José Ramírez de Arellano

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Vista frontal de la Santa Capilla del Pilar.jpg
NombreJosé Ramírez de Arellano
Nacimiento1705
Baélls, Bandera de España España
Fallecimiento27 de marzo de 1770
Zaragoza, Bandera de España España

José Ramírez de Arellano Fue un

Datos biográficos

(Baells, h. 1705/7 - Zaragoza, 27-III-1770). Sin lugar a dudas, José Ramírez de Arellano (más conocido, indebidamente, como José Ramírez Benavides) es el más importante escultor, arquitecto de retablos y decorador aragonés del siglo XVIII. La calidad de algunas de sus obras, su número y la repercusión que tuvo su estilo (muy imitado en Aragón en la segunda mitad del siglo e incluso en el XIX) avalan nuestra afirmación.

La reacción neoclásica, contraria sistemáticamente al estilo barroco, no ha sabido valorar durante mucho tiempo la calidad de su obra en general. No obstante, hay que matizar que ha sido uno de los pocos artistas barrocos aragoneses al que siempre se le han elogiado algunas de sus obras. Los mismos Ponz, Ceán Bermúdez, de mentalidad neoclásica, le ponderaron ciertos altares e imágenes. Sumido en un significativo silencio durante el siglo XIX, este escultor mereció por fin el estudio y revalorización por parte de los investigadores.

Este artista contribuyó con su obra y su Academia de Dibujo a un brillante resurgimiento de las artes en Aragón. Así, durante la existencia de la Academia que él mismo dirigía aglutinó como profesores a los más importantes artistas de la ciudad —José Luzán, por ejemplo—, amigo y colaborador en numerosos proyectos; su méritos y habilidades fueron prontamente reconocidos en la Corte pues en 1740 fue nombrado «Escultor de S. M.», y años más tarde al ser creada la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando «Académico de Mérito por Escultura» (1758).

Su fama y habilidad le llevaron a ocupar el cargo de director adjunto de las obras que dirigiera el arquitecto real Ventura Rodríguez en el templo del Pilar de Zaragoza, especialmente en torno a la Santa Capilla (1754-65). Si en 1746 tuvo ocasión de conocer en Madrid a los artistas de Corte, el Pilar le permitió codearse con insignes artistas que se aproximaron a la ciudad del Ebro bien para colaborar (Antonio González Velázquez, Manuel Álvarez, y el propio Carlos Salas) bien atraídos por la fama del edificio (Corrado Giaquinto, A. R. Mengs, entre otros). Este ambiente de renovación en el que tuvo buena parte activa José Ramírez, permitió a otros jóvenes artistas zaragozanos nuevas perspectivas que se vieron confirmadas con sus viajes a Roma (Juan Adán, su discípulo y Francisco de Goya) y su establecimiento en la Corte (Joaquín Arali, su alumno y Francisco Bayeu, pintor).

Datos biográficos

Natural de Baells (H.), Ramírez residió en Zaragoza desde antes de cumplir los nueve años hasta su muerte. Amparado en el taller familiar hasta la muerte de su padre en 1739, José fue asimilando paulatinamente sus enseñanzas y las de todos aquellos profesores que acudían a dar clases a la Academia de Dibujo. Según manifestación propia, en 1740 ya llevaba dieciocho años trabajando como escultor. No obstante, su obra personal sólo nos es conocida a partir de 1740, tras una formación larga y profunda en su etapa madura cuando José Ramírez de Arellano había alcanzado los treinta y cinco años de edad y era «escultor de Su Majestad».

Huérfanos de padre en 1739, desde el punto de vista familiar el año de 1746 volvió a ser una fecha significativa y triste para los Ramírez. El 21 de agosto muere su madre, María Rodríguez, y los hermanos Ramírez —José, Manuel de 24 años, Juan de 18, estudiante y aficionado a la pintura, y Francisca— siguieron viviendo en la casa paterna de la calle de San Andrés, en situación económica desahogada. Al poco tiempo, los hermanos comienzan a separarse porque Francisca toma el hábito religioso, y Juan que había demostrado habilidad para pintar marchó a Madrid. El propio José, en 1752, trasladó su casa y taller a la calle de Fuenclara, n.° 15. Aquí, acompañado al parecer por su hermano Manuel, residió soltero hasta 1759, en que, a sus 54 años, aproximadamente, decidió casarse con Micaela de Diego y las Heras, hija de Francisco de Diego y Lacarra, platero de S. M., y de Magdalena de las Heras, residentes en Calatayud. De los cinco hijos que tuvieron dos murieron muy pronto (María Francisca y Miguel Antonio). María Josefa, Miguel Vicente y Mariano traspasaron el siglo pero ninguno se dedicó a la profesión paterna ni tuvieron descendencia. José Ramírez de Arellano falleció el 27-III-1770, dos días después de haber nacido su hijo Mariano, dejando a su viuda y herederos en una sólida situación económica. Su viuda vivió hasta 1804.

La Academia de Dibujo de José Ramírez 1739-1754 (?)

