Grupo de Boedo

Nuevo realismo
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Grupo de Boedo. Fue un agrupamiento informal de artistas de vanguardia de la Argentina durante la década de 1920. Tradicionalmente, la historiografía cultural Argentina lo opuso al grupo Florida. Recibieron ese nombre porque uno de sus puntos de confluencia era la editorial Claridad, ubicada en calle Boedo, 837, por entonces eje de uno de los barrios obreros de Buenos Aires. El grupo se caracterizó por su temática social y su deseo de vincularse con los sectores populares y en especial con el movimiento obrero.

Origen

Existió en Buenos Aires, entre los años 1920 y 1930, dos grupos literarios que motivaron más leyendas que vanguardias: los de Florida y los de Boedo. Si bien no marcaron dos actitudes estéticas bien definidas y concretamente asumidas, pasaron a la historia de la literatura nacional como dos vertientes opuestas, nacidas del Martinfierrismo. Ambos grupos contaban con sus respectivas publicaciones: el grupo de Florida llamado así por estar ubicada su redacción sobre la calle Florida, céntrica, aristocrática y europeizante contaba, entre otras publicaciones, con la revista Proa, y el grupo de Boedo su redacción ubicada en la calle alejada, proletaria y tanguera del mismo nombre estaba representado por las revistas Los Pensadores y Claridad. No obstante, no intentaron cimentar sus diferencias solamente colaborando con distintas publicaciones sino también marcando su intencionalidad frente a la producción literaria. Los de Florida, dirigiendo su preocupación hacia una nueva vanguardia estética, sin ingredientes ideológicos. Los de Boedo, inclinando su interés a una literatura que refleje los problemas sociales, inspirados en el mundo del trabajo y la ciudad.

Integrantes

El grupo de Florida era conformado, entre otros, por los escritores Conrado Nalé Roxlo, Horacio Rega Molina, Oliverio Girondo, Ricardo Molinari, Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez, Raúl Gonzalez Tuñón, Eduardo González Lanuza, Norah Lange y, a la cabeza, Ricardo Güiraldes. El grupo de Boedo lo integraban, entre otros, los escritores Álvaro Yunque, Nicolás Olivari, Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, César Tiempo y Roberto Mariani. Durante mucho tiempo se trató de vincular a este grupo, como su figura más importante, a Roberto Arlt. Lo cierto es que él nunca se identificó plenamente con ninguno de los dos lados. Si bien poseía una mayor afinidad estética e ideológica en su obra con los de Boedo, es verdad que Castelnuovo le rechazó la publicación de su primera novela "El Juguete Rabioso", pudiéndola publicar gracias a la atención y generosidad de Ricardo Güiraldes, puntal de los de Florida.

Un caso similar se dio con Raúl Gonzalez Tuñón, quien formaba parte del grupo de Florida, sin embargo la temática social de su poesía, así como su ideología revolucionaria, lo relaciona estrechamente con los bodeistas. Por otro lado, Nicolás Olivari, habiendo sido uno de los fundadores del grupo de Boedo, es uno de los primeros en abandonarlo para pasarse al de Florida. Así, con el correr del tiempo, ambos grupos se fusionan. Algunos integrantes de Florida manifiestan preocupaciones por los problemas sociales y algunos de Boedo, como Olivari, se interesan por las nuevas técnicas literarias Jorge Luis Borges afirmó, en 1927, que "demasiado se conversó de Boedo y Florida, escuelas inexistentes", pero al año siguiente publica un artículo en el diario "La Prensa" titulado "La inútil discusión de Boedo y Florida". Más allá de sus conclusiones, parece aceptar, en su nota, la existencia de los dos grupos y su polémica. Los antagonismos sirvieron para subrayar el porteñismo de nuestra cultura urbana. En 1930, Elías Castelnuovo declaró: "tanto Boedo como Florida sirvieron de pretexto para iniciar una discusión que por entonces era necesaria. Muerta la discusión, ambos grupos pasaron a la historia". Leónidas Barletta afirmó que los dos grupos desaparecen definitivamente cuando encuentran un enemigo en común en la dictadura militar del 6 de septiembre de 1930, dictadura que silencia la democracia y la cultura nacional. Críticos e historiadores de la literatura no se mostraron poco sorprendidos ante la dependencia mutua y la constante necesidad de "tenerse en cuenta" de ambos grupos. Lo cierto es que, más allá del terreno literario, los grupos de Florida y Boedo se anticiparon a una antinomia social y cultural que zanjará nuestra historia del siglo XX.

