Fernando de Herrera

Fernando de Herrera
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Poeta del siglo XVI español.
NombreFernando de Herrera
Nacimiento1534
Sevilla, Bandera de España España
Fallecimiento1597
Sevilla, Bandera de España España
Otros nombresel Divino
OcupaciónPoeta

Fernando de Herrera. Fue poeta del siglo XVI español, nació en Sevilla, en el seno de una familia humilde, donde estudió y pasó toda su vida; tuvo un cargo eclesiástico sencillo en la parroquia de San Andrés de Sevilla. Participó en las reuniones literarias de los grupos poéticos de su ciudad natal, una de las cuales se celebraba en la casa de los condes de Gelves.

Síntesis biográfica

Nace

Nació en 1534 en Sevilla, España.

Muerte

Murió en 1597 en Sevilla, España.

Primera etapa de su vida

Se supone que estudió el colegio fundado por Maese Rodrigo Fernández de Santaella, reconocido por la ciudad de Sevilla como Colegio de Santa María de Jesús; también existe la posibilidad de que lo hiciera en el Estudio de San Miguel. Lo que sí se puede afirmar con certeza es que no debió de terminar los estudios, pues no logró ninguno de los títulos académicos que, sin duda, habría añadido a su nombre.

Recibió las Órdenes Menores de Ostiario, Lector, Exorcista y Acólito, lo que le permitió solicitar y obtener un beneficio en la parroquia de San Andrés en Sevilla. Sus obligaciones se limitaban a cantar en el coro, a leer su breviario y a asistir con su vestimenta eclesiástica a una misa dominical o diaria.

En 1565 trasladaron definitivamente su residencia a Sevilla don Álvaro de Portugal, conde de Gelves, y su esposa doña Leonor de Milán. El Conde auspició una tertulia literaria a la que asistían, entre otros, Juan de Mal Lara, el licenciado Pacheco, Baltasar del Alcázar, Juan de la Cueva, Mosquera de Figueroa, y el propio Herrera. La Condesa causó un gran impacto en Herrera, quien la convirtió en el centro de su poesía amatoria. La relación entre la noble y el poeta fue de gran confianza, pues doña Leonor lo hizo depositario de su testamento. Los últimos años de su vida los pasó calladamente en la ciudad de Sevilla, donde murió en 1597, a los 63 años de edad.

Fue un hombre de una gran cultura, como atestigua su biógrafo Pacheco: tuvo lección particular de los santos, supo las matemáticas y la geografía, como parte principal, con gran eminencia. También poseía conocimientos de filosofía y de medicina. Era además un gran conocedor de las lenguas y literaturas griega y latina; en esta última escribió algunas composiciones, como recordaba Francisco de Rioja: “supo la lengua latina muy bien, y hizo en ella muchos epigramas, llenos de arte y de pensamientos y modos de hablar, escogidos en los más ilustres escritos antiguos”.

Obra

El catálogo de sus obras incluye dos grupos: obras conservadas y obras perdidas. El primero se reduce a cuatro libros en prosa: Relación de la guerra de Chipre, y suceso de la batalla naval de Lepanto, publicada en Sevilla por Picardo en 1572, que contiene al final uno de los poemas más famosos del vate sevillano, la "Canción en homenaje a don Juan de Austria por el triunfo de Lepanto"; Tomás Moro, vida ejemplar del santo inglés, impresa en Sevilla en 1592 por Alonso de la Barrera; Las Obras de Garcilaso de la Vega con Anotaciones de Fernando de Herrera Sevilla, 1580, considerado por Antonio Alatorre como "el libro más hermoso de crítica literaria y de erudición poética que se escribió en la España del Siglo de Oro".

Se trata de un libro en el que se edita con comentario la obra poética de Garcilaso, pero en él se halla un compendio de creación poética, de retórica y de crítica literaria, a lo que hay que añadir una amplia erudición enciclopédica y un esbozo del arte poética que nunca escribió. Obra muy relacionada con esta última, aunque no fue impresa en vida del poeta es la Respuesta a las Observaciones del Prete Jacopín, en la que Herrera se defiende de los ataques que contra las Anotaciones había lanzado el Condestable de Castilla.

