Juan Capagorry

Juan Capagorry
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Nacimiento1934
Solís de Mataojo, Uruguay
Fallecimiento12 de junio de 1997
Montevideo, Uruguay
NacionalidadUruguaya
OcupaciónEscritor, humorista y dibujante.
Conocido porCapa, Capita.
Obras destacadasVarias colecciones de cuentos: La visita y nueve cuentos más (1967), El juego es cosa seria: historia, técnica y cuentos de timba (1979), Chau Consuelo y otros cuentos (1979) y Chirolitas (1984). También se le debe el libro de relatos para niños Hombres y oficios (1973) y el de poemas La vida juguete roto (1976).

Juan Capagorry. Cuentista y cuentero, poeta, letrista de canciones, humorista, dibujante. Fue un cronista pícaro y sensible de un mundo de pueblo del interior uruguayo que conoció en profundidad. Dueño de un oído afinado para el habla popular, disimulaba su condición de culto y omnívoro lector, tras una forma de la bohemia que lo convirtió en una figura característica del paisaje nocturno montevideano.

Síntesis biográfica

Su infancia y adolescencia transcurrieron en la localidad de Solís de Mataojo del departamento de Lavalleja. Debido a esto el autor se consideraba oriundo de ese lugar.

A comienzos de la década del 1960 comenzó su vínculo con el cantautor Daniel Viglietti, con quien formula el disco "Hombres de nuestra tierra", cuyo repertorio estuvo compuesto íntegramente por textos de Capagorry interpretados por Viglietti. Para la grabación de este disco, que asimismo contó con otros textos introductorios de Capagorry recitados por el mismo, se trasladó a Montevideo donde convivió con Viglietti.

Como narrador

"Yo no creo que un sujeto pueda sentirse orgulloso de lo que escribe, porque es casi seguro que no lo escribió él. O por lo menos, no él solo. En lo que respecta a mí, que soy 'de segunda', lo que hago es tomar el material y, conociendo la historia de la gente, me tomo el atrevimiento de organizarles el pensamiento"
Juan Capagorry

Es curiosa esta afirmación de Juan Capagorry en la que reduce su tarea de narrador a la de un simple organizador del pensamiento ajeno. Aunque no suene tan extraña, tal vez, para quienes lo conocieron bien y supieron de su humildad.

"Capita" --como le llamaban los amigos-- logró desempeñar, a lo largo de su existencia, muy variados oficios pero, seguramente fue en el de cuentista oral donde se movió con mayor comodidad. Para encontrarse con ese universo personal, con esos recuerdos de aquel mundo tan próximo y a la vez tan alejado de la capital y no pasar como un trapalón, fue que comenzó a escribir, a pintar historias.

Como escritor

En la década del 60, en Uruguay, tuvieron fuerte presencia varios movimientos sociales que fueron protagonizados por trabajadores del campo. La canción popular, con el surgimiento de algunas figuras fundamentales, no prescindió de esa gente, de sus labores y penurias. Así, por ejemplo, el año 1965 encontró a un Daniel Viglietti realizando los últimos ajustes para Hombres de nuestra tierra, su segundo trabajo discográfico surgido de algunos encuentros previos con Capagorry.

"A Minas --recuerda Viglietti--venía a estudiar guitarra con mi padre un muchacho muy interesado en la cultura, que además daba clases de literatura en su pueblo, Solís de Mataojo. Un día nos pusimos a conversar, nos hicimos muy amigos, hasta que en una oportunidad mi mujer, en una de esas charlas, nos dijo: '¿Por qué no se dejan de hablar tanto y hacen algo con todo lo que están conversando sobre los personajes del campo?'"
Daniel Viglietti

Capagorry, en ese tiempo, orillaba los 30 y era un tipo "muy de su pago", pocas veces había traspasado los límites del departamento de Lavalleja. A raíz de este trabajo a dúo en el que fue autor de los versos de todas las canciones, se dio a conocer en la capital como un hombre consustanciado con las situaciones y los problemas cotidianos del hombre del campo.

