Litografía

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Concepto:del término griego “lithos” que significa piedra y del término “grafia” - dibujo -. Por ello, en principio, cuando hablamos de una litografía nos referimos a una estampación obtenida a partir de una matriz de piedra. Este rocedimiento se basa en el principio químico de rechazo entre el agua y la grasa y consiste en dibujar sobre una piedra calcárea la imagen deseada con un material graso.

Litografía. del término griego “lithos” que significa piedra y del término “grafia” - dibujo -. Por ello, en principio, cuando hablamos de una litografía nos referimos a una estampación obtenida a partir de una matriz de piedra. Este procedimiento se basa en el principio químico de rechazo entre el agua y la grasa y consiste en dibujar sobre una piedra calcárea la imagen deseada con un material graso.

Introducción

En el momento de entintar la plancha, cuando el dibujo ya está realizado, la tinta sólo se adherirá a las zonas correspondientes al dibujo y que previamente han estado tratadas con materia grasa, mientras que en el resto será escupida (se desprenderá). A diferencia de la xilografía y de la calcografía, la litografía no es un sistema de grabado propiamente dicho, ya que no se incide sobre la superficie de la matriz ni con una herramienta ni con ningún elemento corrosivo.

Por ello es más correcto hablar de un sistema de estampación. La litografía ya es un procedimiento de estampación planográfico pues las zonas dibujadas y las que no quedan al mismo nivel sobre la matriz. El tipo de piedra utilizado para las litografías ha de tener unas características especiales: ha de ser suficientemente porosa para que pueda absorber el agua y, a la vez ha de tener una granulosidad muy fina para que pueda retener la grasa.

La piedra calcárea es la más preciada para este procedimiento. El grosor mínimo de las piedras ha de ser de un centímetro para que puedan soportar la presión de la prensa, aunque como norma general acostumbran a medir unos cinco centímetros de grosor. Teniendo en cuenta la gran dificultad para hallar piedras calcáreas adecuadas y su alto coste, rápidamente se buscaron materiales alternativos para las matrices litográficas.

Así se comenzaron a utilizar las planchas de zinc, que representan la enorme ventaja de poder ser tan grandes como se desee y de ser muy fáciles de mover y almacenarse. En el aspecto químico la impresión con planchas metálicas es diferente, a pesar de que en los dos casos necesitan materiales de dibujo de composición grasa para producir una marca susceptible de ser impresa.

Historia

En 1796 el alemán Alois Senefelder, en su búsqueda de un sistema de impresión barato para las partituras musicales y las obras de teatro, inventó la litografía. En sus inicios, la litografía no se utilizó como medio de creación artística sino que se utilizó básicamente con una finalidad comercial.

Los artistas, si embargo, no tardaron mucho en descubrir las ventajas de este nuevo procedimiento, ya que permitía al autor dibujar directamente sobre la plancha sin la necesidad de grabadores intermediarios. Desde principios del siglo XIX, artistas como Goya, Daumier, Géricault, Delacroix, Odilon Redon, Mallarmé, Vuillard i Bonnard, y ya en el siglo XX, Eduard Munch, Emil Nolde, Matisse y Braque, pero especialmente Picasso, hicieron que la litografía llegara al más alto nivel de expresión y calidad artísticas.

A finales del siglo XIX e indisociablemente asociado a la aplicación de la cromolitografía o litografía en color, nace el nuevo arte del cartelismo, máximo representante del cuál fue sin duda Toulouse-Lautrec. Con sus carteles este artista francés revolucionó el arte de la publicidad. No obstante, durante el siglo XIX la litografía estuvo estrechamente vinculada al desarrollo de la prensa y fue uno de los sistemas más utilizados para la ilustración de libros.

Litografía en Cuba

La Litografía llega a Cuba de la mano de dos importantes figuras, decisivas para la implantación de la nueva técnica de impresión en la Isla: el dominicano Juan de la Mata Tejada (1790-1836) y el francés Santiago Lessier y Durand (1788-1848). Respecto a cual de los dos es el introductor oficial de la nueva técnica en la Isla, cierta leyenda apunta al primero de ellos, pero realmente no se sabe a ciencia cierta, si bien parece que ambos iniciaron sus trabajos de litografía en la Isla casi al mismo tiempo, el primero en Santiago de Cuba y el segundo en La Habana.

