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Un día se decidió, le silbó, el mayoral lo miró y le dio la espalda y Esteban le tiró una piedra a la cabeza y corrió. Estuvo muchos días deambulando, porque nunca había salido del ingenio y no conocía la zona. A partir de ahí, se convirtió en un “[[cimarrón]]”, que es como se denominaban en Cuba a los esclavos que escapaban de sus dueños. | Un día se decidió, le silbó, el mayoral lo miró y le dio la espalda y Esteban le tiró una piedra a la cabeza y corrió. Estuvo muchos días deambulando, porque nunca había salido del ingenio y no conocía la zona. A partir de ahí, se convirtió en un “[[cimarrón]]”, que es como se denominaban en Cuba a los esclavos que escapaban de sus dueños. | ||
Revisión del 19:09 18 dic 2024
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Esteban Montejo. Fue un esclavo, hijo de africanos traídos a Cuba en el Siglo XIX. Siendo muy joven, escapó de sus dueños y se convirtió en un “cimarrón”, hasta que se decretó el fin de la esclavitud en Cuba en 1886. Vivió hasta los 110 años. Fue quien inspiró el famoso libro “Biografía de un cimarrón”, de Miguel Barnet y publicado en 1966 en La Habana. De acuerdo a las investigaciones realizadas, era el último cimarrón cubano que permanecía con vida en ese momento.
Sumario
Síntesis biográfica
Infancia y juventud
Esteban Montejo fue hijo de esclavos africanos, traídos a Cuba por la fuerza como cientos de miles de personas de África, sobre todo entre los siglos XVII y Siglo XIX. El exterminio de la población indígena por los españoles en América (y en especial en Cuba) y el desarrollo de la industria azucarera, que requería de mano de obra cada vez en mayores cantidades, promovieron la creciente trata de esclavos. Se considera que fueron traídos más de 800 000 esclavos a Cuba.
La inmensa mayoría de los datos sobre la vida de Esteban, se conocieron por los argumentos que él mismo ofreció al escritor Miguel Barnet, en decenas de entrevistas y que dieron lugar al libro “Biografía de un Cimarrón”.
Nació el 26 de diciembre de 1860 en el norte de la actual provincia de Villa Clara, posiblemente en un ingenio llamado Santa Teresa, perteneciente a una familia de apellido La Ronda. Dicho ingenio estaba situado en algún lugar en los actuales municipios de Zulueta, Remedios y Caibarién.
No obstante, posteriormente se han publicado investigaciones del historiador alemán Michael Zeuske, especializado en la esclavitud cubana. Según éstas, en 1997, encontró evidencias en los registros bautismales de Sagua la Grande, que reflejan que nació el 26 de diciembre, pero de 1868, o sea, ocho años después de lo que el propio Esteban afirmaba.[1]
Su padre se llamó Nazario y su madre Emilia Montejo Mera. Se le puso el nombre por nacer el día de San Esteban. Estuvo muchos años solo con el primer apellido y ya adulto, fue al archivo a agregarse el segundo, según sus propias confesiones, “como los demás” y para que no le dijeran “hijo de manigua”. Se agregó el segundo apellido de su madre, que era Mesa y que correspondía al dueño de su madre esclava. Pero, en el archivo equivocaron el apellido y lo reflejaron como Mera, por lo que su nombre finalmente quedó como Esteban Montejo Mera.
Sus padres murieron en Sagua la Grande.
De niño fue vendido a otros dueños, por lo que él no recordaba nada de su primera infancia ni siquiera a sus padres, sino que estas informaciones las conoció años después, a través de sus padrinos y a quienes conoció cuando él contaba con más de 30 años de edad.
Recordaba que al ser vendido y siendo todavía un niño, trabajaba de forma intensa en un ingenio llamado Flor de Sagua y del cual se escapó, para huir de aquella vida, pero fue capturado, le pusieron unos grilletes y con ellos lo obligaron a trabajar a partir de ahí. Su primer trabajo lo recordaba con un carretón que había que llenar hasta el tope de bagazo y tirado por un mulo, llevarlo hasta el batey. Pero, recordaba que la espalda se le doblaba por la resistencia del mulo a cargar ese peso y todo lo que él, como niño, tenía que hacer para poder llevar aquella carga hasta el batey. Allí, regar todo aquel bagazo para que se secara y después llevarlo hasta los hornos. Tenía 10 años de edad.
