Diferencia entre revisiones de «Museo Nacional de Bellas Artes»

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}}<div align="justify">'''Museo Nacional de Bellas Artes'''. Es la institución encargada de atesorar, restaurar, conservar, promover e investigar las obras que forman parte del patrimonio plástico de [[Cuba]]. Posee un conjunto de salas en las que se exhiben colecciones de arte antiguo, colecciones europeas, salas especializadas en el arte de los maestros cubanos de todos los tiempos, y salas transitorias que acogen la creación plástica de artistas nacionales y extranjeros. También cuenta con una biblioteca especializada en artes plásticas y una gran colección de revistas y catálogos.  
 
 
'''Museo Nacional de Bellas Artes'''. Es la institución encargada de atesorar, restaurar, conservar, promover e investigar las obras que forman parte del patrimonio plástico de [[Cuba]]. Posee un conjunto de salas en las que se exhiben colecciones de arte antiguo, colecciones europeas, salas especializadas en el arte de los maestros cubanos de todos los tiempos, y salas transitorias que acogen la creación plástica de artistas nacionales y extranjeros. También cuenta con una biblioteca especializada en artes plásticas y una gran colección de revistas y catálogos.  
 
 
 
== Descripción  ==
 
  
 
El [[Museo]] posee la más importante colección de Arte cubano existente, que abarca desde el [[Siglo XVI|siglo XVI]] hasta nuestros días. Se destacan los grabados coloniales del [[Siglo XIX|siglo XIX]], las obras producidas entre [[1898]] y [[1920]] (pintura académica), las vanguardias artísticas de la primera mitad del [[Siglo XX|siglo XX]] y las series de los grandes maestros cubanos, como [[Fidelio Ponce]], [[Víctor Manuel]], [[Carlos Enríquez]] y [[Wifredo Lam]].  
 
El [[Museo]] posee la más importante colección de Arte cubano existente, que abarca desde el [[Siglo XVI|siglo XVI]] hasta nuestros días. Se destacan los grabados coloniales del [[Siglo XIX|siglo XIX]], las obras producidas entre [[1898]] y [[1920]] (pintura académica), las vanguardias artísticas de la primera mitad del [[Siglo XX|siglo XX]] y las series de los grandes maestros cubanos, como [[Fidelio Ponce]], [[Víctor Manuel]], [[Carlos Enríquez]] y [[Wifredo Lam]].  
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Los espacios de exhibición, renovados arquitectónica y museográficamente, y dotados de modernos sistemas de iluminación, climatización, control ambiental y seguridad integral, se organizan en ocho áreas temáticas principales, que incluyen 24 salas o espacios concebidos para ser visitados de forma secuencial o a partir de alternativas de libre elección.  
 
Los espacios de exhibición, renovados arquitectónica y museográficamente, y dotados de modernos sistemas de iluminación, climatización, control ambiental y seguridad integral, se organizan en ocho áreas temáticas principales, que incluyen 24 salas o espacios concebidos para ser visitados de forma secuencial o a partir de alternativas de libre elección.  
  
Las colecciones englobadas bajo la denominación de [[Arte Universal|Arte universal]] se hospedan en otro edificio, aledaño al [[Parque Central de La Habana]], e incluyen conjuntos temáticos de obras de todas las áreas o zonas importantes del [[Arte occidental|arte occidental]], lo que determina que el Museo Nacional supere a otras instituciones similares de [[América Latina]]. Entre estas colecciones se destacan la de arte español, con los más importantes pintores del siglo XIX ([[Sorolla]], [[Lucas Velázquez]], [[Mariano Fortuny]], [[Raimundo de Madrazo]] y [[Ignacio Zuloaga|Zuloaga]]); la de retratos ingleses de los [[Siglo XVIII|siglos XVIII y]] XIX; y la colección de arte clásico antiguo, con un rico conjunto de piezas escultóricas y cerámica de [[Egipto]], [[Grecia]] y [[Roma]].
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Las colecciones englobadas bajo la denominación de [[Arte Universal|Arte universal]] se hospedan en otro edificio, antigua sede del Centro Asturiano, aledaño al [[Parque Central de La Habana]], e incluyen conjuntos temáticos de obras de todas las áreas o zonas importantes del [[Arte occidental|arte occidental]], lo que determina que el Museo Nacional supere a otras instituciones similares de [[América Latina]]. Entre estas colecciones se destacan la de arte español, con los más importantes pintores del siglo XIX ([[Sorolla]], [[Lucas Velázquez]], [[Mariano Fortuny]], [[Raimundo de Madrazo]] y [[Ignacio Zuloaga|Zuloaga]]); la de retratos ingleses de los [[Siglo XVIII|siglos XVIII y]] XIX; y la colección de arte clásico antiguo, con un rico conjunto de piezas escultóricas y cerámica de [[Egipto]], [[Grecia]] y [[Roma]].
  
 
== Historia ==
 
== Historia ==
[[Image:Museo_Nacional_de_Bellas_Artes_Arte_Cubano.jpg‎|thumb|right|Edificio  de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes.]]
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[[Image:Museo_Nacional_de_Bellas_Artes_Arte_Cubano.jpg?|thumb|right|Edificio  de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes.]]
 
 
El Museo Nacional, creado en [[1913]], tuvo su sede propia desde [[1954]] al construirse el edificio conocido desde entonces como Palacio de Bellas Artes, que reemplazaba a su vez al viejo edificio del [[Mercado de Colón]] ([[1884]]).
 
