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Revisión del 11:12 10 feb 2011
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Héctor Luis Correa Almeida. Ingeniero agrónomo y ceramista matancero, quien asumió el empleo de la agricultura ecológica y el amor a la naturaleza como una filosofía de vida. La gracia es nunca acabar.
Sumario
Biografía
Nació el 14 de julio de 1955. Hijo de Esther Almeida y Luis Correa. Entre sus mayores satisfacciones está:
“haber logrado una familia en el campo con gran calidad de vida y enormes aspiraciones”.
Es ingeniero agrónomo y ceramista matancero, quien logró convertir unas tres hectáreas de tierra, antes ociosas, en un verdadero paraíso terrenal donde habita junto a su esposa Odalys Marrero, licenciada en Historia del Arte, y tres hijos adolescentes: Héctor Luis, Pedro Héctor y Héctor Manuel.
“Soy guajiro. Me crié en el campo con mis abuelos que eran isleños, pero al crecer comencé a obsesionarme por el espacio. Vivía con mi mamá y mi primera esposa, lejos del campo. Siempre me sentí apretado en la ciudad. Desde los nueve años soñaba con este lugar.”
El arte de vivir
Sin perder de vista la posibilidad de habitar en el terreno donde hoy tiene su finca, trabajó en una cooperativa y realizó investigaciones para la Estación Experimental de Pastos y Forrajes, en Indio Hatuey.
El viejo anhelo seguía latente. Pasado un lustro consiguió adquirir la vieja casa de madera, en la actualidad una joyita arquitectónica restaurada con paciencia por el artesano. Más tarde solicitó en usufructo algunos terreros circundantes para el acopio de mangos. Así empezó a renacer la “finca diversificada de referencia”, adjunta a la Cooperativa de Créditos y Servicios Nicolás Nodarse.
Convencido de las bondades obtenidas con la agricultura ecológica u orgánica. El tiempo le dio la razón al avezado agricultor. Hoy su finquita es un verdadero edén donde la naturaleza pródiga devuelve sus frutos agradecidos: caobas africanas, cedros, majaguas, moreras, la espectacular cifra de 83 tipos de árboles frutales y 22 variedades de bambú, traídas del Jardín Botánico de Cienfuegos.
Sus conocimientos científicos los ha puesto en función del desarrollo: una mata de tamarindo en el lugar preciso funciona como cortina contra el viento para proteger los cultivos del paso arrollador de los ciclones.
Valiéndose de un molino de viento riega sus siembras, y con el estiércol del ganado ha desarrollado una línea productiva de bioenergía. Tal es su amor por el mundo natural, que al pie del molino inscribió una frase martiana:
Otra gran pasión
Aún no se había producido un punto de giro en la vida de Correa. La cerámica llegó súbitamente, un buen día hace más de tres décadas. En el empeño lo ayudó el amigo Rafael de Barrera.
Bien sabe domesticar el barro quien incursionó en sus secretos de forma autodidacta. Todo comenzó a los 27 años, durante una visita de trabajo al frutero del Wajay, en Ciudad de La Habana. Rememora el ingeniero su fascinación al llegarse hasta el también capitalino poblado de El Cano, en La Lisa, para comprar unas vasijas.
Inicios como ceramista
Un viejo amigo ceramista se ofreció a enseñarle los fines de semana. Como únicas condiciones le puso construir un torno y un horno. Si las piezas servían, con eso le pagaría el pasaje de ida y vuelta.
Torneaba en silencio mientras lo miraba. Vino tres veces hasta que le dio una isquemia. A partir de ese momento yo, que no sabía ni hornear una vasija, tuve que aprender con la práctica, pisoteando y amasando el barro. Al principio las obras le quedaban crudas o se reventaban.
Este fue el primer taller en Matanzas “de cacharrería, para piezas de formatos grandes donde se trabaja con hornos de leña generalmente”. Con esas características no existía otro porque el de La Boca fue gestado por la escultora Rita Longa para reponer las figuras que se iban rompiendo en ese centro turístico.
Uno de sus proyectos más ambiciosos fue una exposición de máscaras, sobre la cultura afrocubana, realizada en 1991 en la Galería de Arte Uver Solís de Jovellanos, donde Héctor y Odalys recrearon, a través de dos mil 19 piezas, las tradiciones, comidas y el sincretismo religioso. Se basaron en las investigaciones efectuadas por la escritora Lydia Cabrera en la Atenas de Cuba.
Nuevos materiales
En la cosmovisión de Héctor Correa se amalgaman el artista y el ingeniero agrónomo, especialidad de la que se graduó en 1980. Para él, la ecología es una suerte de religión y a ello contribuye el habitar en una ciudad maravillosa como Matanzas, donde otrora abundaban los ingenios cañeros y hoy es una zona propicia para el desarrollo del biogás.
Una familia en el campo
El artesano e ingeniero agrónomo ha demostrado con sus acciones la importancia de
Sueños alcanzar
Aun con los trabajos fuertes que requiere la agricultura, o todo lo que pasamos para construir este ambiente, este medio, pienso que lo hemos logrado, aunque nos faltan muchísimos proyectos y sueños por terminar, como el orquideario y el jardín de esculturas con obras de Alberto Lescay, o del amigo matancero Agustín Drake.
