Biblioteca de Alejandría

Biblioteca de Alejandría.
Información sobre la plantilla
Obra Arquitectónica  |  (Edificio.)
Descripción
Tipo:Edificio.
Localización:Alejandría, Bandera de Egipto Egipto.
Datos de su construcción
Inicio:siglo III a.n.e

Biblioteca de Alejandría. Fue en su época la más grande del mundo. Situada en la ciudad egipcia de Alejandría, se cree que fue creada a comienzos del siglo III a.n.e, por Ptolomeo I Sóter y que llegó a albergar hasta 700.000 volúmenes. Una nueva Biblioteca de Alejandría, promovida por la UNESCO, fue inaugurada en el año 2003 en la misma ciudad.

La biblioteca en la Antigüedad

La Gran Biblioteca de Alejandría, llamada así para distinguirla de la pequeña o hermana biblioteca en el Serapeo, fue fundada por los primeros Dinastía Ptolemaica con el propósito de ayudar al mantenimiento de la civilización griega en el seno de la muy conservadora civilización egipcia que rodeaba a la ciudad alejandrina. Si bien es cierto que el traslado de Demetrio de Falero a Alejandría, en el año 296 a.n.e, está relacionado con la organización de la biblioteca, también es seguro que al menos el plan de esta institución fue elaborado bajo Ptolomeo I Sóter, muerto alrededor de 284 a.n.e, y que la finalización de la obra y su conexión con el museo, fue la obra máxima de su sucesor, Ptolomeo II Filadelfo. Como Estrabón no hace mención de la biblioteca en su descripción de los edificios del puerto, parece evidente que no estaba en esta parte de la ciudad; además, su conexión con el museo permitiría ubicarla en el Brucheion, el distrito real situado en el noreste de la ciudad.

Este santuario acogía un pequeño zoológico, jardines, una gran sala para reuniones e incluso un laboratorio. Las salas que se dedicaron a la biblioteca acabaron siendo las más importantes de toda la institución, que fue conocida en el mundo intelectual de la antigüedad al ser única. Durante siglos, los Ptolomeos apoyaron y conservaron la biblioteca que, desde sus comienzos, mantuvo un ambiente de estudio y de trabajo. Dedicaron grandes sumas a la adquisición de libros, con obras de Grecia, Persia, India, Palestina, África y otras culturas, aunque predominaba la literatura griega.

La biblioteca del museo constaba de diez estancias dedicadas a la investigación, cada una de ellas dedicada a una disciplina diferente. Un gran número de poetas y filósofos, que llegaron a ser más de cien en sus mejores años, se ocupaban de su mantenimiento, con una dedicación total. En realidad se consideraba el edificio del museo como un verdadero templo dedicado al saber.

Se conoce que desde el principio, la biblioteca fue un apartado al servicio del museo. Pero más tarde, cuando esta entidad adquirió gran importancia y volumen, hubo necesidad de crear un anexo cercano. Se cree que esta segunda biblioteca, la biblioteca hija, fue creada por Ptolomeo III Evergetes, 246 a.n.e – 221 a.n.e, y se estableció en la colina del barrio de Racotis, hoy llamada Karmuz, en un lugar de Alejandría más alejado del mar; concretamente, en el antiguo templo erigido por los primeros Ptolomeos al dios Serapis, llamado el Serapeo, considerado como uno de los edificios más bellos de la antigüedad. En la época del Imperio Romano, los emperadores romanos la protegieron y modernizaron en gran medida, incorporando incluso calefacción central mediante tuberías, con el fin de mantener los libros bien secos en los depósitos subterráneos.

Los redactores de la biblioteca de Alejandría eran especialmente conocidos en Grecia, por su trabajo sobre los textos homéricos. Los redactores más famosos generalmente llevaron el título de bibliotecario principal.