A las 4:30 a.m. tocaban las primeras campanas, para avisar que debían levantarse, se iban al trabajo a las 6:30 am y solo descansaban a las 11:00 am para almorzar y seguían trabajando hasta la caída del sol.[2]
Dormía en uno de los barracones, que según sus propias experiencias, eran lugares sucios, sin ventilación y con rústicos excusados también dentro de cada local. Recordando esa parte de su vida, Esteban señaló que sus dueños solo se preocupaban de que los barracones estuvieran limpios por fuera, por lo cual obligaban a los propios esclavos a pintarlos con cal, para que se vieran de blanco en los exteriores.
Una de las experiencias que más aborreció, llamándolas como “horrores”, fueron los castigos que los dueños imponían a los esclavos, tales como el cepo, que Esteban consideró el más cruel, pues los obligaban a meter los pies, las manos y la cabeza y los mantenían trancados por dos y tres meses, por cosas que él consideró, a veces, sin importancia. Y también, le dejó una fuerte impresión, que las mujeres eran igualmente víctimas de castigos, como los azotes. Incluso, contó que vio esclavas embarazadas, a las cuales las obligaban a acostarse en el suelo, donde había un hueco para poder poner la barriga. El castigo era concebido así por los dueños, para proteger al futuro niño, porque ése era de su propiedad y no de la madre.
Estas experiencias de vida fueron las que llevaron a Esteban a esa convicción de huir de esa vida de esclavitud.
La vida en el monte: ser un Cimarrón
A partir de su primera experiencia, cuando siendo niño se escapó, fue apresado y obligado a trabajar con grilletes, durante los siguientes años, fue preparando su segunda huida. A pesar de que, según sus propias vivencias, muchas personas temían esa decisión, porque consideraban que, de todas formas, los apresaban.
Pero, estaba decidido y comenzó a estudiar el comportamiento y las costumbres del mayoral, que era un español alto y fuerte, contratado por los dueños para dirigir las fuerzas esclavas y que acostumbraba a darle azotes a estos hasta arrancarles la piel.
Un día se decidió, le silbó, el mayoral lo miró y le dio la espalda y Esteban le tiró una piedra a la cabeza y corrió. Estuvo muchos días deambulando, porque nunca había salido del ingenio y no conocía la zona. A partir de ahí, se convirtió en un “cimarrón”, que es como se denominaban en Cuba a los esclavos que escapaban de sus dueños.
Hubo casos de cimarrones que vivían en pequeños grupos de 2-3 personas e incluso, hubo agrupaciones mucho más numerosas de cimarrones, pero Esteban siempre tuvo la idea de que, estar solo, era lo que le iba a proporcionar mayor seguridad. En ocasiones, sintió la presencia cerca de otros cimarrones y nunca tuvo contacto con ninguno. Conocía de casos en que los habían encontrado siguiendo las huellas de varias personas en el fango y decidió seguir solo.
Encontró una cueva, llamada Guajabán y cercana a Remedios. Era grande, con la fauna natural de estos lugares, como serpientes y murciélagos. Era grande, pero muy oscura y con una sola salida y entrada, lo cual representaba un peligro en caso de ser descubierto, pues tenía una sola vía de escape. Vivió allí durante 1 año y medio, después de lo cual decidió salir de aquella “oscuridad” y vivió, según contó él mismo, “mucho tiempo” en el campo. Según sus memorias, se sentía libre.
Se alimentaba fundamentalmente de "puercos", que se los llevaba por la noche de las pequeñas haciendas que se encontraba y otros alimentos los obtenía porque eran silvestres, como la malanga, que aprendió a identificarla por las noches, porque brillaban sus hojas grandes, así como la jutía, que consideró “la comida más sana que hay”. También, la vida salvaje lo ayudó a identificar el uso de las hojas de las diferentes plantas para curar dolencias y enfermedades.
En todo ese tiempo que estuvo en esa vida silvestre, debió atravesar la parte central de Cuba de norte a sur, ya que esta etapa de su vida comenzó cerca de Remedios y llegó a estar cerca de Trinidad.