 
 
Ciertas deficiencias programáticas del Museo se agudizaron cada vez más por el gran crecimiento de las colecciones, hasta hacerse definitivamente críticas hacia finales de la década de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo. La Presidencia del [[Consejo de Estado de Cuba|Consejo de Estado]] decide ([[1996]]) el inicio de estudios, proyectos y obras encaminadas a la renovación y actualización integral de la institución, ahora conformada por dos edificios dedicados a uso museístico y un tercero a funciones administrativas y logísticas.
 
 
 
Estos inmuebles están emplazados en un sector emblemático de [[La Habana]] —uno de los más significativos conjuntos urbanos de América Latina—, que se originara a partir de la [[demolición]] de las murallas coloniales de la urbe, en [[1863]], y fuera, paulatinamente, conformando su imagen hasta la primera mitad del siglo XX.
 
  
== Las primeras sedes 1913-1951 ==
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Un cubano ilustre, el reputado arquitecto [[Emilio Heredia Mora]]  (1872-1917), descendiente del gran poeta [[José María Heredia]], hizo un  llamado público el 1 de noviembre de 1910 en el diario "La Discusión" para  recabar apoyo oficial de instituciones públicas y privadas con el fin  de realizar el antiguo sueño de un museo. En el lapso de dos años,  numerosas instituciones civiles y religiosas, artistas y coleccionistas,  donaron, prestaron, depositaron o transfirieron lo que sería el núcleo  inicial de sus colecciones sin que en sus inicios se proyectaran líneas  de colección ni se vislumbrara perfil museal alguno. La mayoría de los  donativos era de carácter histórico –tenía que ver con cubanos  sobresalientes y mártires de la independencia – pero también con la  arqueología, la etnografía, las artes, los archivos, la historia natural  y el mobiliario. Entre las donaciones importantes de ese período cabe  mencionar la efectuada en 1912 por la [[Academia de Pintura de San Alejandro]], que cediera parte de su Galería Didáctica con un núcleo importante de pintura europea.
  
El Museo Nacional es el tercero en la tríada de instituciones creadas a principios del siglo XX para conservar la memoria de la nación. El [[20 de agosto]] de [[1910]] surge la [[Academia Nacional de la Historia]], y el [[31 de octubre]] del mismo año la [[Academia Nacional de Artes y Letras]]. El [[23 de febrero]] de [[1913]] se funda el Museo Nacional por Decreto Presidencial firmado por [[José Miguel Gómez]] y el doctor [[Mario García Kohly]], éste último en calidad de secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes.
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Cuando se anuncia el Decreto #183, del 23 de febrero de 1913, ya la  sociedad había contribuido con el empeño recolector y el Museo se  inaugura oficialmente el 28 de abril de ese mismo año gracias a esas  prestaciones públicas y a la voluntad de Heredia. Su primera sede estuvo  ubicada en una sección del edificio conocido como Antiguo Frontón, en  la calle Concordia esquina a Lucena, en el centro de la ciudad. En 1915  el Ayuntamiento de La Habana reclamó el emplazamiento y la joven  institución tuvo que trasladarse al nuevo lugar que se le asignó en  1917. Se trataba de la Quinta de Toca, en la [[Avenida de Carlos III]], que  representó, a pesar de todo, un local más adecuado. No obstante, la  nueva sede necesitó modificaciones que fueron costosas y que mantuvieron cerrada la institución hasta finales de 1917. Durante el año 1918 se produce un nuevo cierre y no es puesta a servicio público hasta el 20 de mayo de 1919. En 1917 fallece el arquitecto fundador, Heredia, y en  1918 es nombrado como director Antonio Rodríguez Morey.
  
Se confiere al Museo la misión de coleccionar las ¨reliquias¨ de valor histórico -principalmente de las guerras de independencia- y ¨contribuir a robustecer el culto a nuestros héroes y a arraigar los sentimientos patrióticos¨. Entre 1913 y [[1954]], el Museo Nacional ocupó sucesivamente tres inmuebles: de 1913 a [[1915]] se ubica en una parte del antiguo Frontón de pelota vasca, en la calle Concordia esquina Lucena; entre [[1917]] y [[1924]] se instala en la Quinta de Toca, en el [[Paseo de Carlos III]] y por último se traslada hacia un local dela calle Aguiar No. 108, donde permanecería por cerca de 30 años. Ninguna de estas locaciones fue verdaderamente adecuada,  y las crecientes colecciones fueron preservadas y expuestas la mayor parte del tiempo en precarias condiciones.
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Morey dedicó casi cincuenta años de su vida al Museo Nacional. Aún  hoy, pasados los años, hay pocas zonas del trabajo especializado de la  institución que no recuerden sus desvelos, que no tengan sus huellas  directas. El primer sistema integral de  registro de obras, el Diccionario biográfico de autores cubanos, su  impecable documentación y sus archivos, son parte esencial de la  historia del Museo. Hasta su muerte, ocurrida en 1967, Rodríguez Morey fue el director tesonero y emprendedor que libró innumerables batallas por el Museo.
  
