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Revisión del 09:03 18 dic 2009

Plantilla:Personaje artístico Manuel Saumell Robredo. Compositor y pianista. La Habana, 19 de abril de 1818-14 de agosto de 1870. Fue un reconocido pianista cubano especializado en las contradanzas de su país y en la adaptación de óperas y de canciones de otros artistas.

Vida

Realizó sus estudios con el pianista alsaciano Juan Federico Edelmann, piano, y armonía, contrapunto, instrumentación y fuga con el maestro concertador de la Compañía Lírica, el italiano Maurice Pyke. Además ejecutaba el cello y el órgano. Fue presidente de la Sección de Música de la Sociedad Filarmónica Santa Cecilia, y trabajó, con Ramón Pintó y el pianista José Miró, en la fundación del Liceo Artístico y Literario de La Habana, de la cual también fue presidente de su Sección de Música, y con él colaboró Tomás Buelta y Flores; fue miembro de la Academia Filarmónica de Santa Cristina, cuyo fundador fue el compositor Antonio Raffelin. Con Toribio Segura, violinista, y Enrique González, cellista, ejecutó un trío de Ludwig van Beethoven.
En sus contradanzas Recuerdos tristes, Lamento de amor y Toma, Tomás, hay «un alto grado de logro musical, sobre todo debido al pianismo con que están escritas». Por otra parte: «Estas contradanzas están escritas con gusto y moderación. La severa economía de recursos utilizada en ellas contrasta claramente con el estilo llamativo y el virtuosismo de moda entre muchos de sus contemporáneos. Empero, la sencillez de la escritura pianística de Saumell no le impidió desplegar una enorme variedad: dentro de la estructura limitante de la forma de contradanza, cada una de las cuarenta y cinco disponibles de Saumell no tiene rival melódica ni rítmicamente.»
«Saumell siguió la estructura tradicional de la contradanza, ya evidente en la anónima San Pascual Bailón, con sus treinta y dos compases divididos en dos partes diferentes de dieciséis compases. Sin embargo, en vez de repetir los primeros ocho compases de cada parte, el compositor escribió casi siempre dieciséis compases completos para la segunda parte y, en ocasiones, también realizó lo mismo en la primera sección [...].» La quejosita puede ser un ejemplo importante al respecto.

«El tradicional contraste de humor entre las secciones A y B es siempre evidente en las contradanzas de Saumell. A pesar de su escritura pianística semejante al étude, con sus octavas y notas dobles alternadas, su Ayes del alma es un ejemplo de la preferencia bastante frecuente por los comienzos líricos. En otras contradanzas del autor, la primera sección es agitada y patética; una muestra sobre de ello la encontramos en Lousiana [...]. »
«A menudo la sección A sólo sirve como una especie de introducción, y se reservan para la sección B los “más picantes”, ritmos criollos. Estas primeras partes, divorciadas del efecto criollizante de los ritmos cubanos más característicos, se asemejan con frecuencia a las formas clásicas europeas, con las que Saumell se encontraba familiarizado. Muchas veces poseen la apariencia de un concierto clásico, con una variación rítmica en la repetición del tema inicial, como en La Territorial y La Josefina, o en un carácter casi mozartiano, evidenciado en momentos, como en las primera partes de La suavecita y La Caridad. La adhesión de Saumell a la tradición clásica queda demostrada aún más en la primera parte de Los chismes de Guanabacoa, con su minuet, o en la primera parte de La dengosa, con su canon. »
«No obstante, poco importa cuan clásico sea el sonido de la primera parte, la segunda parte de una contradanza de Saumell aporta invariablemente el rasgo criollo que ha hecho célebre al compositor quien lo logra no sólo mediante el empleo de las figuras rítmicas básicas que desde entonces han sido características de la música cubana y de la danza (habanera, tresillo, cinquillo, etcétera), sino también mediante la amplia variedad de sutileza de las combinaciones rítmicas que exigen habilidad por parte del intérprete. »
Un estudio sereno de la obra de este compositor nos permitiría descubrir que «en las contradanzas de Saumell, se encuentran ya fijados, antes de haber transcurrido la primera mitad del siglo XIX, los perfiles y giros que dieron cuerpo, bajo diversos nombres y paternidades más o menos contestadas, al conjunto de patrones que alimentaría la cubanidad de un amplísimo caudal de música producida en la isla. »
«Supo vivir al margen del estilo salonnard —virtuoso, superficial, brillante— de un Gottschalk. Permaneció fiel —como Raffelin, como París— a tipos de escritura clásica, sin hallarlos incompatibles con el acento nacional. Gracias a él se fijaron y pulieron lo elementos constitutivos de una “cubanidad”, que estaban dispersos en el ambiente y no salían de las casas de baile, para integrar un “hecho musical” lleno de implicaciones. Con la labor de deslinde realizada por Saumell, lo popular comenzó a alimentar una especulación musical consciente. Se pasaba del mero instinto rítmico a la conciencia de un estilo. Había nacido la idea del nacionalismo. »
Serafín Ramírez lo considera así: «Como pianista fue Saumell de poca fuerza, si bien notable por la pureza de estilo y elevada inteligencia en la interpretación del repertorio clásico que él llamaba su música predilecta [...]. »
Fue maestro de piano de Gregorio Ramos, y tuvo relaciones y actuó junto a ellos, con Henri Herz, Julio Fontana, Maurice Stracosch, Louis Moreau Gottschalk.

