Bernardo José de Urrutia y Matos
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Bernardo José de Urrutia y Matos. Fue un abogado español residente en la colonia de Cuba que representaba los intereses de los accionistas habaneros de la Real Compañía de Comercio de La Habana y para la cual elaboró y elevó a la Corte española en 1749 un "Resumen de los intereses y posibles aumentos de la Isla de Cuba en cuanto comerciable", compendio estadístico que trataba sobre las supuestas ventajas que ofrecía a la metrópoli española la Real Compañía de Comercio de La Habana, como ejemplo de apertura comercial entre España y su colonia de Cuba y que es el documento de este tipo hecho en Cuba que se conserva en los archivos españoles[1].
También se tiene noticia de otro manuscrito suyo ya desaparecido “Historia de los principales edificios de La Habana”[2] prueba del interés que ya despertaban en su época los componentes del medio urbano como objeto de atención intelectual. La represión entraría en escena décadas después, de la mano del doctor Bernardo de Urrutia y Matos, una de las más prominentes figuras de la administración colonial de la Isla de Cuba, quien estuvo en el centro del acontecer político-burocrático habanero entre 1725 y 1752. Fue asesor de varios gobernadores y en su condición de accionista y abogado de la Real Compañía de Comercio de La Habana redactó, a principios de 1750, un extenso memorial titulado "Resumen de los intereses y posibles aumentos de la isla de Cuba, en cuanto comerciable, según el presente estado de sus negocios y gobierno". Se trata de una abierta y tendenciosa defensa de la actuación de la empresa, pero, a la vez, constituye el más antiguo estudio sobre la economía cubana que ha llegado a nosotros y es por ello que mayormente se le recuerda.
En la trayectoria pública de Bernardo de Urrutia se destaca, como una permanente obsesión, su lucha por erradicar la prostitución, lacra que él ─como algunos de sus contemporáneos─ ingenuamente pensaba eliminar con la creación de una Casa de Recogidas. La más antigua constancia documental de este empeño la encontramos en una de las mandas de su primer testamento, otorgado en 1740, en la cual imponía quinientos pesos con ese fin.
La asunción del mando político-militar de la Isla por el mariscal Juan Antonio Tineo y Fuertes, en 1746, significó para Urrutia una posibilidad real de plasmación de su idea. En Tineo encontró un oído receptivo, pero el paso de éste por la gobernación isleña fue fugaz y su actuación al respecto no pudo ir más allá de adquirir un terreno frente a la Puerta de Tierra de la muralla habanera y levantar algunas paredes de la casa. Su rápido fallecimiento, el 21 de julio de ese mismo año, dio al traste con las ilusiones de Urrutia.
En 1749, durante su ejercicio como Alcalde Ordinario de facto de la Jurisdicción de La Habana, impuesto por el gobernador Cajigal de la Vega, Urrutia emprendió una cruzada personal con la vana intención de moralizar a una de las ciudades más corrompidas del Continente. En ella, además de la persecución de los duelistas, jugadores, ladrones, perjuros, destiladores clandestinos de aguardiente, vagabundos, etcétera, no podía faltar el propósito de erradicar la prostitución, esa vieja obsesión suya, nacida de su fanatismo religioso. En su lucha por extirpar lo que el denominaba "el vicio de la incontinencia escandalosa", a lo largo de aquel año Don Bernardo metió en la cárcel a 88 mujeres. De ellas, deportó tres a La Florida, obligó a otras a casarse y a más de 25 a servir como criadas, y el resto, o se fueron de La Habana, "o ─según él decía─ están de tal modo ocultas que no se sienten".
Pero lo más singular de la cruzada de Urrutia no fue lo antes dicho, sino que "para el general terror" ─como él mismo decía─ instaló una jaula en una de las principales plazas de la villa, para encerrar en ella a las "escandalosas incorregibles", a la vista de toda la población. Desconocemos cuál fue la reacción de los habaneros ante la desmesura de Urrutia, pero sí sabemos la de algunos regidores de su Ayuntamiento. El 28 de diciembre de 1749, siete de ellos se referían a Urrutia en carta al Rey: "[...] a fijado una haula para exponer a la verguensa publica a las mugeres notoriamente relajadas. Ynvenzion que segun notisias no tiene exemplar en los dominios de V.M. sino entre los extranjeros y que solo se averificado la afrenta en una negra, y china, quisa desgraciadas, por desvalidas".
A principios del año siguiente el suplicio se mantenía, y el apoderado del Cabildo habanero en la Corte lo mencionaba en un nuevo memorial:
[...] siendo una mui notable, como nueba en los Dominios de V.M. la de haber hecho un nuebo suplicio a modo de jaula para afrentar a las mugeres escandalosas, en que precindiendo de sus delictos, la han sufrido dos miseras, una China, y otra Negra, contra todo lo que prescriben las Leyes, Reglas é Ynstrucciones de Corregidores, y otros Magistrados, que mas sirven de irrision por lo nuebo y ridiculo, que de escarmiento.
Y dicho apoderado incluía entre sus peticiones: "[...] Que se quite la Jaula de nueba imbencion para suplicio de mujeres escandalosas, y se castiguen conforme a las Leyes [...]".
Urrutia y su jaula protagonizaron uno de los episodios más insólitos de la historia social habanera. Pretendía combatir el escándalo con el escándalo y exponer a mujeres a la vergüenza pública en una especie de picota moral. Falleció el 20 de junio de 1752, sin haber alcanzado su propósito institucional ─la creación de la Casa de Recogidas de La Habana─, que sólo se haría realidad más de dos décadas después de su muerte. Fue, quizás, el más implacable e ingenuo moralizador que tuvimos en nuestra etapa colonial. Pero la vida se impuso sobre él y sobre todos los obispos y gobernadores que le sucedieron. Ni las paredes de una Casa de Recogidas, ni ninguna otra medida represiva podían poner coto a un fenómeno cuyas causas son sociales y económicas.
Referencias
- ↑ Legajo 1157. Audiencia de Santo Domingo. Archivo General de Indias. Sevilla. Publicado por Leví Marrero en Bernardo José de Urrutia y Matos. Cuba Fomento de la Isla. 1749. Primer estudio geo-económico de la Isla. Ediciones Capiro. Puerto Rico. 1993
- ↑ Trelles, Carlos. Bibliografía cubana de los siglos XVII y XVIII. Segunda Edición. Imprenta del Ejército. La Habana. 1927
http://www.revistacaliban.cu/articulo.php?numero=13&article_id=142