Características

Este grupo se asentó manifiestamente en una larga práctica social, cultural e ideológica que nació en la Argentina de finales del siglo XIX y se desplegó fuertemente en las primeras décadas del siglo XX. Se afirma en dos tradiciones que, aunque interrelacionadas, tienen desarrollos y particularidades propias: una es la lucha obrera bajo dirección anarquista; la otra es de carácter literario. Ésta última, a su vez, se vincula por un lado con la primera a través de los textos de Payró, Ghiraldo y Barret, autores representativos del anarquismo, y por el otro es producto de la necesidad de nuevas representaciones estéticas a causa del crecimiento urbano y de la influencia de la tradición literaria europea, fundamentalmente, la rusa. Los años en los que se desempeña la actividad del Grupo de Boedo coinciden en nuestro país con la presidencia radical de Alvear, representante de la oligarquía argentina que durante su mandato estrechó vínculos con sectores conservadores tanto nacionales como extranjeros. En este contexto, donde el mundo se desangraba en continuas luchas por imponer diversos sistemas políticos-económicos; ya sean comunistas, fascistas o liberales, los autores de Boedo no sólo tomaron partido por una de estas tendencias, sino que, más bien, se organizaron activamente dentro de las filas del bando proletario. El Grupo de Boedo desarrolló una literatura militante de estilo realista con un sentido pedagógico mediante la cual se consideró el propio accionar cultural como una forma de participación política. Esta manera de entender el hecho artístico se relacionó estrechamente con una visión determinada sobre el arte y un rol específico asignado al escritor dentro de la sociedad. El arte para los miembros de Boedo tenía un poder cognoscitivo que podía llegar a colaborar en la educación del pueblo. Escritor, literatura y público formaban así “una unidad irrescindible”, al igual que el texto y su contexto de producción. La función del escritor, desde esta perspectiva y en ese momento histórico determinado por la profundización de la lucha de clases a escala mundial, era la de decir la verdad ordenando el caos moderno a través de un mundo de ficción que develase las reales condiciones de existencia y desenmascarase, de esta manera, las relaciones sociales capitalistas basadas en la desigualdad y la explotación. Esta obligación de ser verídico trascendía al propio hecho estético y llevaba a la función política del escritor. Como postuló Bertolt Brecht durante los mismos años veinte: “Hay que decir la verdad por las consecuencias que se desprenden de ella en cuanto a la conducta a seguir”. Dicha posición bien puede adaptarse al pensamiento boedista de ese momento, de la misma forma que la necesidad de dirigirse a un destinatario determinado: Hemos de decir la verdad sobre las condiciones de barbarie que reinan en nuestro país, hemos de decir que existe la manera de hacerlas desaparecer, esto es, eliminando las condiciones de propiedad. Hemos de decirla, además, a aquellos que más sufren bajo estas condiciones, que tienen el máximo interés en su reforma, a los trabajadores, y a aquellos que podemos presentar como aliados suyos. Para el Grupo de Boedo burguesía y proletariado se enfrentan indefectiblemente en todas las esferas donde se encuentren, tanto en las calles como en la visión de la economía, la representación política y la práctica artística. En una sociedad dominada por la clase burguesa, luchar por la creación y el desarrollo de una cultura y un arte proletarios resulta para ellos una necesidad ineludible. La búsqueda será, entonces, la de la construcción de una práctica ideológica que aúne a los trabajadores y los identifique como clase social dominada y en conflicto con su clase antagónica. Bajo esta mirada es que podría hablarse de la existencia de una literatura burguesa, o que responde desde la especificidad artística a la clase dominante y a su cosmovisión de mundo (y por lo tanto, a su mirada estética), y de una literatura proletaria que la combate; una literatura que se basa en el ocultamiento de las relaciones sociales y otra que las pone en evidencia de la forma más cruda posible utilizando