Helena de Constantinopla

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Santa Elena
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Santo
La Santísima Elena.jpg
Religión o Mitologíacatolicismo
Día celebración18 de agosto
Fecha de canonización4 de junio de 1950
País o región de origenentre 246 y 250,
villa de Drepanum,
cerca de la ciudad de Nicomedia,
Bitinia y Ponto,
Imperio romano Bandera de Roma
entre 327 y 330 (80 años)
ciudad de Roma,
Toscana y Umbría

Flavia Iulia Helena (Flavia Julia Helena), conocida como santa Helena o santa Elena (Turquía, 250 - Roma, 330), fue la madre del emperador Constantino el Grande. Emperatriz romana y, despúes, proclamada santa de las Iglesias católica, luterana y ortodoxa.

Síntesis biográfica

Según el texto Origo Constantini Imperatoris (‘el origen del emperador Constantino’) del Anónymus Valesianus (hacia el año 390), Santa Helena en su vejez afirmaba que había nacido hija de un sirviente, en el seno de una familia religiosa, en la localidad romana de Drepanum, Drépano o Daprasano (conocida más tarde como Helenópolis) en la entrada del golfo de Nicomedia (la capital del reino, actual ciudad de Hersek), en el país de Bitinia y Ponto al noroeste de la región de Anatolia (actual Turquía). Fue una emperatriz romana y, posteriormente, proclamada como santa de las Iglesias católica, luterana y ortodoxa.

Cuando tenía más de veinte años se enamoró de ella el flamante general Constancio Cloro (el sobrenombre Cloro [verde] se refería al color pálido de su tez), que era de familia rica y querido del emperador Maximino. No se conoce el carácter legal de su unión. Algunos textos afirman que ella era la esposa y otros que era la concubina. El 27 de febrero de algún año después del 270 (posiblemente alrededor del 272) nace el futuro emperador Constantino en Naissus (Dardania).

Más de veinte años después, el 1 de marzo de 293, Diecleciano y Maximino nombran como «césares» de sus respectivos reinos a Galerio y a Constancio. A este último lo obligan a que se case legalmente con una mujer de su propia clase. Entonces Constancio abandona a Helena y se casa con la hijastra de Maximino. Su mismo hijo elige vivir con su padre, que le hace concurrir a la escuela militar. El 25 de julio del 306 murió Constancio Cloro. Constantino decidió llevarse a su madre a vivir con él a la corte de Tréveris. En esta época aún no hay certeza histórica de que su madre ya fuese cristiana.

Cuando el ejército de Constantino venció en la batalla de Saxa Rubra, en el 312, y Constantino se convirtió así en el único emperador del Imperio romano, inmediatamente afirmó que antes de la batalla él sabía que la ganaría porque vio en el Sol el signo de la cruz de Cristo, y juró haber visto un cartel en el cielo que decía (en idioma latín): «Con este signo vencerás». Eso convirtió a su madre también en cristiana.

Descubrimiento de la Cruz de Cristo

En el 326, luego de que Constantino se convirtiera en el único emperador del Imperio romano, Elena, que vivía con su hijo en su palacio de Bizancio, a orillas del Bósforo, emprendió a pesar de su edad avanzada un viaje oficial a los «Santos Lugares» (Jerusalén y otros sitios cercanos, donde sucedieron los relatos de los Evangelios). En Palestina, Helena dejó el dinero para construir dos templos en Belén, cerca de la «Gruta de la Natividad» (donde los cristianos locales afirmaban que Jesús de Nazaret había nacido, sin prestar atención a que el Evangelio dice que no nació en una cueva sino en un establo), y la otra sobre el monte de la Ascensión, en las cercanías de Jerusalén, donde los cristianos locales afirmaban que la Virgen María había despegado hacia el Cielo.

Helena y Constantino. La imagen muestra a Helena joven sosteniendo la cruz, pero ella creó esa leyenda cuando tenía más de 80 años de edad.