La diversidad geográfica de los eruditos muestra que la biblioteca era de hecho un gran centro de investigación y aprendizaje. En 2004, un equipo egipcio encontró lo que parece ser una parte de la biblioteca, mientras excavaba en el Brucheion. Los arqueólogos descubrieron trece salas de conferencias, cada una con un podium central. Zahi Hawass, el presidente del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, calcula que en las salas excavadas hasta ahora se habría podido acoger a unos 5.000 estudiantes, lo que indica que era una institución muy grande para su época. En el siglo II a.n.e Eumenes II fundó un centro a imitación de la biblioteca en Pérgamo.

Organización

Ptolomeo II encargó al poeta y filósofo Calímaco la tarea de catalogación de todos los volúmenes y libros. Fue el primer bibliotecario de Alejandría, y en estos años las obras catalogadas llegaron al medio millón. El resultado de su labor fue el Pinakes, primer catálogo temático de la historia. Unas se presentaban en rollos de papiro o pergamino, que es lo que se llamaba volúmenes, y otras en hojas cortadas, que formaban lo que se denominaba tomos. Cada una de estas obras podía dividirse en partes o libros. Se hacían copias a mano de las obras originales, es decir ediciones, que eran muy estimadas, incluso más que las originales, por las correcciones llevadas a cabo. Las personas encargadas de la organización de la biblioteca, y que ayudaban a Calímaco, rebuscaban por todas las culturas y en todas las lenguas conocidas del mundo antiguo y enviaban negociadores que pudieran hacerse con bibliotecas enteras, unas veces para comprarlas tal cual, otras como préstamo para hacer copias.

Los grandes buques que llegaban al famoso Puerto de Alejandría, cargados de mercancías diversas eran inspeccionados por la guardia, tanto en busca de contrabando como de textos. Cuando encontraban algún rollo, lo confiscaban y lo llevaban en depósito a la biblioteca, donde los amanuenses se encargaban de copiarlo. Una vez hecha esa labor, el rollo era generalmente devuelto a sus dueños. El valor de estas copias era altísimo y muy estimado. La biblioteca de Alejandría llegó a ser la depositaria de las copias de todos los libros del mundo antiguo. Allí fue donde realmente se llevó a cabo por primera vez el arte de la edición crítica.

Los libros

Se sabe que en la biblioteca se llegaron a depositar el siguiente número de libros:

Cada uno de estos volúmenes era un manuscrito que podía versar sobre temas diferentes. Se cree que allí estaban depositados tres volúmenes con el título de Historia del mundo, cuyo autor era un sacerdote babilónico llamado Beroso, y que el primer volumen narraba desde la creación hasta el diluvio universal, período que según él, había durado 432.000 años, es decir, cien veces más que en la cronología que se cita en el Antiguo Testamento. Ese número permitió identificar el origen del saber de Beroso, la India. También se sabe que allí estaban depositadas más de cien obras del dramaturgo griego Sófocles, de las que sólo han perdurado siete.

Los sabios

Los sabios que estudiaban, criticaban y corregían obras se clasificaron a sí mismos en dos grupos: filólogos y filósofos.

  • Los filólogos estudiaban a fondo los textos y la gramática. La Filología llegó a ser una ciencia en aquella época, y comprendía otras disciplinas, como la historiografía y la mitografía.
  • Los filósofos eran todos los demás, porque la Filosofía abarcaba las ramas del pensamiento y la ciencia: física, ingeniería, biología, medicina, astronomía, geografía, matemáticas, ingeniería, literatura, y lo que nosotros llamamos filosofía.

