Mambises

Revisión del 11:12 22 sep 2011 de Lisett cigmat (discusión | contribuciones) (La guardia del campamento)
Mambises
Información sobre la plantilla
Mambises cubanos.jpg

Mambises. Así se les llamó a los cubanos que lucharon por la libertad de Cuba en el siglo XIX.

El término mambí

Cuando el periódico El Cubano Libre abrió sus primeras páginas para difundir los objetivos de la lucha por la independencia, a partir del 18 de octubre de 1868, desde la imprenta La Regeneración, de Bayamo, aún no se conocía el término mambí entre los cubanos.

El epíteto fue asignado a los soldados dominicanos que lucharon contra la restauración española en su país y en actitud patriótica no se sometieron a su gobierno. Por esta causa las autoridades españolas dieron a la palabra la significación de forajido, maleante o criminal.

Mambí también fue un término utilizado en Cuba de forma peyorativa por el periodismo español en la Isla , cuando ya había avanzado la guerra de 1868 e Ignacio Mora lo denunció en nota donde afirmó que todo lo acepta el cubano menos que se le llame español.

El patriota camagüeyano escribió sus argumentos en la publicación insurrecta El Mambí, órgano del gobierno de la República en Armas, que empezó a editarse en Guáimaro, Camagüey, el 7 de mayo de 1869.

En el primer ejemplar aparecieron sus argumentos para asegurar: "El periodismo español en Cuba quiere hacer creer -y se ilusionan con la idea- que la Revolución ha concluido, y en su impotencia apela apellidar a los patriotas mambises y a otros dicterios con que cree ofendernos..."


y sí fue así como pelearon. Dicen que el enemigo temblaba cuando oía Al Ataque. Cuando Antonio Maceo optaba por medidas más drásticas y a su trompeta se le escuchaba tocar Al Degüello, las lágrimas brotaban.


El campamento mambí

Los exploradores seleccionaban el lugar donde iba a ser levantado el campamento, a conveniencia de los planes de la Jefatura. El lugar ideal para acampar estaba cerca de alguna fuente de agua, en un área intrincada y fácil de defender en caso de ataque. El campamento se hacía los más desplegado posible, para dar la impresión al enemigo que observara las fogatas de que se trataba de una fuerza mayor de la que en realidad era.

La guardia del campamento

Los centinelas eran situados en lugares estratégicos, escondidos entre el follaje y los árboles. Las postas detenían a cualquiera que se acercase con el grito de ¡Alto, quién va? y, al contestársele pedían que se acercaran para reconocerlo. Entre los mambises la respuesta a la voz de alto era ¡Cuba! o ¡Cuba libre!

Los guardias se relevaban cada una, dos o cuatro horas, según el orden interior de la tropa. Los centinelas relevados iban a descansar cerca de los oficiales y junto a los retenes, que estaban listos para reforzar las postas o para prestar servicios imprevistos. Después del toque de silencio, algunos oficiales y clases permanecían despiertos, turnándose durante toda la madrugada para asegurar que no se hiciera ruido y cuidar los pertrechos y el equipo de sus unidades. Esta guardia era la llamada "imaginaria".

El oficial del día

Cada uno de los oficiales, pasado cierto tiempo, era designado, durante 24 horas, como oficial del día, o jefe del día. El oficial del día recibía la guardia al amanecer y era responsable de las postas y del orden interior del campamento hasta el día siguiente. Él aseguraba que se enterraran los desperdicios, se pasara la lista, se hiciera silencio después del toque de corneta, etc. También tenía a su cargo el orden y la disciplina en las marchas. En su trabajo era auxiliado por clases que recorrían las postas y lo informaban de todo lo que ocurría. Donde y como podía, anotaba con cuidado los sucesos del campamento y los informes de la guardia.

El clarín de órdenes

Para transmitir las órdenes a la tropa, los jefes contaban con un corneta de órdenes o clarín. El corneta estaba junto a ellos en todo momento, indicando con sus toques todos los movimientos a realizar. El corneta anunciaba: diana, retreta, las formaciones y llamadas en los campamentos, doblar a la izquierda o a la derecha en las marchas, fuego… Un buen corneta de órdenes se aprendía los toques del enemigo y podía facilitar a sus jefes una pequeña ventaja de tiempo en el combate, al avisarlos de los movimientos que la tropa enemiga se proponía realizar, etc. Al encontrarse muy cerca del enemigo, el corneta, si era necesario, tacaba su instrumento a la sordina, esto es, atenuando el sonido con una especie de tapón o simplemente un trozo de tela o su sombrero. De esta forma la orden era escuchada sólo por sus compañeros.