El primer proyecto conocido para un nuevo edificio data de [[1925]] y fue concebido por los arquitectos [[Evelio Govantes]] y [[Félix Cabarrocas]]. Conceptualmente se basa en la preservación de la estructura fundamental de las galerías arcoadas del [[Mercado de Colón]], importante edificio neoclásico contruido entre [[1882]] y [[1884]] en un parcela del Reparto Las Murallas. El proyecto se considera excepcional para su tiempo por la intención de crear un edificio para museo, incorporando partes de un inmueble de indudables valores artísticos y arquitectónicos, además de preservar y otorgarle un papel protagónico al espacio central del patio descubierto, elemento presente en la tradición de la arquitectura cubana hasta entonces. Todo esto en el momento en que la zona de la ciudad ocupada antes por las murallas había sufrido una transformación por la construcción de emblemáticos edificios y espacios como el [[Palacio Presidencial]] (1920), el [[Capitolio Nacional]] (1929), la [[Avenida de las Misiones]] y el [[Parque Zayas]]. Sin embargo, la suerte de este proyecto permanece poco clara durante más de dos décadas.
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En 1923 el Museo vuelve a enfrentarse a una circunstancia nefasta: el  Estado vende la Quinta de Toca a la orden religiosa Hermanos La Salle y la institución sufre una nueva amenaza de desalojo. Esta vez, sin  embargo, la audacia de Morey aplazó el ultimátum por varios meses. Ante  la alerta de que las colecciones serían confinadas al [[Campamento Militar de Columbia]], Morey reparte al personal del Museo y a dos estudiantes,  entre los que se encontraba [[Julio Antonio Mella]] –el joven líder  revolucionario- los fusiles de la [[Primera Guerra Mundial]] que tenía entre  sus exponentes, protagonizando con ello un acto de valentía único en defensa del patrimonio.
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A la inhóspita e inadecuada casa familiar donde habían tenido su escuela los Hermanos Lasalle, en la calle Aguiar 108 ½ de la Habana  Vieja, fueron a colocarse finalmente las variadas e irregulares  colecciones del Museo, en un insólito y deslucido hospedaje de treinta  años. El 6 de febrero de 1924 reabre sus precarias trece salas una  entidad polivalente que incluía un inventario digno de una chambre de merveilles: objetos coloniales; reliquias de hombres célebres de Cuba;  historia (incluida una sala sobre Máximo Gómez); etnografía; arte cubano  colonial y contemporáneo; copias de cuadros célebres; obras de grandes  maestros; piezas de la antigüedad; pintura extranjera; artes  decorativas; lápidas conmemorativas, cañones del ejército español, y  diversas armas de la época colonial.
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Paralelamente no dejó de producirse en todos estos años una contienda  arquitectónica en busca de espacios para el Museo. Desde 1925 se había  elegido un lugar para la institución, que es, por cierto, el mismo en  que se asientan hoy las colecciones de arte cubano: la Plaza del  Polvorín o Mercado de Colón, como se le conoció posteriormente,  edificado entre 1882 y 1884. Dentro de los numerosos proyectos  arquitectónicos que durante años se presentaran sobresalió, en 1925, el del famoso dúo [[Evelio Govantes]] y [[Félix Cabarrocas]]. En 1951, sin embargo, se impone el nuevo proyecto de [[Alfonso Rodríguez Pichardo]] que tenía  como aspiración importante integrar las artes plásticas con la  arquitectura –hecho singular en La Habana de ese momento- incorporando  esculturas monumentales en el exterior, bajorrelieves, murales y otras  esculturas en espacios interiores públicos y en los muros del patio  central. El proyecto suscitó juicios tan dispares como el del Arq. [[Bens Arrate]], deplorando el fin de las bellas arcadas coloniales del Mercado  de Colón, emplazado en el lugar, y el del ilustre [[Alejo Carpentier]],  quien se felicitaba de que se levantara un moderno museo americano.<ref>Carpentier, Alejo; “Un nuevo museo americano”; Letra y Solfa; Artes  Visuales 3, 26 de mayo de 1957, pp. 213- 214. Editorial Letras Cubanas,  La Habana, 1993.</ref>
  
En la década del 40 se inciaron los trabajo en el Mercado, expuesto a la indiferencia gubernamental, y se autorizaron sucesivamente dos partidas presupuestales de 400 000 pesos para emprender las obras del Palacio de Bellas Artes, sobre los cimientos del viejo Mercado, incluida la restauración de las arcadas. Pero, cuando ya se habían hecho adelantos significativos en los pórticos y la entrada del edificio, las obras se paralizan por falta de crédito.
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Así pues, en la convulsa década del 50, luego del cuartelazo en que  usurpa el poder, la tiranía de Batista ''“trata de rodearse de una aureola de aquiescencia popular y para ello viabiliza con fines propagandísticos algunas necesidades reales”''.<ref>Rigol, Jorge. “Síntesis Histórica del Museo Nacional de Cuba”. Museo  Nacional de Cuba. Pintura. Editorial Letras Cubanas/ Editorial de Artes Aurora, Leningrado, 1978.</ref> Y una de esas necesidades era, sin dudas, la del Museo  Nacional, hacinado durante treinta años en una casa de familia. Por un  paradójico camino viene a solventarse pues, en los más duros años de  represión batistiana, el anhelo de cultura que representó siempre el  proyecto del Museo Nacional. El Decreto Ley del 26 de febrero de 1954  creó oficialmente el Patronato de Bellas Artes y Museos Nacionales.
  
En [[1949]] se retoma el problema del viejo Mercado y el futuro Museo.El arquitecto [[Manuel Febles]], ministro de Obras Públicas, propone una nueva alternativa con planta muy similar a la del proyecto de 1925, y los espacios interiores diferenciados en salas y galerías. Se preservan e incorporan también las elegantes arcadas neoclásicas, pero esta vez con un piso superior sobre ellas.
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=== El Palacio de Bellas Artes (1954) ===
  
