Diferencia entre revisiones de «Juan Fernández el Labrador»

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'''Juan Fernández el Labrador.'''  Pintor español activo en [[Madrid]] en la primera mitad del [[siglo XVII]].  
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'''Juan Fernández llamado el Labrador.'''  Fue un pintor [[barroco español]] activo entre [[1629]] y [[1636]], especializado en la pintura de [[naturaleza muerta|naturalezas muertas]].
  
 
==Trayectoria profesional==
 
==Trayectoria profesional==
Las referencias contemporáneas lo dotan de una especial singularidad al referir su alejamiento de la corte, a la que acude tan solo para vender sus cuadros -especialmente durante la Semana Santa-, como si se tratase de una decisión personal por la que el artista prefiere vivir cerca de la naturaleza que refleja en sus bodegones. Todo ello se relacionaría con su decidida voluntad de hacerse llamar «El Labrador», como consta en su única obra firmada. No dejan de señalar las fuentes su fama como pintor de naturalezas muertas, reclamadas ávidamente por los coleccionistas. Su prestigio traspasó las fronteras hispanas y sus obras llegaron a las colecciones reales francesas e inglesas. De especial relevancia debió de ser su relación con el noble romano Crescenzi quien, llegado a España en 1617, se convirtió en un personaje capital del gusto artístico en la corte española. El italiano era un gran amante de las artes plásticas, que incluso él mismo practicaba. A la vez, protegió a una serie de artistas a los que persuadió con las novedades estéticas traídas desde su país. De este modo, debió de valorar el trabajo de El Labrador y le transmitió las novedades del caravaggismo: la fuerte iluminación dirigida sobre los objetos que sirve para destacarlos y valorar sus texturas con una pincelada fina y prieta. La influencia de los modelos nórdicos también se detecta en Fernández, ante todo a la hora de reproducir con suma atención los elementos más diminutos de la naturaleza. Parece ser que Crescenzi estimaba especialmente la pintura de naturaleza muerta ya desde su etapa romana, por lo que su entendimiento con El Labrador debió de ser profundo. Se conoce, por ejemplo, el envío por parte del noble italiano de cuatro bodegones de uvas de Fernández al monarca inglés Carlos I. Fue gracias al mismo aristócrata el acercamiento de la pintura de El ­Labrador a otros círculos nobiliarios ingleses, realizada a través del embajador de este país, sir Francis Cottington y su secretario Arthur Hopton, con el que Crescenzi mantuvo excelentes relaciones a partir de 1629. De esta manera, en Inglaterra se apreciaron e importaron numerosas obras suyas. Nos consta el interés con que los nobles e incluso el monarca inglés esperaban los envíos de obras del pintor. Además, se fomentó el encargo directo hacia el artista solici­tándole un cambio en su temática y animándole hacia la pintura de flores, que se hizo más repetida en un segundo momento de su carrera. En primer lugar parece haberse convertido en un especialista en la representación de uvas, una temática especialmente prolífica en la corte durante la década de 1630. No hay que olvidar el referente clásico que este tema proporcionaba a los pintores a través de las descripciones de Plinio, permitiéndoles parangonarse al célebre y repetido incidente del griego Zeuxis, al que Fernández no sería ajeno. El número de piezas del artista que han sufrido un deterioro evidente de conservación ha hecho creer en una formación técnica deficiente, típica de pintores autodidactas. El Museo del Prado cuenta con cinco obras de este artista, un florero -adquirido en 1946 a un coleccionista privado, que posiblemente en el siglo XVII formó parte de las colecciones reales - y cuatro obras que ingresaron en el Prado en 2006 con la colección Naseiro.
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Las referencias contemporáneas lo dotan de una especial singularidad al referir su alejamiento de la corte, a la que acude tan solo para vender sus cuadros -especialmente durante la [[Semana Santa]]-, como si se tratase de una decisión personal por la que el artista prefiere vivir cerca de la naturaleza que refleja en sus bodegones. Todo ello se relacionaría con su decidida voluntad de hacerse llamar «El Labrador», como consta en su única obra firmada.  
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No dejan de señalar las fuentes su fama como pintor de naturalezas muertas, reclamadas ávidamente por los coleccionistas. Su prestigio traspasó las fronteras hispanas y sus obras llegaron a las colecciones reales francesas e inglesas.  
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De especial relevancia debió de ser su relación con el noble romano [[Giovanni Battista Crescenzi|Crescenzi]] quien, llegado a [[España]] en [[1617]], se convirtió en un personaje capital del gusto artístico en la corte española. El italiano era un gran amante de las [[artes plásticas]], que incluso él mismo practicaba. A la vez, protegió a una serie de artistas a los que persuadió con las novedades estéticas traídas desde su país. De este modo, debió de valorar el trabajo de El Labrador y le transmitió las novedades del caravaggismo: la fuerte iluminación dirigida sobre los objetos que sirve para destacarlos y valorar sus texturas con una pincelada fina y prieta.  
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La influencia de los modelos nórdicos también se detecta en Fernández, ante todo a la hora de reproducir con suma atención los elementos más diminutos de la naturaleza. Parece ser que Crescenzi estimaba especialmente la pintura de naturaleza muerta ya desde su etapa romana, por lo que su entendimiento con El Labrador debió de ser profundo. Se conoce, por ejemplo, el envío por parte del noble italiano de cuatro bodegones de uvas de Fernández al monarca inglés [[Carlos I]]. Fue gracias al mismo aristócrata el acercamiento de la pintura de El ­Labrador a otros círculos nobiliarios ingleses, realizada a través del embajador de este país, sir Francis Cottington y su secretario Arthur Hopton, con el que Crescenzi mantuvo excelentes relaciones a partir de [[1629]]. De esta manera, en [[Inglaterra]] se apreciaron e importaron numerosas obras suyas. Nos consta el interés con que los nobles e incluso el monarca inglés esperaban los envíos de obras del pintor. Además, se fomentó el encargo directo hacia el artista solici­tándole un cambio en su temática y animándole hacia la pintura de flores, que se hizo más repetida en un segundo momento de su carrera. En primer lugar parece haberse convertido en un especialista en la representación de uvas, una temática especialmente prolífica en la corte durante la década de [[1630]]. No hay que olvidar el referente clásico que este tema proporcionaba a los pintores a través de las descripciones de [[Plinio]], permitiéndoles parangonarse al célebre y repetido incidente del griego Zeuxis, al que Fernández no sería ajeno.  
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El número de piezas del artista que han sufrido un deterioro evidente de conservación ha hecho creer en una formación técnica deficiente, típica de pintores autodidactas. El [[Museo del Prado]] cuenta con cinco obras de este artista, un florero -adquirido en [[1946]] a un coleccionista privado, que posiblemente en el [[siglo XVII]] formó parte de las colecciones reales - y cuatro obras que ingresaron en el Prado en [[2006]] con la colección Naseiro.
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==Fuente==
 