todos los recursos ficcionales para ese fin. En resumen, el escritor no solo tendría para Boedo una función particular decir la verdad, sino también un lugar específico en la lucha de clases. Es el espacio artístico su arena política, desde donde puede defender los intereses hegemónicos o enfrentarse a ellos. El proletariado y la burguesía combaten a nivel ideológico en el arte y el escritor, con su práctica escrituraria, se establece de un lado o del otro. Le corresponde en tanto escritor y sólo por ello la pelea clasista en la literatura, la cual necesariamente debe vincularse en forma dialéctica con la demás faceta del todo social del cual forma parte. Como ya expresamos, Boedo se posiciona manifiestamente en el campo de los trabajadores. Por lo tanto, busca construir una literatura proletaria que, en el marco del capitalismo, debía lograr quitarle a los sectores populares el velo impuesto delante de sus ojos por la clase dirigente. Ante la crítica de artistas y teóricos que intentaban separar el arte de la política y de los problemas urgentes y cotidianos de las masas, Castelnuovo, líder máximo del movimiento, responde Las obras ficcionales boedistas se destacan, ante todo, por sus descripciones minuciosas, la preponderancia de un ambiente urbano y marginal, la utilización de protagonistas obreros o excluidos por el sistema capitalista que sufren maltratos constantes, la explotación laboral, la maquinización del hombre producto del mundo moderno y la deformación de los cuerpos por causa del trabajo. Estas situaciones se desarrollan bajo un tono pesimista marcado por la desilusión, el lugubrismo y los finales desesperanzadores propios de una literatura sin utopías; todo esto mediado por el uso de recursos narrativos como la exageración y la ironía, un lenguaje popular, llano y paratáctico, con poca utilización de metáforas, el coloquialismo, la adjetivación descriptiva, el tono testimonial y la aparición constante del discurso religioso. El trabajo, justamente, rige los textos del Grupo prácticamente en todos sus planos multiplicándose por los distintos niveles de los textos. Impera en el plano del narrador y en el de la representación de los personajes, ya que generalmente quienes narran y quienes protagonizan los cuentos boedistas son obreros o seres desclasados. Estructura además el plano de las acciones, ya que la mayoría de los relatos tienen preponderancia de escenas laborales o situaciones de injusticia social. Esto se relaciona también con el plano de la representación del espacio, pues en general serán las fábricas, las oficinas, el puerto, la calle y los suburbios los lugares donde transcurran las acciones que desarrollan los personajes. Contra el arte consolatorio y pasatista que había ganado terreno entonces, contra el arte que se iba volviendo “el opio de los pueblos”, Boedo reaccionó alzando su voz con una literatura del desconsuelo, de la opresión, con un arte-arma en pos de la transformación social. Lo importante para ellos no era cambiar la literatura sino el todo social del cual el arte era sólo una faceta. Contra el arte desinteresado, contra el arte por el arte, Boedo levantó las banderas de una militancia cultural revolucionaria. Contra la torre de marfil, la calle; contra el arte para minorías, el arte por y para el pueblo. En lugar de utilizar un lenguaje que no usaba nadie para nada, Boedo eligió el lenguaje que usaban todos para todo. Surgió como un Grupo organizado alrededor de una concepción utilitaria del arte que priorizó la realidad material de los desposeídos por sobre todo artificio. A la par de esta visión artística, sumó la imagen de otro mundo, el del trabajo. Si bien no todos sus miembros provenían de la clase obrera, sí eran ajenos y refractarios a la elite cultural de la época, y más allá de su origen socioeconómico, todos creían en el poder revolucionario del proletariado y en su capacidad intelectual. Boedo propone a la clase obrera como aquella que debe realizar su propia cultura, así como debe llevar a cabo su propia revolución. No sólo la incluye, por lo tanto, dentro del hecho artístico, sino también como productora del mismo, un lugar que hasta entonces le era negado.

Fuentes