Aquellos textos introductorios que menciona el músico son pinceladas breves en las que, además de poner en clima al escucha, Capagorry logra una gran expresividad en el relato, como ocurre, por citar sólo un caso, con las palabras previas de "Pión pa' todo": "Lo parieron la estancia y la piona. Supo de su madre por un delantal que le secaba el llanto y la nariz. La estancia le quemó la niñez, lo endureció de apuro en una escuela de galpones y trabajo. Peoncito puro empeine y el pelo como chuza. Como a caballo 'e piquete' lo tienen, de aquí pa'allá, sin sueldo ni domingo. Como si fuera un árbol, que con sol y agua le alcanzara".

El disco Hombres de nuestra tierra, presentado con éxito en salas de la capital y el interior, oficiaría como disparador para que se decidiera, muy poco tiempo después, a terminar de dar unidad a unas crónicas costumbristas ambientadas en un paisaje rural a las que llamó Hombres y oficios (Grupo Toledo Chico, 1966), primer eslabón de su cadena de publicaciones.

Tras la aparición de este libro (edición casi artesanal, ilustrada por Eduardo Amestoy, Ramón Carballal, Rosa Cazhur y Joaquín Aroztegui) escribió el profesor Jorge Albístur: "Para niños pensó Capagorry estas páginas suyas. Y los niños pueden aprender, leyéndolas, a mirar con simpatía y emoción a las cosas y los seres condenados --en apariencia-- a volverse invisibles por insignificantes". De esa época es también el libro La visita y nueve cuentos más (Ediciones Hoy. Minas, 1967), casi un incunable en la actualidad.

Como periodista y dibujante

Capagorry trabajó, en diversas etapas, como periodista. Tuvo, desde luego, incursiones en el campo oral: se desempeñó en radio (breve pasaje por Rural, en la que hizo jugosas notas de carnaval, y en un programa de radio Sport llamado "Diálogo con mi ciudad") y también en televisión (colaboró en el programa "Generación del 55", conducido por su amigo Aflredo Zitarrosa). En su juventud, y a la par de sus tareas como vendedor de libros o empleado del corralón municipal, trabajó como periodista gráfico: en El Tero (fue uno de sus fundadores) y Yunque, de Solís de Mataojo, y en La Unión, de Minas; en Montevideo también escribió para Noticias y Correo de los viernes, entre otras diversas publicaciones.

De varios relatos publicados en la prensa montevideana surgió Chirolitas (Arca, 1984), un libro que recoge con su sello personal pequeñas historias, cuentos y anécdotas. En una nota titulada "Cuentero de ley", que apareció en La Democracia, se dice con respecto a este libro: "Otra de las hazañas de Capagorry (se había elogiado anteriormente su imaginación y su capacidad de recopilar historias ajenas) es el haber logrado el tono justo de la narración oral, mediante una sintaxis caprichosa y una puntuación no menos irregular que remeda (aparentemente) arbitrarias pausas y silencios del 'contador' de pueblo. Y la capacidad de enredar una historia dentro de otra para presentar a su personaje y pintarlo de cuerpo entero. Rápidos dibujos que bastan para entrever el alma de la gente. Oído y calidad de dibujante". Esta última imagen se ajusta también con el mundo real, porque la de dibujante fue otra de sus tantas facetas.

Dicen que adonde fuera Capagorry solía llevar consigo un lápiz y una pequeña libreta. Sin "hacer ruido", durante años, se pasó haciendo anotaciones y dibujos a rápidograf o drypen muchos de los cuales fueron a manos de sus amigos en forma de tarjetas postales. En estos dibujos, en los que desarrolló un estilo muy particular, se ven reflejados personajes y situaciones en los que posó su mirada aguda: un bar, una calle, un partido de fútbol, parejas que conversan, entre otros. Además, dibujó símbolos de decodificación compleja, como los rostros de algunas figuras de la baraja española a las que adosa diversos elementos, un ave que emerge de un pocillo de café o de un vaso con cubitos de hielo o rostros encerrados en una botella.