Hasta un día, que escuchó a las personas, a lo lejos, gritar que se había terminado la esclavitud. Aunque al principio no le prestó atención, un día y con mucha cautela se acercó a un ingenio y le preguntó a una anciana que tenía cargados a dos niños y esta le confirmó la noticia.
Aunque él mismo afirmó que estuvo “años y años” en esa forma de vida aislada, no se conoce con exactitud el tiempo que permaneció de “cimarrón”, pero efectivamente debieron ser varios años, porque se sabe que huyó siendo muy joven y él señala que cuando comenzó a buscar trabajo (después de pasar esta etapa aislado), ya tenía 20 años.
Aunque Esteban señalaba que la abolición de la esclavitud fue en el período en que Martínez Campos era el Gobernador español en Cuba (lo fue hasta 1878), lo cierto es que la abolición se decidió en 1886.[3]
Regreso a la vida en los ingenios
Estuvo muchos meses tratando de estabilizar su vida y con recelo, pues se dio cuenta de que la esclavitud no se había terminado totalmente y tenía temor de que pudieran encerrarlo.
Finalmente, se decidió a buscar trabajo en el ingenio Ariosa, en el norte de Las Villas. Allí comprobó que muchos de los obreros asalariados habían sido esclavos y continuaban tratando a sus empleadores como sus amos y dueños. Y las jornadas de trabajo eran extenuantes en los cañaverales. Incluso, vivían en los mismos barracones que cuando eran esclavos, lo que ahora habían abierto huecos para mayor ventilación y no tenían cerrojos.
Se contrató fijo en el ingenio. Y después de un tiempo, se trasladó a otro cerca de Zulueta, donde pudo cambiar su habitual trabajo en los cañaverales por otro en un trapiche, dentro del central y además pudo tener una vida estable, por determinados períodos de tiempo, con varias mujeres.
Le prestaba mucha atención a las historias que contaban sobre África, como fue el caso de Ma Lucía, una “negra santera de nación lucumí”, según él mismo describió y de quien aprendió mucho sobre la vida en aquel continente de sus antepasados. También, ambos comparaban cómo los africanos traídos a Cuba y sus descendientes, no siempre repetían esas costumbres y normas en su vida cubana.
Sobre el tema de las costumbres religiosas, recordó muchas veces las distintas manifestaciones que observó y participó en sus diferentes etapas de la vida e inclusive, criticó varios personajes que él consideraba no hacían esa labor de forma honesta. No obstante, sentía inclinación por diferentes supersticiones y creencias populares.
En esta etapa, cuando después de ser un cimarrón, se reincorporó a la vida en sociedad, reconoció que pudo conocer muchas personas deseosas de que Cuba obtuviera la independencia de España.
Incorporación a la Guerra de Independencia
Según sus propios recuerdos, se incorporó a la Guerra de Independencia el tres o cuatro de diciembre de [[1895], junto a uno de sus compañeros de trabajo en el ingenio Ariosa. Tomaron dos caballos, y basado en su sentido de la honestidad, se los pidió al dueño, porque no quería robarlos y emprendieron un largo trayecto hacia el este.
Llegaron hasta muy cerca del territorio de Camagüey, donde por fin encontraron a los primeros mambises y se incorporó al Ejército Libertador. Se percató que no estaban formados los escuadrones ni designados los jefes, pero aun en esas condiciones, apreció que había disciplina. Y en dicha composición de columna mambisa, retornaron a Las Villas, como parte de la Invasión de Oriente a Occidente.
En los primeros diez días no participó en ningún combate, pero su bautismo de fuego fue en una de las acciones combativas más importantes llevadas a cabo en dicha campaña hacia occidente: el Combate de Mal Tiempo, en territorio del actual municipio de Cruces, Cienfuegos, en el centro-sur del país.
Sobre este episodio, recordó la importancia que tuvo el discurso de Antonio Maceo antes del combate, que levantó el ánimo de las tropas cubanas. Esteban definió a Maceo como “el hombre más grande de la guerra”. El combate fue una dura prueba para él, pero también una gran enseñanza y preparación para el resto de la guerra que le esperaba. Recordó cómo la indicación de Maceo de que “la pelea fuera de frente”, junto a la decisión de los cubanos, lograron la victoria. Y describió el miedo de los españoles ante la ofensiva cubana con los machetes.
