Parque Arqueológico Cerro del Molinete

Parque Arqueológico Cerro del Molinete
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Institución con sede en España Bandera de España
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País:España Bandera de España
Sede:España, Bandera de España
Dirección:Cartagena España

El Parque Arqueológico del Molinete es un área de unos 26000 m2 ubicada en pleno casco antiguo de Cartagena (España), en el ámbito topográfico ocupado por el cerro del Molinete y su ladera suroriental. Es uno de los más grandes parques arqueológicos de Europa en ámbito urbano.

Historia

De poco sirvieron las murallas cartaginesas que defendían su acrópolis para contener a las tropas romanas mandadas por Escipión, quien ganó la ciudad para Roma en el año 209 a.C. Desde ese momento, y en un lento pero imparable fenómeno de aculturación, la colina del Molinete, la arx Hasdrubalis de la que habla Polibio, comenzó a ser rediseñada bajo los nuevos patrones itálicos. La litología del cerro, integrada por esquistos y filitas poco competentes, siempre se había prestado bien para que en ella se practicaran recortes y aterrazamientos, pero carecía de la piedra de calidad que los nuevos proyectos demandaban. Durante los dos siglos que más intensamente se vivió la edilicia romana, antes y después del cambio de era, las canteras de la periferia se encargarían de suministrar las materias primas necesarias para levantar los importantes edificios religiosos y civiles, públicos y privados que iban a ocupar la cumbre y sus laderas. La decidida vocación urbana de esta colina, la menos escarpada y la más cercana al centro, pronto quedaría patente en el diseño de las construcciones más relevantes, que orientaron sus espacios hacia la hondonada como si quisieran seguir de cerca el pálpito de la urbe que se extendía a sus pies. Desde abajo, la cuidada escenografía de la colina ofrecía a sus habitantes un digno exponente de la civitas, concebida al más puro estilo vitrubiano. A ello contribuían los templos capitolinos, que marcaban un suave tránsito desde el piedemonte hasta el foro, o el conjunto religioso de Isis y el populoso barrio de ínsulas, que suturaban mediante empinadas calles los ambientes religiosos de la cumbre con las zonas más bajas cercanas al puerto, haciendo que colina y ciudad quedasen fundidas en una sola trama urbana. Sin embargo, las importantes crisis económicas que Carthago Nova padeció a partir del siglo III, terminarían haciendo que muchas de aquellas construcciones quedaran desatendidas cuando no arruinadas. La leve reactivación que se produjo en época tardorromana tras ser designada como capital del convento jurídico, no impidió que la ciudad se viera obligada a convertir las piedras de sus vetustos edificios en improvisadas canteras para levantar nuevos espacios que poco tenían ya que ver con la eficiente planificación urbanística de épocas pasadas. La breve ocupación bizantina, más preocupada en mantener activo el pulso comercial del puerto que en el restablecimiento urbano, no consiguió detener los efectos de una implacable dinámica erosiva, que desde la cumbre del cerro avanzaba hacia los flancos, sepultando terrazas y viejas construcciones con sedimentos y escombros generados por sus propias ruinas. Ni siquiera la ocupación islámica se planteó la urbanización de aquel yermo glacis en que había quedado el promontorio, ya ajeno al un pulso urbano que ahora se concentraba en torno a la medina del monte de la Concepción. Tras la conquista castellana, la expansión de la ciudad comenzó a discurrir desde las laderas del castillo hacia el puerto, alcanzando la hondonada en el siglo XVI, y poco después al cerro del Molinete, que se convertía de este modo en su primer ensanche. La muralla con la que ahora volvía a coronarse su cima no sólo protegía este flanco de potenciales amenazas, sino que marcaba una línea de frontera ante la enorme y desprotegida explanada de marjales y aluviones que se extendía a sus pies. La fuerte presión demográfica de una ciudad necesitada de mano de obra para atender la base de galeras, y al comercio que ya empezaba generar su puerto, hicieron que en el cerro creciera un populoso barrio de estrechas y retorcidas calles, que tomaría el nombre de los molinos que coronaban la cumbre, y que alcanzaría fama no tanto por ser el más humilde de Cartagena, sino por albergar entre sus callejuelas algunas casas de citas y locales de diversión nocturna, frecuentados por clientes de una ciudad que a mediados del siglo XIX estaba repleta de cuarteles, con las explotaciones mineras en expansión, y con una creciente actividad portuaria. Aquella vida alegre del arrabal se mantendría activa hasta finales del siglo XX, cuando una decidida intervención municipal permitió la demolición de los sectores más altos, propiciando los primeros trabajos arqueológicos en esta histórica colina.