En [[1951]] el [[Patronato Pro Museo Nacional]] apoya otro proyecto, del arquitecto [[Alfonso Rodríguez Pichardo]], que contenía un planteamiento arquitectónico y museográfico radicalmente diferente a los dos anteriores, pues además de rechazar la integración de partes del viejo Mercado, se adhiere a los códigos del movimiento de la arquitectura contemporánea. Finalmente, como escribiera el arquitecto [[Joaquín Weiss]] en su obra ''Arquitectura Colonial Cubana'', ¨se impuso la tesis de un edificio enteramente moderno y los arcos cayeron bajo el golpe implacable de la piqueta¨.
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El emplazamiento de las colecciones del Museo Nacional en el nuevo  edificio del Palacio de Bellas Artes ocurre finalmente en 1955. La  construcción de la flamante nueva sede sobre la base del proyecto de  Pichardo, la constitución del Patronato, y la honestidad y firmeza de  tantos años de Rodríguez Morey, reavivaron sin lugar a dudas las  donaciones y depósitos que siempre acompañaron al Museo. Esta vez,  importantes coleccionistas del país ofrecen depósitos de extraordinario  valor para la institución. Sobresalen entre ellos el legado de [[María Ruiz Olivares]], marquesa de Pinar del Río. En este valioso grupo de más  de setenta obras, se destacan el nutrido conjunto de [[Eugenio Lucas]], la  magnífica Santa Catalina de Alejandría de Zurbarán, así como obras de  [[Esteban Chartrand]], [[Valentín Sanz Carta]], y [[Víctor Patricio Landaluze]], entre otros autores. El depósito de carácter permanente más célebre lo  realizó en 1956 el Dr. [[Joaquín Gumá Herrera]], conde de Lagunillas<ref>La Colección del conde de Lagunillas contó desde su entrada al Museo con  un estato de depósito permanente. Lo mismo ocurre con el Legado  Carvajal, ya mencionado.</ref>, con su fabulosa colección de arte antiguo de Egipto, [[Etruria]], Grecia y  Roma fundamentalmente, y en la que se distinguen los nueve retratos  funerarios de Fayum y la espléndida colección de cerámica griega. Otros  valiosos conjuntos como los de Julio Lobo, Oscar B. Cintas y José Gómez  Mena, fueron también depositados en la nueva institución.
  
Sin embargo, durante la restauración del [[2000]], se descubrieron en el plano inferior de la fachada principal del Palacio de Bellas Artes, dos magníficos lienzos de piedra de cantería espléndidamente labrada. Las evidencias demuestran que, al menos esos fragmentos, sobrevivieron a la orden de demolición de las arcadas del Mercado de Colón ejecutada en 1951 y, tapiados en silencio, sirvieron de apoyo al cuerpo central de la fachada principal del Palacio de Bellas Artes.
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Durante unos años el edificio alberga no sólo al Museo Nacional, sino al Instituto Nacional de Cultura, que era entonces una dependencia del Ministerio de Educación. Esta institución, dirigida por Guillermo de Zéndegui, y cuyo Director artístico era el pintor [[Mario Carreño]], había  estado llevando adelante una labor de adquisiciones orientada  fundamentalmente al arte contemporáneo cubano <ref>Revista del Instituto Nacional de Cultura, Ministerio de Educación. Volumen 1; Año 1; No. 1, diciembre 1955, La Habana.</ref>. Proveniente de las  obras premiadas en los Salones Nacionales de Bellas Artes  fundamentalmente, el INC conformó la Sala Permanente de Artes Plásticas  de Cuba, que se exhibía en la segunda planta del Palacio de Bellas Artes. Esta sala comprendía pintura, escultura y grabado, y era  mayoritariamente moderna, aunque también incluía autores académicos. No  era, sin embargo, una sala histórica; no tenía pintura colonial ni  abarcaba toda la evolución de la plástica cubana. Desde el punto de vista del coleccionismo, podría decirse que este conjunto, al pasar a  fines de los años 50 al fondo del Museo Nacional, complementó  oportunamente los tesoros de este último con un perfil contemporáneo  inexistente hasta entonces.  
  
== El Palacio de Bellas Artes (1954)  ==
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=== Tras el triunfo de la Revolución ===  
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Con el triunfo de la Revolución cubana en  1959, triunfa también la gran tradición de pensamiento y acción  emancipatorios que había nacido en los albores mismos de nuestra  nacionalidad. Al llevar a vías de hecho el gran proyecto de justicia  social, la Revolución consuma un suceso cultural y creador sin  precedentes para la Isla.
  
El proyecto de Rodríguez Pichardo respondía a un programa arquitectónico bastante amplio, pero desde el punto de vista museológico, no rebasaba la concepción de un museo polivalente, o mixto, es decir, de colecciones variadas, prevalente a lo largo de todo el siglo XIX. Desde 1951, las obras se desarrollaron con lentitud, hasta que el gobierno del dictador [[Fulgencio Batista]] decide que el edificio del futuro Museo Nacional fuera la sede de la [[II Biena Hispanoamericana de Arte]], evento que, previsto para inaugurarse el [[18 de junio]] de [[1954]], suscitaría el rechazo de intelectuales y artistas cubanos.
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El éxodo masivo de la burguesía nacional a inicios de los años sesenta,  sacó a luz pública un cuantioso tesoro artístico poco conocido, que  conformaba los bienes de la clase dominante y de los grupos de poder. El  recién creado Departamento de Recuperación de Valores del Estado se  encargó de dar cuenta de este acervo a través de diversas exposiciones  públicas . El Museo Nacional, a la cabeza del cual se mantenía la respetada figura de Rodríguez Morey, se vió beneficiado por esta  recuperación de obras de arte. Por otra parte, los importantes depósitos  de colecciones particulares que se encontraban en el Museo desde 1955, formaron parte en lo adelante del patrimonio nacional.<ref>Bravet, Rogelio Luis. “Un tesoro de las mil y una noches”. Revista Bohemia, año 55, no. 43, 25 octubre, La Habana, 1963.</ref> De esta  manera, la institución acrecienta sus colecciones de forma significativa  y tal saturación de sus perfiles museológicos permitió transferir los  fondos de arqueología, historia y etnología hacia otras instituciones, de manera que el Museo se convirtió, exclusivamente, en una institución  de arte.
  
