Las vacaciones del pequeño Nicolás

Información sobre la plantilla
LAS VACACIONES DEL PEQUEÑO NICOLAS.jpg
Autor(a)(es)(as)René Goscinny-SempéAlbert Uderzo
Editorial:Alfaguara
GéneroInfantil-Juvenil
IlustracionesAlbert Uderzo
Primera edición1962

Las vacaciones del pequeño Nicolás. Nicolás y sus compañeros han sobrevivido al curso escolar y felices y contentos se separan para iniciar las vacaciones. Los libros y los cuadernos ya están guardados. Es el momento de pensar sólo en las vacaciones. Primero en familia, en la playa, luego, en el Campamento Azul. ¡No hay ni un momento para aburrirse!


Sinopsis

Quien decide es papá

Todos los años, o sea el año pasado y el anterior, porque antes es muy antiguo todo y ya no me acuerdo, papá y mamá discuten muchísimo para saber adónde vamos a ir de vacaciones, y mamá se echa a llorar y dice que va a irse con su mamá, y yo también lloro porque a la abuela la quiero mucho, pero en su casa no hay playa, y al final vamos adonde quiere mamá, que no es a casa de la abuela. Ayer, después de cenar, papá nos miró con cara de mal genio y dijo:

—¡Escuchadme bien! Este año no quiero discusiones. ¡Voy a decidir yo! Iremos al sur. Tengo las señas de un chalé que se alquila en Plage-les-Pins. Tres habitaciones, agua corriente y electricidad. No quiero saber nada de ir a un hotel y comer una bazofia lamentable.

—Pues muy bien, querido —dijo mamá—. Me parece una idea magnífica.

—¡Viva! —dije yo, y me puse a correr alrededor de la mesa, porque es difícil quedarse sentado cuando uno está contento.

Papá abrió mucho los ojos, como cuando se asombra por algo, y dijo: —¿Ah, sí? Pues qué bien.

Mientras mamá recogía la mesa, papá fue al armario a buscar sus gafas de pesca submarina.

—Ya verás, Nicolás —me dijo papá—. Vamos a pasarlo fantástico pescando, tú y yo.

A mí me dio algo de miedo, porque todavía no sé nadar muy bien.

Si me ponen en el agua con cuidado, sé hacer la plancha, pero papá me dijo que no me preocupara, que él iba a enseñarme a nadar, que había sido campeón interregional de estilo libre cuando era más joven y que todavía podría batir récords si tuviera tiempo para entrenarse.

—¡Papá me va a enseñar pesca submarina! —Le dije a mamá cuando volvió de la cocina.

—Estupendo, querido —me dijo mamá—, aunque en el Mediterráneo, por lo visto, no quedan muchos peces.

Hay demasiados pescadores.

—¡Eso no es cierto! —dijo papá, pero mamá le dijo que no le llevara la contraria delante del niño, que si ella lo decía era porque lo había leído en el periódico. Y volvió a su labor de punto, la mismísima que empezó hace un montón de días.

—¡Pues si no hay peces —le dije a papá—, vamos a parecer un par de pringados debajo del agua! Papá no dijo nada y fue a dejar sus gafas en el armario. Yo estaba un poco chafado, porque la verdad es que cada vez que salimos de pesca con papá nos pasa igual: volvemos con las manos vacías. Papá volvió y abrió su periódico.

—Y entonces —dije yo—, ¿dónde hay peces para la pesca submarina?

—Pregúntale a tu madre —me contestó papá—. Ella es la experta.

—Los hay en el Atlántico, querido —me dijo mamá.

Yo pregunté si el Atlántico caía muy lejos de donde íbamos, pero papá me dijo que si estudiara un poco más en el colegio no haría semejantes preguntas, y eso no vale, porque en el cole no nos dan clases de pesca submarina, pero no dije nada porque vi que papá no tenía muchas ganas de hablar. —Habrá que hacer la lista de las cosas que tenemos que llevar —dijo mamá.

—¡Ah, no! —gritó papá—. Este año no vamos a viajar como si fuéramos un camión de mudanzas. Trajes de baño, pantalones cortos, ropa sencilla, algún jersey…

—Y las cacerolas, la cafetera eléctrica, la manta roja y unos cuantos platos —dijo mamá. Papá se levantó de golpe, enfadadísimo, y abrió la boca, pero no pudo hablar porque en su lugar habló mamá.

—Sabes de sobra —dijo mamá— lo que nos contaron los Blédurt después de alquilar aquel chalé el año pasado. Toda la vajilla que había eran tres platos desportillados y la cocina solo tenía dos cacerolas, y una de ellas con el fondo agujereado. Tuvieron que comprar lo que necesitaban allí mismo, y a precio de oro.

—Blédurt no sabe cómo apañarse —dijo papá, y volvió a sentarse.

—Puede ser —dijo mamá—, pero, si quieres una sopa de pescado, no podré hacértela con una cacerola agujereada. Incluso si conseguimos el pescado.