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Descripción

El Cerro del Molinete es uno de los cinco promontorios que bordean la ciudad de Cartagena. Pocos enclaves han tenido un protagonismo tan destacado a lo largo de su historia, y pocos pueden presumir de haber sido asiento del primer núcleo urbano conocido en ella. Profundamente cambiado por el paso del tiempo, sobre su cima se levantó un antiguo poblamiento de época ibérica, y allí mismo señalan las fuentes antiguas que se alzaron notables edificios mandados construir por el general cartaginés Asdrúbal, reconocido como fundador de la ciudad. La riqueza patrimonial del cerro comprende un registro arqueológico fechable desde el siglo III a.C. al XX, siendo por tanto un excelente laboratorio para la reconstrucción de la historia arqueológica de la ciudad. Las primeras excavaciones en el parque datan de los años 1977 en delante y fueron realizadas por Pedro Antonio San Martín Moro. Posteriormente, diversas campañas de sondeos y excavaciones dirigidas en los pasados años 90 por Blanca Roldán y Luis Enrique de Miquel permitieron certificar definitivamente la riqueza arqueológica y patrimonial del cerro y su entorno y sentaron las bases para la redacción y aprobación por el Ayuntamiento del Plan Especial de Reforma Interior del Molinete (PERI Molinete, 2001), que preveía que la cima del cerro y su ladera suroriental quedaran como área de reserva arqueológica. En 2008, merced a la financiación de la Región de Murcia y del Ayuntamiento de Cartagena y promovidas por el consorcio Cartagena Puerto de Culturas, dio comienzo el proyecto científico que, ha permitido excavar, conservar y poner en valor el patrimonio arqueológico recuperado en la cima y en las denominadas insulae (manzanas) I y II de época romana.

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El edificio

Situado en la ladera de mediodía del cerro del Molinete, en la localidad murciana de Cartagena, el proyecto está destinado a proteger una serie de restos arqueológicos y cerrar el borde urbano en la base del promontorio. El cerro del Molinete, una de las cinco colinas que caracterizan la topografía de la ciudad, es objeto de un plan de recuperación que pretende poner en valor el conjunto arqueológico hallado en la zona, integrado por los vestigios de viviendas indígenas, un templo sirio, el foro romano, la antigua muralla y dos molinos de viento, entre otros. El edificio consiste en una cubrición que protege de la lluvia y el sol los restos de un conjunto romano (termas, palestra y domus), complementada por una serie de elementos arquitectónicos que ayudan a su preservación y permiten transitar con seguridad entre ellos. La cubierta es una pieza facetada que se extiende linealmente desde la medianera de un edificio colindante hasta el final de los restos del foro romano. Compuesta por una estructura metálica que modela su geometría, la cubierta emplea policarbonato traslúcido para resolver la estanqueidad y un acabado exterior unitario de chapa perforada que matiza la entrada de luz. La pieza se apoya con pilares arbóreos sobre puntos específicos en los que se han levantado cajones de hormigón micropilotados, de forma que se minimiza el impacto sobre el yacimiento. La actuación se complementa con una valla perimetral en tonos verdes que delimita el frente urbano del parque arqueológico, y con una pasarela elevada que permite la visita desde una cota tres metros superior a la de los restos. Esta pasarela se apoya en la valla, por un lado, y por el otro se cuelga de la estructura de la cubierta. La continuidad de la cubierta unifica el conjunto de los restos en un único espacio, permitiendo una percepción continua en el interior. Sin embargo, la fragmentación exterior de la pieza responde al entorno urbano con una escala perceptiva, tanto hacia la ciudad como hacia el Parque del Molinete. A nivel del peatón, la cubierta se presenta con un elemento facetado y perceptible parcialmente, mientras que desde la cima del cerro recupera su unidad y muestra una característica volumetría adaptada a las condiciones perimetrales —tal es el caso de la pared medianera vecina que se oculta mediante un plegado de la estructura—. Por la noche, la iluminación del yacimiento mediante luminarias insertas en la cubierta y en la valla crea una percepción ligera y teatral del conjunto.

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Conservación-Restauración

Durante las sucesivas campañas de excavación y conservación/musealización realizadas en el Insula I hemos podido constatar que este enclave posee unas características propias y excepcionales en el campo de la arqueología y la conservación. Según una descripción puramente formal cabe destacar la gran potencia de los muros conservados, así como el gran volumen de pintura mural hallado durante las excavaciones, tanto en derrumbe como in situ. Esta ingente cantidad de pintura mural, que por sus características requiere de un tratamiento especializado, hizo que se planteara el proyecto desde un punto de vista interdisciplinar. El trabajo, por tanto, de arqueología y conservación-restauración fue de la mano a la hora de afrontar las diversas campañas. Así pues y basándonos siempre en una labor interdisciplinar, los trabajos de conservación y restauración que se han llevado a cabo han contemplado diversos estadios conservativos: la conservación de urgencia durante los trabajos de excavación arqueológica, la conservación curativa, la restauración o musealización y la redacción de un protocolo de conservación preventiva que garantice la salvaguarda del bien a largo plazo. El proyecto en sí se ha basado en el cumplimiento de los criterios internacionales los cuales son los pilares fundamentales de nuestra disciplina, es decir, el respeto por el original, la mínima intervención, la reversibilidad de los materiales, la discernibilidad de los añadidos y el empleo de materiales compatibles entre otros. Esta y otras aportaciones profesionales anexas de carácter científico han enriquecido la faceta investigadora y de difusión del proyecto complementándolo con la publicación de artículos específicos de arqueología y conservación. Así mismo, se han realizado labores formativas con la firma de un convenio con la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) acogiendo a alumnos del grado de Conservación y Restauración y master en prácticas durante el verano. Actualmente, los trabajos de excavación, conservación y musealización son financiados por la Fundación Repsol, y la investigación científica cuenta con el soporte de la Universidad de Murcia y varios proyectos de I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad orientada a dos fines: proteger los restos arqueológicos, y consolidar las medianerías colindantes, haciendo de charnela entre la trama urbana y la topografía abierta del yacimiento.


Fuentes