Y en Mal Tiempo, estuvo a punto de ser muerto por un soldado español, que lo vio de lejos y le apuntó. Era muy joven, un “galleguito”, como él lo definió. Esteban lo alcanzó, lo desarmó y le perdonó la vida. El joven soldado español le dijo: “Ustedes son salvajes”. Sin embargo, el propio ex cimarrón comparó esta reacción con el verdadero objetivo que tenían esos soldados españoles contra los cubanos. Finalmente, aunque le perdonó la vida, después supo que fue muerto en el combate.
Además de Maceo, Esteban reconoció como el otro grande de Mal Tiempo a Quintín Banderas. Alabó su valentía y determinación.
Según recordaba, Quintín Banderas iba a la guerra a luchar por los negros y a su vez, tenía muchos simpatizantes entre ellos. De hecho, Esteban reconoció que lo vio allí en Mal Tiempo y en otras ocasiones después y le tenía mucha confianza.
Sobre Máximo Gómez, también lo recordó como uno de los “hombres muy guapos” de Mal Tiempo, aunque en varias ocasiones no coincidió con sus declaraciones sobre otros aspectos.
Esteban participó en otras acciones combativas, entre las que él mismo destacó también el combate de El Mamey, el 2 de marzo de 1895, igualmente en el centro del país y donde coincidió otra vez con Quintín Banderas.
En esta etapa, valoró lo dura que era la vida en campaña, para poder sobrevivir, con la alimentación y sobre todo, él mencionaba la sed, como uno de los inconvenientes más grandes de esos años.
Sentía rechazo por los llamados “guerrilleros”, que eran cubanos que luchaban a favor de España, junto a españoles que se unían a ellos. Y en este sentido, fue uno de los que dejó sentado para la historia, que no conoció ningún chino “guerrillero”, o sea, traidor a la lucha de liberación en Cuba.
También, fue testigo de las contradicciones internas dentro del Ejército Libertador, de las cuales explicó ejemplos y anécdotas personales en sus entrevistas:
- Por un lado, los valerosos combatientes de dicho Ejército que luchaba por la independencia de Cuba y sus ansias de libertad del dominio español; las difíciles condiciones en que realizaban la lucha y a pesar de todo, se mantuvieron durante años batallando, así como también los principios éticos de no matar prisioneros de guerra, sobre lo cual él mismo presenció la liberación de enemigos españoles, sanos y salvos.
- Por otro lado, el rechazo hacia los negros de un grupo de jefes, sobre todo en el nivel intermedio y de base, como también jefes corruptos que tuvo en esos niveles y la división entre algunos, “por envidia, por hipocresía y por odio”. Conoció de varios casos de jefes de esos niveles que traicionaron y se presentaron ante los mandos españoles e incluso, fue testigo del ajusticiamiento de uno de ellos, cuando sus compañeros se enteraron de los propósitos de su jefe.
Estuvo en el Ejército Libertador hasta el final de la guerra en 1898.
Después de la guerra
Como muchos de los combatientes, estuvo al tanto de los sucesos que se desarrollaban en Cuba y que iban a determinar el futuro del país.
Recordó a Maceo, cuando en Mal Tiempo prometió ante la tropa, que cuando terminara la guerra, cada soldado iba a cobrar una cantidad de dinero. Y él se acordó de aquella promesa, cuando al finalizar la contienda, le pagaron 982.00 pesos.
Viajó a La Habana, que fue de gran impacto para una persona como él, acostumbrado durante toda su vida (hasta ese momento), a vivir en zonas rurales. Y le parecieron inapropiadas varias actitudes que pudo presenciar, como los proxenetas, llamados “chulos” y su agresividad y maltrato hacia las mujeres que ejercían la prostitución bajo su control, llegando a una gran violencia hacia ellas, entre otros aspectos.
Le dejó una profunda huella, un acto realizado en la Quinta de los Molinos, donde según afirmaba, Máximo Gómez pronunció un discurso, en el cual definió que no había “ni vencedores ni vencidos”. Para Esteban, esta definición no se correspondía con los ideales por los cuales habían luchado, pues a los heroicos mambises los ponían en el mismo nivel de los “guerrilleros”, que él consideraba como cubanos traidores por luchar a favor del colonialismo español, que enviaba miles de soldados a matar a los cubanos.