Existe un gran consenso en afirmar que el primer taller litográfico de Cuba fue fundado por Santiago Lessier y Durand, pintor miniaturista francés nacido en Versalles y establecido en Cuba desde 1808. Es así que en el otoño de 1822 vemos su taller ya establecido en La Habana, calle Compostela esquina a la de Amargura; allí se editó la publicación El Periódico Musical, razón por la cual, el taller era conocido en aquellos tiempos por las denominaciones: Imprenta Litográfica de Música de Santiago Lessieur, Litografía de La Música, o a veces, más sencillamente, Imprenta Litográfica o Litografía de la Habana, y así se la menciona en los muchos anuncios que aparecen en la prensa periódica de la época entre 1822 y 1828, además de ilustraciones en diversos libros publicados en esos años. Lessier cerrará su taller en 1829, falleciendo en 1848, en la misma tierra cubana que le acogió. Por aquellos años, el también francés Luis Caire funda, en 1827, otra imprenta conocida como Imprenta Litográfica Habanera dedicada fundamentalmente a la impresión de piezas musicales.

Entre 1830 y 1838 se observa nítidamente un periodo oscuro, donde la litografía se estanca. En esta década la mayoría de los talleres litográficos han echado el cierre, los principales grabados de vistas de la ciudad y sus alrededores hechos en estos años se imprimen como antaño en Europa (con las viejas técnicas de grabado). Además, la demanda de imágenes impresas aumenta de forma considerable, los suscriptores de las revistas de moda de la época reclaman imágenes litografiadas a todo color, que serán importadas desde Europa.

Habrá que esperar a finales de 1838 para poder vislumbrar la definitiva superación de este vacío y el consiguiente despegue imparable de la Litografía en Cuba, que se produce gracias a la inauguración, con apenas unos meses de diferencia, de dos importantes establecimientos:

La Imprenta Litográfica de la Real Sociedad Patriótica de La Habana, de Francisco Miguel Cosnier y Alejandro Moreau de Jonés, con la ayuda de Domingo del Monte y José Luis Alfonso, llamada coloquialmente la Litografía de los Franceses; fundada en 1838 a través de una sociedad anónima; contaba con tres prensas y cinco operarios.

La Real Sociedad Patriótica de La Habana (1793-1864) fue una institución oficial, fundada por el gobierno español al objeto de promover la agricultura, industria y comercio, aunque finalmente quedó restringida a actividades de carácter socio-culturales tales como conferencias, publicaciones, cursos. Tuvo distintas denominaciones, entre ellas: Real Sociedad Económica de la Habana, Sociedad Económica de Amigos del País, etc....

La Litografía Española de los Hermanos Costa o Litografía del Gobierno, que dirigía Fernando de la Costa y Prades junto a su hermano Francisco, era conocido por el pueblo como la Imprenta de los Españoles. Fue fundada en 1838 y contaba en sus inicios con dos prensas y cuatro operarios.

Ambos talleres no sólo darán inicio al auge litográfico que a partir de entonces se producirá en la Colonia, sino a la confrontación que en el campo de la comunicación gráfica acontecería también entre criollos y peninsulares. En pocos años se producirá un rápido crecimiento en la producción de imágenes litográficas en álbumes, revistas y finalmente en etiquetas y vitolas para adornar las labores de la pujante Industria Tabaquera Cubana.

Durante el primer tercio del siglo XIX, residieron en Cuba pléyade de buenos artistas que dejaron su semilla cultural; aparte de las figuras ya mencionadas, podemos citar desde los pintores Giuseppe Perovani (1765-1835) y Juan Bautista Vermay (1784-1833), fundador, en 1818, de la Academia de San Alejandro, fotógrafos daguerrotipistas como Antonio Rezzonico y Esteban de Arteaga (primer fotógrafo cubano), hasta litógrafos como Alejandro Moreau.

Sobre 1838 arriba a Cuba el pintor, grabador y litógrafo francés Federico Mialhe Toussaint (1800-1868), contratado por su amigo Moreau para trabajar para la Real Sociedad Patriótica de La Habana, de la que a la sazón era director. El legado mas importante de Mialhe fueron las colecciones de litografías: Isla de Cuba pintoresca, editado por la Imprenta Litográfica de la Real Sociedad Patriótica de La Habana y Paseo pintoresco por la Isla de Cuba, editado por la Litografia Española (luego, del Gobierno), ambos testimonios gráficos de singular valía donde reflejó con gran maestría la imagen de la Cuba Colonial.