A la muerte de Juan Ramírez se hizo cargo de la Academia Particular de Dibujo su hijo José Ramírez de Arellano, no sin ciertas dificultades, porque el Gremio de Carpinteros lo denunció por no estar examinado según las ordenanzas gremiales. Concedido el permiso por real cédula de 1740, es interesante ver que en su memorial Ramírez había hecho constar el que los maestros del Gremio no podían ejecutar sus obras con pleno conocimiento por ser distintas sus reglas a las que él practicaba, lo que en definitiva plantea una evidente ruptura —no convivencia como en la época paterna— entre el Gremio y la Academia de Dibujo que va a regentar José Ramírez en la década de los años de 1740.

Mantenida como fecha tope hasta 1754, en que quedó trasladada a la casa de los Pignatelli, siguió estando durante estos años en la calle de San Andrés donde se reunían los miembros de la Junta, entre los que se encontraban, en 1746, José Ramírez, director de la Academia de Escultura, Tomás de Pereda, director de la de Pintura, Francisco Periz, pintor y secretario; José Luzán «Pintor de S. M.»; M. J. Lorieri y P. F. Rabiella, pintores; Manuel Ramírez, escultor, y Simón Ubao, escultor y arquitecto. La Academia siguió manteniendo «los principios» de su fundador y a ello se le sumaron las aportaciones de sus componentes (José Luzán estuvo formándose en Nápoles) y las tendencias del academicismo y romano y rococó francés que se iban imponiendo en España, fundamentalmente en la Corte en torno a la Academia situada en la Casa de la Panadería, en la Plaza Mayor de Madrid, dirigida por el escultor J. D. Olivieri, cuyos estatutos de 1744 modificados en 1747 se hallan cronológicamente muy próximos a los propios estatutos (frustrados) de la Academia Oficial de Bellas Artes de Zaragoza de 1746, estatutos de la Casa de la Panadería que por otro lado debió conocer Ramírez en su estancia madrileña del año 1746.

La Academia zaragozana continuó siendo particular hasta el año de 1746, en que sus componentes —los profesores anteriormente citados—, deseando que fuese reconocida, crearon los propios estatutos de la Academia Oficial de Bellas Artes de Zaragoza, exclusivamente en materia de pintura y escultura puesto que reconocía que plateros, albañiles y arquitectos (exceptuando los de retablos) tenían examen en sus respectivos gremios. Denegados por el Real y Supremo Consejo de Castilla los nuevos estatutos, tal negativa debió de ser un golpe fatal para la Academia de Dibujo. No sabemos si se disolvió a consecuencia de ello o si continuó hasta 1752, fecha en que Ramírez se cambió a su casa de la calle de Fuenclara o hasta 1754, en que se ubicó la Academia particular en casa de D. Vicente Pignatelli. De haber sido reconocida oficialmente en 1746, hubiera sido una de las primeras Academias de Bellas Artes en España. Curiosamente, tuvo que esperar a serlo casi cincuenta años, en 1792, siendo la última en la península que obtuvo tal categoría, tras muchas vicisitudes e intentos (1754 y 1771), a los cuales no fueron ajenos la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.

Obras y estilo

Infatigable trabajador, José Ramírez estuvo ayudado en su quehacer artístico no sólo por su hermano e íntimo colaborador Manuel Ramírez, sino también por un activo taller entre cuyos componentes más conocidos se hallaban el malogrado Lamberto Martínez-Lasanta, Juan Adán y Joaquín Arali. Este taller que fue formado paulatinamente llegó a la más alta compenetracion con su maestro hacia 1760-65, felizmente, cuando Ramírez se hallaba en su plenitud artística y andaba absorbido en distintas colaboraciones que simultáneamente llevaba a cabo en el templo del Pilar de Zaragoza, especialmente en la dirección de las obras de la Santa Capilla (sustituyendo como ya he dicho a Ventura Rodríguez) y en su decoración, llevando a cabo los espléndidos altares de mármol de Carrara del Pilar (putti de las enjutas), la Venida de la Virgen, y Santiago y los Siete Convertidos, dieciséis puertas de nogal, cuya fina labor de talla cobija letanías dedicadas a María, las cuatro pechinas con altorrelieves de ángeles mancebos músicos en estuco, y en ese mismo material dieciséis figuras de santos y coros angélicos que adornan la fachada exterior meridional y occidental del «Angélico Recinto», en colaboración con Manuel Álvarez (fachada oriental) y Carlos Salas (norte), en una cronología que situamos para la mayor parte de la obra entre 1762 (después de bendecirse la parte arquitectónica) y octubre de 1765, si bien en 1758 Ramírez ya había realizado algunos bocetos en barro. Su calidad y materiales, mármol de Carrara, nogal y estuco (éste con un tratamiento al estilo de los estuquistas del barroco romano que imitaban la calidad del mármol) hacen a este conjunto peculiarmente interesante por su trascendencia nacional e internacional, dada su calidad, en una perfecta armonía entre lo arquitectónico y lo decorativo. Evidentemente, en la Santa Capilla del Pilar José Ramírez de Arellano se nos manifiesta como un consumado artista.