Para asegurar la conclusión de las obras, estas se vincularon a las asignaciones estatales de la Comisión del Centenario de Martí (1953)y, luego, de la Bienal, hasta que el Palacio de Bellas Artes es ¨reinaugurado¨ el [[14 de diciembre]] de [[1955]]. Pero el proyecto general y los programas funcionales para el nuevo edificio y el nuevo Museo, no fueron ejecutados según lo previsto.
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En 1964 cristalizó uno de los proyectos decisivos del Museo: las Galerías de arte cubano. Con ellas se ofrece el primer panorama  histórico-crítico de las artes plásticas cubanas desde una perspectiva  museológica, condensando tesoros largamente reunidos por diversas vías,  que permitieron una reflexión más completa de varios siglos de arte en  la Colonia, de la pintura académica, así como de varias generaciones de maestros modernos y contemporáneos.
  
Pintura y escultura se integran al edificio. En el plano superior de las dos fachadas mayores (calles Monserrate y Zulueta) se ubican cuatro conjuntos de los escultores [[Enrique Lozano]], [[Teodoro Ramos Blanco]], [[Juan José Sicre]] y [[Ernesto González Jerez]]. Junto al acceso principa, se yergue en la fachada la escultura de [[Rita Longa]] y en el balcón, sobre la misma fachada, la obra de [[Mateo Torriente]]. En los muros del tercer nivel del patio interior descubierto se ejecutaron 28 bajorrelieves de [[Ernesto Navarro]]. En el vestíbulo principal se encuentra el mural cerámico de [[Enrique Caravia]], frente a él, una obra de [[Eugenio Rodríguez]] y a ambos lados, dos relieves en mármol de Casagrán.
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Conformado ya con sus Salas de la Antigüedad (Colección Lagunillas), las Salas Europeas y la Galería Cubana, el Museo se sumerge en la vida cultural del país. Un importante conjunto de exposiciones transitorias  comienza a organizarse a partir de entonces. Se destacan,  particularmente, las retrospectivas de [[Amelia Peláez]], [[René Portocarrero]],  Víctor Manuel, Carlos Enríquez, [[Mariano Rodríguez]] y [[Marcelo Pogolotti]] durante los años 60 y principios de los 70, las que contribuyeron a establecer la valoración  crítica sobre la obra de estos autores, colocándolos a la altura que  merecían sus trayectorias, no totalmente conocidas por entonces. Ya en  los años 80, las retrospectivas de [[Umberto Peña]], [[Raúl Martínez]], [[Servando Cabrera Moreno]] y [[Alfredo Sosabravo]], continuaron este camino de estudio y  reflexión museológica en los maestros modernos. También es preciso  mencionar varios espacios expositivos que instrumentaron, vistos hoy en retrospectiva, una verdadera tradición plástica: El artista del mes y El  pequeño salón, comprometidos mayormente con el arte del día y donde  exhibieron artistas como [[Antonia Eiriz]], Raúl Martínez, Acosta León,  entre otros grandes creadores.
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Otro eje esencial del trabajo museológico ha sido su labor educativa.  Con un amplio plan de actividades para adultos y niños, el Museo puso a  disposición de todos, la cultura que detentaban sus colecciones. Entre ellas merece citarse la novedosa Sala Didáctica, creada en 1966, y que  permitía a los visitantes del Museo acercarse al lenguaje particular de  las artes plásticas, como paso previo para dialogar con sus salas  permanentes.
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No hubo prácticamente suceso relevante en la plástica que no tuviera  acogida en el Museo: el Salón de Mayo de 1968, el ya mítico Salón 70,  los Salones de la [[Unión de Escritores y Artistas de Cuba]], los Salones de  Paisaje y de Premiados, y las tres primeras ediciones de la Bienal de  La Habana, para citar solo algunos. La cultura universal, por su parte,  tuvo una gran acogida en nuestra institución. Muestras colosales como Retrato de México, El Arte de los Tracios en la  tierra búlgara, Tesoros del Perú arqueológico, Tapices franceses, entre  muchas otras. Más recientemente, las muestras personales de [[Rauschenberg]], [[Orozco]], [[Miró]], [[Picasso]], Equipo Crónica y otras tantas, han  prolongado una tradición que se abrió siempre a múltiples intereses  culturales.
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No es hasta finales de la década de los 80 que comenzó a abrirse paso  una nueva política de tesaurización que marca un viraje en su gestión  patrimonial. Los frutos de esta política hicieron posible que las  colecciones hayan crecido, modesta pero sostenidamente, durante los  últimos años.
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Durante las primeras décadas del siglo XX esta institución fue un  museo polivalente: la historia, la arqueología, la etnografía, las artes  decorativas y las artes plásticas formaban un conjunto azaroso y  desdibujado.  
  
Al constituirse en la más importante institución museística de la República, el museo cobijó todo cuanto suponía tener valor histórico cultural. El conjunto de la colección incluía la historia, la arqueología, la etnografía, las artes decorativas y las artes plásticas. Con el tiempo, el perfil museológico fue enriqueciéndose en el campo de las artes plásticas, tendencia que se consolidaría tras el triunfo de la Revolución.
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El impulso de la Revolución del 59 lo llevó a alcanzar su  perfil de museo de bellas artes. Y el aumento continuo de sus  colecciones lo transforma a partir de la remodelación capital culminada  en 2001, en un gran complejo museal, donde un nuevo edificio histórico  de la ciudad, el antiguo Centro Asturiano, alberga en lo adelante las colecciones extranjeras. Esta expansión esencial de los inmuebles y de  las colecciones ofrece actualmente al público una oportunidad realmente  valiosa de experiencia e interacción artística con un patrimonio que no  sólo nos habla desde el pasado, sino que participa en la construcción de la cultura presente, y con ello, en la del futuro.
  