==Fuente==
 
*[https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/fernandez-juan-el-labrador/fafaf98f-2a25-4f3f-9226-87c9ff62c207 www.museodelprado.es]
 
*[https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/fernandez-juan-el-labrador/fafaf98f-2a25-4f3f-9226-87c9ff62c207 www.museodelprado.es]
 
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última versión al 14:04 6 oct 2021

Juan Fernández el Labrador
Información  sobre la plantilla
Datos personales
Nombre completoJuan Fernández llamado el Labrador
Nacimiento
Bandera de España España
Fallecimiento1636
Madrid, Bandera de España España
NacionalidadEspañol
SeudónimoEl Labrador
OcupaciónPintor
Datos artísticos
ÁreaPintura
MovimientoBarroco español

Juan Fernández llamado el Labrador. Fue un pintor barroco español activo entre 1629 y 1636, especializado en la pintura de naturalezas muertas.

Trayectoria profesional

Las referencias contemporáneas lo dotan de una especial singularidad al referir su alejamiento de la corte, a la que acude tan solo para vender sus cuadros -especialmente durante la Semana Santa-, como si se tratase de una decisión personal por la que el artista prefiere vivir cerca de la naturaleza que refleja en sus bodegones. Todo ello se relacionaría con su decidida voluntad de hacerse llamar «El Labrador», como consta en su única obra firmada.

No dejan de señalar las fuentes su fama como pintor de naturalezas muertas, reclamadas ávidamente por los coleccionistas. Su prestigio traspasó las fronteras hispanas y sus obras llegaron a las colecciones reales francesas e inglesas.

De especial relevancia debió de ser su relación con el noble romano Crescenzi quien, llegado a España en 1617, se convirtió en un personaje capital del gusto artístico en la corte española. El italiano era un gran amante de las artes plásticas, que incluso él mismo practicaba. A la vez, protegió a una serie de artistas a los que persuadió con las novedades estéticas traídas desde su país. De este modo, debió de valorar el trabajo de El Labrador y le transmitió las novedades del caravaggismo: la fuerte iluminación dirigida sobre los objetos que sirve para destacarlos y valorar sus texturas con una pincelada fina y prieta.

La influencia de los modelos nórdicos también se detecta en Fernández, ante todo a la hora de reproducir con suma atención los elementos más diminutos de la naturaleza. Parece ser que Crescenzi estimaba especialmente la pintura de naturaleza muerta ya desde su etapa romana, por lo que su entendimiento con El Labrador debió de ser profundo. Se conoce, por ejemplo, el envío por parte del noble italiano de cuatro bodegones de uvas de Fernández al monarca inglés Carlos I. Fue gracias al mismo aristócrata el acercamiento de la pintura de El ­Labrador a otros círculos nobiliarios ingleses, realizada a través del embajador de este país, sir Francis Cottington y su secretario Arthur Hopton, con el que Crescenzi mantuvo excelentes relaciones a partir de 1629. De esta manera, en Inglaterra se apreciaron e importaron numerosas obras suyas. Nos consta el interés con que los nobles e incluso el monarca inglés esperaban los envíos de obras del pintor. Además, se fomentó el encargo directo hacia el artista solici­tándole un cambio en su temática y animándole hacia la pintura de flores, que se hizo más repetida en un segundo momento de su carrera. En primer lugar parece haberse convertido en un especialista en la representación de uvas, una temática especialmente prolífica en la corte durante la década de 1630. No hay que olvidar el referente clásico que este tema proporcionaba a los pintores a través de las descripciones de Plinio, permitiéndoles parangonarse al célebre y repetido incidente del griego Zeuxis, al que Fernández no sería ajeno.

El número de piezas del artista que han sufrido un deterioro evidente de conservación ha hecho creer en una formación técnica deficiente, típica de pintores autodidactas. El Museo del Prado cuenta con cinco obras de este artista, un florero -adquirido en 1946 a un coleccionista privado, que posiblemente en el siglo XVII formó parte de las colecciones reales - y cuatro obras que ingresaron en el Prado en 2006 con la colección Naseiro.

Fuente