Pleuroneumonía de los équidos

Pleuroneumonía contagiosa de los équidos
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La influenza pectoral es una enfermedad contagiosa, aguda, del caballo
Clasificación:Enfermedad

Pleuroneumonía contagiosa de los équidos. La influenza pectoral es una enfermedad contagiosa, aguda, del caballo, que se presenta, en los casos típicos, como una neumonía crupal o una pleuroneumonia, frecuentemente con infiltración serosa del tejido subcutáneo y de las vainas tendinosas. Su agente causal es, probablemente, un virus.

Ubicación

La pleuroneumonía contagiosa se presenta en las cuadras con mucho ganado, en las que, a menudo, suele propagarse poco a poco. Frecuentemente permanece circunscrita en las cuadras infectadas, pero, no rara vez, puede propagarse a otras, especialmente por medio de convalecientes. No se ha observado una propagación rápida como la de la influenza catarral; pero, por su larga duración, su mortalidad no pequeña y las secuelas que muchas veces deja, causa sensibles perjuicios económicos.


Etiología

El material contagioso parece hallarse, por lo menos al principio de la enfermedad, en la secreción bronquial. En los casos en que los caballos fueron sacrificados del tercero al cuarto días de la enfermedad, hallaron las vías respiratorias más o menos llenas de una secreción amarillenta, diáfana, viscosa, exenta de bacterias; en dos series de experimentos, después de humedecer con dicha secreción las cavidades nasales y la boca de 14 potros, enfermaron 10 de pleuroneumonía contagiosa, entre los días 23.° y 42.° consecutivos.

La naturaleza del agente patógeno todavía no es bien conocida, pero parece ser un virus. Desde luego se puede asegurar que no es una bacteria. En las células redondas, mononucleadas, de la secreción bronquial, hay, en vacuolas bien limitadas, corpúsculos redondeados o, más bien, de forma bacilar, que se tiñen de rojo por el método de GIEMSA. La relación de tales corpúsculos con el agente patógeno se ignora.

Como agentes de procesos inflamatorios secundarios, tienen valor etiológico especial dos especies bacterianas: el Streptococcus pyogenes equi y la Pasteurella equiseptica. Originariamente fueron considerados por SCHUTZ (1887), así como por LIGNIÉRES (1900) como los agentes directos de la enfermedad.

Acerca del modo de realizarse la infección natural, sólo se sabe que suele ser fácil por contagio directo y que, según las circunstancias, acontece ya en muy breve tiempo. Deben considerarse como vehículos del contagio, en primer lugar, el moco bronquial que, al toser, puede llegar a la mucosa respiratoria y, al infectar el agua de bebida y el pienso, a las vías digestivas de los caballos sanos. En cambio, la transmisión indirecta por medio de objetos, personas o locales infectados desde mucho tiempo antes, como también por la intervención de insectos (moscas, mosquitos, aradores, etc.), no se ha demostrado aún (los variadísimos experimentos hechos con este propósito por GAFFKY y LÜHRS resultaron, generalmente, negativos).

En la presentación y difusión de la epizootia influyen principalmente la compraventa de caballos y, en el ganado del ejército, las remontas y los caballos civiles, no siendo solamente contagiosos los animales enfermos de influenza pectoral, sino también los que se hallan hacia el final del período de incubación o en la convalecencia y, quizá los aparentemente curados de la enfermedad, pues la resorción del exudado pulmonar es, a veces, en algunos puntos, muy lenta, y pueden quedar focos de hepatización incluso durante meses en el tejido pulmonar. Esto explica la persistencia de la epizootia en algunas caballerizas. De todas maneras, la contagiosidad parece ser máxima durante el período febril de la enfermedad.

Entre los factores predisponentes figura, en primer lugar, el enfriamiento. Predisponen también los catarros de las mucosas, y por esto la morbosidad es generalmente mayor en las cuadras mal ventiladas y llenas de gases amoniacales que en las higiénicas.

La edad del caballo influye en la receptividad, a lo sumo, por enfermar las más veces los de más de un año. Con todo eso, la epizootia se suele desarrollar con más rapidez y malignidad en los équidos enervados y en los d razas pesadas. Además del caballo, son receptivos para la enfermedad otros solípedos. En cambio, son refractarios a ella otras especies animales y el hombre. Por tanto, no tiene relación alguna con la gripe del hombre, contra la opinión de BEMELMANS.

La enfermedad, una vez curada, deja inmunidad permanente. La receptividad para la influenza catarral (Pferdestaupe) no es influida por la influenza pectoral (Brustseuche).

