San Juan de la Peña

monasterio de San Juan de la Peña
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Institución
Exterior del Monasterio nuevo de San Juan de la Peña.jpg
Dirección:Carretera A-1603, s/n, 22711 Jaca, Huesca, España

El monasterio de San Juan de la Peña. El Real Monasterio de San Juan de la Peña situado en Botaya, al suroeste de Jaca, Huesca, Aragón, fue el monasterio más importante de Aragón en la alta Edad Media. En su Panteón Real fueron enterrados un buen número de reyes de Aragón.

Datos biográficos

Con motivo de la introducción de los benedictinos en Aragón, el rey Sancho el Mayor levantó el monasterio de San Juan de la Peña, posiblemente sobre un eremitorio anterior, hacia el año 1026. Sirvió de panteón real a partir de Ramiro I y hasta principios del siglo XII. En 1094 se construyó la iglesia románica actual, y a principios del siglo XII el claustro, donde se trasladó la puerta mozárabe hoy conservada. A mediados del siglo XII estaba en franca decadencia, habiéndose desperdigado la propiedad de todos sus bienes inmuebles. Llevó una vida lánguida durante la Edad Media. Pero al producirse el enfrentamiento de Felipe II con Antonio Pérez, este monasterio se convirtió en un «mito», comparándolo con Covadonga.

Arte

Al abrigo de la impresionante cueva pinatense y en sus alrededores se desarrolló durante el siglo IX la vida eremítica mejor documentada de Aragón. Las fuentes hablan de una ecclesia parvula dedicada a San Juan Bautista y habitada por el ermitaño Juan de Atarés, cuyo ascetismo atrajo otros solitarios que construyeron cellulas con sus respectivos oratorios, cinco por lo menos, bajo la advocaciones de San Esteban, San Martín, San Pedro, San Miguel y San Clemente. Viviendas-ermitas de construcción sin duda leve y rudimentaria, en las que moraron y rezaron eremitas independientes.

Al conquistarse el valle de Atarés, en la segunda década del siglo X, se intentó la conversión del eremitorio al cenobitismo bajo el gobierno del abad Transirico, cuyo monasterio, dedicado a Santos Julián y Basilisa, debió de aprovechar las celdas, a las que se añadió una iglesia, cerrando seguramente el recinto monástico con una tenue muralla. Iglesia que fue consagrada hacia 920 por el obispo Íñigo de Aragón-Huesca y que se conserva, actualmente conocida como iglesia baja del monasterio viejo. De estilo mozárabe, tiene dos ábsides rectangulares, a los que se entra por sendos arcos de herradura rebajada, y dos pequeñas naves separadas por dos arcos de herradura apeados en una columna. Originalmente estuvo cubierta con techumbre de madera. La puerta de ingreso, también de arco de herradura, fue posteriormente trasladada para comunicar la iglesia alta con el claustro. Dado que el emplazamiento, muy apto para la vida eremítica, no favorecía el ideal monástico —oración, estudio y trabajo manual—, ni proporcionaba la economía de autoabastecimiento, el monasterio no prosperó.

El lugar, en cambio, ofrecía ventajas para el asentamiento de la reforma benedictina surgida en el monasterio de Cluny de Borgoña, que propugnaba la total dedicación del monje al culto litúrgico, eximiéndole del trabajo manual y proporcionándole rentas para su sostenimiento en lugares alejados del monasterio. En 1071 el rey Sancho Ramírez donó a los reformistas cluniacenses el monasterio de Santos Julián y Basilisa, que en adelante se llamó de San Juan de la Peña, enriquecido con un considerable patrimonio de iglesias, señoríos y propiedades esparcidos por Aragón y Navarra. Inmediatamente se procedió a la construcción de un cenobio capaz para una comunidad de unos veinte monjes, que respondiera en lo posible, dados los caracteres de la cueva, al esquema arquitectónico de Cluny. Para el mayor aprovechamiento del espacio se adoptó la fórmula de un conjunto de dos plantas sobrepuestas.

En la primera planta se ampliaron las naves de la iglesia mozárabe, cubriendo el conjunto con bóvedas de cañón y arcos tajones apeados en pilares cruciformes e iluminándolo con dos ventanas de doble abocinamiento y arco semicircular. Junto a esta iglesia ampliada se construyó el dormitorio, de cuatro naves, cubiertas con bóveda de cañón y separadas por arcos de medio punto apoyados también en pilares cruciformes. En el muro de la fachada, tres ventanas abocinadas de cierre semicircular.

Las demás dependencias monásticas se empezaron en la segunda planta, a uno y otro lado de la iglesia. Junto al muro del Evangelio, el palacio abacial, con cinco ventanas de arco de medio punto abiertas en el muro de la fachada; un atrio a cielo abierto comunica con el palacio y la iglesia y fue utilizado para panteón de nobles a partir de los años ochenta del siglo XI: el enterramiento está formado por dos hileras de sepulcros, a manera de nichos, separadas por una imposta simple y terminadas en otra ajedrezada; cada sarcófago es señalado por un arco de medio punto, simple en los del primer piso y ajedrezado en los del segundo; algunos de estos arcos descansan en pequeñas cariátides; enmarcados por dovelas, sendos tímpanos con relieves de tema religioso; en las dovelas e imposta, buen número de inscripciones alusivas; y en la parte posterior al panteón, el sacrarium o sacristía, que pudo ser también lugar de enterramiento, remodelado en 1770 con la atribución de panteón real.