 
== Colecciones  ==
 
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== Fuentes  ==
 
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* [http://www.museonacional.cult.cu/ Museo Nacional de Bellas Artes]
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* [http://www.lajiribilla.cu/2001/n12_julio/344_12.html#_edn17 Historia del Museo Nacional de Bellas Artes - La Jiribilla]
  
*[http://www.museonacional.cult.cu/ Museo Nacional de Bellas Artes]
 
 
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Revisión del 12:09 31 oct 2013

Para otros usos de este término, véase Museo Nacional de Bellas Artes (desambiguación).
Museo Nacional de Bellas Artes
Información sobre la plantilla
(MNBA)
250px
Entrada del edificio de Arte Universal.
Información geográfica
PaísBandera de Cuba Cuba
CiudadLa Habana
Información general
Inauguración28 de abril de 1913
ColeccionesArte Cubano
Arte Universal
Director(a)Moraima Clavijo Colom
Sitio webSitio Oficial
Museo Nacional de Bellas Artes. Es la institución encargada de atesorar, restaurar, conservar, promover e investigar las obras que forman parte del patrimonio plástico de Cuba. Posee un conjunto de salas en las que se exhiben colecciones de arte antiguo, colecciones europeas, salas especializadas en el arte de los maestros cubanos de todos los tiempos, y salas transitorias que acogen la creación plástica de artistas nacionales y extranjeros. También cuenta con una biblioteca especializada en artes plásticas y una gran colección de revistas y catálogos.

El Museo posee la más importante colección de Arte cubano existente, que abarca desde el siglo XVI hasta nuestros días. Se destacan los grabados coloniales del siglo XIX, las obras producidas entre 1898 y 1920 (pintura académica), las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX y las series de los grandes maestros cubanos, como Fidelio Ponce, Víctor Manuel, Carlos Enríquez y Wifredo Lam.

Los espacios de exhibición, renovados arquitectónica y museográficamente, y dotados de modernos sistemas de iluminación, climatización, control ambiental y seguridad integral, se organizan en ocho áreas temáticas principales, que incluyen 24 salas o espacios concebidos para ser visitados de forma secuencial o a partir de alternativas de libre elección.

Las colecciones englobadas bajo la denominación de Arte universal se hospedan en otro edificio, antigua sede del Centro Asturiano, aledaño al Parque Central de La Habana, e incluyen conjuntos temáticos de obras de todas las áreas o zonas importantes del arte occidental, lo que determina que el Museo Nacional supere a otras instituciones similares de América Latina. Entre estas colecciones se destacan la de arte español, con los más importantes pintores del siglo XIX (Sorolla, Lucas Velázquez, Mariano Fortuny, Raimundo de Madrazo y Zuloaga); la de retratos ingleses de los siglos XVIII y XIX; y la colección de arte clásico antiguo, con un rico conjunto de piezas escultóricas y cerámica de Egipto, Grecia y Roma.

Historia

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Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes.

Un cubano ilustre, el reputado arquitecto Emilio Heredia Mora (1872-1917), descendiente del gran poeta José María Heredia, hizo un llamado público el 1 de noviembre de 1910 en el diario "La Discusión" para recabar apoyo oficial de instituciones públicas y privadas con el fin de realizar el antiguo sueño de un museo. En el lapso de dos años, numerosas instituciones civiles y religiosas, artistas y coleccionistas, donaron, prestaron, depositaron o transfirieron lo que sería el núcleo inicial de sus colecciones sin que en sus inicios se proyectaran líneas de colección ni se vislumbrara perfil museal alguno. La mayoría de los donativos era de carácter histórico –tenía que ver con cubanos sobresalientes y mártires de la independencia – pero también con la arqueología, la etnografía, las artes, los archivos, la historia natural y el mobiliario. Entre las donaciones importantes de ese período cabe mencionar la efectuada en 1912 por la Academia de Pintura de San Alejandro, que cediera parte de su Galería Didáctica con un núcleo importante de pintura europea.

Cuando se anuncia el Decreto #183, del 23 de febrero de 1913, ya la sociedad había contribuido con el empeño recolector y el Museo se inaugura oficialmente el 28 de abril de ese mismo año gracias a esas prestaciones públicas y a la voluntad de Heredia. Su primera sede estuvo ubicada en una sección del edificio conocido como Antiguo Frontón, en la calle Concordia esquina a Lucena, en el centro de la ciudad. En 1915 el Ayuntamiento de La Habana reclamó el emplazamiento y la joven institución tuvo que trasladarse al nuevo lugar que se le asignó en 1917. Se trataba de la Quinta de Toca, en la Avenida de Carlos III, que representó, a pesar de todo, un local más adecuado. No obstante, la nueva sede necesitó modificaciones que fueron costosas y que mantuvieron cerrada la institución hasta finales de 1917. Durante el año 1918 se produce un nuevo cierre y no es puesta a servicio público hasta el 20 de mayo de 1919. En 1917 fallece el arquitecto fundador, Heredia, y en 1918 es nombrado como director Antonio Rodríguez Morey.

Morey dedicó casi cincuenta años de su vida al Museo Nacional. Aún hoy, pasados los años, hay pocas zonas del trabajo especializado de la institución que no recuerden sus desvelos, que no tengan sus huellas directas. El primer sistema integral de registro de obras, el Diccionario biográfico de autores cubanos, su impecable documentación y sus archivos, son parte esencial de la historia del Museo. Hasta su muerte, ocurrida en 1967, Rodríguez Morey fue el director tesonero y emprendedor que libró innumerables batallas por el Museo.

