Culturas aborígenes de Santa Clara

Culturas aborígenes en Santa Clara
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Concepto:Culturas aborígenes en la ciudad de Santa Clara

Culturas aborígenes en Santa Clara. Evidencias documentales y arqueológicas han demostrado que en el territorio que hoy ocupa el municipio Santa Clara, de la actual provincia Villa Clara, existió presencia de comunidades aborígenes.

Los primeros documentos relacionados con la conquista y colonización de la Isla reflejaron que en este territorio existió un cacicato llamado Cubanacán. A partir de la década de 1950 en el municipio santaclareño han ocurrido múltiples hallazgos arqueológicos que confirma la presencia de los nativos en la región. Las principales investigaciones arqueológicas se realizaron en las décadas de 1980 y 1990 en las zonas del Yabú y en la cuenca del río Ochoa. Los hallazgos en el Ochoa, constituyen el mayor de los reportados hasta el momento en el municipio.

El cacicato Cubanacán

Las primeras referencias documentales sobre Cubanacán aparecen en el Diario de a bordo de Cristóbal Colón. El 27 de octubre de 1492 el genovés avista por primera vez el archipiélago cubano y el día 30 refleja en el diario que los aborígenes les hablan de la existencia de una tierra que se encontraba a cuatro jornadas más allá del Río de Mares[1]. Colón creyó que ese lugar era la capital del país (Cuba) y que el mismo era gobernado por el Gran Can. Sin embargo, todo parece indicar que esta fue una interpretación errónea del término Cubanacán. El Padre Bartolomé de las Casas, en Historia de las Indias, esclarece este hecho de la siguiente manera:

El mártes, 30 de Octubre, salió de este puerto y rio de Mares, y, costeando la costa de la mar abajo, despues de haber andado 15 leguas, vio un cabo de tierra lleno de palmas, y púsole nombre cabo de Palmas; los indios que iban en la carabela Pinta, que eran de los que tomó en la primera isla que descubrió, Guanahaní, que nombró San Salvador, dijeron que, detrás de aquel Cabo estaba un rio, y del río á Cuba, dice que, habia cuatro jornadas. Decia Martin Alonso, Capitan de la Pinta, que creia que aquella Cuba debia ser ciudad, y que toda aquella tierra era tierra firme, pues iba tanto al Norte y era tan grande, y que el Rey de aquella tierra tenia guerra con el Gran Khan, el cual, ellos llamaban Khamí (…) lo que dijo Martin Alonso que los indios decían (…) que debia ser alguna ciudad, manifiesto parece cuanto al revés entendian de lo que los indios por señas les hablaban, porque aquella Cuba no era la isla toda, que así se llama, ni era ciudad, como Martin Alonso creia, sino una provincia que se llama Cubanacan, cuasi en medio de Cuba, porque nacan quiere decir, en la lengua de estas islas, medio ó en medio, y así componian este nombre Cubanacan, de Cuba y nacan, tierra ó provincia que está en medio ó cuasi en medio de toda la isla de Cuba …![2]

En el libro "Cuba antes de Colón", escrito por el arqueólogo norteamericano Mark Raymond Harrington, con la traducción de Fernando Ortiz y Adrián del Valle, se dice que:

En 1512, veinte años después del descubrimiento de la isla de Cuba por Cristóbal Colón, según el Padre Bartolomé de las Casas había una población de trescientos mil habitantes distribuidos en las quince provincias o cacicatos en que se dividía, que eran: Guaniguanico, Marien, Habana, Sabaneque, Xagua, Cubanacán, Magón, Camagüey, Ornofay, Maniabón, Cueíba, Macaca, Bayataquiri, Baracoa y Maisi[3].

El término cacicato o cacicazgo se aplica, en antropología social, para definir una forma organizativa de sociedades tribales y se relaciona con el territorio que está bajo el poder de un cacique. El cacicato Cubanacán se encontraba en el centro de la isla de Cuba, dominando una gran área del territorio que hoy ocupan las provincias de Villa Clara, Matanzas, Cienfuegos y Sancti Spíritus, teniendo como centro lo que es hoy la ciudad de Santa Clara [4].

La presencia aborigen en el territorio aparece reflejada en varias leyendas santaclareñas donde se resalta el legado de Cubanacán para la región. Diferentes autores locales refieren que, en el territorio que hoy ocupa Santa Clara, el cacicato Cubanacán tuvo un asentamiento que se encontraba en un lugar que los fundadores de la villa llamaron el «Caney» y que se encontraba en las márgenes del río Cubanicay. Manuel García Garófalo y Mesa en su versión del Güije expresa que: «donde en un lejano día fué asiento de una tribu india, quedando solo de ella el simbólico nombre del Caney» [5]. Dicho nombre se le atribuye a que, a la llegada de los remedianos, en aquel lugar solo quedaban las ruinas de unos caneyes.

El nombre del río también está asociado al asentamiento aborigen. En un primer momento el río se llamó del Monte, pero según cuenta Manuel Dionisio González Yanes «de poco para acá, uno de nuestros poetas, le ha dado el nombre de Cubanicay, derivativo de Cubanacan, en memoria de esta población de la raza indígena, que según se crée pudo estar situada á las márgenes de dicho rio y punto que aún se conoce con el nombre del Caney»[6]. El nombre de Caney también se le dio a una poza en el río Cubanicay , que según el imaginario popular era la residencia del güije. Así lo cuenta Florentino Martínez:

En su tranquilo giro, y con alguna que otra poza más o menos profunda, entre ellas la del Caney (…), el Cubanicay posee un enorme y profundo charco sombreado de tupidas cañas bravas, hoy desaparecido por haberlo terraplenado el ferrocarril de Cuba, para el emplazamiento de su patio terminal; charco que fue durante muchos años, balneario, playa y escuela de natación de tres o cuatro generaciones...[7]

Añade Manuel Dionisio que el nombre de dicha poza «se cree venga de haber estado inmediato á ese lugar, como antes he dicho, el caserío de indígenas… [8]».

