Pedro Jorge Vera

Pedro Jorge Vera
Información sobre la plantilla
Pedro Jorge Vera.jpg
Novelista, dramaturgo y periodista ecuatoriano.

Pedro Jorge Vera.Se le considera un maestro de la narrativa ecuatoriana y uno de los más importantes hombres de letras del Ecuador en este siglo.

Nacimiento

Nació el 14 de junio de 1914 en GuayaquilEcuador

Trayectoria

Hijo legítimo de Alfredo R. Vera Benavídes y Leonor Vera Almendares. Su padre era un abogado nacido en Naranjal y domiciliado en Guayaquil que llegó a ser Fiscal de la Corte Superior. Su madre era asimismo hija de un abogado, el Dr. Pedro José Vera, quien llegó a ser Diputado, y nieta del primer director de la Biblioteca Municipal de Guayaquil. En el Colegio Tomás Martínez realizó sus estudios primarios, mientras que los secundarios en el Colegio Guayaquil, graduándose finalmente de bachiller como marino en 1932, después de haber sido expulsado del entonces prestigioso Colegio Vicente Roca fuerte.. Su primer poemario lo publicó en 1937 y se llamó "Nuevo Itinerario". Su primer cuento, "Hacia la escuela" fue publicado porque a José de la Cuadra le pareció excelente y lo recomendó a un editorial. Durante la dictadura que comenzó en 1963 se exilió a Chile donde su primera esposa murió de cáncer. En 1964 contrajo nupcias con la también escritora guayaquileña Eugenia Viteri Segura. Juntos visitaron a Pablo Neruda y Salvador Allende en sus respectivas viviendas vacacionales. En ese país publicó dos libros hasta su regreso en 1966 al Ecuador.


Impulsado desde su temprana juventud por un insaciable anhelo de justicia social, cursó estudios superiores de Jurisprudencia y Ciencias Sociales y asumió muy pronto los postulados ideológicos de las fuerzas políticas más progresistas. Fue durante esta etapa estudiantil cuando formalizó su militancia en la Juventud Comunista de Guayaquil, de cuyas filas fue expulsado en breve debido a ese espíritu crítico que le llevó a cuestionarse cualquier postura a lo largo de toda su vida. A pesar de este primer revés en su entusiasmo político, jamás perdió sus convicciones izquierdistas y su aliento revolucionario, años después asechados por otras amenazas mucho más graves que la mera expulsión de una organización juvenil (como la persecución política, el encarcelamiento o el destierro). A los treinta años de edad, cuando ya se había dado a conocer como escritor por medio de la publicación de su primer volumen de versos, Pedro Jorge Vera fue uno de los protagonistas directos de la acción revolucionaria que el día 28 de mayo de 1944 privó del poder al presidente Carlos Alberto Arroyo del Río, cuyos abusos de poder fomentaron en Guayaquil esa revuelta que acabó con la elevación a la Presidencia de la República del abogado, escritor y político José María Velasco Ibarra. Tras su participación activa en este episodio crucial para la historia de su pueblo, Pedro Jorge Vera fue nombrado Secretario de la Asamblea Nacional Constituyente, de la que salió al cabo de un año la célebre Constitución de 1945.


Obras

Poesía

En su condición de poeta, Pedro Jorge Vera irrumpió en el panorama literario ecuatoriano a mediados de los años treinta con la publicación del poemario titulado Nuevo itinerario. Poemas (1934-1936) (Quito: Atahualpa,1937, una espléndida opera prima que no era, en realidad, el primer volumen de versos escrito por el joven autor de Guayaquil, pues había concluido antes "Carteles para las paredes hambrientas", título que nunca llegó a publicar. Aunque menor que todos los autores que lo conformaban, Vera apareció desde estos inicios firmemente ligado al denominado "Grupo de Guayaquil", en el que figuraban algunos escritores de la talla de José de la Cuadra y Vargas, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert, Alfredo Pareja Diezcanseco y Joaquín Gallegos Lara, quien llegó a ejercer una poderosa influencia en el joven Pedro Jorge Vera durante esa década de los treinta en la que se forjó como poeta. Eclipsada por su posterior producción dramática y, sobre todo, por sus excepcionales cuentos y novelas, la obra poética de Vera no puede situarse entre lo más granado de su quehacer literario. No obstante, el escritor de Guayaquil conservó a lo largo de toda su vida esa honda afición al cultivo de la poesía, plasmada luego en otros poemarios tan alejados en el tiempo como Romances madrugadores (1939), Túnel iluminado (1949) y Versos de ayer y de hoy (1979).

Teatro

En su faceta de dramaturgo, Pedro Jorge Vera se dio a conocer con El dios de la selva (1943), obra estrenada cuando ya había dado a la imprenta dos colecciones de versos, pero años antes de triunfar plenamente en el panorama literario ecuatoriano por sus singulares aptitudes para el género narrativo. Su producción dramática -que, en el conjunto de su obra literaria, sirve para mostrar la enorme versatilidad genérica del escritor de Guayaquil, al paso que demuestra la obsesiva recurrencia en todos sus textos de esas inquietudes políticas y sociales que pronto habrían de alcanzar altas cotas de calidad literaria en su prosa de ficción- quedó recogida en un volumen recopilatorio que, a mediados de los años cincuenta, dio a la imprenta bajo el título genérico de Teatro (1956). Allí figuran, junto a El dios de la selva, otras obras como La mano de Dios, Luto eterno y Los ardientes caminos).