En 1923 el Museo vuelve a enfrentarse a una circunstancia nefasta: el Estado vende la Quinta de Toca a la orden religiosa Hermanos La Salle y la institución sufre una nueva amenaza de desalojo. Esta vez, sin embargo, la audacia de Morey aplazó el ultimátum por varios meses. Ante la alerta de que las colecciones serían confinadas al Campamento Militar de Columbia, Morey reparte al personal del Museo y a dos estudiantes, entre los que se encontraba Julio Antonio Mella –el joven líder revolucionario- los fusiles de la Primera Guerra Mundial que tenía entre sus exponentes, protagonizando con ello un acto de valentía único en defensa del patrimonio.

A la inhóspita e inadecuada casa familiar donde habían tenido su escuela los Hermanos Lasalle, en la calle Aguiar 108 ½ de la Habana Vieja, fueron a colocarse finalmente las variadas e irregulares colecciones del Museo, en un insólito y deslucido hospedaje de treinta años. El 6 de febrero de 1924 reabre sus precarias trece salas una entidad polivalente que incluía un inventario digno de una chambre de merveilles: objetos coloniales; reliquias de hombres célebres de Cuba; historia (incluida una sala sobre Máximo Gómez); etnografía; arte cubano colonial y contemporáneo; copias de cuadros célebres; obras de grandes maestros; piezas de la antigüedad; pintura extranjera; artes decorativas; lápidas conmemorativas, cañones del ejército español, y diversas armas de la época colonial.

Paralelamente no dejó de producirse en todos estos años una contienda arquitectónica en busca de espacios para el Museo. Desde 1925 se había elegido un lugar para la institución, que es, por cierto, el mismo en que se asientan hoy las colecciones de arte cubano: la Plaza del Polvorín o Mercado de Colón, como se le conoció posteriormente, edificado entre 1882 y 1884. Dentro de los numerosos proyectos arquitectónicos que durante años se presentaran sobresalió, en 1925, el del famoso dúo Evelio Govantes y Félix Cabarrocas. En 1951, sin embargo, se impone el nuevo proyecto de Alfonso Rodríguez Pichardo que tenía como aspiración importante integrar las artes plásticas con la arquitectura –hecho singular en La Habana de ese momento- incorporando esculturas monumentales en el exterior, bajorrelieves, murales y otras esculturas en espacios interiores públicos y en los muros del patio central. El proyecto suscitó juicios tan dispares como el del Arq. Bens Arrate, deplorando el fin de las bellas arcadas coloniales del Mercado de Colón, emplazado en el lugar, y el del ilustre Alejo Carpentier, quien se felicitaba de que se levantara un moderno museo americano.[1]

Así pues, en la convulsa década del 50, luego del cuartelazo en que usurpa el poder, la tiranía de Batista “trata de rodearse de una aureola de aquiescencia popular y para ello viabiliza con fines propagandísticos algunas necesidades reales”.[2] Y una de esas necesidades era, sin dudas, la del Museo Nacional, hacinado durante treinta años en una casa de familia. Por un paradójico camino viene a solventarse pues, en los más duros años de represión batistiana, el anhelo de cultura que representó siempre el proyecto del Museo Nacional. El Decreto Ley del 26 de febrero de 1954 creó oficialmente el Patronato de Bellas Artes y Museos Nacionales.

El Palacio de Bellas Artes (1954)

El emplazamiento de las colecciones del Museo Nacional en el nuevo edificio del Palacio de Bellas Artes ocurre finalmente en 1955. La construcción de la flamante nueva sede sobre la base del proyecto de Pichardo, la constitución del Patronato, y la honestidad y firmeza de tantos años de Rodríguez Morey, reavivaron sin lugar a dudas las donaciones y depósitos que siempre acompañaron al Museo. Esta vez, importantes coleccionistas del país ofrecen depósitos de extraordinario valor para la institución. Sobresalen entre ellos el legado de María Ruiz Olivares, marquesa de Pinar del Río. En este valioso grupo de más de setenta obras, se destacan el nutrido conjunto de Eugenio Lucas, la magnífica Santa Catalina de Alejandría de Zurbarán, así como obras de Esteban Chartrand, Valentín Sanz Carta, y Víctor Patricio Landaluze, entre otros autores. El depósito de carácter permanente más célebre lo realizó en 1956 el Dr. Joaquín Gumá Herrera, conde de Lagunillas[3], con su fabulosa colección de arte antiguo de Egipto, Etruria, Grecia y Roma fundamentalmente, y en la que se distinguen los nueve retratos funerarios de Fayum y la espléndida colección de cerámica griega. Otros valiosos conjuntos como los de Julio Lobo, Oscar B. Cintas y José Gómez Mena, fueron también depositados en la nueva institución.

Durante unos años el edificio alberga no sólo al Museo Nacional, sino al Instituto Nacional de Cultura, que era entonces una dependencia del Ministerio de Educación. Esta institución, dirigida por Guillermo de Zéndegui, y cuyo Director artístico era el pintor Mario Carreño, había estado llevando adelante una labor de adquisiciones orientada fundamentalmente al arte contemporáneo cubano [4]. Proveniente de las obras premiadas en los Salones Nacionales de Bellas Artes fundamentalmente, el INC conformó la Sala Permanente de Artes Plásticas de Cuba, que se exhibía en la segunda planta del Palacio de Bellas Artes. Esta sala comprendía pintura, escultura y grabado, y era mayoritariamente moderna, aunque también incluía autores académicos. No era, sin embargo, una sala histórica; no tenía pintura colonial ni abarcaba toda la evolución de la plástica cubana. Desde el punto de vista del coleccionismo, podría decirse que este conjunto, al pasar a fines de los años 50 al fondo del Museo Nacional, complementó oportunamente los tesoros de este último con un perfil contemporáneo inexistente hasta entonces.

