Leyendas de Santiago de las Vegas

Leyendas de Santiago de las Vegas
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Es originaria de:Santiago de las Vegas, Boyeros, Bandera de Cuba Cuba


Leyendas de Santiago de las Vegas (I)

Santiago de las Vegas está ubicado a los 22°58′39″N 82°22′41″O, en el límite sur de la provincia Ciudad de la Habana, municipio Boyeros, entre 90-100 m snm. Limita al sur con la ladera norte de las Alturas de Bejucal, al norte con el Consejo Popular Boyeros, al este con el municipio Arroyo y al oeste con el Consejo Popular Wajay.

Como muchos pueblos de todas partes del Mundo a el están ligados disimiles tradiciones y leyendas que de boca en boca y generación en generación han llegado hasta nuestros días, aquí algunas de ellas:

Un Alcalde Agresivo

Fue en los remotos tiempos, en que al Alcalde de Santiago de las Vegas se le denominaba Alcalde Mayor; al Ayuntamiento se le llamaba Cabildo y a los Concejales, Regidores, cuando ocurrió el hecho que vamos a narrar y que ha llegado hasta nosotros en alas de la tradición histórica. Era uno de aquellos días del siglo XVIII, cuando se celebraba una sesión del Cabildo, que se originó una airada discusión entre el Alcalde Mayor y uno de los Regidores, llegando la polémica a tal grado, que el Alcalde molesto y lleno de furia, enarboló la Vara – que dicho sea de paso, de vara tenía poco, porque la misma medía cerca de tres varas de largo – descargando sobre su contrincante varios golpes. Oportuno nos parece señalar, que la Vara del Alcalde, constituía el símbolo de la autoridad y que utilizaba éste en las sesiones para imponer el orden, empleándola como timbre o campanilla, golpeando con ella sobre el piso, así como para dar inicio y término a las sesiones. Pues bien, puesto el hecho en conocimiento de las autoridades superiores, que eran los encargados de administrar justicia, fue condenado el agresivo Alcalde a pagar una multa de cientos de reales, ya que por aquella época, el real y la peseta eran las monedas más usuales. Entre los argumentos empleados por el encargado de administrar justicia, figuraba en el fallo condenatorio y que así se hizo saber al Alcalde Mayor, estaban los siguientes: Que la Vara era un sagrado símbolo de autoridad y que no podía ser empleada para tan bajos menesteres, y que de repetirse nuevamente el hecho sería castigado con la destitución del cargo, por abuso de autoridad. Esta actitud recta fallando contra la suprema autoridad, sentó jurisprudencia y jamás se volvió a repetir, dándosele a la simbólica Vara la majestad de que se le invistiera.

Los gallos de Toribio

El mundo, indiscutiblemente, ha cambiado, y lo que ayer pareció normal hoy puede parecer raro, curioso o incluso cruel. Así es el caso de las peleas de gallos, antes una pasión cubana, hoy rechazadas por los que apoyan los derechos de los animales. Sin juzgar a nuestros antepasados, hoy le ofrecemos una interesante anécdota santiaguera del siglo XIX publicada a mediados del siglo XX por Francisco Fina García en Tradiciones y Leyendas: Vivió en esta población hace más de una centuria, un sevillano conocido por Toribio, que llegó a conquistar fama y renombre en los alrededores como criador de gallos de extraordinaria calidad, por el número de peleas que ganaban, en lucha con los mejores de todo el contorno. Sabido es, que las lidias de gallos ha sido a lo largo del tiempo el deporte favorito de nuestros campesinos, considerándose como una de las cosas típicas de Cuba, llegando a figurar entre las más antiguas tradiciones cubanas, llegándose a instituir el 10 de Julio como el día del gallero. Raro era el lugar de nuestra Isla, donde por pequeña que fuera el poblado o sitiería, no existiera una valla de gallos, donde los domingos, para disfrutar del asueto, concurrían nuestros guajiros, trayendo su “jerezano”, su “giro” o su “malayo”, para cazar una pelea, apostando varias onzas de oro al triunfo de su preferido.

Cuéntase, que los gallos de Toribio, eran tan buenos, que resultaba difícil perder una pelea; por lo que dieron oportunidad a este famoso criador de ganar gran cantidad de onzas de oro, dándose el caso, que en ocasiones no se podía cazar una pelea, porque los apostadores no lo hacían contra los gallos de Don Toribio, aunque en ocasiones se dieran grandes logros al contrario. Se afirma, que a pesar del tiempo transcurrido, no ha existido en nuestra ciudad criador de gallos, como Toribio, cuya fama ha llegado a nuestros días, como el más célebre criador y lidiador de gallos en estos contornos, para ganar un sitio en las páginas de la historia local y hacer perdurable su nombre a través del tiempo y la distancia.