Entre otros objetivos, Mialhe quería copiar e imprimir en imprenta litográfica los daguerrotipos realizados por Rezzonico a su paso por Cuba; dichas imágenes fueron finalmente incluidas la cuarta edición del álbum Isla de Cuba Pintoresca y publicadas en julio de 1841, constituyendo el primer encuentro de la incipiente fotografía y de la imprenta. Frederic Mialhe estableció una estrecha relación con el editor litográfico Louis François Marquier, que dió como resultado la edición de numerosas estampas, entre otras: Viaje pintoresco alrededor de la Isla de Cuba, dedicado al Sen~or Conde de Villanueva en 1848. Federico Mialhe fue, hasta su salida de la Isla en 1854, una de las figuras intelectuales mas relevantes del momento, llegando a ser profesor de dibujo y director de la Academia de Dibujo y Pintura de San Alejandro en La Habana.

A finales de 1938, la revista periódica cubana El Plantel, dirigida desde septiembre de 1838 por Ramón de Palma y José Antonio Echeverría, es la primera en utilizar en Cuba la litografía en una revista. Será la Imprenta Litográfica de la Real Sociedad Patriótica de La Habana la encargada de imprimir las estampas (hasta entonces solo se había utilizado el grabado en madera o xilografía.

Otra famosa y codiciada obra litográfica fue: Los ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la isla de Cuba, incluida en el famoso libro del doctor y escritor cubano Justo Germán Cantero, editado en 1857. Se trata de una colección de litografías iluminadas, editadas entre 1855 y 1857 en forma de fascículos por la Litografía de Luis Marquier, en La Habana, a partir de los dibujos del pintor, grabador y litógrafo residente desde 1948 en Cuba, Eduardo Laplante y Barcou.

La colección consta de veintiocho estampas, diecinueve de ellas representan exteriores y nueve interiores de casas de caldera en los que plasma el desarrollo de la industria azucarera cubana. En la actualidad es valorada como unas de las mas originales, bellas y esmeradas vistas panorámicas de la Isla y de una su industrias señeras (el azúcar), ofreciendo al lector excelsas e idílicas panorámicas litografiadas de las fábricas de azúcar, sus campos y entornos paisajísticos de la mano de este brillante pintor y litógrafo que fue Laplante.

En 1846 la Litografía de los Españoles o del Gobierno, de los hermanos Costa absorbe a la Litografía de los Franceses o de la Real Sociedad Económica Real Sociedad Patriótica de La Habana. A partir de esta fecha, se se puede apreciar litografías con el texto a pie de página: Litog. Del Gobierno y de la Real Sociedad Económica.

Así, a mediados del siglo XIX Cuba cuenta con eminentes artistas gráficos (grabadores y litógrafos) y una pujante Industria Tabaquera, que había descubierto las ventajas de incluir bellas impresiones litográficas de gran colorido y magníficos relieves dorados con el fin de lograr una protección contra imitaciones y fraudes además de una buena presentación para sus apreciadas labores.

Esta innovación daría sus frutos a partir de mediados de la década de 1840 con la producción de las espléndidas obras de arte que son las habilitaciones de las cajas de cigarros puros (parece ser que fue Ramón Allones y su marca La Eminencia el primero en utilizarlas) y más tarde con las vitolas, anillando y distinguiendo los internacionalmente codiciados cigarros habanos.

Hablamos de aquellas míticas marcas cubanas y de sus fundadores, verdaderos pioneros de la Industria Tabaquera Cubana, muchos de ellos españoles o descendientes de españoles un día emigrados a Cuba desde Asturias, Cataluña o Galicia, atraídos por la pujanza de un negocio en continua expansión. Unos pocos de esos míticos nombres son:

Partagas (1845 - Jaime Partagás y Rabell), Romeo y Julieta (1875 - Inocencio Álvarez), La Corona (1845 - Perfecto López), Por Larrañaga (1834-Ignacio Larrañaga), H.Upmann (1844 - Hermanos Hupmann), Cabañas y Carvajal (1818 – Francisco Alvarez Cabañas), El Aguila de Oro (1864 - Gustavo Bock), La Eminencia (Ramón Allones), Henry Clay (1850 - Julian Alvarez y J.A. Bances), La Excepción (1865 – José Gener y Batet), Jose Luis Piedra (1880 - Los hermanos Vicente y José Luis Piedra Sánchez), Flor de Cuba (1860 - Manuel Valle Fernández), El Cetro (1882 - Antonio Fernández García), El Ámbar (1882 - Genaro Álvarez), La Antigüedad (1850 - Pedro Álvarez), La Africana (1844 - José Ruiz), La Intimidad (1840 - Antonio Caruncho), La Lolita (1882 - Menéndez y Suarez), J.S. Murías y Cia (1880s - José Suarez Murías), Por Larrañaga (1834 - Ignacio Larrañaga), Sol (1837 - Marcelino Borges), Calixto López (1890), La Rosa Aromática (1880s - Antonio López y González), y un largo etc...