Obras

Contradanza

Ayes del alma, Dice que no, El abrazo, El aplauso, El bazar, El cataclismo, El disimulo, El huracán, El jigote de Trinita, El pañuelo de Pepa, El somatén, La a’mitié, La asesora, Las bodas, La Caridad, La Celestina, La cuelga, La dengosa, La elegante, La Fénix, La Gassier, La gota de agua, La Josefina, La linda, La María, La Matilde, La nené, La niña bonita, La paila, La pendencia, La piñata habanera, Las quejas, La quejosita, La Siempreviva, La suavecita, La Tedezco, La Territorial, La veleta, La virtuosa, La Yrenita, Lamentos de amor, Los chismes de Guanabacoa, Los ojos de Pepa, Luisina, ¿Pero por qué?, Recuerdos tristes, Saludo a Cuba, Soledad, Sopla que quema, Suelta el cuero, ¡¡Toma, Tomás!!, Tu sonrisa.

Diversas combinaciones vocal e instrumental

Melopea, texto: Francisco J. Blanchié; Concerto, para cello y piano; Plegaria, para soprano y órgano; Idilio, para violín, piano y cello; Ave María, para voz y orquesta. Fantasía y variación, de Montechi y Capuleti; Flores de Cuba, final del segundo acto de Macbeth; La traviata, aria de la soprano del primer acto; La traviata, romanza del barítono; La traviata, dueto de la soprano y el tenor, tercer acto, piano.

Bibliografía

Onelia Cabrera Lomo. Manuel Saumell. La Habana, La predilecta, s/a. // Alejo Carpentier. La música en Cuba. México, Fondo de Cultura Económica, 1972; «Manuel Saumell, padre de la música cubana». En: Temas de la lira y del bongó. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1994. // Salomon Gadles Mikowsky. Ignacio Cervantes y la danza en Cuba. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1988. // Natalio Galán. Cuba y sus sones. Valencia, Pre-Textos, 1997. // Hilario González. «Manuel Saumell y la contradanza». En: Manuel Saumell. Contradanzas. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1981. // Zoila Lapique Becali. Música colonial cubana en las publicaciones periódicas (1812-1902). La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1979, t. 1. // Edgardo Martín. Panorama histórico de la música en Cuba. La Habana, Universidad de La habana, 1971. // Serafín Ramírez. La Habana artística. Apuntes históricos. La Habana, Imp. del E. M. de la Capitanía General, 1891.

Fuente

Radamés Giro. Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2009.