Entonces yo me eché a llorar. Porque, de verdad, no tiene ninguna gracia ir a un mar donde no hay peces cuando pillan tan cerca esos Atlánticos que están de peces hasta los topes. Mamá dejó su labor, me cogió en brazos y me dijo que no había que ponerse triste por culpa de los estúpidos peces y que estaría encantado cuando viera el mar cada mañana desde la ventana de mi preciosa habitación.

—Bueno, hay que aclarar —explicó papá— que, desde el chalé mismo, el mar no se ve. Pero no está lejos. Solo a dos kilómetros. Es el último chalé para alquilar que quedaba en Plage-les-Pins.

—Claro que sí, querido —dijo mamá.

Y me dio un beso y yo me senté en la alfombra a jugar con las dos canicas que le había ganado a Eudes en el cole.

—Y la playa, ¿es de guijarros, supongo? —preguntó mamá.

—¡Pues no, señora! ¡En absoluto! —gritó papá, entusiasmado—. ¡Es una playa de arena! ¡Y de arena muy fina! ¡No hay un solo guijarro en toda la playa!

—Pues menos mal —dijo mamá—. Así Nicolás no se pasará el tiempo jugando a las cabrillas, lanzando guijarros para que reboten en el agua. Desde que le enseñaste, se ha convertido en una verdadera obsesión.

Y yo me eché otra vez a llorar, porque es verdad que es genial jugar a las cabrillas. Consigo que los guijarros salten hasta tres y cuatro veces, y lo siento mucho, pero no hay derecho a que vayamos a ese chalé viejo con cacerolas agujereadas, lejos del mar y a un sitio donde no hay guijarros ni peces.

—¡Me iré a casa de la abuela! —grité, y di una patada a una de las canicas de Eudes.

Mamá me cogió otra vez en brazos y me dijo que no llorara, que papá era el que más necesitaba unas vacaciones de toda la familia y que, aunque quisiera llevarnos a un sitio cutre, debíamos ir con él y hacer como si estuviéramos contentos.

—Pero, pero, pero… —dijo papá.

—¡Yo quiero jugar a las cabrillas! —grité.

—Quizá puedas jugar el año que viene —me dijo mamá—, si papá


Datos del autor

René Goscinny-Sempé. Nació el 14 de agosto de 1926 en París (Francia), hijo de padre polaco y madre ucraniana. Cuando solamente tenía dos años de edad su familia dejó la capital francesa para trasladarse a vivir a Argentina. En Buenos Aires su padre impartió clases de matemáticas en una escuela francesa a la que acudía a estudiar su hijo. En las publicaciones escolares Goscinny publicó sus primeras creaciones. En 1942 su padre murió y René, que había estudiado arte, se ocupó durante un tiempo como contable. En 1945 Goscinny y su madre aceptaron la oferta de su tío materno para trasladarse a la ciudad de Nueva York. En los Estados Unidos fue requerido para acudir al ejército. Alegando su nacionalidad gala se le envió a Francia. Fallece en París el 5 de noviembre de 1977 cuando tenía 57 años de edad.

Albert Uderzo (1927-2020) nació en Fismes (Marne, Francia). Dibujó Asterix desde su creación en 1959. Tras el fallecimiento de René Goscinny en 1977, Albert Uderzo continuó solo las aventuras de Asterix y creó las Editions Albert René para publicar nuevos álbumes. En 1980 se publicó La gran zanja, el álbum número 25 de Asterix, el primero escrito y dibujado completamente por Albert Uderzo, quien continuó haciéndolo hasta 2009.


Otros libros del autor

  • El aniversario de Astérix y Obélix , 2009
  • Ojo con el pequeño Nicolás, 2006
  • El chiste, 2004
  • La vuelta al cole, 2004
  • ¡Diga!, 2004
  • Astérix y lo nunca visto, 2003
  • Los problemas del pequeño Nicolás, 2002
  • Joaquín tiene problemas, 2000
  • Astérix gladiador, 1999
  • Cómo Obélix cayó a la marmita, 1980
  • Obélix y Compañía, 1976
  • El regalo del César, 1974
  • Astérix en Córcega, 1973
  • Los laureles del César, 1972
  • La residencia de los dioses, 1971
  • Astérix en Helvecia, 1970
  • La cizaña, 1970
  • Astérix en Hispania, 1969
  • Astérix y el caldero, 1969
  • Astérix y los Juegos Olímpicos, 1968
  • Astérix legionario, 1967
  • Astérix y los normandos, 1967
  • Astérix en Bretaña, 1966
  • El combate de los jefes, 1966
  • Astérix y Cleopatra, 1965
  • La vuelta a la Galia, 1965
  • Astérix y los godos, 1963
  • Los amiguetes del pequeño Nicolás, 1963
  • La hoz de oro, 1962
  • Las vacaciones del pequeño Nicolás, 1962
  • Astérix el galo, 1961
  • Los recreos del pequeño Nicolás, 1961
  • El pequeño Nicolás, 1960



Fuentes