Diferencia entre revisiones de «Preparación para el Moncada»

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Cuando estuvo hecho el chilindrón de Renato, Abel no quiso comer. Iba  a Santiago acompañar  a un viejo matrimonio  que vivía  frente a la casa de Siboney. Tal vez sea el último  carnaval que vean, pensé, rememoró  Haydée.
 
Cuando estuvo hecho el chilindrón de Renato, Abel no quiso comer. Iba  a Santiago acompañar  a un viejo matrimonio  que vivía  frente a la casa de Siboney. Tal vez sea el último  carnaval que vean, pensé, rememoró  Haydée.
 
Después fue la muerte de Boris, el novio amado, y la de Abel, el hermano entrañable . La muerte gobernando  y Yeyé queriendo asumir  todos los riesgos para salvar la vida de los demás.
 
Después fue la muerte de Boris, el novio amado, y la de Abel, el hermano entrañable . La muerte gobernando  y Yeyé queriendo asumir  todos los riesgos para salvar la vida de los demás.
Pensaba en casa, en Melba, que estaba a mi lado, en los muchachos.
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Pensaba en casa, en Melba, que estaba a mi lado, en los muchachos.
 
A esa hora  no se me hubiera ocurrido pensar en la muerte, pero había dos cosas que me punzaban con dolor. Si todo se acaba, que quede Fidel, por él se hará la revolución  y nuestras vidas y nuestros hechos  tendrán un significación; la otra se me reveló  mucho después, con una terrible angustia, cuando nuestros muertos quedaron  entre la sangre y la tierra, y ya supimos  que no lo volveríamos  a ver, temí que me separan  de Melba. Recuerdo a Melba tratando de protegerme; yo tratando  de protegerla a ella y unos a los otros  tratando de protegernos.
 
A esa hora  no se me hubiera ocurrido pensar en la muerte, pero había dos cosas que me punzaban con dolor. Si todo se acaba, que quede Fidel, por él se hará la revolución  y nuestras vidas y nuestros hechos  tendrán un significación; la otra se me reveló  mucho después, con una terrible angustia, cuando nuestros muertos quedaron  entre la sangre y la tierra, y ya supimos  que no lo volveríamos  a ver, temí que me separan  de Melba. Recuerdo a Melba tratando de protegerme; yo tratando  de protegerla a ella y unos a los otros  tratando de protegernos.
Fui al Moncada  con las personas que más amaba. Allí  estaban Abel y Boris  y estaba Melba y estaban Fidel y Renato y Elpidio y el poeta Raúl,  Mario  y Chernard y los demás  muchachos, y estaba Cuba  y en juego la dignidad de nuestro pueblo ofendido y la libertad  ultrajada, y la  Revolución  que le devolvería  al pueblo su destino.
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Fui al Moncada  con las personas que más amaba. Allí  estaban Abel y Boris  y estaba Melba y estaban Fidel y Renato y Elpidio y el poeta Raúl,  Mario  y Chernard y los demás  muchachos, y estaba Cuba  y en juego la dignidad de nuestro pueblo ofendido y la libertad  ultrajada, y la  Revolución  que le devolvería  al pueblo su destino.
 
Melba: Si hubiéramos ido al Moncada llorando, no hubiéramos ido.
 
Melba: Si hubiéramos ido al Moncada llorando, no hubiéramos ido.
Nadie que haga las cosas con tristeza  puede triunfar, ni sentirse feliz.
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Nadie que haga las cosas con tristeza  puede triunfar, ni sentirse feliz.
 
Las cosas de la vida, las que más nos gustan y las que menos, hay que hacerlas  con una dosis de alegría y humor. De lo contrario, lo bueno perderá  un poco su encanto  y lo regular tendrá sabor a malo.
 
Las cosas de la vida, las que más nos gustan y las que menos, hay que hacerlas  con una dosis de alegría y humor. De lo contrario, lo bueno perderá  un poco su encanto  y lo regular tendrá sabor a malo.
 
Admiro a la gente  que sonríe, y este pueblo  nuestro sabe hacerlo aun en los momentos  más difíciles.
 