Muchas de estas creaciones surgieron casi sin pensar, en la mesa de un bar, con tiempo para perder el tiempo, dejando correr su mano. No fueron demasiadas las veces que Capagorry habló sobre este oficio y de cuál fue su formación: "En Minas estudié con (Edgardo) Ribeiro, quien nos hacía observar mucho, visitábamos talleres, incluso en otros departamentos, como por ejemplo el de Dumas Oroño, en San José. En cierta oportunidad había decidido ingresar a la Escuela de Bellas Artes, pero ciertos imprevistos me hicieron llegar después de la fecha y desistí definitivamente, tal vez haya sido para bien; años después asistí a unos cursos con (Jorge) Romero Brest. Creo, además, que he mirado todas las exposiciones que se han hecho en los últimos tiempos".

En escasas oportunidades --por más que lo tentaron-- "Capita" mostró sus dibujos al público. "Blankito" era uno de los que solía estimularlo, pero chocaba contra su pudor: "Me pasa a veces que me siento a dibujar y veo que alguien empieza a fijarse en lo que estoy haciendo, entonces rompo la hoja y paso a hacer cuentas para que no me miren como bicho raro, los números no molestan, porque en estos días todo el mundo hace cuentas".

Como actor y ensayista

A pesar de su timidez y cierta renuencia a la trascendencia, Capagorry supo tener un paso fugaz por el teatro. En 1984, a instancias de algunos amigos, interpretó al escritor Mario Arregui en Sobre los muros. Líber Falco, de Luis Damián, obra que intentaba rescatar al poeta (brillantemente interpretado por su amigo Julio Calcagno) y a algunos de sus ritos. En un fragmento del comentario sobre esta pieza, el maestro y periodista Luis Neira escribió: "Aparece Juan --Mario Arregui-- Capagorry, conversando con la platea, armando su cigarrito, con la bonhomía de siempre y su decir campechano que lo emparenta con el personaje, para contarnos cosas de Falco --no tanto del poeta sino del hombre-- y poco a poco meternos en la trama de la obra, como cuando lo encontramos en el boliche de Jaime, de Germán, o en cualquier rincón montevideano".

Seguramente producto de esas horas de boliche a las que alude su amigo Neira, y partidas de truco, de su conocimiento de la noche y de la bohemia, haya surgido el ensayo El juego es cosa seria (Arca, 1979). Su andar por la vida, su decir, lo ha hermanado con este texto que maneja el lenguaje cotidiano de muchos montevideanos, que no prescinde del humor, y en el que aparece un completo catálogo de reglamentos y detalladas instrucciones de cómo practicar difundidos juegos de la baraja española.

En este mismo género, y en asociación con Elbio Rodríguez Barilari, publicó Aquí se canta. Canto popular 1977-1980 (Editorial Arca, 1980), un ensayo que si bien aporta datos interesantes sobre el tema, no cuenta con la rigurosidad necesaria para un trabajo del estilo. Capagorry también fue el autor, en compañía de Nelson Domínguez, del libro La Murga (Cámara uruguaya del libro, 1984). En este ensayo, en el que se recogen diversas letras que dejaron su impronta, revela su gran percepción para hurgar en textos de diferentes épocas y situarse en cada coyuntura, jerarquizarlos, dimensionar su valor.

Muerte

Muere en Montevideo el 12 de junio de 1997.

Obra literaria

  • La visita y nueve cuentos más (cuentos. Ediciones Hoy. Minas. 1967)
  • La vida, juguete roto (poesía. Ediciones de la Balanza. 1976)
  • Chau, consuelo y otros cuentos (cuentos. Arca. 1979)
  • El juego es cosa seria (crónicas. Arca. 1979)
  • Chirolitas (cuentos. Arca. 1984)
  • La murga: antología y notas (ensayo en coautoría con N. Domínguez. Prisma. 1984)
  • A puro cuento (cuentos. Arca. 1989)
  • En el pueblo de Andaverlo (cuentos para niños. Ediciones Monteverde. 1993)

Discografía

  • Hombres de nuestra tierra (junto a Daniel Viglietti. Primera edición del sello Antar. 1964)
  • Capagorry cuenta a los niños (Ayuí / Tacuabé a/s1. 1971)

Fuentes