa de televisión, alguien lo calificó de «nazi» (la acusación más común en contra de los peronistas) y Jauretche lo corrió con un facón (largo cuchillo de gaucho) por todo el estudio de grabación.[2]

Legado

La finalidad última de sus escritos fue crear una visión real del país, impulsando la idea de una íntima relación entre historia y política. Preocupado por la concreción del proceso de liberación nacional, abogó a lo largo de su vida por una conciliación de clases en el proceso de desarrollo de un capitalismo independiente. Sin negar la existencia de conflictos entre clases sociales diferenciadas y la necesidad de resolverlos, priorizó la tarea de liberación nacional, para la cual era indispensable la constitución de un férreo frente nacional. En sus escritos se encuentra un análisis profundo y certero acerca del rol de la Universidad, que en su cosmovisión debía cumplir tres funciones fundamentales: conformar una ciencia nacional capaz de resolver los problemas del país, permitir el ascenso y la igualación social de los sectores más desprotegidos y educar en valores, consolidando los principios éticos de la justicia social y de la soberanía nacional.[5]

Fuentes