"El Cetro", del tabaquero Antonio Fernández, impresa por la Compañía Litográfica de La Habana, nos muestra al monarca Eduardo VII de Inglaterra y a su esposa la reina Alexandra, coronados como reyes de Inglaterra en Agosto de 1902, por lo que debió ser una de las primeras que salió de sus prensas.

Contemplando sus vitolas y habilitaciones, podemos admirar su gran belleza y su capacidad para ilusionar y evocar aquellos tiempos gloriosos del buen tabaco habano torcido por verdaderos maestros, auténticos artistas en su oficio. Por todo ello, en nuestros días, constituyen raros y codiciados objetos de colección en cualquier país del mundo.

En la última mitad del siglo XIX, dado el aumento de la demanda de todo tipo de trabajos litográficos, proliferarán los talleres gráficos basados en esta técnica. Además de la Litografía del Gobierno y Real Sociedad Económica, se establecen las siguientes, entre otros encontramos: Tiburcio V. Cuesta, Litográfica Habana Comercial, Mercantil, Manuel García, Moré y Hno., La América, La Marina, La Nacional, Rosendo Fernández Gamoneda, etc...

Finalmente, el proceso culmina en 1907 con la fusión de tres de los mas importantes talleres: Rosendo Fernández Gamoneda, Manuel García y la Litográfica Habana Comercial, para constituir la famosa Compañía Litográfica de la Habana, que seguiría utilizando profusamente hasta bien entrado el siglo XX la piedra caliza como matriz en la mayoría de los trabajos litográficos relacionados con el tabaco, sobre todo en los de mayor tamaño, como las habilitaciones de cajas de cigarros puros.

Ya desde hacía bastante tiempo se había comenzado a sustituir la piedra por metal y se comenzaba a aplicar la técnica del offset, así a partir de 1920, la Compañía Litográfica de la Habana, con bastante retraso respecto al viejo continente, inicia el cambio tecnológico hacia dicha nueva técnica. Ella seguiría dando continuidad y prestigio a las artes gráficas cubanas en la primera mitad del siglo XX, enlazando hasta nuestros días con grupos de artistas y técnicos cubanos que llevan trabajando en el campo de la litografía artística desde 1962 a partir de las piedras procedentes de La mítica Compañía Litográfica de la Habana.

Procedimiento de realización

Preparación de la piedra

Preparar la piedra significa eliminar cualquier dibujo anterior y dar a la superficie la textura adecuada para recibir una nueva imagen. El método más sencillo para borrar la imagen antigua consiste en frotar dos piedras de dimensiones parecidas, una contra la otra, haciendo movimientos en forma de S. Antes de comenzar esta operación, sin embargo, se moja la piedra y se extiende un poco de arena por encima para que actúe como material abrasivo.

Es muy importante que la erosión de la superficie de la piedra sea regular; por eso es necesario que estos movimientos sean uniformes y que abarquen toda la superficie de la plancha. Para comprobar que la imagen antigua haya desaparecido completamente se aclara la piedra y se pasa un paño mojado con trementina y un poco de tinta de impresión. Si aún quedan restos de dibujo se vuelve a repetir la misma operación hasta que la piedra quede completamente limpia. A continuación, se limpia bien la piedra con agua y se pule la superficie con una piedra de afilar hasta que quede absolutamente lisa.

Finalmente, es preciso aplicar a la superficie de la matriz el grano adecuado para que pueda admitir la nueva imagen. El procedimiento es parecido al que se utiliza para borrar la imagen anterior. Se moja la piedra, se extiende arena o polvo de carborundo (carburo de silicio) y con otro fragmento de piedra litográfico se frota la matriz, definiendo movimientos pequeños y circulares hasta conseguir la textura deseada.

Obtención del dibujo

Desde el punto de vista artístico, plástico, la característica más importante de la litografía y que la ha convertido en uno de los sistemas de impresión más aceptado por los artistas es el hecho de que las imágenes se dibujan directamente sobre la piedra o plancha metálica. Es el propio artista quien plasma la imagen sobre la matriz ya que no necesita saber grabar sino tan sólo dibujar.

De esta forma desaparece la figura del grabador profesional que tradicionalmente, tanto en el grabado xilográfico como en el grabado a buril, era el encargado de traspasar las imágenes que los artistas realizaban sobre el papel de la matriz. Es indudable que la litografía permite mucha más libertad al artista y, por lo tanto, constituye un medio de expresión mucho más peligroso (“espantant?”). Como ya hemos dicho antes, para dibujar sobre la matriz litográfica se puede utilizar cualquier material graso como carbón, ceras, betún para los zapatos, etc., aunque en el mercado encontramos materiales específicamente diseñados para este objetivo.

