Batalla del cabo Ecnomo

Batalla del cabo Ecnomo
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Parte de Primera Guerra Púnica
Batalla del cabo Ecnomo.jpg
Fecha 256 a. n. e.
Lugar sur de la isla de Sicilia,
sur de la península itálica
Causas petición de ayuda que hicieron los mercenarios mamertinos, a los que el Senado romano decidió auxiliar después de que las ciudades sicilianas cartaginesas se negaran.
Resumen la batalla naval más grande de la historia
Resultado victoria del Imperio romano
Consecuencias después de un prolongado y confuso día de lucha, los cartagineses fueron derrotados de manera decisiva, con unas pérdidas de 30 barcos hundidos y 64 capturados frente a los 24 barcos romanos hundidos.

Batalla del cabo Ecnomo o batalla de Ecnomo, fue una batalla naval librada en el sur de Sicilia, en el año [[siglo III a. n. e. entre las flotas de Cartago y la República romana, durante la primera guerra púnica ). La flota cartaginesa estaba comandada por Hannónn. 1 y Amílcar y la flota romana conjuntamente por los cónsules del año, Marco Atilio Régulo y Lucio Manlio Vulsón Longo. Resultó en una clara victoria para los romanos.


Situación

En 264 a. n. e. los estados de Cartago y Roma entraron en guerra, lo que dio paso a la primera guerra púnica. Cartago era una potencia marítima bien establecida en el Mediterráneo occidental; Roma había unificado recientemente la Italia continental al sur del río Arno bajo su control. Esta expansión probablemente hizo inevitable que eventualmente chocara con Cartago por Sicilia con algún pretexto. La causa inmediata de la guerra fue la cuestión del control de la ciudad siciliana de Messana.

Hacia 241 a. n. e., la guerra había durado 15 años, con muchos cambios de suerte. Se había convertido en una lucha en la que los romanos intentaban derrotar a los cartagineses de manera decisiva y, como mínimo, controlar toda Sicilia, pero los cartagineses estaban comprometidos con su política tradicional de esperar a que sus oponentes se desgastaran, con la expectativa de recuperar algunas o todas sus posesiones y negociar un tratado de paz mutuamente satisfactorio.

Barcos

El buque de guerra típico de esta guerra fue el quinquerreme, una nave de cinco remos, como indica el nombre. Era una galera de unos cuarenta y cinco metros de eslora, cinco de manga a nivel del agua y un francobordo de unos tres metros, que desplazaba alrededor de cien toneladas largas (ciento diez toneladas cortas; cien toneladas.

Las embarcaciones se construyeron como catafractos, o barcos «protegidos», es decir, con una cubierta completa, para poder transportar mejor a los infantes de marina y a las catapultas, también tenían unas estructuras anexas al casco principal en las que se disponían los remeros. Estas permitían fortalecer el casco, aumentar la capacidad de carga y mejorar las condiciones de los remeros. La teoría generalmente aceptada con respecto a la disposición de los remeros en quinquerremes es que había conjuntos ―o filas― de tres remos, uno encima del otro, con dos remeros en cada uno de los dos remos superiores y uno en el inferior (un total de cinco remeros por fila), orden que se repetía a lo largo de los costados de la galera en las veintiocho filas de cada borda, por lo que había un total de doscientos ochenta remeros.

Batalla

La flota romana se desplegó en cuatro escuadras de tamaño desigual y perlongó la costa siciliana en formación compacta. Las dos primeras escuadras iban en vanguardia, con las naves formando una cuña. Un cónsul mandaba cada escuadra. Sus hexarremes navegaban juntos en la «punta» de la cuña. La tercera escuadra marchaba detrás: era la que remolcaba los transportes y la cuarta avanzaba desplegada en línea, protegiendo la retaguardia de la formación. Los cartagineses navegaron hacia el este: esperaban encontrar a la flota romana, y posiblemente pequeños barcos exploradores advirtieron de su aproximación. Estaban organizados en tres escuadras de tamaño desigual, dispuestas en una sola línea al frente con su flanco izquierdo en dirección a tierra. Las flotas se avistaron y ambas avanzaron.