Patogenia

El agente causal primario de la enfermedad atraviesa la mucosa de las vías respiratorias profundas y penetra en los pulmones y, sin invadir la sangre, causa una intoxicación general, que se traduce por un rápido ascenso de la temperatura y por los demás síntomas de la fiebre. En la mayor parte de los casos, produce, desde luego, alteraciones inflamatorias en los órganos respiratorios. La neumonía que origina es de naturaleza crupal siempre (las opiniones contrarias resultan indudablemente de confusiones con la influenza catarral).

Cuando la enfermedad ha llegado a este grado, bacterias facultativamente patógenas de las vías respiratorias, en particular estreptococos y pasteurelas, pueden penetrar en los tejidos y agravar el proceso inflamatorio pulmonar o pleural ya existentes, o bien producir una septicemia o procesos metastáticos en diversos órganos.

Alteraciones anatómicas

En los casos típicos, la neumonía crupal ofrece alteraciones anatómicas idénticas a las de las neumonías crupales genuinas en cambio, los casos graves se caracterizan por propender a la necrosis el tejido pulmonar hepatizado, y, los muy agudos, por el carácter hemorrágico del proceso inflamatorio.

Con la neumonía suele coexistir casi siempre una pleuresía más o menos intensa. La pleura, sobre todo en la zona de la parte pulmonar hepatizada, se ve mate, rugosa y cubierta de membranas de fibrina, flojas, fáciles de desprender, jugosas, grasosas, las más veces de color amarillo ictérico y, por lo mismo, semejantes al pudding; entre ambas hojas de la pleura, en ocasiones abunda un líquido amarillento, turbio, mezclado con copos análogos, que comprime más o menos las partes pulmonares no hepatizadas. En casos menos agudos hay debajo de las membranas (le fibrina flojas una capa conjuntiva gruesa y blanca. Si la pleuresía se ha desarrollado desde un foco necrótico superficial o después de la rotura de un foco semejante, la exudación es purulenta o pútrida. Si la cavidad en la que se halla el foco gangrenoso abierto hacia la pleura comunica con un bronquio, se advierte al mismo tiempo pioneumotórax.

Las alteraciones inflamatorias de la mucosa gastroentérica son frecuentes. Sobre todo el intestino delgado, y a menudo el ciego, presentan la mucosa roja y tumefacta, en algunos casos con escaras en la superficie o sembrada de numerosas ulceritas redondeadas y, excepcionalmente, cubierta de membranas como las del crup.

Completan, la necropsia manifestaciones sépticas, como degeneración del miocardio, del hígado y de los riñones, infarto agudo moderado (de los ganglios linfáticos, hemorragias en las mucosas y serosas y en la médula ósea, coloración rojo oscura del tejido esponjoso, inflamación serosa de los tendones y vainas tendinosas y, a veces, focos purulentos en articulaciones y órganos internos, etc.

Síntomas

En los casos en que la infección se transmitió por contagio directo, el período de incubación oscila entre límites amplios; puede ser desde algunos días hasta 6 ó 7 semanas y quizá más tiempo. Los pretendidos períodos de incubación de sólo pocos días, probablemente fueron casos de pleuroneumonía ordinaria crupal (genuina). Las más veces, la incubación duraría más de 10 días. En el ganado que trabaja suele ser más corto que en el que descansa, y también lo acortan las fatigas, enfriamientos y acciones debilitantes análogas.

La enfermedad comienza, ya sin prodromos, ya después de ligeros fenómenos catarrales y tristeza, por un ascenso gradual o muy rápido de la temperatura, a la vez que con otros fenómenos febriles, como lasitud, debilidad muscular, entorpecimiento del sensorio, disminución del apetito, ligera taquicardia, en ocasiones escalofríos y, además, rubicundez o tinte rojo sucio, a menudo también desde amarillo de limón hasta amarillo de ocre de las conjuntivas.

En parte de los casos la enfermedad se reduce a estas manifestaciones generales, pues a los 2 ó 3 días, la temperatura desciende rápidamente a nivel normal y los animales recobran la salud y la conservan incluso entre caballos gravemente enfermos. A lo sumo se desarrollan entretanto ligeras manifestaciones de catarro gastroentérico o respiratorio, que también mejoran pronto.

En los casos típicos, más graves, 2 ó 3 días después de manifestarse la enfermedad, sobrevienen síntomas de neumonía crupal o de pleuroneumonía. La inflamación pulmonar se desarrolla, las más veces, como la neumonía crupal genuina, pues, con la consiguiente dificultad respiratoria, el sonido timpánico de la percusión de las partes inferiores de uno o de ambos costados se torna, de pronto, submacizo y macizo, pero, unos días después, vuelve a ser timpánico y, finalmente, normal; al mismo tiempo se oyen estertores y soplos bronquiales, y se presenta con frecuencia un flujo nasal de color de azafrán o herrumbre. En tales casos la curva térmica también corresponde a la de la pulmonía genuina, pues la temperatura permanece alta durante una semana con sólo muy ligeras oscilaciones y después desciende rápida o paulatinamente a la normal.