Si antes de hacer el dibujo definitivo se quieren hacer algunos esbozos preliminares sobre la misma matriz, se habrá de utilizar lápiz que no sea graso para que, en el momento de estampar, estos trazos no aparezcan. En algunos casos, ciertos artistas prefieren hacer el dibujo sobre papel y después traspasarlo a la piedra. Cuando es así existen unos papeles de calco especiales para la litografía que permiten traspasarlo fácilmente.

A la hora de hacer el dibujo, si se quiere estampar por el método directo - es decir, mediante una prensa tradicional -, es preciso tener en cuenta el proceso de inversión lateral que sufrirá la imagen. Lo que en la piedra esté a la derecha en el papel aparecerá a la izquierda y al revés. En cambio, si se utiliza una prensa offset la imagen quedará igual que en la plancha.

La estampación

Cuando el dibujo está acabado y completamente seco, se recubre la superficie de la piedra con una fina película de goma arábiga y ácido nítrico. Aquí, a diferencia del grabado al aguafuerte, el ácido no se utiliza para crear relieve, sino tan solo para fijar químicamente en la matriz las zonas dibujadas y las que no lo están. A continuación, se moja la piedra con agua. Es entonces cuando, con la ayuda de un rodillo (cilindro), se entinta la piedra de forma que la tinta nada más quedará adherida en las zonas que previamente han estado tratadas con materia grasa.

Para estampar el dibujo realizado en una piedra litográfica, generalmente se utilizan las prensas manuales. La matriz se sitúa en la superficie horizontal de la prensa, denominada platina, y se entinta. A continuación, sobre la plancha, se coloca con un solo movimiento el papel en el que se estampará la imagen. Para proteger el reverso de esta hoja y para facilitar la presión uniforme de la prensa, sobre el papel se coloca un cartón o fieltro y una chapa de latón. Después se ejerce la presión haciendo funcionar la máquina.

Este tipo de prensas disponen de un tornillo para regular la presión y para ajustarla a las piedras de diferente grosor. Una vez estampado el dibujo se retiran los fieltros y se levanta el papel estirándolo por uno de los ángulos. Para estampar las planchas de zinc también se puede utilizar el mismo tipo de prensas. Sin embargo, en este caso la plancha se ha de fijar a una piedra o bloque metálico para poder instalarla en la prensa.

El otro sistema para estampar las planchas es el método offset. A diferencia de l que acabamos de describir, se trata de un procedimiento de impresión indirecta. En este caso, la imagen que hay en la matriz primero se traspasa a un gran cilindro y de aquí al papel. Este método es especialmente adecuado para los trabajos en color. El tipo de tinta que se utilice y especialmente el tipo de papel condicionarán la calidad del resultado final del trabajo.

Cuando tenemos el dibujo original estampado en una hoja de papel hemos llegado al final del proceso. Ahora, a partir de la misma matriz litográfica y tan sólo repitiendo el proceso de entintado y de impresión, podremos obtener una cantidad muy elevada de estampas idénticas. Una vez terminada la estampación, el artista suele firmar y numerar a mano todos y cada uno de los ejemplares. La numeración sirve para indicarnos la amplitud del tiraje y el orden de impresión. Así pues, cuando en una litografía encontramos escrito, por ejemplo, 1/75 quiere decir que de una edición de 75 ejemplares, la estampa que poseemos es la número 1. Además, el artista se reserva unos cuantos ejemplares para su colección personal, ejemplares que se denominan Prueba de Artista. Estas copias identificadas con las iniciales P.A., generalmente representan el 10% de la edición y en principio no son para uso comercial.

Cromolitografía

El procedimiento para obtener una cromolitografía o litografía en colores consiste en utilizar una plancha para cada una de las tintas que queramos usar. El artista dibuja la parte correspondiente a cada color en una piedra diferente que después se entintará con el color escogido. Ello significa que previamente se necesita tener una idea muy clara de la imagen que se quiere obtener para descomponer el dibujo en estas diferentes partes y calcular el número de matrices que necesitamos. Es importante no olvidar que en le tiraje, de la superposición de dos colores obtendremos un tercero. Para descomponer el dibujo el procedimiento más sencillo consiste en hacer el dibujo que se desea en una hoja de papel y, a partir del mismo y utilizando papel de calco, traspasar a cada una de las piedras el contorno correspondiente a las zonas de un mismo color. Un grabado de colores de calidad se caracteriza por una perfecta superposición de las superficies coloreadas que se obtiene mediante el sistema de registro.

Fuentes