A estas obras en prosa hay que añadir su libro de poesías, publicado en Sevilla en 1582 bajo el título de Algunas obras, libro que contiene 91 composiciones desglosadas de la siguiente manera: 78 sonetos, 7 elegías, 5 odas y una égloga. A estas obras hay que añadir poemas sueltos escritos para los preliminares de libros de amigos suyos, y un gran número de composiciones que se han conservado en manuscritos dispersos en distintas bibliotecas.

De las obras perdidas tenemos noticias gracias a las citas que de ellas hacen el propio Herrera, Pacheco, Francisco Rioja o el Licenciado Duarte. Pacheco, en la semblanza biográfica que acompaña a su Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, cita varias de estas obras: un poema trágico de los "Amores de Lausino y Corona", varias églogas, la Gigantomachia, la traducción del Rapto de Proserpina de Claudiano, y, por último, una historia general del mundo hasta el reinado de Carlos V; a este catálogo, Francisco Rioja añadió un Amadís. Algunas de estas obras nunca llegaron a terminarse y algunas quizás ni siquiera a escribirse.

Ninguno de sus amigos y biógrafos nos da noticias de lo que sucedió con estos textos herrerianos, aunque Pacheco y el Licenciado Duarte hablan de una usurpación, pero sin especificar el autor o autores de semejante robo o destrucción.

La parte más importante de su producción literaria es, sin lugar a dudas, la poesía; es gracias a ella que Herrera ocupa un lugar destacado en la literatura española. Tal y como correspondía a un poeta de su época, el vate sevillano transitó diversos temas: poesía amorosa, poesía heroico-patriótica y poesía laudatoria.

La tradición poética en la que se inserta la poesía amorosa de Herrera participa del petrarquismo, del neoplatonismo y de los tratados filográficos, como los Diálogos de amor de León Hebreo. Las tres corrientes de pensamiento aparecen recogidas en el Canzoniere de Petrarca, poeta cuya influencia en la poesía española del Siglo de Oro es fundamental; Herrera es quizás el poeta español más consciente de la importancia del escritor florentino.

Por ello la poesía del sevillano se halla impregnada de conceptos y temas petrarquistas, que en ocasiones coinciden con los planteamientos neoplatónicos, e incluso con la tradición cortés iniciada en Provenza en el siglo XII. Uno de los rasgos petrarquistas que penetró en la práctica herreriana, aunque ya se había dado en nuestro siglo XV y en autores posteriores Garcilaso, es el concepto del amor por destino: el poeta ya desde su nacimiento está destinado a amar a una mujer.

Herrera creía haber nacido bajo el signo del amor, y así lo manifiesta en algunos de sus versos, como se puede apreciar en los dos versos de un soneto, en el que leemos: "Nací yo por ventura destinado / al amoroso fuego". Pero este destino no presupone una vida feliz, puesto que el amor petrarquista -y aquí se aprecia la influencia cortés- significa dolor. La amada rechaza al poeta, que es consciente de que los sentimientos que siente y expresa a la mujer que ama nunca serán correspondidos; amar es sufrir.

De esta forma el dolor se convierte en el sustituto del placer, el amante se entrega a la amada en espera de recibir más tormento; su libertad, su voluntad se han rendido a la libertad y a la voluntad de la mujer. Este sometimiento absoluto culmina con un deseo de total sacrificio, que va a desembocar en la muerte. A este sentimiento se llega por el estado de angustia y desesperación en que vive el poeta, que provocan en él un estado de desconcierto y confusión obsesivos; la confusión y el desconcierto los expresa así Herrera: "Sigo por un desierto no tratado, sin luz, sin guía, en confusión perdido".