Entre ellos se encontraban personajes tan conocidos como Arquímedes, el más notable científico y matemático de la antigüedad; Euclides que desarrolló allí su Geometría Euclídea; Hiparco de Nicea, que explicó a todos la Trigonometría, y defendió la visión Teoría geocéntrica del Universo; Aristarco de Samos, que defendió todo lo contrario, es decir, el heliocentrismo o sistema heliocéntrico, siglos antes de Copérnico; Eratóstenes de Cirene, que escribió una geografía y compuso un mapa bastante exacto del mundo conocido; Herófilo de Calcedonia, un fisiólogo que llegó a la conclusión de que la inteligencia no está en el corazón sino en el cerebro; los astrónomos Timócaris y Aristilo; Apolonio de Pérgamo, gran matemático, que escribió en Alejandría sobre las secciones cónicas ;Apolonio de Rodas, autor de El viaje de los argonautas; Herón de Alejandría, un inventor de cajas de engranajes y también de unos aparatos movidos por vapor: es el autor de la obra Autómata, la primera obra conocida sobre robots; el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo; Galeno, quien escribió bastantes obras sobre el arte de la curación y sobre anatomía. La última persona insigne del museo fue una mujer, Hipatia de Alejandría, gran matemática y astrónoma, que tuvo una muerte atroz a manos de fanáticos cristianos.

Testimonios

Todo lo que se sabe en la actualidad sobre la historia de la antigua biblioteca se debe a algunas referencias de posteriores escritores, a veces de gente que incluso la llegó a conocer, pero son alusiones de pasada, no hay nada dedicado en exclusiva a comentar o describir el edificio o la vida que en ella se desarrollaba.

  • El geógrafo y gran viajero griego Estrabón 63 a.n.e - a.n.e, hace una pequeña descripción, porque parece ser que estuvo en Alejandría a finales del siglo I a.n.e. Habla del museo y dice que consta de una exedra (εξεδρα), es decir, una obra hecha al descubierto, de forma circular y con unos asientos pegados a la parte interior de la curva. Cuenta que también vio una estancia muy amplia donde se celebraban las comidas de los sabios y los empleados. Y habla también de la biblioteca, de la gran biblioteca, algo obligatorio en el museo.
  • Aristeas, en el siglo II a.n.e, habló en las cartas dirigidas a su hermano Filócrates de la biblioteca y de todo el asunto de la traducción de los LXX.
  • Marco Anneo Lucano, historiador del siglo I, natural de Hispania y sobrino de Séneca, cuenta en su obra Farsalia cómo ocurrió el incendio del puerto, cómo se propagaron las llamas ayudadas por el viento, que no cesaba, desde los barcos también incendiados y anclados en el gran puerto oriental.
  • Tito Livio dice en sus referencias que la biblioteca de Alejandría era uno de los edificios más bellos que él había visto, con muchas salas llenas de estantes para los libros y habitaciones donde sólo los copistas podían estar, sin que fueran molestados. Incluso apunta el hecho de que cobraban por cada línea copiada.
  • Lucio Anneo Séneca, filósofo cordobés y tío de Lucano, poeta cordobés, en el siglo I, escribió un libro llamado De tranquilitate animi. En él cuenta, a través de una cita de Tito Livio, que en aquel incendio se llegaron a quemar 40.000 libros.
  • El biógrafo Plutarco 46 – 125 n.e, viajó en varias ocasiones a Egipto, donde en Alejandría debió escuchar muchas historias sobre el famoso incendio. Escribió una biografía sobre Julio César y al tratar sobre la batalla en el mar, en ningún momento cuenta el incendio de la biblioteca, ya que en el desastre estaba implicado César y parece ser que no quiso manchar su nombre con aquel hecho. El mismo Julio César, en su obra Bellum civile, donde habla de aquella batalla, omite por completo el incendio de la biblioteca. Otros escritores de la misma época también silencian la relación de César con el incendio de Alejandría.
  • Mucho más tarde, en el siglo IV, San Juan Crisóstomo hace una relación del estado en que se encontraba en aquellos años la brillante ciudad de Alejandría, y comenta que la desolación y destrucción son tales que no se puede adivinar ni el lugar donde se encontraba el Soma, el mausoleo de Alejandro, ni la sombra de la gran Biblioteca.
  • En el siglo XV, un escriba se molestó en traducir al latín los comentarios de Juan Tzetzes, 11101180, que fue un filólogo bizantino. Dichos comentarios estaban tomados de la obra Prolegómenos a Aristófanes. Tzetzes habla en ellos acerca de la Biblioteca.

