Haroldo de Campos

Haroldo de Campos
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NombreHaroldo Eurico Browne de Campos
Nacimiento19 de agosto de 1929
Fallecimiento16 de agosto de 2003
Nacionalidadbrasileña
Ciudadaníabrasileña
Ocupaciónfilólogo y poeta

Haroldo de Campos, crítico, (Sao Paulo, 19 de agosto de 1929 - 16 de agosto de 2003) fue un poeta, traductor y filólogo brasileño. Quiso reescribir la historia de la literatura brasileña.

Vida

Impulsor de la poesía concreta en los años cincuenta junto a Augusto de Campos y Décio Pignatari, Haroldo hizo un enorme trabajo de traducción poética, trasladando poéticamente al portugués de Brasil textos provenientes de lenguas como el inglés, alemán, francés, ruso, provenzal, italiano, español, griego, latín, hebreo, japonés y chino. Tradujo e introdujo en Brasil, entre otros, los Cantares (1960) de Ezra Pound, un ''Panaroma do Finnegans Wake'' (1962) de Joyce, Maiakovski y la poesía rusa moderna (1968), los poetas provenzales (1968), Mallarmé (1974), fragmentos de Dante (1976), del Fausto de Goethe (1981) y de la Biblia (1990-2004), Blanco de Octavio Paz (publicado como Transblanco en 1986), teatro japonés (1994), poesía china (1996) y la Ilíada (2001-2002) de Homero; con todo ello, introdujo además procedimientos literarios asociados a dichas obras, que a su vez incorporaba al patrimonio vivo de la literatura brasileña.

Obra

La obra de Haroldo de Campos estuvo marcada por el signo del comienzo, de un renacimiento constante: “y comienzo aquí y peso aquí este comienzo y recomienzo y sopeso y arremeto” dice, en traducción de Reynaldo Jiménez, el primer verso de sus Galaxias ([[[1984]]). De Campos fue crítico, teórico, traductor, traductólogo, mediador cultural y –por encima de todo– poeta. Este autor, que profesó la teoría oswaldiana de la antropofagia, practicó con entusiasmo en todos los campos en los que actuó una crítica al servicio de la creación. Su muerte, el 16 de agosto de 2003, dejó interrumpido un inmenso proyecto poético y cultural.

Trascendencia literaria

Uno de los mayores méritos de Haroldo de Campos, en este punto, sería el de no haber disociado nunca poesía y filología o, si se prefiere, crítica y creación. Para él la crítica era, como para Ezra Pound con su paideuma, en un primer momento un problema de selección. Como Haroldo escribía en una carta a Jakobson, “la calidad de la elección decide un poco de antemano, como una verdadera condición de posibilidad, del éxito final del análisis, de su plenitud por lo menos. La operación selectiva –la elección del objeto– sería ya una primera decisión constitutiva del acto crítico”. Como mostraba el poeta brasileño en “Texto e historia”

Desarrollando la idea de poética sincrónica de Jakobson, se trataba de volver sobre la tradición, de modo que “lo que antes era un panorama amorfo, contemplado por un ojo destituido de proyecto”, ganara “coherencia y relieve jerárquico” y se vivificara “dentro de una tabla sincrónica donde presente y pasado son contemporáneos”. De ese modo, la labor era volver sobre la tradición no para tomarla como un bloque muerto o estanco, sino para pensarla de nuevo, siguiendo el “make it new!” de Ezra Pound.

Jacques Derrida escribió en 1996, en un bello texto de homenaje a Haroldo:

“Todo lo que ha podido significar la ley, también el deseo, la urgencia, pero la más aventurada y audaz de las urgencias para mí, en el orden del pensamiento, de la escritura, de la poesía –“única fuente” en el horizonte de la literatura, y antes que nada en la intimidad de la lengua de las lenguas, cada vez tantas lenguas en cada lengua, sé que Haroldo habrá accedido a todo ello antes que yo, mejor que yo”. 

Esa era la lengua de Haroldo: una lengua de lenguas en la que comunicaban entre sí los códigos semióticos, que desbarataba las jerarquías y las cronologías admitidas, dando nacimiento a otras.

Fuente