Otro de los conceptos petrarquistas es el de la consideración de la amada como guía, como la luz que conduce al poeta hacia el cielo. Siguiendo esta tradición el poeta sevillano la denomina como Luz, Estrella, Lumbre, Lucero, Sirena; todos nombres que pertenecen al campo semántico de luz. Es la luz que, dentro de la filosofía neoplatónica, guía la ascensión del amante, ascensión que en Herrera es descrita con la simbología de la literatura mística:

"Y la frágil corteza dejo al suelo que impide con su peso el leve vuelo; y contemplo por vos la suma alteza, el celestial espíritu y la gloria de la inmortal belleza, y a vos os debo aquesta gran victoria" Herrera

Pero esta espiritualidad expresada con un lenguaje sacado de la tradición mística no supone el desechar la sensualidad. En este sentido, Herrera refleja el pensamiento de los filósofos neoplatónicos que, como Plotino, veían en el contacto sexual una aceptable forma de expresar los sentimientos amorosos. En su poesía hallamos referencia a los besos como una forma de expresar esa comunicación que debe establecerse entre los amantes.

La obra que mejor refleja la compenetración herreriana con el mundo poético petrarquista es Algunas obras, poemario publicado en 1582 en Sevilla. En este libro, Herrera asimiló perfectamente el significado del Canzoniere como historia amorosa; hasta tal punto se ha producido esa asimilación que Gallego Morell lo considera como reducido "Cancionero en honor de Madonna Leonor".

Varios son los puntos de contacto entre ambos cancioneros: en primer lugar, los poemas siguen una secuencia narrativa y no cronológica; en segundo lugar, se intercalan poemas laudatorios y heroico-patrióticos para definir la personalidad y el momento histórico del escritor; en tercer lugar, hay alternancia de formas métricas, y, por último, aparece una única amada, fijada en parónimos.

La principal característica de este cancionero es su concepto de historia amorosa. El primer punto a destacar es la veracidad o fingimiento de la pasión herreriana hacia doña Leonor de Milán. Ya desde el Cancionero de Baena se exigía al auténtico poeta "que siempre se precie e se finja de ser enamorado".

Los filógrafos neoplatónicos repitieron la misma idea; León Hebreo escribió que "en el mundo carece de ser quien carece de amor". Por tanto, el amor que Herrera manifiesta hacia su Luz es un amor literario, vivido en la poesía. El poeta sevillano, para seguir la tradición literaria petrarquista, continuada en España por Garcilaso, necesitaba crear una amada que compitiese con la Laura de Petrarca o la Isabel garcilasiana. Por ello surgió Luz, alter ego literario de doña Leonor de Milán, como centro del universo poético herreriano.

Estudio de la Poesía

Fernando de Herrera no se limitó a escribir poesía, sino que además se dedicó a estudiar la poesía. De esta preocupación teórica nos ha dejado importantes ejemplos: las Anotaciones, la Respuesta al prete Jacopín, y comentarios desperdigados en algunos de sus poemas. A estas obras habría que añadir esa Arte poética que se quedó en proyecto. Herrera expone en estas obras sus ideas acerca de las teorías literarias, del lenguaje poético, de los distintos géneros, de las formas métricas, de los poetas clásicos y de los contemporáneos. Pero no hallamos entre sus ideas, entre sus comentarios conceptos originales; él resume distintas tradiciones literarias filtradas a través de Julio César Escalígero y recurre a la terminología de la retórica, como ya sucedía desde la antigüedad clásica.

El proceso de creación poética herreriano se debate entre la manía o inspiración platónica y la reflexión aristotélica. En varios pasajes de sus obras parece abrazar la doctrina platónica de la inspiración divina como causa eficiente de la poesía, pero acaba por imponerse en su concepción su intelectualismo y la obra de arte se convierte en un objeto elaborado. Son las reglas del arte las que se imponen en su concepto poético de acuerdo a la norma manierista.

El arte es el guía del artista; es el triunfo de la mímesis aristotélica. Sigue así Herrera la tradición de la imitación que había surgido ya en Horacio, que defendía la imitación múltiple o la famosa frase de Séneca: "Apes, ut aiunt, debemus imitari". Pero también sigue el concepto humanista que reconocía el valor artístico de la imitación como una muestra de sabiduría poética y de respeto a la tradición culta.

En Herrera se manifiesta una insatisfacción ante la tradición recibida, lo que le lanza a la búsqueda de nuevos conceptos y elementos poéticos, tal y como lo manifiesta en sus Anotaciones: "no todos los pensamientos y consideraciones de amor, y de las más cosas que toca la poesía cayeron en la mente del Petrarca y del Bembo y de los antiguos". Por tanto, la propuesta del sevillano consiste en una voz personal que combina la recepción de los logros poéticos de los escritores anteriores -la mimesis- con sus propios hallazgos.