El uniforme

El Ejército Libertador no tenía trajes uniformes. Cada soldado u oficial vestía como le era posible. El mambí estaba complacido si tenía un fusil, un machete y un sombrero. La gran mayoría de los combatientes andaban con la ropa desbaratada por el uso diario. Los oficiales vestían mucho mejor, entendiéndose el –mejor-, por ejemplo, un muda de tela de Rusia, que era una especie de mezclilla, o dril. En una pequeña escuadra podían mezclarse camisetas de distintos colores, diferentes pantalones, camisas, filipinas, guayaberas, chalecos, mantas, capotes, jergones, capas de hule, yaguas, etc. Los mejor equipados podían llevar polainas de cuero o de lona. El calzado bajaba de calidad desde la bota hasta la alpargata y las llamadas cutaras de yagua.

Los talleres

No había descanso en los talleres. Hombres, mujeres y niños trabajaban en los cultivos y en la fabricación de equipos para el Ejército Libertador. Al frente de estas manufacturas estaban los maestros de taller, que tenían bajo su responsabilidad la entrega de los artículos y la búsqueda de los materiales que debían ser procesados. Los mambises organizaron talleres que producían sombreros, cartucheras, calzado, cabos para machetes, sogas… Las talabarterías procesaban el cuero de las reces para hacer vainas, bandoleras, fustas, monturas, sudaderos y serones; se trabaja en las herrerías, e incluso, se organizaron armerías que procuraron reparar rifles, revólveres y fusiles. Los talleres estaban siempre bajo la amenaza de los ataques de las contraguerrillas y de las fuerzas españolas, que muchas veces hacían verdaderas matanzas en estos intrincados lugares, donde los patriotas no disponían de armamento para defenderse.

El 'servicio de vigilancia de costas (SVC)

Los hombres del SVC eran los encargados de recibir y escoltar a las expediciones que traían pertrechos procedentes del extranjero, con destino al Ejército Libertador. Para ello montaban guardias nocturnas en las costas encendiendo hogueras. Este servicio era anexo al Ejército Libertador y dependiente del General en Jefe. El SVC impedía la salida de individuos del territorio a su cargo, si estos no llevaban la autorización correspondiente, también facilitaban la salida de heridos o enfermos graves y oficiales con misiones al extranjero. Además, evitaba la explotación de artículos comerciales.

Las expediciones

Con el sacrificio de los cubanos desterrados, especialmente los tabacaleros de Cayo Hueso y Tampa, se recaudaron fondos que sirvieron para comprar armas, pertrechos, medicamentos y equipos para el Ejército Libertador. Los pertrechos se disfrazaban en cajas con letreros de firmas comerciales, como máquinas de coser, u otros artículos.

La disciplina

En muy corto tiempo, el Ejército Libertador estableció la más estricta disciplina entre sus combatientes, los cuales se comportaban con la corrección tal y como exige la vida militar. Los subordinados se dirigían a los superiores saludándolos militarmente y tratándoles de usted, aunque entre todos lograban un ambiente de amistas y camaradería. Estaba estrictamente prohibido emplear un lenguaje irrespetuoso y grosero, los juego de azar (dados, barajas, etc.) y el consumo de bebidas alcohólicas. Los delitos como robo, violación o insubordinación eran castigados con severidad. Para juzgar estos casos se realizaban Consejos de Guerra. Los castigos podían ser de un planazo de machete, en el mismo momento de cometer la indisciplina, el cepo de campaña o recargo de servicio y la degradación, hasta el trabajo forzado en el campamento para las faltas más leves. Eran consideradas faltas leves el descuido del caballo o el equipo, quitar municiones a los compañeros, faltar a los pases de lista, etc. El fusilamiento era para los delitos graves. Para los traidores, contraguerrilleros, plateados o los emisarios y parlamentarios que se presentaban con proposiciones de paz, no basadas en la independencia de Cuba, el castigo era la horca. Si los castigos eran duros para los números y las clases, para los oficiales eran tremendos, pues estos siempre debían ser el ejemplo para la tropa.

El cuerpo jurídico

Era el encargado de sancionar los delitos militares. Contaba con inspectores que examinaban los casos de las fuerzas en campaña. Los casos se ventilaban en el Consejo de Guerra, y se daban atención a las apelaciones.

Los grados militares

Los mambises utilizaron estrellas doradas y plateadas para señalar los grados de los jefes y oficiales, y pasadores, en forma de barras plateadas, para las clases. Los grados se colocaban sobre un pedazo de tela de color, según el cuerpo armado al que se perteneciese. Los soldados españoles que se pasaban al Ejército Libertador mantenían sus grados militares dentro de las filas mambisas, así como su armamento. De menor a mayor graduación, los grados fueron:

  • Soldado o número.
  • Cabo.
  • Sargento segundo.
  • Sargento primero.
  • Subteniente o alférez.
  • Teniente.
  • Capitán.
  • Comandante.
  • Teniente coronel.
  • Coronel.
  • General de Brigada o Brigadier.
  • General de División (sólo en la Guerra del 95).
  • Mayor General.

Los cargos en el ejército fueron de:

  • General en Jefe del Ejército Libertador.
  • Lugarteniente General del Ejército Libertador.
  • Mayores generales, como Máximo Gómez, por ejemplo, en la Guerra del 95, en lugar de tres estrellas llevaban dos, al parecer siguiendo una tradición de la Guerra del 68, cuando el grado de Mayor General llevaba dos estrellas, por no existir el General de División.