Mientras las dos escuadras romanas que iban en cabeza, la primera y la segunda, se dirigían hacia el centro de la línea enemiga, Amílcar fingió retirarse con su escuadra, la segunda, probablemente remando en reversa, y los cónsules lo persiguieron. La tercera escuadra romana, que remolcaba los transportes, se quedó atrás: se abrió un hueco entre las dos que iban en vanguardia y las otras dos que se encontraban en la retaguardia. Ambas alas cartaginesas se abalanzaron sobre estas últimas, dejaron atrás el centro romano e intentaron atacar desde los flancos para evitar el corvus, el mecanismo de abordaje romano. La primera escuadra cartaginesa, la más cercana a la costa, atacó a los buques de guerra romanos que remolcaban a los transportes, que habían quedado al descubierto por el avance de las dos principales escuadras, por lo que soltaron sus remolques para poder maniobrar. La tercera escuadra cartaginesa, mandada por Hannón y que estaba compuesta por los barcos cartagineses más rápidos y maniobrables, atacó a la escuadra que cubría la retaguardia de la formación enemiga, cuya derrota estorbaban los transportes ya a la deriva.

Tanto los historiadores modernos como los antiguos han sugerido que la retirada de Amílcar tenía la intención de romper la compacta formación romana y permitir a los cartagineses usar su mayor habilidad táctica para superar la amenaza de los corvus y embestir a los barcos romanos por las bordas o por la popa. En la época de Ecnomo, ni la velocidad ni la maniobrabilidad de los barcos romanos, ni las habilidades de sus tripulaciones, estaban a la altura de las de los cartagineses.

La batalla se decidió en la lucha que sostuvieron los centros de las dos flotas: la primera y segunda escuadras romanas contra la segunda cartaginesa. Los romanos apresaron y hundieron varios barcos cartagineses, aunque estos últimos también hundieron varios navíos. Después de una larga lucha, las tripulaciones de los barcos supervivientes del centro cartaginés se desanimaron y huyeron. El centro romano interrumpió la persecución que había emprendido en respuesta a las señales de los cónsules regresó para socorrer a las dos escuadras que se encontraban en retaguardia y para rescatar a los transportes a la deriva. La escuadra de Vulsón atacó a la primera cartaginesa y la de Régulo hizo lo propio contra la de Hannón. Régulo se acercó a los cartagineses desde su lado desprotegido, amenazándolos así con atraparlos entre sus naves y las de la cuarta escuadra romana contra las que ya combatían, pero Hannón se retiró con algunos de los barcos, que pudieron zafarse del combate. Régulo acudió entonces para reforzar la acometida de Vulsón contra la primera escuadra enemiga, la única que seguía luchando. Fue entonces cuando los cartagineses sufrieron las mayores pérdidas; cincuenta de sus barcos, atrapados contra la costa y muy superados en número, se rindieron. Después de un prolongado y confuso día de lucha, los cartagineses terminaron siendo vencidos contundentemente: treinta de sus navíos fueron hundidos, otros sesenta y cuatro y entre treinta mil y cuarenta mil hombres, apresados. Los romanos, por su parte, perdieron veinticuatro naves, que se hundieron durante la batalla, y diez mil hombres, que perecieron en el combate

Consecuencias

Los romanos desembarcaron en Sicilia después de la batalla para realizar reparaciones a la flota, permitir descansar a las tripulaciones y reorganizar sus fuerzas. Las proas de los barcos cartagineses capturados se enviaron a Roma para adornar la rostra del Foro, según la tradición iniciada después de la batalla de Milas. La flota cartaginesa volvió a África, donde se preparó para luchar de nuevo, pero se encontraba al oeste del cabo Bon cuando el ejército romano al mando de Régulo desembarcó junto a Aspis, que sitió. Vulsón regresó a Roma y celebró un triunfo. Amílcar y cinco mil quinientos soldados cartagineses regresaron de Sicilia para reforzar el ejército en África.

La guerra finalmente terminó en 241 a. n. e. con una victoria romana en la batalla de las islas Egadas, que precedió al acuerdo de paz.

A partir de entonces, Roma fue la principal potencia militar en el Mediterráneo occidental y, cada vez más, en la región mediterránea en su conjunto. El inmenso esfuerzo de construir mil galeras durante la guerra sentó las bases del dominio marítimo de Roma en el Mare Nostrum durante seiscientos años.

Fuentes