Tras el triunfo de la Revolución

Con el triunfo de la Revolución cubana en 1959, triunfa también la gran tradición de pensamiento y acción emancipatorios que había nacido en los albores mismos de nuestra nacionalidad. Al llevar a vías de hecho el gran proyecto de justicia social, la Revolución consuma un suceso cultural y creador sin precedentes para la Isla.

El éxodo masivo de la burguesía nacional a inicios de los años sesenta, sacó a luz pública un cuantioso tesoro artístico poco conocido, que conformaba los bienes de la clase dominante y de los grupos de poder. El recién creado Departamento de Recuperación de Valores del Estado se encargó de dar cuenta de este acervo a través de diversas exposiciones públicas . El Museo Nacional, a la cabeza del cual se mantenía la respetada figura de Rodríguez Morey, se vió beneficiado por esta recuperación de obras de arte. Por otra parte, los importantes depósitos de colecciones particulares que se encontraban en el Museo desde 1955, formaron parte en lo adelante del patrimonio nacional.[5] De esta manera, la institución acrecienta sus colecciones de forma significativa y tal saturación de sus perfiles museológicos permitió transferir los fondos de arqueología, historia y etnología hacia otras instituciones, de manera que el Museo se convirtió, exclusivamente, en una institución de arte.

En 1964 cristalizó uno de los proyectos decisivos del Museo: las Galerías de arte cubano. Con ellas se ofrece el primer panorama histórico-crítico de las artes plásticas cubanas desde una perspectiva museológica, condensando tesoros largamente reunidos por diversas vías, que permitieron una reflexión más completa de varios siglos de arte en la Colonia, de la pintura académica, así como de varias generaciones de maestros modernos y contemporáneos.

Conformado ya con sus Salas de la Antigüedad (Colección Lagunillas), las Salas Europeas y la Galería Cubana, el Museo se sumerge en la vida cultural del país. Un importante conjunto de exposiciones transitorias comienza a organizarse a partir de entonces. Se destacan, particularmente, las retrospectivas de Amelia Peláez, René Portocarrero, Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Mariano Rodríguez y Marcelo Pogolotti durante los años 60 y principios de los 70, las que contribuyeron a establecer la valoración crítica sobre la obra de estos autores, colocándolos a la altura que merecían sus trayectorias, no totalmente conocidas por entonces. Ya en los años 80, las retrospectivas de Umberto Peña, Raúl Martínez, Servando Cabrera Moreno y Alfredo Sosabravo, continuaron este camino de estudio y reflexión museológica en los maestros modernos. También es preciso mencionar varios espacios expositivos que instrumentaron, vistos hoy en retrospectiva, una verdadera tradición plástica: El artista del mes y El pequeño salón, comprometidos mayormente con el arte del día y donde exhibieron artistas como Antonia Eiriz, Raúl Martínez, Acosta León, entre otros grandes creadores.

Otro eje esencial del trabajo museológico ha sido su labor educativa. Con un amplio plan de actividades para adultos y niños, el Museo puso a disposición de todos, la cultura que detentaban sus colecciones. Entre ellas merece citarse la novedosa Sala Didáctica, creada en 1966, y que permitía a los visitantes del Museo acercarse al lenguaje particular de las artes plásticas, como paso previo para dialogar con sus salas permanentes.

No hubo prácticamente suceso relevante en la plástica que no tuviera acogida en el Museo: el Salón de Mayo de 1968, el ya mítico Salón 70, los Salones de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, los Salones de Paisaje y de Premiados, y las tres primeras ediciones de la Bienal de La Habana, para citar solo algunos. La cultura universal, por su parte, tuvo una gran acogida en nuestra institución. Muestras colosales como Retrato de México, El Arte de los Tracios en la tierra búlgara, Tesoros del Perú arqueológico, Tapices franceses, entre muchas otras. Más recientemente, las muestras personales de Rauschenberg, Orozco, Miró, Picasso, Equipo Crónica y otras tantas, han prolongado una tradición que se abrió siempre a múltiples intereses culturales.

No es hasta finales de la década de los 80 que comenzó a abrirse paso una nueva política de tesaurización que marca un viraje en su gestión patrimonial. Los frutos de esta política hicieron posible que las colecciones hayan crecido, modesta pero sostenidamente, durante los últimos años.

Durante las primeras décadas del siglo XX esta institución fue un museo polivalente: la historia, la arqueología, la etnografía, las artes decorativas y las artes plásticas formaban un conjunto azaroso y desdibujado.

El impulso de la Revolución del 59 lo llevó a alcanzar su perfil de museo de bellas artes. Y el aumento continuo de sus colecciones lo transforma a partir de la remodelación capital culminada en 2001, en un gran complejo museal, donde un nuevo edificio histórico de la ciudad, el antiguo Centro Asturiano, alberga en lo adelante las colecciones extranjeras. Esta expansión esencial de los inmuebles y de las colecciones ofrece actualmente al público una oportunidad realmente valiosa de experiencia e interacción artística con un patrimonio que no sólo nos habla desde el pasado, sino que participa en la construcción de la cultura presente, y con ello, en la del futuro.

Colecciones

Exhibe colecciones de arte cubano y arte universal con carácter permanente.

Arte cubano

Arte universal

Referencias

Fuentes