La inflamación pleural se traduce por dolor torácico, respiración, al principio, abdominal superficial, más tarde entrecortada, ruidos de roce y, además, cuando se acumula exudado líquido, macicez limitada por arriba horizontalmente.

Con relativa frecuencia, la inflamación pulmonar se transforma en gangrena, cuyos síntomas, como fetidez del aliento, formación de cavernas en el tejido pulmonar hepatizado, fiebre alta, debilidad cardíaca, etc., se suele desarrollar, a veces, ya del quinto al sexto día de la enfermedad, pero, por lo general, en el curso de la segunda semana.

Diagnóstico

El diagnóstico de la neumonía crupal o de la pleuroneumonía no suele ofrecer dificultades (véanse los pormenores en el vol. II), y cuando en una caballeriza se han presentado ya casos análogos, basta su carácter contagioso para esclarecer el diagnóstico; en cambio, puede ser difícil de resolver si un caso aislado es de pleuroneumonía contagiosa o de neumonía ordinaria crupal (genuina). La coloración ictérica y la infiltración quemótica de la conjuntiva, las oftalmías internas y las inflamaciones de tendones y vainas tendinosas, ciertamente, son bastante características de la influenza pectoral, pero estos síntomas, por una parte, no es raro que falten y, por otra, pueden complicar también casos de neumonía distintos de los de la pleuroneumonía contagiosa. Por esto, conviene considerar desde luego todo caso de neumonía crupal y de pleuroneumonía como sospechoso de aquélla y tratarlo como tal. Como, además, muchos casos de ésta se manifiestan simplemente por síntomas febriles y sin pulmonía, también es menester cautela en tales casos, pero, en las cuadras ya infectadas, toda elevación de la temperatura, incluso sin síntomas catarrales, despierta fundadas sospechas de pleuroneumonía contagiosa. El catarro laringotraqueobronquial contagioso (la tos epizoótica o de Hoppegarten) se distingue por la falta de neumonía crupal, y la bronconeumonía infecciosa (enfermedad de Bruselas) difiere, además, por el curso insidioso con múltiples oscilaciones de la temperatura. Sobre la diferencia entre la pleuroneumonía contagiosa y la influenza catarral y otras enfermedades, añadiremos, para completar, que un rápido descenso de la fiebre después del tratamiento por el neosalvarsán indica, en cierto modo, la presencia de la primera.

Pronóstico

En los équidos del ejército, la mortalidad es de 4 - 5 %; en los équidos civiles, y en particular en condiciones higiénicas desfavorables, es mucho mayor (según DIECKERHOFF, es de 16 % por término medio). Pero suben de punto los perjuicios económicos porque pueden quedar secuelas que disminuyen mucho el valor del animal, por disminuir su capacidad para el trabajo.

La vida de los pacientes peligra, en primer lugar, por la inminencia de la parálisis cardíaca. Hay pocas probabilidades de curación cuando el pulso es frecuente y blando (80 y más pulsaciones por minuto), y también cuando hay pulso venoso. La terminación de la enfermedad depende, además, de la extensión de la flegmasía pleuropulmonar. La pulmonía unilateral sin pleuresía o sólo con ruidos de roce, por lo regular, es benigna; en cambio, el pronóstico debe hacerse siempre con reserva cuando el proceso es bilateral y, sobre todo, si hay abundante derrame pleural.

La fiebre moderada y la conservación de cierto grado de apetito son signos pronósticos favorables; además, cuanta más regularidad presenta el cuadro morboso en lo relativo a la sucesión de sus períodos, tanto mejor es el pronóstico; en cambio, el rápido empeoramiento de los trastornos respiratorios con fiebre alta y sin macicez claramente manifiesta (neumonía central), suele matar en algunos días, y lo mismo los procesos inflamatorios de carácter hemorrágico (flujo nasal sanguinolento, exudado pleural hemorrágico).

El curso de la fiebre tiene gran importancia pronostica. Es un signo favorable la temperatura, que subió rápidamente, permanece durante varios días casi al mismo nivel y, al final de la primera semana, desciende rápida o gradualmente; por el contrario, la curva térmica remitente, la fiebre que dura más de una semana o las nuevas elevaciones de la temperatura después de terminada la defervescencia, son de mal pronóstico. En el último caso, una elevación térmica que dure un día (perturbatio critica) no tiene importancia; pero si la fiebre persiste, suele ser signo de que la pleuroneumonía se extiende o de que se inicia alguna complicación. Finalmente, los casos en que la temperatura asciende al principio de modo gradual suelen seguir un curso lento, aun cuando terminen curándose.