A ése lo coge la calle de Palmas

De la rica fraseología de nuestro argot popular, es ésta una de las frases más difundidas y típicamente santiagueras, que tuvo su origen a fines del pasado siglo (XIX). Desde nuestra infancia hemos escuchado de labios de nuestros mayores, la repetición de ella y la que todavía suele decirse en la actualidad, con la misma significación de antaño. “A ése lo coge la calle de palmas”, es una expresión utilizada en el sentido de manifestar, que una persona está loca o media loca y que tarde o temprano será recluída en Mazorra. Sabido es que el Hospital de Dementes de Cuba, es conocido vulgarmente por "Mazorra", ya que dichos terrenos eran propiedad de Don Pablo Mazorra. Pues bien, hasta hace poco tiempo la entrada a este centro hospitalario se efectuaba por una amplia portada que daba acceso a lo que es hoy la Avenida de Rancho Boyeros y a cuya extensión se alineaba una doble fila de palmas reales, que conducían hasta la misma entrada del hospital. Nuestro pueblo, con su característico ingenio y su peculiar simbolismo, dio significado a la hermosa calle de palmas, para en sentido figurado expresar que una persona tiene perturbadas sus facultades mentales o está a punto de perderlas. El cubano, que tiene extraordinaria facilidad para encerrar en una frase cualquier hecho o acontecimiento, gracias a su agilidad mental, ha hecho posible el enriquecimiento de nuestra cantera folklórica y rara es la población donde en medio de la conversación aflore a los labios una frase para calificar o manifestar la significación de un hecho o acontecimiento, que ponga una nota de buen humor o de sugerente afirmación.

Compró lechuza por gallo inglés

Vivió entre nosotros un señor venido de la península, que estableció un puesto de ventas de viandas y frutas, en la calle once, junto al actual Bar Moderno, en unas pequeñas casitas coloniales que el progreso barrió hace años. Este señor era un tipo inocente y bonachón, con poca experiencia y conocimiento del carácter cubano y de la maldad de algunos, que no desaprovechan la oportunidad, para hacer víctimas de sus engaños a sus semejantes. Se cuenta que este bueno de Don José fue protagonista de varios hechos, que le dieron fama en la localidad por las cosas ocurrentes en que participó como víctima de los que gustan de hacer mofas y maldades a los demás. En cierta ocasión y aprovechando el desconocimiento del improvisado comerciante sobre nuestra fauna avícola, se le presentó en el establecimiento un joven, el que le propuso la venta de un gallo inglés (a la izquierda) y a muy bajo costo. El cándido José se apresuró a comprar el ave introduciéndola en la pequeña jaula ubicada debajo del mostrador, abonando al joven la cuantía. Tan pronto como introdujo el célebre “gallo” en la jaula, donde le haría compañía a varios pollos y gallinas, se formó una de cacareos y revuelos, que a pesar de las continuadas intervenciones de Don José, no tenían fin. Así transcurrieron varias horas hasta que un amigo y vecino del comerciante, que visitaba la famosa “venduta” de Don José, advirtió la presencia en el gallinero de una lechuza, a lo que asombrado ante el espectáculo e interrogándole el motivo de tener en la jaula el raro animal y conociendo el cliente la causa por lo que le había contado Don José, le dio al indocumentado comerciante una lección sobre el ave rapaz e informándole que había sido engañado, ya que en Cuba no era comestible la lechuza. Mostró su molestia el sano comerciante, no tan sólo por el engaño de que fuera víctima; sino que también por haber perdido unas pesetas en este mal negocio de comprar lechuza por gallo inglés.

Una sopa de palmiche

Otro de los originales hechos ocurridos a Don José en su corta carrera de improvisado comerciante y que ha recogido nuestra tradición, se cuenta éste que vamos a narrar. Una tarde se presentó en la “venduta” de Don José un joven, solicitando una libra de palmiche, a éste siguió otro y de esta manera desfilaron varios haciendo demanda de dicho grano. No tardó mucho tiempo en que hiciera su entrada en el establecimiento un señor, que con toda seriedad le propuso la venta de un racimo de palmiche a lo que aceptó el inocente Don José, en virtud de que tendría inmediata venta; pues tenía una gran demanda, según había podido deducir por las varias personas que le visitaban para adquirirlo, no sin antes interrogar al vendedor el uso, a lo que respondió presto su interlocutor: “Esto sirve para sopa, con él se hace un caldo riquísimo”. Terminada la operación se marchó el avispado señor con unos reales en el bolsillo y el infeliz Don José, cogiendo el pesado racimo, lo depositó en la parte baja del armatoste, en espera de la numerosa clientela. Varios días pasaron de aquel acontecimiento, sin que nadie se personara en el establecimiento para comprar el alimenticio grano, que en nuestro país se emplea para cebar puercos. En vista de que no se vendía y ya se estaba echando a perder, quiso el comerciante aprovecharlo y una tarde se decidió a confeccionar una sazonada sopa para la comida, que el mismo cocinaba, ya que vivía solo en aquella estrecha y pequeña accesoria de la calle once. Terminada la sustanciosa sopa de palmiche y siendo la hora de comer, se sentó a la mesa e inició la operación comida. Pasadas unas horas de la suculenta comida y “exquisita” sopa de palmiche, comenzó Don José a sentir fuertes dolores de estómago, y ante cuyos quejidos acudió uno de los vecinos para auxiliarlo; pero cual no sería su sorpresa al manifestarle el aprovechado Don José, que se había comido unos platos de sopa de palmiche.

Fuentes

  • Lic. Eduardo. Milian Bernal

(Historiador) Profesor Auxiliar de la Universidad Pedagógica Habana. Graduado de Lic. en Historia U.H. . Profesor Superior en Historia. Y Mc. Dr en Ciencias Históricas. Academia de Ciencias de Cuba. Fundador de ECURED

  • “Tradiciones y Leyendas”, Francisco Fina García
  • “Don Pablo el Rancheador”, Marcelo Salinas