Una vía para alcanzar esta voz personal la constituye la erudición. Para Herrera, el poeta debe poseer extensos conocimientos en las más diversas ciencias. De esta forma, se explica la abundancia de datos eruditos en sus Anotaciones, perfecto vehículo para demostrar su talla intelectual. En su obra poética también se encuentran múltiples referencias a la mitología clásica, a la geografía, filosofía, medicina, historia, astrología, etc.

A ellos hay que unir sus amplios conocimientos de Retórica y Poética, así como de las literaturas clásicas y modernas, sobre todo de la italiana. Dentro de este contexto erudito podemos situar la creación de su propio sistema ortográfico. Para Herrera, como buen manierista, el cometido esencial de la poesía es reflejar la belleza, que es trasunto de la divina. Por lo tanto, un concepto importante es el de la admiración; por ello el campo de la poesía queda limitado a lo que produce un sentimiento de maravilla en el poeta: la belleza de una mujer, la grandiosidad de una batalla, las hazañas de un héroe.

Para despertar esta admiración Herrera escoge con mucho cuidado las palabras con las que va a describir lo bello; es decir, debe existir una perfecta adecuación entre el lenguaje y el tema. Él rechaza la máxima de Juan Valdés del "escribo como hablo": para Herrera, el lenguaje literario es autónomo y perfectamente diferenciado del habla común. Pero eso no implica complicación; el lenguaje no ha de oscurecer las ideas, sino que, por el contrario, ha de esclarecerlas.

Para él, el español ha alcanzado la madurez y la flexibilidad necesarias para transmitir los conceptos poéticos: siguiendo el camino iniciado por Nebrija, se enorgullece de la lengua heredada, aunque no rechaza la incorporación de vocablos extranjeros siempre que se haga con una intención enriquecedora.

La poética herreriana tenía como finalidades la búsqueda de la belleza y el deseo de mover al lector. Ambas son conseguidas mediante una gran preocupación estilística, propia de un poeta para quien la poesía no es sólo sentimiento, sino también placer estético.

Su obra poética se debate entre la creación de una poesía de formas puras, a través del uso de "palabras graves, que no se apartan del uso común,, y el oscurecimiento producido en la expresión por las referencias a ideas filosóficas, a hechos históricos o a lugares geográficos, que la hacen imposible para el vulgo.

El estilo herreriano refleja una búsqueda de un nuevo lenguaje poético, que sigue la herencia de Garcilaso y que culminará en el culteranismo de don Luis de Góngora. Uno de los rasgos sobresalientes de este nuevo lenguaje poético es la abundancia de metáforas, hasta tal punto que se ha llegado a hablar de que su poesía "semeja una verbena metafórica."

La utilización de este tropo se encuadra dentro del estilo manierista. La metáfora herreriana apela, sobre todo, a la vista, el órgano que sirve para captar mejor el mundo de belleza que traslada la figura. Otras dos características del uso metafórico del poeta son: la ausencia de cualquier tipo de partícula comparativa, y su sencillez. Los adjetivos contribuyen a intensificar el mundo sensorial creado por las metáforas. Garcilaso había mantenido el equilibrio entre lo sustantivo y lo adjetivo, Herrera lo rompe en favor de este último.

Aparecen en sus poesía los tipos tradicionales de epítetos: los típicos ("rojo sol", "luciente cielo"); selectos, matizados y antitéticos ("los fuertes y belígeros varones", "del mar cerúleo"); enfáticos "pura estrella", "beldad serena"); epítetos en metáforas y perífrasis ("de las crespas lazadas d’oro ardiente"), y, por último, aquellos casos en que los sustantivos y nominales llevan varios adjetivos; tal es el caso del tipo, que ya aparece en Garcilaso, epíteto y epíteto ("con el claro español y belicoso").

Fuentes

  • pers_herrera_fernando.php natureduca
  • natureduca
  • biografiasyvidas
  • catalogo/herreraf.htm lllf.uam.es
  • fernando-de-herrera fernando-de-herrera
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