Además, hacen temer un curso desfavorable: las inflamaciones graves de los tendones, que impiden que los animales estén de pie; la diarrea profusa persistente, las hemorragias en los pulmones o en otros órganos y los síntomas de gangrena pulmonar o de proceso cerebral. La rápida formación de nuevo exudado pleural después de la punción es también un mal signo, si bien en casos raros, después de punciones repetidas con frecuencia, también sobreviene la curación, aunque no suele ser completa.

Tratamiento

Los casos leves, sin pulmonía, sólo requieren una dieta conveniente; cuando se presentan síntomas accesorios, como tumefacciones cutáneas y oftalmías, se procede como en la influenza catarral.

El tratamiento de las inflamaciones pulmonar o pleuropulmonar se rige por los mismos principios del de la neumonía genuina y de la pleuresía, y el del catarro gestroentérico es el de los procesos análogos de otro origen.

Los veterinarios franceses, recomiendan, en vez de las compresas corrientes de PRIESSNITZ, producir un absceso de fijación mediante la inyección subcutánea de esencia de trementina en la parte anterior del tórax (caballos pequeños y medianos, 8 c. c.; grandes y pesados, 10 a 12 c. c.). Poco tiempo después se desarrolla en el lugar de la inyección un abultamiento hasta del tamaño de un puño, que en los tres días siguientes aumenta aún más, y empieza a notarse fluctuación en su interior a partir del 4.°-6.° días. En este momento, el pus debe ser evacuado sajando el absceso.

El neosalvarsán, recomendado primero por Risp (1912), es considerado de modo muy general como remedio precioso y específico de la pleuroneumonía contagiosa. Si se administra inmediatamente después de presentarse la fiebre, la temperatura se normaliza, en la mayor parte de los casos, en el término de 2 a 4 días, la actividad cardiaca se vigoriza, el apetito mejora y los animales se restablecen rápidamente. Todavía es dudoso si el tratamiento puede impedir el desarrollo de la pulmonía; pero es indudable que obra favorablemente, pues, empleado a tiempo, asegura la resorción sin perturbaciones. Las enfermedades consecutivas también son mucho más raras en los équidos así tratados que en los no tratados. En un período ulterior de la pulmonía, el neosalvarsán ya no suele tener éxito, porque sólo actúa sobre el agente patógeno primario, mas no sobre las bacterias.

Profilaxis

Como la enfermedad se difunde por contagio directo, se tendrán los caballos sanos alejados de los enfermos y sospechosos, y los recién comprados, únicamente tras una observación suficientemente larga, se alojarán en cuadras limpias de infección. Cierto que la cosa es difícil, por durar semanas el período de incubación, pero siempre será posible tener, por lo menos y de momento los équidos peligrosos o sospechosos algunos metros alejados de los otros o al aire libre, para impedir su contacto con animales sanos. Si la enfermedad se ha manifestado ya, es preciso aislar inmediatamente los animales enfermos y sus vecinos contiguos, abrevarlos en cubos especiales y tomar diariamente la temperatura de todos los de la caballeriza, para descubrir cuanto antes el comienzo de la enfermedad. El aislamiento del personal de la cuadra no es necesario. Las caballerizas infectadas pueden ser utilizadas (le nuevo pocos días después de limpiarlas y ventilarlas Bien.

Por no ser fácil distinguir la pleuroneumonia contagiosa de la neumonía crupal ordinaria (genuina), en particular en el periodo inicial de la enfermedad, también se deben aplicar las medidas profilácticas a los casos esporádicos de pulmonía y pleuritis. No existen métodos efectivos para la inoculación preventiva.

Inmunización

Después de pruebas infructuosas de inmunización contra el padecimiento mediante cultivos del diplococo de la pleuroneumonía contagiosa, HELL (1892) recomendó la inoculación de suero hemático de caballos que habían sufrido la enfermedad, pero los ensayos hechos en el ejército prusiano no confirmaron el valor práctico de semejante tratamiento. Cierto que con él se logra una inmunidad pasiva que dura de unas 3 a 4 semanas; que, algunas veces, la inoculación ha detenido pasajeramente la epizootia en grandes caballerizas y que los ensayos hechos e Dinamarca dieron resultado análogo, pero la breve duración de la inmunidad hace inadecuado el procedimiento para extinguir la epizootia e las caballerizas infectadas, máxime porque hacerse con caballos adecuados y obtener grandes cantidades de suero resulta sumamente difícil, en la práctica. La inoculación de suero sólo se podrá intentar, pues, excepcionalmente, por ejemplo, inmediatamente antes de maniobras de caballería o durante ellas, antes de concursos o exposiciones equinas, después de recibir partidas de caballos, etc.

Fuente