También le impresionó negativamente la posición de líderes cubanos que entregaron el país a los norteamericanos. Y la actitud de desprecio que los marinos de ese país mantenían hacia los cubanos. Él mismo presenció uno de esos hechos en Cienfuegos en 1899 y junto a otros cubanos, se enfrentaron a los marinos.
Y la discriminación solapada hacia los negros, en los puestos de trabajo que les facilitaban, priorizando los blancos. Cuando se disolvió el Ejército Libertador, los “libertadores negros” no pudieron quedarse en la ciudad y la mayoría tuvo que regresar al campo, a los trabajos en la caña de azúcar, al tabaco, etc. Sin embargo, conoció de “guerrilleros” que fueron ubicados en cómodos trabajos de oficinas. Y supo que no permitían a los negros entrar a trabajar en la policía, según conoció, por indicación de los interventores norteamericanos.
Todos estos aspectos, le llevaron a tomar la decisión de regresar a su natal región de Las Villas. Estuvo en Remedios y Cruces, aquí comenzó a trabajar en un central azucarero en varias labores, siendo un trabajo en el cual había laborado desde su infancia.
Recorrió muchos de los poblados de aquella central provincia de Las Villas y trabajó en buen número de empleos diferentes, entre ellos, vendedor de verduras y sereno. Vivió en barracones y aunque convivió con diferentes mujeres por un tiempo, no tuvo una relación estable y durarera.
Últimos años
Sus últimos años, los pasó en un Hogar de Veteranos en La Habana.
Fue allí, donde el entonces joven escritor Miguel Barnet lo contactó, al ver su foto y datos en un periódico. Tenía entonces 104 años de edad. [4]
El objetivo inicial del escritor era profundizar en aspectos generales de las religiones de origen africano que se conservaban en Cuba, pero en la medida que fueron transcurriendo aquellas conversaciones, se fue develando la extraordinaria historia de vida que existía en aquel anciano. Las entrevistas duraron semanas y en ellas, Esteban se fue abriendo con afabilidad, hablando con fluidez y según reconoció Barnet, en muchas ocasiones, era el propio entrevistado quien escogía los temas que él consideraba más importantes.
El resultado fue Biografía de un Cimarrón, que fue uno de los primeros exponentes del género “Testimonio”, que en la década de 1960 no estaba identificado con claridad, al menos en América Latina. De hecho, en el Concurso Literario Premio Casa de las Américas, se otorgaban menciones a obras de este tipo en otros géneros, por no existir la categoría de Testimonio, que después se hizo habitual en la literatura internacional.[5]
"Biografía de un Cimarrón" ha pasado a la historia como uno de los libros cubanos más editados a nivel nacional e internacional.
Esteban Montejo falleció el 10 de febrero de 1973. Si la fecha de nacimiento fue la que él afirmaba, falleció a los 112 años. De acuerdo con las investigaciones que realizó en 1997 el historiador alemán Michael Zeuske, hubiera tenido al fallecer 104 años.
Ver artículo principal: Biografía de un Cimarrón
Véase también
Referencias
- ↑ The Cimarrón in the archives: a re-reading of Miguel Barnets biography of Esteban Montejo Universidad de Costa Rica, consultado el 12 de octubre de 2024.
- ↑ [Madden, Richard R.: La isla de Cuba, La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1964, p. 142] Consultado el 12 de octubre de 2024.
- ↑ Esteban Montejo, relato del último esclavo cimarrón de Cuba. Correo de la UNESCO, consultado el 25 de septiembre de 2024.
- ↑ [Barnet, Miguel: Biografía de un Cimarrón, La Habana, Letras Cubanas, 2016]. Letras Cubanas, consultado el 12 de octubre de 2024.
- ↑ La contracultura de la otredad. La Jiribilla, consultado el 12 de octubre de 2024.
Fuentes
- Barnet, Miguel: Biografía de un Cimarrón, La Habana, Letras Cubanas, 2016
- https://courier.unesco.org/es/
- https://www.lajiribilla.cu/