Escultor prolífico, su abundante labor de calidad diversa pero de estilo bien definido no se puede llegar a entender sin la extensa colaboración de su taller, que en su dispersa obra, varios cientos de esculturas, nos permiten distinguir entre obras personales de José Ramírez (las mejores) y de taller, estas últimas con escasa colaboración del maestro pero ejecutadas con sus trazas y dirección (de inferior calidad, no llegan a repetir modelos anteriores).

En cualquier caso, desconocida su obra de primera época, 1725-1740 (colaboraría en el obrador paterno) la primera obra que considero segura es el retablo mayor de Santo Tomás de Aquino para la iglesia de los Escolapios de Zaragoza (1739-40), pieza monumental que refleja la influencia paterna, pero que se halla perfectamente identificada con el «estilo Ramírez» a pesar de los retoques posteriores en su policromía.

La intervención del taller se hace más abundosa a partir de 1755, con retablos y esculturas para iglesia y conventos, en centros urbanos de menor importancia (iglesia parroquial de Santa Teresa, antiguo convento del Carmen, en Tarazona, h. 1745). Obra personal o de taller, su quehacer artístico no quedó restringido a Zaragoza capital (valgan sólo a título de ejemplo las magníficas esculturas exentas de penitentes y anacoretas al «estilo Heroico» de C. Rusconi (1745), o la pareja de bustos de santos obispos, actualmente en el retablo del Santo Cristo, o la imagen de San Nicolás h. 1742, todas ellas en la iglesia de San Gil), ni a su provincia (retablo de San Sebastián en el convento de Santa Clara de Borja, 1744-45), sino que su arte se extendió por Huesca (capilla de San Jerónimo de la catedral oscense), Teruel (retablo de Nuestra Señora del Rosario para la parroquial de La Hoz la Vieja de 1755, desaparecido), Madrid (adornos para el Palacio Real a las órdenes de J. D. Oliveiri en 1746), Cuenca (donde fue llamado por Ventura Rodríguez para colaborar en el retablo mayor y colaterales para la iglesia del convento de San Lorenzo Justiniano, 1750-55) y Navarra (retablo mayor de San Juan ante Portam Latinam, para la parroquial de Peralta, h. 1760 y retocado en el siglo XIX), por citar algunas de sus obras.

Téngase en cuenta que además de imaginero José Ramírez fue un gran arquitecto de retablos, entre cuyos diseños destacan los de estilo rococó (Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja en San Miguel de los Navarros en Zaragoza, 1750), y los borrominescos muy movidos en planta y exentos (Santa Isabel en su iglesia de Zaragoza, 1755-60). Efectista decorador, sus adornos en sacristías (bellísima la labor de talla y marquetería en la sacristía de la Virgen del Pilar de Zaragoza, 1755-59), coros, tarjetones, púlpitos, relicarios y puertas, logran en la práctica una armonía perfecta entre espacio y ornamentación de influencia berninesca. Por otro lado, la diversidad de materiales empleados —madera, estuco, barro, piedra, mármoles, jaspes, etc.— y el variado tratamiento de la policromía (en tonos lisos, rococó y «en blanco») enriquecen hasta horizontes insospechados su labor como decorador y estatuario.

Escultor académico y vanguardista pero con muchos presupuestos barrocos, su técnica desde el punto de vista anatómico fluctúa entre formas acusadísimas, casi violentas por su expresividad epitelial (espléndido conjunto de imágenes en mármol de Santiago y los Siete Convertidos en el Pilar, obra personal del artista) y otras de modelado mucho más blando un tanto «amanerado», de raigambre rococó, como podemos observar en el San Antonio de su capilla del Pilar (1750-55).

Característico de su imaginería es el tratamiento de paños, en donde destacan las quebraduras y aristas de las telas que dan lugar a acartonamientos que recuerdan el estilo de Gregorio Fernández; los pliegues en ángulo diedro a la altura de las rodillas de sus figuras en contraposto, en los cuales priman las poses grandilocuentes de brazos en diagonal y amplios mantos envolventes y unas túnicas que en su base sirven de soporte material del cuerpo. En los últimos años de su vida (1765-70) suaviza hasta cierto punto el tratamiento de los paños (retablo de Nuestra Señora de Gracia en su Hospital de Zaragoza, h. 1769).

A esta escultura religiosa, de bulto redondo, de vírgenes y santos (quizá en su conjunto los personajes masculinos de Ramírez alcanzan cotas de calidad más elevadas) hay que añadir el de coros celestiales con ángeles y encantadores putti muy abundantes en grupos escultóricos, arquitecturas de retablos y relieves, estos últimos otras de las agradables sorpresas que por su interés nos depara el arte vanguardista de Ramírez (Santa María Magdalena ascendiendo a la Gloria en su retablo e iglesia de Zaragoza, de inspiración barroco romana. 1752-55).

Su estilo, en definitiva, se halla influido por el de su padre Juan Ramírez, por Gregorio de Messa, la escuela berniana del barroco romano (y entre ellos Camilo Rusconi), sin olvidar el rococó francés.

Fuentes