Las armas

El machete, instrumento de trabajo, se convirtió en el arma terrible en poder de los combatientes cubanos. Había muchos tipos de machetes: paraguayos, filipinos, quimbos, calabozos, lenguas de jubo… y con ellos, a galope contra el enemigo, los mambises derrotaron infinidad de veces a las tropas españolas, armadas de los modernos fusiles de la época. Contra los Remington del soldado de línea español en la Guerra del 68, el mambí disparó viejos fusiles de pedernal como los ¨Kentucky¨ (con un siglo de atraso), y de chispa, como los trabucos y yeguas de boca de jarro, que se cargaban por el cañón con balas redondas o cualquier cosa que sirviera de proyectil: clavos, puntillas, pedazos de barrotes de ventana. También utilizaron rifles que se cargaban con cartuchos de papel, carabinas de percusión, y fusiles de retrocarga que usaban cartuchos metálicos, como los Peabody, Spencer, Henry, Tower, Springfields de pelota o bala Minié y otros. Las vainas de los cartuchos disparados se recuperaban para ser recargadas. Los proyectiles se moldeaban con plomo en unas tenazas llamadas ¨baleros¨. Las vainas se recogían en los combates, pero también habían trucos para obtenerlas de enemigo. Cuando una columna española andaba marchando, se enviaban parejas a tirotearlas. Los españoles contestaban el fuego derrochando tiros y seguían su marcha. Entonces los mambises iban al camino y recogían las vainas disparadas por la columna. En la Guerra del 95, los españoles disponían del fusil Máuser, de cerrojo y pólvora seca. Los mambises no mejoraron mucho, pues siguieron utilizando, en general, los mismos fusiles de la Guerra del 68, a excepción de los Remington, preparados para disparar los cartuchos del Máuser (que llamaban de calibre fino) y los Winchester de repetición, de 20 tiros, que eran armas de caza. Los fusiles Máuser capturados eran entregados a los soldados más destacados en la técnica de disparar con puntería. Cuando un mambí portaba un Máuser era mirado con respeto.

La artillería

Como piezas de artillería de los mambises podemos mencionar los cañones de cuero. Probaron, también, a hacerse de una artillería con cañones de madera. Este tipo de cañón se ataba a los árboles antes de ser disparado. Era muy peligroso para los mambises porque se deshacía en muy pocos disparos o, a veces, al primero. Algunas veces los mambises cubanos arrastraron cañones viejísimos, los cuales trataban de arreglar, y por eso guardaban celosamente cualquier pieza de repuesto capturada al enemigo en los combates. Después, intentaban averiguar para qué podría servirles. En general, los artilleros cubanos no tenían mucha experiencia y no lograron aprovechar las pocas piezas que consiguieron, además, no disponían de suficientes municiones. El deseo de los mambises de contar con una artillería de apoyo los hacía irse encima de las piezas españolas en cuanto tenían la oportunidad, con el afán de capturarlas.

Los ingenieros

Aunque el nombre es muy altisonante, se refiere a los mambises entusiastas en el uso de la dinamita. Los zapadores mambises del Cuerpo de Ingenieros, al contrario de sus colegas españoles, encargados de la construcción de obstáculos y fortificaciones, se ocupaban de colocar minas de dinamita contra la infantería enemiga, los puentes ferroviarios y de la voladura de locomotoras en marcha. Cuando no disponían del explosivo, averiaban los rieles de las líneas férreas y los postes de telégrafos.

La infantería

Los soldados de infantería, eran una buena fuerza, muy mal equipada y municionada pero, mambisa al fin, muy corajuda. Al contrario de la táctica enemiga, la infantería cubana servía para apoyar las maniobras de la caballería. La infantería estaba formada por compañías. Cada compañía estaba integrada por cuatro oficiales; un capitán, un teniente y dos alféreces, trece clases: un sargento primero, tres sargentos segundos, ocho cabos, un corneta y 48 números o soldados rasos. Cada compañía se dividía en dos secciones. Cada sección en dos escuadras. Seis compañías formaban un batallón. Los batallones estaban al mando de corones, tenientes coroneles y comandantes.

La caballería

Era el cuerpo más importante del Ejército Libertador y en él se basaban la gran mayoría de las operaciones. Las fuerzas de caballería estaban formadas por escuadrones. Los escuadrones los integraban cinco oficiales (un comandante, un capitán, un teniente y dos alféreces); trece clases (un sargento primero, tres sargento segundos, ocho cabos y un corneta); y 76 números o soldados rasos. Muy raramente contaban con un talabartero y un mariscal o encargado de cuidar los caballos. Cada escuadrón se dividía en dos secciones y cada sección en dos pelotones. Cuatro escuadrones formaban una brigada, al mando de un general de brigada o un coronel, un teniente coronel y los oficiales de los escuadrones; además, un teniente ayudante y un alférez portaestandarte de la jefatura.





Fuente

Padrón, Juan. El libro del mambí