La enciclopedia Suda de la Universidad de Kentucky, ha recopilado un conjunto de informaciones según fuentes provenientes de la época de Alejandro Magno y posterior.

Los bibliotecarios

A finales del siglo XIX se encontraron en el yacimiento de Oxirrinco, en el pueblo de El-Bahnasa, un pequeño pueblo a 190 km al sur de El Cairo, miles de papiros, que fueron estudiados a fondo por los eruditos. En algunos de ellos se hablaba de la famosa Biblioteca y se daba una lista de nombres de varios directores o bibliotecarios a partir del año de su fundación.

Respecto a Demetrio de Falero, no se puede hablar de él como bibliotecario, porque la biblioteca como tal fue fundada tras su muerte. La inclusión como bibliotecarios de Calímaco de Cirene y Apolonio de Rodas tiene poca autoridad y parece cronológicamente imposible. Más allá del año 131 a.n.e, las fechas se tornan bastante inciertas.

Destrucción

La destrucción de la Biblioteca de Alejandría es uno de los más grandes misterios de la civilización occidental. Se carece de testimonios precisos sobre sus aspectos más esenciales, y no se han encontrado las ruinas del museo, siendo las del Serapeo muy escasas.

Desde el siglo XIX, los eruditos han intentado comprender la organización y estructura de la biblioteca, y se ha debatido largo y tendido sobre su final. Los conocimientos sobre la Biblioteca, cómo fue, cómo trabajaron sus sabios, el número exacto de volúmenes e incluso su misma situación son escasos, porque muy pocos testimonios tratan sobre tan gran institución, y aun estos son esporádicos y desperdigados. Los investigadores y los historiadores de los [siglos XX]] y siglo XXI han insistido en que se ha formado una utopía retrospectiva en torno a la Biblioteca de Alejandría. No hay duda de que la biblioteca existió, pero apenas hay certezas en lo escrito sobre ella. Se han hecho centenares de afirmaciones contradictorias, dudosas y simplemente falsas, realizando suposiciones a partir de muy pocos datos que, la mayoría de las veces, son sólo aproximaciones.

Atribución del incendio

Suele afirmarse, que el primero de todos los ataques contra la Biblioteca de Alejandría fue el perpetrado por los romanos: Julio César, en persecución de Pompeyo, derrotado en Batalla de Farsalia, arribó a Egipto para encontrarse con que, su antiguo compañero y yerno, había sido asesinado por orden de Potino, el visir del rey Ptolomeo XIII Filópator, para congraciarse con su persona. Egipto padecía una guerra civil por la sucesión del trono, y pronto César se inclinó a favor de la hermana del rey, Cleopatra VII. Consciente de que no podría derrotar a Roma, pero sí a César, y ganarse la gratitud de sus rivales en el senado, [[Potino] le declaró la guerra. El [[9 de noviembre] del 48 a.n.e, las tropas egipcias, comandadas por un general mercenario de nombre Aquila, asediaron a César en el palacio real de la ciudad e intentaron capturar las naves romanas en el puerto. En medio de los combates, teas incendiarias fueron lanzadas por orden de César contra la flota egipcia, reduciéndola a las llamas en pocas horas.