Regresó de Tierra Santa con dos pedazos de tronco, y afirmó que eran la Cruz de Cristo, que ella había hecho romper en tres trozos,[1] para poder dejar uno en Jerusalén, llevarse otro a Constantinopla, y el tercero enviarlo a Roma (ese trozo se conserva y venera en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén, en el centro de Roma).

Santa Helena afirmó que en Judea no había estado todo el tiempo residiendo en Jerusalén sino que se había dedicado a una afanosa búsqueda de la Santa Cruz por todo el país, haciendo excavar en infinidad de lugares, con resultados negativos entre los cristianos, que no sabían darle respuesta satisfactoria a sus pesquisas. Sintiéndose frustrada, pasó a indagar entre los judíos hasta encontrar a un judío llamado Judas que ―tras ser sobornado con treinta denarios de oro― le reveló un secreto rigurosamente guardado por los judíos que, para privar a los cristianos de su símbolo, habían decidido arrojar a un pozo las tres cruces del Calvario y las habían tapado con tierra.

Santa Helena afirmó que las excavaciones resultaron con éxito. Aparecieron las tres cruces con gran júbilo de Santa Elena. Como no sabía cuál de las tres era de Cristo (y las otras dos de los ladrones), le pidió al obispo Demetrio que pusiera sobre las tres cruces descubiertas el cuerpo de una cristiana moribunda por si Dios quisiera mostrar la Vera Cruz. El milagro se produjo al ser colocada en sus parihuelas sobre la segunda de las cruces la pobre enferma, que recuperó milagrosamente la salud.

El descubrimiento de la reina Elena no fue registrado por ningún escritor o historiador de la época, ni en Jerusalén ni en Constantinopla. Incluso Eusebio de Cesarea, en su Vita Constantini (‘vida de Constantino’) en el que anotó toda clase de leyendas y fábulas alrededor del emperador y de su madre, omitió contar el milagro más grande de su siglo: el descubrimiento de la Vera Cruz de Cristo. La primera mención al descubrimiento fue escrita en el siglo V, casi un siglo después de la muerte de Helena de Constaninopla.

Muerte

Como en esa época todavía no se conocía el descubrimiento de la Santa Cruz, la piadosa Elena murió sin que se registrara el sitio o la fecha. Su hijo Constantino dispuso cortar en trozos su cadáver y salarlo (para conservarlo sin pudrirse). Una sección del cadáver fue colocado con gran pompa en la cripta imperial de la iglesia de los Apóstoles, en Constantinopla. Otra parte se trasladó en barco a Roma, donde un trozo se conservó en la iglesia Ara Coeli, dedicada a Santa Elena, y otro trozo en la iglesia de La Santa Cruz de Jerusalén (también en Roma). En el lugar donde actualmente se levanta esta iglesia antiguamente se asentó el Palatium Sessorianum, y cerca se encontraban las Termas Helenianas, cuyos baños tomaron su nombre de la emperatriz. Aquí se encontraron dos inscripciones compuestas en honor de Helena. El Sessorium, que se encontraba cerca del Laterano, sirvió posiblemente como residencia de Helena cuando permaneció en Roma; por eso es bastante probable que en este lugar Constantino haya erigido una basílica cristiana, a sugerencia de su madre.

Se cree que otro trozo de los restos fueron transferidos en 849 a la Abadía de Hautvillers, en la villa de Reims, como consta en el registro del monje Altmann en su Translatio. Fue reverenciada como una santa, y su veneración se extendió al Occidente a principios del siglo IX.

Durante toda la Edad Media, los habitantes de la ciudad de Trier (Alemania) adoraron un cráneo, posiblemente de un varón joven, con un cartel que dice: «Caput Helénae» (‘cabeza de Helena’), que se conserva hasta la actualidad.

Festividad

Su festividad se conmemora el 18 de agosto.

Fuentes