Primeros descubrimientos arqueológicos

En la década de 1950, el doctor José Álvarez Conde profesor del Instituto de Segunda Enseñanza, encontró algunas evidencias arqueológicas aborígenes en la ciudad; entre ellas, dos esferolitias[9] en una fosa del antiguo Colegio Teresiano, hoy ESBU Juan Oscar Alvarado; así como algunos percutores[10] de cuarzo, un mortero de piedra con forma semiesférica y un colgante del mismo material, en las cercanías del barrio de Provincial. Todo este material formaba parte del museo privado del investigador.

Entre 1987 y 1988, durante la restauración del edificio del Círculo Juvenil Alegría de Juventud, hoy Galería Provincial de Arte, en una fosa en el patio aparecieron, entre otros objetos de procedencia colonial, varios fragmentos de cerámica de factura aborigen[11]. En la misma década de los 80, es encontrada por un trabajador agrícola en la periferia del reparto "José Martí", una esferolita de 4 cm de diámetro elaborada en caliza. Otra pieza de este tipo es descubierta en el patio de una casa en el reparto Condado. Ambas piezas se perdieron al caer en manos de individuos no familiarizados con la ciencia arqueológica.

Yacimientos en la zona del Yabú y en la cuenca del río Ochoa

En las décadas de 1980 y 1990, miembros de la Sociedad Espeleológica de Cuba y del Grupo Arqueológico "Arimao" radicado en el antiguo Instituto Superior Pedagógico "Félix Varela", desarrollaron una intensa labor de exploración superficial en áreas ubicadas en las afueras del núcleo urbano de la ciudad de Santa Clara. Una de las zonas estudiadas fue el Yabú y sus afluentes. En el año 1988 en la zona de Pararrayo fueron colectadas algunas evidencias en tierras de cultivo. Las evidencias básicamente consistían en pequeños fragmentos de sílex[12] y cerámica, esta última muy tosca y de gran dureza. En aquel entonces se consideró que los asentamientos se correspondían con el mesolítico medio.

Posteriormente en el año 1991, el arqueólogo e historiador Raúl Villavicencio Finalet y su colega Ismael Martínez realizaron otra exploración en áreas del Valle del Yabú, concretamente en la zona de Marrero, localizando esta vez dos residuarios que correspondían también con un nivel de desarrollo típico del mesolítico medio. Según las interpretaciones realizadas por los investigadores, estos sitios pueden ser considerados como sitios de tránsito o paraderos ocasionales de un mismo grupo humano o al menos de grupos de igual nivel de desarrollo e idéntica cultura [13].

La otra área estudiada en eso años fue la cuenca del río Ochoa, delimitando un área de 115 km2 enmarcada desde la confluencia del río Ochoa con el Minero, y en la superior, hasta la confluencia con el Sagua la Chica. Los hallazgos encontrados en dicha zona, se consideran el mayor de los reportados hasta ahora en el municipio. Por su extensión y las favorables condiciones del área en que se encuentra se deduce que pudo ser habitado por un período largo de tiempo. Hasta el año 1995, en esta zona, se habían detectado un total de 15 sitios arqueológicos. Posteriormente, entre los años 2004 y 2005 fueron localizados 2 nuevos yacimientos y 7 puntos donde se colectaron piezas aisladas que reflejan la movilidad aborigen en el área.

Descubrimientos recientes

A partir de las diferentes evidencias, tanto documentales como de la tradición oral, en 2013 miembros del grupo espeleológico «Candil» de la Sociedad Espeleológica de Cuba, comienzan una investigación en las márgenes del río Cubanicay con el objetivo de buscar evidencias arqueológicas en el área donde, las leyendas refieren, se encontraba el Caney[14]. A pesar del alto grado de contaminación ambiental, durante el desarrollo de dicho estudio, en el sitio se han encontrado varias piezas con valores arqueológicos: una punta de proyectil elaborada en sílex, una lámina que se corresponde con una «punta simple tipo Canimar», tres fragmentos de cerámica que proceden de vasijas utilitarias y un fragmento de burén [15].

Estos hallazgos demuestran la presencia aborigen en el lugar descrito por las leyendas como el Caney. Sin embargo, aún son insuficientes para poder afirmar que realmente existió un asentamiento nutrido en dicho sitio. Desentrañar este misterio requiere de investigaciones arqueológicas más profundas en el área.

Referencias


Fuente

  • Águila Zamora, H. H., Brito Santos, I., Díaz Benítez, O. C., Espinosa González, V., Hurtado Tandrón, A., Pérez Carratalá, A. y Velazco Calvo, B. (2010). Síntesis histórica municipal Santa Clara. La Habana: Editora Historia.
  • González, Manuel Dionisio (1858): Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su Jurisdicción. Imprenta del Siglo, Villaclara.
  • Harrington, M. R., Ortiz, F. y del Valle, A (1935): Cuba antes de Colón e Historia de la arqueología indocubana. Tomo 1. La Moderna Poesía, La Habana.
  • Reyes Aguilar, Judiel (2024): Leyendas Santaclareñas. Editorial Feijóo, pp. 11-17.
  • Rodríguez Vallejo, E., Borges Prieto, B. y Valdivia Martínez, I. (2020). ¿Aborígenes en Santa Clara? Desentrañando incógnitas. Editorial Académica Española.