Por algunas fuentes clásicas puede parecer que este incendio se habría extendido hasta los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, cercanos al puerto. Séneca confirma, en su De tranquilitate animi, la pérdida de 40.000 rollos en este desafortunado incidente, citando su fuente, el perdido libro CXII de Tito Livio, quien fue contemporáneo del desastre. Paulo Orosio reitera en pleno siglo V, esta cifra en su Historiarum adversum paganos: ...al invadir las llamas parte de la ciudad consumieron cuarenta mil libros depositados por casualidad en los edificios..., Dión Casio alude a la destrucción de los almacenes del puerto, algunos de los cuales contenían rollos. Por su parte, Plutarco de Queronea es el primero en mencionar de modo explícito la extensión del fuego a la gran Biblioteca de Alejandría como si hubiera quedado reducida a cenizas para siempre, y no sólo un descalabro parcial. Sin embargo, tajante afirmación de Plutarco acerca del incendio de la biblioteca parece tener origen en un error filológico, provocado por el cambio de significado de término griego bibliotheke a finales del siglo I y principios del II. La palabra perdió su connotación de “biblioteca” para significar “colección de libros”, como la Biblioteca Histórica de Diodoro Sículo. Entretanto, biblioteca se designaría como apothekai tôn bibliôn, literalmente: almacén de libros, y el diferente significado atribuido a estos términos habría dado lugar a la confusión. Aulo Gelio, y el muy posterior Amiano Marcelino aportan una información similar a la anterior, siendo víctimas del mismo error de significado, probablemente repetido por la ignorancia o la credulidad de sus contemporáneos.

Se pueda afirmar sin duda alguna que la Gran Biblioteca alejandrina y sus tesoros no resultaron destruidos en el incendio del año 48 a.n.e. Los famosos 400.000 tomos que habrían ardido fueron en realidad 40.000, depositados en almacenes del puerto, probablemente en espera de ser catalogados para la Biblioteca, o para su exportación a Roma, tal como indican el Bellum Alexadrinum, Séneca y Dión Casio.

Supervivencia de la Biblioteca

Después del desastroso incendio, la muerte de César y del ascenso de Augusto, Cleopatra VII se refugió en la ciudad de Tarsos, en la actual Turquía, junto con Marco Antonio. Fue entonces cuando el triunvito le ofreció los 200.000 manuscritos traídos desde la Biblioteca de Pérgamo, en Asia Menor, que Cleopatra depositó en la biblioteca como compensación por cualquier posible pérdida.

La existencia de la Biblioteca tras su supuesta destrucción queda confirmada por una inscripción hallada a principios del siglo XX, dedicada a Tiberio Claudio Balbilo. Como se apunta en Handbuch der Bibliothekswissenschaft, Georg Leyh, Wiesbaden 1955, Balbilus desempeñaba un cargo supra Museum et ab Alexandrina biblioteca, combinando la dirección del museo y las bibliotecas como si de una academia se tratara.

Cayo Suetonio Tranquilo tampoco dice nada de la destrucción de la Gran Biblioteca. Es más, en su biografía de Claudio refiere que el Emperador, tras escribir en griego una historia de los etruscos y otra sobre los cartagineses, hoy perdidas, quiso celebrar la escritura de estos libros y creó un anexo del Museo: …añadió al antiguo Museo de Alejandría otro nuevo que llevaba su nombre y se estableció que todos los años, en determinados días, se habría leer en las salas públicas de recitación, en uno de los museos, la historia de los etruscos, y la de los cartagineses en el otro, ambas, y cambiando de lector a cada libro... Vidas de los Doce Césares, Vida de Claudio. Ello da a entender de manera más que manifiesta que el viejo museo seguía existiendo y en pleno funcionamiento. El mismo Suetonio, al narrar la vida de Domiciano, indica que mandó restaurar con grandes gastos bibliotecas incendiadas a lo largo y ancho del Imperio, haciendo buscar por todas partes nuevos ejemplares de las obras perdidas, y envió a Alejandría una misión para sacar esmeradas copias o corregir los textos.

Un tercer testimonio es el de Ateneo de Naúcratis, que escribió detalladamente en su Deipnosophistae, sobre la riqueza de Ptolomeo II, y el número y poderío de sus flotas. Pero al llegar al museo y a la Gran Biblioteca, dice: ¿Para qué referirse a los libros, al establecimiento de las bibliotecas y las colecciones en el Museo, cuando están en la memoria de todo hombre?.

Enlaces externos

Fuente

  • Artículode Alejandría. Disponible en"www.urbipedia.org". Consultado el 28 de julio del 2011.