La iglesia alta fue consagrada en 1094 y se adscribe al estilo románico de la Catedral de Jaca. Actualmente consta de una sola nave, formada por dos rectángulos desiguales, cubiertos en parte por la roca y en parte por una bóveda de cañón con arcos tajones de ladrillo. Es probable que la actual iglesia ocupe los lugares de la consagrada en 1094 y del refectorio monástico. Correspondería a aquélla el rectángulo terminado en tres ábsides semicirculares, excavados en la roca, que se abren con tres arcos de medio punto sostenidos por columnas, adornándose el muro semicircular con arquería ciega, columnas y capiteles de sencilla factura. Originalmente debió de cubrirse con techumbre de madera. El refectorio, también con cubierta de madera, comunicado con el claustro, ocuparía el rectángulo correspondiente a la fachada, en la que se abrían tres ventanales de medio punto, mayor el central y abocinados los laterales.

No podía faltar en la abadía benedictina un elemento indispensable en la arquitectura monástica: el claustro, que se situó junto al muro del lado de la Epístola de la iglesia. Es probable que, antes de terminar el siglo XI, se construyera un claustro sencillo, que daba acceso a la iglesia, al refectorio y a la sala capitular. Según se desprende de las laudas necrológicas y sepulcrales conservadas, antes de la construcción del claustro actual una parte del recinto se destinó a enterramiento de abades —sala capitular— y el resto a sepultura de monjes. A mediados del siglo XII se confió a un excelente escultor, al que se conoce como «maestro de San Juan de la Peña» la labra de los capiteles del claustro, concebido según el modelo monástico de la época: un podio rectangular que sostiene las arcadas decoradas con ajedrezado, capiteles historiados y columnas, y que no hubo de cubrirse al quedar protegido por la roca. Ese escultor desarrolló con gran fuerza expresiva escenas del Génesis —creación y castigo de Adán y Eva e historia de sus hijos Caín y Abel—, Infancia de Jesús, sacrificio del Bautista y Vida Pública de Jesús en los capiteles de dos alas del claustro, que no terminó, probablemente, a causa de la crisis económica provocada por el abad Juan depuesto y desterrado en 1157, acusado de haber reducido el monasterio pinatense a la ruina. Un segundo maestro, que prefirió temas fantásticos, completó la obra a principios del siglo XIII. Coincidiría con el trabajo del primer escultor un maestro muralista, relacionado con Cluny, que decoró los ábsides de la iglesia mozárabe con escenas de una Crucifixión de Jesús y la pasión de Santos Cosme y Damián.

No se detectan innovaciones en el conjunto monástico hasta el siglo XV, cuando la sala capitular fue convertida en capilla de San Victorián. Obra de un gótico exuberante, fue construida entre los años 1426 y 1433 por el abad Marqués, que había sido monje de San Victorián de Sobrarbe y prior de San Pedro de Taberna. Otro abad, Briz Martínez, el historiador del monasterio, edificó la capilla de Santos Voto y Félix alrededor del año 1630, de estilo entre renacentista y barroco, dotándolo con un retablo firmado por Juan Pérez Galván, zaragozano, en 1631.

Se sospecha que la causa principal de la mencionada crisis de 1157 fue el intento del abad Juan de trasladar el monasterio pinatense a lugar más cómodo, habiendo elegido, al parecer, la cercanía de Agüero, donde se levantó la iglesia de Santiago que no pudo terminarse, conservándose inacabada, y en la que trabajó el primer maestro del claustro de San Juan de la Peña. Por razones obvias los monjes no se podían sentir a gusto en la inhóspita cueva, que no consiguieron abandonar hasta fines del siglo XVII, después del incendio de 1675. Con el permiso del rey Carlos II de España y del capítulo general de la Orden benedictina en la provincia eclesiástica tarraconense, el 21-X-1693 se puso la primera piedra del monasterio nuevo, cuya iglesia se bendijo el 8-X-1705. Es un amplio recinto que incluye las tradicionales dependencias monásticas, protegido por una discreta muralla reforzada con algunos cubos cilíndricos; construido en ladrillo, tiene en su frente una plaza, a la que da la iglesia, de grandes proporciones, la portería —restaurada y convertida en hospedería— y la casa del abad, completamente arruinada. Destacan en la fachada del templo los lienzos de las tres portadas barrocas, labradas en piedra, con profusión de elementos decorativos y en sendas hornacinas las imágenes de San Juan Bautista, San Indalecio y San Benito.

Restauración del monasterio

El monasterio de San Juan de la Peña es considerado como uno de los monumentos aragoneses de mayor trascendencia y proyección. El día 23 de enero de 1984 el Departamento de Cultura de la Diputación General de Aragón, inició las obras de restauración de este edificio. Las últimas realizadas en el monasterio databan de 1935, y fueron realizadas por don Francisco Íñiguez Almech. En la restauración de 1984, y bajo la supervisión artística de la Dirección General de Bellas Artes, el proyecto fue dirigido por el arquitecto oscense Ramón Bescós, correspondiendo la restauración de las pinturas a Anglada, quien realizó la restauración de éstas «in situ».

Durante los años 1987 y 1988 se llevan a cabo trabajos puntuales de restauración (consolidación e impermeabilización de bóvedas, restauración de elementos exteriores, etc.). En julio de 1998 se inauguró un montaje multimedia (luces, sonidos, proyecciones…) prontamente retirado y sustituido por un vídeo que se proyecta en el monasterio alto desde agosto de 2000.

Bibliografía

Arco, R. del: Catálogo monumental de Huesca; Madrid, 1942. Canellas, A. y San Vicente, A.: Aragon roman; Ed. Zodiaque, 1971. Buesa Conde, D.: El monasterio de San Juan de la Peña; León, 1975. Borrás Gualis, G. M. y García Guatas, M. : La pintura románica en Aragón; Zaragoza, 1978.


Fuentes