Admiro a la gente  que sonríe, y este pueblo  nuestro sabe hacerlo aun en los momentos  más difíciles.
Recordamos ambas,  cuando años atrás podíamos ver a simple vista  los barcos [[norteamericanos]]  merodeando  las costas, cuando los peligros  de invasión  y bombardeos eran cosa de todos los días, y la gente no dejaba de bromear.
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Recordamos ambas,  cuando años atrás podíamos ver a simple vista  los barcos [[norteamericanos]]  merodeando  las costas, cuando los peligros  de invasión  y bombardeos eran cosa de todos los días, y la gente no dejaba de bromear.
 
Nosotros éramos  muy jóvenes cuando preparábamos lo del Moncada, pero lo suficientemente responsables como para tomar la decisión  de dar aquel golpe de suerte, con cuatro fusilitos de nada. Recuerdo que siempre estábamos  de fiesta: Horas antes del asalto, allá en la [[granjita Siboney]],  Yeyé, Renato Guitart, Elpidio Sosa y  yo, preparábamos un fricasé de pollo en medio de una gran algarabía.
 
Nosotros éramos  muy jóvenes cuando preparábamos lo del Moncada, pero lo suficientemente responsables como para tomar la decisión  de dar aquel golpe de suerte, con cuatro fusilitos de nada. Recuerdo que siempre estábamos  de fiesta: Horas antes del asalto, allá en la [[granjita Siboney]],  Yeyé, Renato Guitart, Elpidio Sosa y  yo, preparábamos un fricasé de pollo en medio de una gran algarabía.
 
Faltaba ABEL, ¿a que tu no sabes dónde andaba Abel? Pues invitando  a los carnavales  a un matrimonio  gallego que vivía hacía 40 o 50 años  encaramado en una loma.
 
Faltaba ABEL, ¿a que tu no sabes dónde andaba Abel? Pues invitando  a los carnavales  a un matrimonio  gallego que vivía hacía 40 o 50 años  encaramado en una loma.

Revisión del 14:37 12 ene 2011

Plantilla:Hechos Preparación para el Moncada.Entrevista realizada a Melba sobre los preparativos para el Moncada, publicada en la Revista Mujeres en 1988.

La Despedida

Cuando se iban para el Moncada Yeyé y su hermano Abel fueron a la casona familiar, en el otrora Central Constancia, enEncrucijada, a despedirse de los viejos, de la familia. Ella recordaría después como cuando fueron a dejar a la casa por la madrugada para regresar a La Habana, su hermana Aída les advirtió que pusieran cuidado en no despertarle a la niña. Abel quiso cargarla, quiso besarla. Y Yeyé dijo: Déjanos, a lo mejor es la última vez que la vemos. Aída la miró alarmada y ella quiso hacerle un chiste: A lo mejor es en la carretera donde quedamos.