Narrativa

La primera novela de Pedro Jorge Vera -considerada a la postre como una de sus obras maestras, al lado de varios relatos que le distinguieron como un consumado especialista en el cultivo de la prosa de ficción- vio la luz a mediados de los años cuarenta, cuando el escritor de Guayaquil ya había dejado impresa una interesante producción poética y teatral. Sorprendió, pues, gratamente a críticos y lectores con la publicación de Los animales puros (Buenos Aires: Futuro, 1946), una espléndida narración que, por vez primera en la narrativa ecuatoriana, ofrecía al lector, junto a la tensión propia de la historia narrada, una tensión intelectual basada en la confrontación de ideas, en el enfrentamiento de diversas concepciones del mundo que responden -cada uno de ellas- a diferentes planteamientos ideológicos. Pero, además, la crítica especializada, numerosos lectores y no pocos colegas de oficio -entre ellos, el escritor venezolano Aquiles Nazoa- vieron en esta primera entrega novelesca de Vera una "obra de la más noble calidad poética, precursora de lo que en el Ecuador se ha llamado novela intelectual y emparentada con las más características de Lawrence y Huxley". Novela, pues, intelectual, ideológica y comprometida, como toda la obra de Pedro Jorge Vera; pero también poética, elaborada y orientada hacia los nuevos derroteros por los que atajaba el género en el resto del mundo. Con su publicación, el polígrafo ecuatoriano vino a superar el afortunado pero ya un tanto desgastado enfoque del realismo social que habían puesto en boga sus maestros del "Grupo de Guayaquil", para proponer a su vez una nueva perspectiva realista mucho más crítica con la realidad descrita y, al mismo tiempo, enriquecida por otras preocupaciones temáticas, entre las que ocupaba un primer plano esa confrontación ideológica comentada en el parágrafo anterior. En general, todas las novelas de Pedro Jorge Vera poseen ese aliento poético inconfundible en un autor tan apasionado por la lírica como lo fue el escritor de Guayaquil, y, al mismo tiempo, ese enfoque dramático que recuerda también el oficio literario y la perspicacia psicológica de quien se ha mostrado ya avezado en el cultivo del complejo género teatral. Y todas ellas parten también de los episodios más relevantes en el devenir histórico de su pueblo, episodios que, contemplados siempre tras el prisma de la problemática social, se convierten en la pluma de Vera en material idóneo para la conformación de ese universo literario propio que, a la luz de ese enfoque lírico y dramático tan cercano a la tragedia griega, no es más que la recreación realista y crítica del presente histórico de Ecuador. Todo ello queda bien patente en otras narraciones extensas como La semilla estéril (Quito: Casa de la Cultura, 1962), Tiempo de muñecos (Id. Id., 1971) y, muy especialmente, El pueblo soy yo (Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1976), otro magnífico relato de denuncia social, en el que Vera deja constancia de su oposición al régimen dictatorial de Velasco Ibarra. El resto de su producción novelística se completa con Las familias y los años (Madrid: Edilibro, 1982) y Por la plata baila el perro (Quito: Planeta, 1987). Hay que abordar, por último, dentro de este apartado dedicado a la obra narrativa del escritor de Guayaquil, sus deslumbrantes incursiones en el género cuentístico, en el que alcanzó el grado de maestro en una época en la que abundaron los autores hispanoamericanos que cultivaron con singular acierto esta modalidad narrativa (según el gran poeta y narrador argentino Bernardo Verbitsky, Jorge Pedro Vera fue "un virtuoso del cuento, con un estilo propio, un estilo que tiene ritmo, ímpetu, empuje ). Celebrado, en efecto, por la crítica especializada como el gran renovador del arte del relato en las Letras ecuatorianas contemporáneas, Vera aplica a su técnica cuentística el mismo aliento trágico que emplea en sus novelas, pero intensificado ahora por esa necesidad de síntesis que reclaman las características estructurales del género, con lo que logra acentuar ese doble significado que en su prosa de ficción adquieren los hechos narrados (por un lado, su dimensión histórica y realista; por otro, la dimensión crítica que pueden llegar a alcanzar en la conciencia de quien los protagoniza, los reconstruye o, simplemente, tiene noticias de ellos como lector. En su bibliografía cabe hablar de siete colecciones de cuentos, bien es verdad que con ciertas matizaciones, pues en algunas de ellas hay relatos que, como le ocurre al titulado "El destino", se ajustan más a los rasgos de la modalidad genérica que en la actualidad se denomina "novela breve" (otro caso curioso es el de su cuento "Luto eterno", que, además de dar título a su primera recopilación, fue refundido luego por el propio escritor de Guayaquil en la obra de teatro homónima mencionada en líneas superiores). En cualquier caso, los libros de relatos que el autor publicó como tales son el referido Luto eterno y otros relatos (Guayaquil: Casa de la Cultura, 1953), Un ataúd abandonado (Id. Id., 1968), Los mandamientos de la ley de Dios (Id. Id., 1972), Nada más que cuentos (1972), ¡Jesús ha vuelto! (Quito: Ediciones del Sol, 1978), ¡Ah, los militares...! (Quito: El Conejo, 1984) y Cuentos duros (Quito: Planeta, 1990). Seis años antes de su desaparición, Jorge Pedro Vera dio a la imprenta su última obra, un interesante libro de memorias titulado Gracias a la vida (Quito: Voluntad, 1993.

Muerte

Joaquín Gallegos Lara murió en 1947

Fuente