Partida a Santiago

Sin mucho preguntar, las dos mujeres partieron rumbo a Santiago de Cuba, asumiendo de entrada la parte que se les asignó. Claro que no faltó el deseo de protegerlas. Llevarlas al combate resultaba penoso a la sensibilidad de Fidel. El razonamiento esgrimido por ambas fue concluyente: Si estamos en pugna abierta contra cualquier tipo de discriminación, ¿por qué establecer distinciones en esto? La víspera del ataque al Moncada, en aquella madrugada fundadora, estaban en la granjita Siboney, Haydée, Melba, Abel, Renato y Elpidio Sosa. Yeyé recordaría después que a Renato se le ocurrió hacer un chilindrón de pollo. Me reí cuando me lo dijo y empecé a argumentarle que no era un chilindrón, sino un fricasé. Cuando estuvo hecho el chilindrón de Renato, Abel no quiso comer. Iba a Santiago acompañar a un viejo matrimonio que vivía frente a la casa de Siboney. Tal vez sea el último carnaval que vean, pensé, rememoró Haydée. Después fue la muerte de Boris, el novio amado, y la de Abel, el hermano entrañable . La muerte gobernando y Yeyé queriendo asumir todos los riesgos para salvar la vida de los demás. Pensaba en casa, en Melba, que estaba a mi lado, en los muchachos. A esa hora no se me hubiera ocurrido pensar en la muerte, pero había dos cosas que me punzaban con dolor. Si todo se acaba, que quede Fidel, por él se hará la revolución y nuestras vidas y nuestros hechos tendrán un significación; la otra se me reveló mucho después, con una terrible angustia, cuando nuestros muertos quedaron entre la sangre y la tierra, y ya supimos que no lo volveríamos a ver, temí que me separan de Melba. Recuerdo a Melba tratando de protegerme; yo tratando de protegerla a ella y unos a los otros tratando de protegernos. Fui al Moncada con las personas que más amaba. Allí estaban Abel y Boris y estaba Melba y estaban Fidel y Renato y Elpidio y el poeta Raúl, Mario y Chernard y los demás muchachos, y estaba Cuba y en juego la dignidad de nuestro pueblo ofendido y la libertad ultrajada, y la Revolución que le devolvería al pueblo su destino. Melba: Si hubiéramos ido al Moncada llorando, no hubiéramos ido. Nadie que haga las cosas con tristeza puede triunfar, ni sentirse feliz. Las cosas de la vida, las que más nos gustan y las que menos, hay que hacerlas con una dosis de alegría y humor. De lo contrario, lo bueno perderá un poco su encanto y lo regular tendrá sabor a malo. Admiro a la gente que sonríe, y este pueblo nuestro sabe hacerlo aun en los momentos más difíciles. Recordamos ambas, cuando años atrás podíamos ver a simple vista los barcos norteamericanos merodeando las costas, cuando los peligros de invasión y bombardeos eran cosa de todos los días, y la gente no dejaba de bromear. Nosotros éramos muy jóvenes cuando preparábamos lo del Moncada, pero lo suficientemente responsables como para tomar la decisión de dar aquel golpe de suerte, con cuatro fusilitos de nada. Recuerdo que siempre estábamos de fiesta: Horas antes del asalto, allá en la granjita Siboney, Yeyé, Renato Guitart, Elpidio Sosa y yo, preparábamos un fricasé de pollo en medio de una gran algarabía. Faltaba ABEL, ¿a que tu no sabes dónde andaba Abel? Pues invitando a los carnavales a un matrimonio gallego que vivía hacía 40 o 50 años encaramado en una loma. Decidió que como el asalto iba a interrumpir los carnavales de Santiago, y ellos no sabían qué era aquella fiesta, los llevaría a fiestar un rato. Fíjate qué gesto tan humano y tan lindo, a pocas horas de la batalla. Mira, en los primeros años de la Revolución yo me preguntaba muchas veces a quien entregaría mi bandera de batalla, en que manos la depositaría para que continuara mi obra. ¿Sabes una cosa? Sin darme cuenta hace tiempo dejé de hacerme esa pregunta: Mi bandera puede tomarla, cuando yo me muera , cualquiera de ustedes: se que seguirá adelante. Nosotros, los que comenzamos esta dura y difícil batalla de la Revolución, sin olvidar a los que muchas veces lo intentaron antes, lo sentimos felices porque estamos realizados, y lo más importante: que detrás vienen ustedes, todos ustedes. Creo que si algo debemos reforzar más es la cruzada en aras del amor de la ternura, de la alegría que algunas veces alguien pierde por ahí. Se trata de impregnar en la gente alguna dosis de humor, esa simpatía típica del cubano, porque esta obra que estamos haciendo no es fácil y que dan aún muchas tareas grandes por realizar. Pero si se hacen con alegría salen mejor porque, te repito: si nosotros hubiéramos ido al Moncada llorando, no hubiéramos ido.

Condena y divulgación del Manuscrito

Haydée y Melba fueron juzgadas y condenadas a siete meses de prisión. Unidades en la lucha, en la historia y en la lealtad a Fidel y a la Revolución, a las dos se mostraron serenas y firmes ante los jueces que las juzgaban, denunciando cómo habían sido asesinados todos los prisioneros de aquel día. Aquel día en que ellas, con los demás moncadistas, marcharon hacia el centro de la Historia. Una vez liberadas las dos heroicas mujeres, la primera misión de Haydée y Melba fue divulgar clandestinamente el Mensaje a Cuba que sufre, manifiesto en que Fidel explica al pueblo cómo fueron salvajemente masacrados los combatientes del Moncada. Enseguida, otra, trascendental: editar y distribuir La Historia me Absolverá, que Fidel había reconstruido y hecho salir de la cárcel hoja a hoja. Incansables después del triunfo de enero, las dos continuaron fundando, creando, dando alegría, ejemplo y estímulo. Yeyé sigue iluminándonos desde otra estrella; Melba nos acompaña con su optimismo y vitalidad. Son, sencillamente, imprescindible.

Fuentes

  • Revista Mujer Fragmentos de una entrevista publicada en 1988 pagina 72 y 73